Los catequistas del Vena ponen a punto su espiritualidad eucarística
«¿Qué opinaría un extraterrestre si llegara a una de nuestras iglesias y nos viera celebrando la misa? ¿Sentiría, con nuestro modo de comportarnos, de estar atentos, de cantar, que la eucaristía es algo esencial en nuestra vida? Pues lo mismo pasa con nuestros niños». Con estas palabras, el delegado diocesano de Pastora Vocacional, Enrique Ybáñez, ha animado a los catequistas del arciprestazgo de Burgos-Vena a renovar su espiritualidad eucarística, pues, ha asegurado, para transmitir algo a los demás «no basta con contarlo, hay que vivirlo».
Lo ha hecho en el marco del encuentro que los catequistas de las parroquias de la zona norte de la ciudad han mantenido en la jornada de hoy en San Martín de Porres. El también vicario parroquial de San Cosme y San Damián ha dicho que «no es lo mismo hablar que transmitir», que «contagiar entusiasmo», de ahí que animara a los catequistas a ser los primeros en revisar si para ellos la eucaristía es «fuente y culmen de su vida cristiana». Además, ha dicho que es necesario que los catequistas tengan «paciencia infinita» y ejerciten un un «perdón constante» para con los niños y jóvenes que acuden a las catequesis y otras actividades de las parroquias.
La jornada ha contado, además, con un pequeño trabajo de reflexión en grupos y puesta en común de las conclusiones y una oración final.
Cayetano Galeote Cotilla
29 febrero, 2020 en 22:01
¡Bravo por don Enrique y su entusiasmo! Es verdad que cuando él celebra se nota que vive interiormente y que tiene deseo de transmitir. Eso vale muy especialmente en las misas de catequesis que celebra en su parroquia -que son una verdadera delicia- y las misas ordinarias en las que también se disfruta de la celebración.
Mi gratitud y oración para que no abandone nunca la fuente de la Gracia.
Luis Angel Bercedo
1 marzo, 2020 en 10:40
Nos suele gustar a mi esposa y a mí ir conociendo los distintos templos y parroquias de la ciudad, de suerte que cada domingo, si no tenemos viaje fuera, oímos la misa en una de ellas. A propósito del comentario anterior, qué diferencia de unas parroquias a otras. Los sacerdotes tienen que atraer, no espantar. Y hablar de un modo amable, breve, adaptado a la gente que tienen, que no somos labriegos de los años 40. A una parroquia del centro, quizás la más céntrica (cuyo nombre no quiero decir por respeto) fuimos tres veces y dejamos de hacerlo porque era inaguantable escuchar al sacerdote, un señor mayor. Parecía que se escuchaba a sí mismo en todo momento. Con ese tono del que todo lo sabe y tiene que aleccionar al pueblo ignorante, repitiendo mil veces lo mismo y a grandes voces- Después, interrumpía continuamente la misa con cuñas moralizantes que aburrían al más santo. Y para colmo, como lloró un niño lo echó de la iglesia porque dice que daba ruido y le distraía. Nunca lo había visto en otras parroquias. Estamos como para echar a la gente. Lo comentamos después con otro matrimonio y dice que es la tónica general de ese sacerdote. Que cada vez va menos gente, porque les echa (literalmente) de la casa de Dios. Como no cuiden las misas dominicales y no traten bien a la gente, no va a frecuentar la iglesia ni el tato.