«Tenemos la bella responsabilidad de anunciar la Buena Noticia aquí y ahora», «en estas circunstancias concretas que nos está tocando vivir», ha dicho el arzobispo, don Fidel Herráez, a algunos de los sacerdotes diocesanos reunidos en la Catedral para celebrar la solemne Misa Crismal. «Tenemos que estar al lado de estos hijos e hijas de Dios que están sufriendo en su salud, en su economía, en su trabajo y en sus situaciones familiares; Dios nos ha llamado y ungido para enviarnos a anunciarles la Buena Noticia de la salvación», ha insistido. De ahí que la Misa Crismal, celebrada esta mañana con estrictas medidas de seguridad, haya servido como una «puesta a punto», como una «necesidad ineludible de renovar nuestro compromiso de servicio a la Iglesia y la sociedad» por parte de los sacerdotes.
El arzobispo ha recordado a los presbíteros que han sido «llamados para ser mediadores» y que, en este contexto pascual y a las puertas de Pentecostés, su misión cobra un especial sentido: «Todo en nosotros ha de ser sacramento de salvación», ha subrayado a la par que ha recordado que la actual Asamblea Diocesana puede ser una ocasión para mejorar en su «compromiso con la Iglesia y la sociedad».
En la eucaristía, los sacerdotes han renovado las promesas de entrega a Dios, a la Iglesia y a los hermanos que realizaron el día de su ordenación presbiteral. La celebración ha tenido este año un carácter especial, no solo por no celebrarse el Miércoles Santo, sino por haberse llevado a cabo en unas condiciones especiales, con un reducido grupo de sacerdotes (miembros de los consejos Presbiteral y de Pastoral) en representación de todo el presbiterio y guardando las medidas exigidas por el estado de alarma, haciendo uso de mascarilla y cumpliendo con la distancia social.
En esta solemne eucaristía se han bendecido los óleos que se utilizarán a lo largo del año en los sacramentos del bautismo y la unción de enfermos y se ha consagrado el santo crisma, un aceite aromático símbolo de la pertenencia a Cristo, que se emplea en el bautismo, la confirmación, la ordenación sacerdotal y la consagración de basílicas e iglesias.
El último sábado del mes de mayo siempre ha tenido en el arciprestazgo de Gamonal un carácter especial. Cientos de personas recorren al clarear el día algunas de las calles del popular barrio portando la imagen de la Virgen María y rezando el Rosario. Este año, ante las medidas adoptadas con la declaración del «estado de alarma», el Rosario cambiará las calles por las ondas de la radio, facilitando así que los fieles puedan sumarse a la oración mariana desde sus propias casas.
Será Radio Evolución (103.7FM) la que retransmita el sábado 30 de mayo, desde las 06:30 horas, el rezo de este Rosario, en el que las propias parroquias del arciprestazgo participarán con la dirección de los misterios, algunas meditaciones y la oración de las letanías. En esta ocasión, y según detallan los organizadores de la actividad, se tendrá «muy en cuenta la situación sanitaria, social y económica actual, pero siempre con una pizca de esperanza».
La provincia de Burgos se encuentra desde hoy en la «fase 1» de la desescalada. Con ello, la Casa de la Iglesia ha reabierto hoy de nuevo sus puertas al público (su actividad no ha cesado en los últimos meses) con la puesta en marcha de un protocolo que salvaguarde la seguridad de visitantes y trabajadores, delegados de los distintos sectores de la pastoral diocesana y voluntarios.
Entre las medidas, destacan sobremanera las que tienen que ver con la limpieza. El edificio ha reforzado los turnos de limpieza y ha habilitado dispensadores de solución hidroalcohólica para la desinfección de manos y zapatos, así como una máquina de ozono para tareas de desinfección durante la noche. Igualmente, se han establecido criterios específicos para limitar el uso del ascensor y hacer un uso adecuado de los despachos, facilitando que trabajadores y voluntarios (que deberán llevar mascarilla) puedan mantener la distancia de seguridad, restringiendo las reuniones presenciales a las mínimas imprescindibles.
