La defensa de la vida

por redaccion,

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La inesperada y dolorosa experiencia de la epidemia del Covid-19, que estamos viviendo en la actualidad, como amenaza a la salud y a la vida de todos nosotros, nos hace sin duda más sensibles para valorar el don de la vida humana. Hace unas semanas, al presentaros el documento Sembradores de esperanza, os invitaba a defender la dignidad de la vida de nuestros hermanos enfermos o de quienes se encontraban en los momentos finales de su existencia. En repetidas ocasiones hemos comentado también la necesidad de defender la vida mancillada de los pobres y de los marginados. En esta ocasión deseo recordar y afirmar la dignidad de la vida humana desde su origen, desde los primeros estadios de su concepción.

 

A esa valoración sin condiciones nos invita el Día Internacional de la Vida, que se celebra el 25 de marzo, fiesta de la Anunciación, en la que conmemoramos cuando el Ángel anuncia a la Virgen María que va a concebir, en su seno, por obra del Espíritu Santo, al Salvador. Celebramos la Encarnación del Hijo de Dios, que el Verbo de la vida iba a compartir nuestra existencia, concebido en una mujer, naciendo como niño y creciendo en una familia. Así, en la concepción y en el nacimiento de ese niño descubrimos la maravilla de la fecundidad del Amor de Dios que se manifiesta en la vida humana. Y por ello la Iglesia celebra ese día la Jornada por la vida, para recordarnos que toda vida humana tiene una dignidad plena, que debe ser respetada y salvaguardada de todas las amenazas desde su concepción a su fin natural.

 

Desgraciadamente en nuestra sociedad sabemos que existe una fuerte tendencia a minusvalorar la vida en esos momentos iniciales después de su fecundación. Hay quienes consideran el embrión como un apéndice, una parte nada más del cuerpo de la mujer, y por eso llegan a considerar un derecho la supresión de ese ser humano, mediante el aborto o su instrumentalización recurriendo a vientres de alquiler o a la maternidad subrogada. En todos estos razonamientos se banaliza la vida humana, en ocasiones por sentimientos egoístas e incluso también por intereses económicos. Pero la sociedad no debe oscurecer la dignidad de la persona desde la fecundación, cuando ya se configura una nueva célula con identidad genética propia, diferente de los que le transmitieron la vida y con capacidad para ir regulando su propio desarrollo.

 

La Iglesia se opone al aborto porque no es lícito eliminar ninguna vida humana. Y, a la vez, defiende que «todo niño tiene derecho a recibir el amor de una madre y de un padre, ambos necesarios para su maduración integra y armoniosa» (Amoris Laetitia, n. 172). La mirada al Jesús que inicia su vida en este mundo nos ayuda a descubrirlo en cada niño que va a nacer. Como dice el Papa Francisco, «cada niño injustamente condenado a ser abortado tiene el rostro de Jesucristo» (Palabras a los médicos católicos, 20 septiembre, 2013). «Cuanto más indefensos son los seres humanos, tanto más deben ser preferidos. Entre esos débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana en orden a hacer con ellos lo que se quiera, quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo» (Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, n. 213). Por ello estamos llamados a agradecer y a valorar el amor que es fecundo y que genera una nueva vida; y a protegerla desde el principio hasta su final natural, combatiendo toda violación de su dignidad.

 

Como pastor de una diócesis debo valorar el esfuerzo de quienes, de modos muy diversos, actúan en el espacio público como defensores de la vida humana, aportando fuerza e iniciativas diversas para cuidarla y protegerla. Son dignos de alabar porque es una batalla muy difícil de librar en esta sociedad, que ha aceptado de modo natural la práctica del aborto y las técnicas de procreación no natural que cuestionan el sentido del matrimonio y de la familia. Precisamente por ello nuestro testimonio y nuestro compromiso en favor de la vida resultan especialmente necesarios.

 

Finalmente, quiero subrayar que ser pro-vida no se puede reducir a oponerse al aborto. Ha de incluir el apoyo y acompañamiento a las mujeres embarazadas en dificultad, para que superen la tentación de renunciar al hijo concebido; una plena comprensión del amor conyugal que se abre generosamente a la vida; la promoción de la familia como ámbito de acogida y de crecimiento de los niños; y, en general, la protección de toda vida humana valiosa, única e irrepetible en todas sus etapas.

 

Pidamos a la Virgen de la Anunciación que nos ayude a amar la vida de cada ser concebido y a defender y proteger su valor y su dignidad. Todo niño es un don que genera esperanza para la familia y para la sociedad; y este niño necesita ser bienvenido, amado y cuidado siempre.

La diócesis pone en marcha un servicio de atención psicológica telefónica durante la crisis del coronavirus

por redaccion,

atención psicológica

 

La diócesis de Burgos, a través de su Centro de Orientación Familiar, ofrece durante estos días un servicio profesional de atención psicológica para ayudar a todas aquellas personas que necesiten apoyo emocional de cualquier tipo.

