
Para Isaac Hernando González, que estudió Magisterio y entró en el Seminario de San José tras participar en la JMJ de Madrid en 2011, sus 15 meses de diaconado han supuesto una experiencia muy enriquecedora, «una etapa en la que el Señor, a través de la parroquia en la que sirvo, me ha ayudado a conocer la realidad pastoral con las personas que la forman», asegura. Durante este tiempo ha impartido clases de religión, que ha compatibilizado con sus estudios de Teología, y ha prestado servicio pastoral en la zona de Salas de los Infantes, pero en este momento no se inclina por ninguna pastoral concreta, sino que se manifiesta abierto a lo que Dios le pida a través de del pastor diocesano y dispuesto «a servir allá donde haga falta».
Diego Luis Diez tiene mucho en común con Isaac. Burgalés como él, también estudió Magisterio y entró en el Seminario diocesano a su regreso de la JMJ. Y ambos recibieron el diaconado el mismo día, el 17 de marzo de 2018. Comparte también la misma percepción sobre esta última etapa de su camino hacia el sacerdocio: «Ha sido un tiempo muy enriquecedor en muchos aspectos. Personalmente he ido siendo más consciente de mi proceso vocacional y asumiendo una vida célibe y en obediencia, intentando que sea también austera, e interiorizando la dimensión del servicio a todas las personas y a la Iglesia. Es un proceso del día a día, con pequeños descubrimientos, en el que poco a poco se va aprendiendo mucho». Tampoco él se ha hecho ninguna idea de algún lugar o pastoral concreta. «Sí que me gustaría poder estar bien acompañado de sacerdotes, «hermanos mayores» que me puedan ayudar a ir aprendiendo a vivir y ejercer el sacerdocio», matiza.
Pablo Andrés Rodríguez fue uno de los cinco jóvenes que estrenó el Seminario Redemptoris Mater en 2009. Nacido en Chile hace 33 años, se ordenó diácono en noviembre del pasado año y asegura que en estos meses se ha sentido realizado en su servicio a la parroquia y, «aunque las cosas nunca son lo que uno espera o se imagina», no se arrepiente del paso dado. «Creo que sé muy pocas cosas y me falta mucho por aprender», reconoce. Por el momento no muestra ninguna inclinación por una pastoral concreta («no conozco más que una que es llevar el Evangelio a todos aquellos que lo quieran recibir», aclara, «y esto se puede hacer de muchas formas. Y la verdad es que también hay mucho que aprender. No tengo ningún apego a ningún sitio. Donde la Iglesia quiera».
Imagino una gran aventura en la que Dios se sirve de nosotros como instrumentos para acercar a otros a Él
Isaac confiesa que muchas veces hasta ahora ha soñado con su ministerio: «Imagino una gran aventura en la que Dios se sirve de nosotros como instrumentos para acercar a otros a Él con los sacramentos, oración y testimonio». Para él, ordenarse sacerdote «es un gran regalo que Dios por medio de la Iglesia, y por lo tanto un don y una tarea importante». «Me gustaría que el mío fuese un ministerio de entrega y misión en el que no me reservase nada egoístamente para mí. Imagino que habrá momentos muy buenos y momentos muy difíciles, y espero que en todo momento pueda estar cerca del Señor, fiel a mi vocación y a las pequeñas llamadas que vaya haciéndome», asegura Diego. Por su parte, Pablo es muy expresivo al hablar del ministerio que ahora estrena: «Ufff…. Se me ponen los pelos de punta. Sobre todo el pensar en que ya empezaré a administrar el sacramento de la Misericordia. Es un regalo inmenso poder llevar a Cristo a tantas personas siendo yo inmerecedor de tal don».
Sobre la actual escasez de vocaciones, Isaac sostiene que «el Señor sigue llamando, y lo seguirá haciendo. Sin embargo a veces los miedos, las incertidumbres, pueden echar para atrás. Por ello, tenemos que hacer todo lo posible aquellos que desarrollamos algún ministerio dentro de la Iglesia por acompañar a estas personas. Especialmente señalo el acompañamiento de nuestros adolescentes y jóvenes», insiste. «¡Es un ministerio especial y muy importante!». «La pastoral vocacional es cosa de todos», concluye. «Por ello os invito a seguir rezando por ellas ya que en las parroquias, colegios e institutos tenemos muchas personas que necesitan de Dios y les puede estar llamando».
Descubrir y vivir la vocación es el proceso natural de quien sigue a Jesús en una comunidad
Diego deduce que esa falta de vocaciones es consecuencia del contexto actual: «Hoy en día cada vez hay menos personas creyentes, incluso menos personas que dan importancia a su dimensión espiritual. Es difícil descubrir tu vocación «espontáneamente». Por eso, si las personas que cultivan su relación con Jesús en una comunidad son cada vez menos, cada vez menos personas descubren su vocación, sea cual sea. Porque descubrir y vivir la vocación es el proceso natural de quien sigue a Jesús en una comunidad. Si esto no se da, es difícil descubrir tu vocación. Aunque no imposible, ya sabemos que no hay nada imposible para Dios». En opinión de Pablo, se debe a que «hay pocas familias que se abren a la vida y porque quizá tanto religiosos, como pastores y laicos no damos un testimonio trasparente y verdadero del amor de Cristo en nuestras vidas. Y se podrían decir muchas más razones».
A pesar de que ordenarse «no sea lo común ahora mismo» ninguno de ellos se siente un chico extraño, «pero sí a contracorriente de las tendencias humanas actuales», apunta Pablo. «Me siento privilegiado porque una llamada de Cristo a seguirle totalmente es un privilegio enorme. Pero no por que yo lo merezca. Al contrario, soy consciente de mis limitaciones como persona, y de las que conoceré en el futuro», concluye.