Migrantes en Burgos: una ayuda que nos enriquece

Con el lema «No se trata solo de migrantes», la Iglesia celebra la Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado. Conocemos varias iniciativas de integración a este colectivo en algunas parroquias.
Instantánea del «Festival de las Culturas» de la parroquia de la Inmaculada.

Instantánea del «Festival de las Culturas» de la parroquia de la Inmaculada.

 

Desde hace cuatro años, la parroquia de la Inmaculada de Burgos cuenta con un grupo de Pastoral con Inmigrantes que se ha ido consolidando poco a poco hasta sumar actualmente cuarenta personas, ya que se han incorporado familias enteras, incluyendo jóvenes y niños. Lo coordina un equipo formado por cuatro españoles y dos colombianas (la nacionalidad más presente en el ámbito de la parroquia, seguida de Perú y República Dominicana). «El grupo es de inmigrantes, pero no se trata de hacer un gueto, sino de que esa persona participe en otras cosas de la parroquia», aclara el párroco, Francisco Alonso Merino. «No queremos que sea un grupo aislado, sino que participe en la vida comunitaria».

 

Por ello, el primero de los objetivos del grupo es facilitar a los inmigrantes que residen en la parroquia la vivencia y celebración de la fe fomentando la integración y el protagonismo en la vida de la comunidad (eucaristía dominical, actividades, grupos). También se pretende facilitar espacios de encuentro y convivencia para ellos (encuentros mensuales, alguna celebración de cumpleaños…). «Y como tarea pastoral, sensibilizar a toda la comunidad parroquial sobre la riqueza y aportación que supone la presencia de inmigrantes entre nosotros y sobre la realidad y problemática de la inmigración y los retos que supone para la comunidad y para cada uno de los que formamos parte de ella», añade Francisco.

 

A lo largo del año se organizan numerosas actividades, como encuentros periódicos, aproximadamente uno al mes, para orar, programar y organizar las distintas tareas y acciones. Entre todas ellas destaca el Festival de las Culturas, que habitualmente se celebra en el mes de abril. Se trata de un evento que pretende presentar, a través de la belleza del folclore, cómo la cultura de sus países enriquece a todos, por ello se invita a asistir a toda la parroquia. Además de los propios miembros del grupo, que preparan la mayoría de las danzas, se invita a la comunidad ecuatoriana de la vecina parroquia de San Pablo y también al grupo de Pastoral con Inmigrantes de Salas. La fiesta concluye con una degustación de platos típicos de cada uno de los países a la que también se invita a todos los feligreses.

 

El grupo participa además en el festival de Navidad en homenaje a los mayores con alguna danza folclórica de sus países de origen, organiza la misa de la Jornada del Migrante y el Refugiado y una acción de sensibilización sobre la realidad y retos de la inmigración y la necesidad de la acogida. El párroco considera que la actividad del grupo es «muy misionera, porque están viniendo algunos jóvenes, y personas que de otro modo no estarían metidas en ninguna parroquia».

 

La comunidad de la Inmaculada va asumiendo cada vez con más normalidad esta realidad. «La verdad es que yo no he percibido ningún rechazo. Por lo menos trabajamos en esa línea, que la inmigración es una riqueza», concluye Alonso.

 

Reina del Cisne

 

Otra experiencia integradora es la de la asociación ecuatoriana «Reina del Cisne» de Miranda de Ebro, que cuenta ya con más de diez años de existencia. Su presidenta desde hace un año, Sandra Romero, que también es miembro de la comisión arciprestal de Pastoral con Inmigrantes, relata que todos los años organizan diversas actividades muy enraizadas en la cultura ecuatoriana, como la celebración de su patrona, la Virgen del Cisne, el aniversario de la asociación, en Navidad, la novena del Divino Niño y la elección de la «princesita de Navidad», el Día del Niño, el Día del Padre, el de la Madre, el de los Difuntos… Todas ellas están abiertas a todos los que quieran sumarse, como también la pertenencia a la asociación.

 

Sandra asegura que en general se sienten acogidos, pero reconoce que sí existen ciertas reticencias por parte de algunos grupos. «A veces se quedan más con las cosas negativas que con las positivas, pero creo que la gente se frena un poco por por desconocimiento. Nuestra gente tiene el mismo temor a ser rechazada, eso hace que también haya menos cercanía por ambas partes», reflexiona.

 

En cuanto a la implicación de los ecuatorianos en la vida de las comunidades parroquiales, admite que es escasa, aunque alguno participe en algún coro o dé catequesis. «Yo creo que también es por miedo a no hacerlo bien, son solo unos pocos valientes los que se atreven a cruzar un poco más allá, pero confío en que poquito a poquito se llegará a más», concluye esperanzada.

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