 

Un equipo formado por nueve profesionales, entre psicólogos y orientadores, atenderán a las peticiones que se soliciten a través del número de teléfono 637477266. La primera llamada o mensaje de WhatsApp servirá para tomar datos de contacto y concertar una cita telefónica u online posterior con algunos de estos especialistas. Esta no es la forma ideal de realizar un proceso terapéutico, pero estos profesionales sí podrán prestar, al menos, un apoyo e indicaciones útiles para vivir lo mejor posible la circunstancia por la que estén pasando.

 

El servicio pretende responder así a las situaciones de nervios, angustia, estrés o procesos de duelo ante el fallecimiento de familiares y conocidos, entre otros, de forma profesional y vía telefónica, dado el estado de alarma en el que se encuentra sometido el país.

 

El equipo de profesionales, que prestan este servicio de forma voluntaria y se podría ampliar si la demanda se multiplica, se comprometen a guardar la debida confidencialidad en las llamadas recibidas y ofrecerán su servicio durante el tiempo que dure la pandemia o incluso después.

 

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apoyo psicologico 2

Nota de prensa: La diócesis pone en marcha un servicio de atención psicológica telefónica durante la crisis del coronavirus

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La diócesis de Burgos, a través de su Centro de Orientación Familiar, ofrece durante estos días un servicio profesional de atención psicológica para ayudar a todas aquellas personas que necesiten apoyo emocional de cualquier tipo.

 

Un equipo formado por nueve profesionales, entre psicólogos y orientadores, atenderán a las peticiones que se soliciten a través del número de teléfono 637477266. La primera llamada o mensaje de Whatsapp servirá para tomar datos de contacto y concertar una cita telefónica u online posterior con algunos de estos especialistas. Esta no es la forma ideal de realizar un proceso terapéutico, pero estos profesionales sí podrán prestar, al menos, un apoyo e indicaciones útiles para vivir lo mejor posible la circunstancia por la que estén pasando.

 

El servicio pretende responder así a las situaciones de nervios, angustia, estrés o procesos de duelo ante el fallecimiento de familiares y conocidos, entre otros, de forma profesional y vía telefónica, dado el estado de alarma en el que se encuentra sometido el país.

 

El equipo de profesionales, que prestan este servicio de forma voluntaria y se podría ampliar si la demanda se multiplica, se comprometen a guardar la debida confidencialidad en las llamadas recibidas y ofrecerán su servicio durante el tiempo que dure la pandemia o incluso después.

Cuando el Covid-19 hace más duro el adiós a los difuntos

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Las medidas impuestas por la Junta de Castilla y León ante el «estado de alarma» ha obligado modificar las habituales despedidas a los difuntos. Ahora, para prevenir contagios, no se celebran ni velatorios ni funerales ni exequias, con lo que las familias deben sepelir o incinerar a sus muertos de una manera «mucho más dramática y complicada», en la más estricta intimidad y sin poderse consolar con un abrazo o un apretón de manos.

 

El coordinador del trabajo pastoral en los tanatorios de la ciudad, el sacerdote Rafael Cubillo, asegura que es una situación «excepcional» en la que él se ve «muy limitado e incapacitado, impotente por no poder hacer más» en el acompañamiento a las familias que lloran la pérdida de un ser querido. «Es muy desagradable ver que no pueden despedirse de ellos, ni siquiera velar al cadáver», pues los trabajadores tienen restringido cualquier contacto directo con los finados, como vestirlos o maquillarlos, hayan fallecido o no a causa del coronavirus. Además, las distancias de seguridad impuestas impiden tener abiertas las salas velatorias y se han suprimido los funerales, los cortejos fúnebres y otros ritos de exequias.

 

«Ahora, simplemente rezamos un breve responso, bien en la sala crematoria, bien al pie de la tumba donde van a ser enterrados, pero nada más», sostiene Cubillo a la vez que asegura que esta situación añade más dramatismo al dolor de las familias. «Ahora tenemos que rezar más y desear que pase esta situación cuanto antes, porque está siendo muy duro», mientras prevé que los difuntos a causa del Covid-19 se multipliquen en las próximas semanas.

 

Solidaridad y cercanía

 

Estos días, para evitar que los capellanes del cementerio de San José (de avanzada edad) puedan también caer enfermos, los sacerdotes de la ciudad han creado una «bolsa de solidaridad» para turnarse a la hora de enterrar a los muertos. En total, trece sacerdotes de mediana edad se han distribuido en turnos de mañana y tarde durante toda la semana para que los difuntos puedan ser sepultados, aunque sea, con un sencillo responso.

 

«Es tristísimo, muy duro, tremendo», asegura Fernando García Cadiñanos, vicario general de la diócesis y coordinador de esta «bolsa de curas». «Esta situación complica mucho a las familias a hacer un duelo más sosegado» e impide el acompañamiento pastoral que muchas familias requieren en estos momentos. Por eso, desde la vicaría general, en coordinación con el Centro de Orientación Familiar, se trabaja ya en habilitar un teléfono de contacto con un psicólogo para ayudar a las familias a hacer más llevadero este momento de la separación. Estará listo en los próximos días.

«Ora et labora»: los consejos de una monja de clausura para vivir la cuarentena

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Madre Pilar es la maestra de novicias en el Monasterio de las Huelgas. Dice que lleva 26 años de «encierro» en el real sitio, una «cuarentena bien asumida» por la que se decantó al descubrir «el gran tesoro que había allí dentro». Desde su amplia experiencia monástica y su trabajo formativo con las aspirantes a cistercienses, así como su trayectoria como escritora de libros de espiritualidad, nos da una serie de pautas para vivir estos días de confinamiento en casa.

 

1. Buscar el equilibrio

 

Para esta religiosa, es vital «buscar el equilibrio en todo». Por eso, asegura que es importante conjugar momentos de trabajo y silencio con otros de ocio y diálogo, pues eso permite tener «ordenada la mente y el corazón». En su vida monástica están acostumbradas a alternar oración y trabajo sin descuidar la vida en comunidad, elementos que, según sus palabras, pueden ser buenos aliados para estos días de cuarentena.

 

Esta religiosa propone buscar en casa momentos para el diálogo con la familia de un modo «ordenado y establecido», en los que alguien se encargue de moderar la conversación o de encauzarla cuando se va por otros derroteros. También asegura que es necesario «cultivar el buen humor, contar algún chiste, contagiar alegría». Aparte de estos momentos de encuentro «organizado» es importante tener detalles con las personas de la casa las 24 horas del día y, muy importante, «no desligarse del exterior: vivir encerrados pero no aislados».

 

En este sentido, la religiosa propone rezar en familia «por cuestiones concretas, bien que hemos visto en la televisión o leído en los periódicos» y alternar estos momentos de oración con trabajos manuales («hay que moverse limpiando rincones de la casa que habitualmente no podemos ordenar») e intelectuales (como leer y estudiar), siguiendo la norma benedictina del «ora et labora».

 

2. Hábitos y rutinas

 

Pilar asegura que una de las cosas que descubrió cuando entró en el monasterio es la importancia de mantener una rutina diaria: «Tener un horario fijo rebaja mucho la tensión y libera la mente porque no hay que pensar en qué tengo que ocupar el tiempo». Ha de ser un horario no impuesto, sino consensuado, donde todo esté pautado y no haya que buscar modos de «matar el tiempo». En este sentido, asegura que es importante desarrollar una rutina en la que haya espacio para todo, también para realizar «una tabla de gimnasia o limpiar el polvo a los libros». E incluso, momentos programados de tiempo libre: «No es necesario rellenar todo el horario diario, pues el tiempo lleno no llena». En este sentido indica que también es importante organizar ratos libres a lo largo del día para hacer lo que uno quiera: leer, descansar, moverse…

 

Además, también recomienda tener contacto con la música: «Nosotras todos los días tenemos una hora de ensayo y la música siempre tiene algo que entusiasma: crear un himno o una antífona nueva… La música alegra el corazón», sostiene.

 

3. Perdón y ternura

 

La regla benedictina sostiene que es de vital importancia en la vida comunitaria «que no caiga el sol sin haber hecho las paces». Por eso, en estos días en que la convivencia se intensifica en casa, madre Pilar recomienda revisar la vida, pedir perdón y tener gestos de detalles con los demás. «No necesariamente tiene que ser al final del día ni de una manera formal. También puede ser mientras leemos un cuento o a través de pequeños detalles, como preparar una comida especial y decirle al otro: «mira, te lo he hecho porque te quiero, porque deseaba pedirte perdón…»». «Pero hay que contar a los otros por qué les hemos hecho estos pequeños regalos» recalca.

 

4. Descubrir la riqueza

 

Por último, madre Pilar sostiene que este tipo de vida ha supuesto para ella una «riqueza» y que estos días de confinamiento pueden ayudar a todos los españoles a «descubrir el tesoro de otras cosas que quizás no habíamos descubierto: el regazo de mi madre que habitualmente no puedo disfrutar porque hay que ir corriendo al trabajo, descubrir la importancia y la necesidad de estudiar ahora que no tenemos cole…»

 

Y concluye: «Que encontremos que hay un tesoro en estar encerrados; que asumamos estos días de confinamiento no como una imposición, sino que lo acojamos libremente, como un modo para descubrir nuevos tesoros en nuestro día a día».