Asimismo, el protocolo marca que los delegados y voluntarios se decanten, en la medida de las posibilidades, por el teletrabajo, eviten las aglomeraciones en los pasillos y zonas comunes de la Casa de la Iglesia y concierten cita previa con visitas que sean necesarias. También se limita al máximo el uso de fotocopiadoras, siendo obligatoria la desinfección de manos antes y después de cada uso, así como el empleo de documentos en papel y su circulación. Cada uno de equipos informáticos deberá ser usado, exclusivamente, por un único usuario, prohibiendo la utilización del mismo dispositivo para más de una persona.
Librería Diocesana
En cuanto a la apertura de la Librería Diocesana, el protocolo también marca una serie de medidas a cumplimentar. Entre ellas, se especifica que todos los usuarios deberán hacer uso de mascarillas y haberse desinfectado las manos a la entrada y utilizar guantes para acceder a la manipulación de libros u otros materiales de venta. Dentro del espacio se ha organizado la circulación de personas y solo podrá estar presente en el mismo un único usuario por cada uno de los trabajadores. El resto, deberá esperar fuera, guardando siempre la distancia de seguridad. Igualmente, se fomentará el pago con tarjeta u otros medios que no supongan contacto físico entre dispositivos, evitando, en la medida de lo posible, el uso de dinero en efectivo. Se limpiará y desinfectará del datáfono depués de cada uso.
La Iglesia celebra este domingo la Ascensión del Señor. Jesús termina su misión en la tierra y comienza la nuestra, la de su Iglesia, ya que antes de partir nos encomienda que hagamos discípulos en nombre de Dios, que extendamos la Buena Noticia de su amor por toda la tierra. Y aunque desaparece de nuestra vista, seguirá actuando a través nuestro con la garantía de que nunca estaremos solos, pues siempre estará con nosotros.
A la luz de este encargo del Señor, advirtiendo que mañana, día 25 de mayo, se celebra el Día de África, quiero que volvamos hoy la mirada hacia este continente. A algunos de vosotros tal vez os sorprenda que en este periodo de dolor y de incertidumbre en el que nos vivimos inmersos, os invite a sentir como propia esta celebración del Día de África, que aparentemente nos resulta lejana y distante. No obstante, como ya os he dicho en alguna ocasión a lo largo de estas semanas, la experiencia de sufrimiento, cuando es vivida con sentido humano y cristiano, no nos clausura en nosotros mismos sino que nos abre a la solidaridad con las preocupaciones y la angustia de los demás, especialmente cuando son más vulnerables que nosotros mismos. Solo desde esta perspectiva el dolor nos purifica y nos transforma. Es la actitud que brota del camino que condujo a Jesús a través de la pasión y de la muerte hasta la gloria de la Resurrección. África es, por otra parte, uno de los continentes donde también entregan su vida, sirviendo al Evangelio en más de 20 países, misioneros burgaleses; un numeroso grupo de 70 misioneros: 44 mujeres y 26 hombres (sacerdotes, religiosos, religiosas, y seglares). Es una ocasión de unirnos a ellos con el sentido homenaje de nuestro recuerdo, agradecimiento y oración.
África «es un continente, como alguien lo ha definido, de enormes riquezas naturales y humanas, de la juventud y el futuro, de la dignidad que se hace fuerte ante la adversidad, donde el crecimiento económico no es sinónimo de bienestar para la mayoría; un continente que requiere un trabajo continuado y sostenible, que permita a sus habitantes, que luchan para sobrevivir, alcanzar niveles de vida dignos, como corresponde a su condición de seres humanos» (Manos Unidas). La suerte y el destino de los africanos no puede resultarnos indiferente. Sería caer en la globalización de la indiferencia, que tantas veces denuncia el Papa Francisco. A finales del año 2015, durante el regreso de un viaje a aquel continente, decía: «África ha sido explotada siempre por las otras potencias… Hay potencias que buscan solo coger las grandes riquezas de África. África es un martirio, un martirio de explotación a través de la historia». Como signo de solidaridad y de afecto, para hacerla presente en el corazón de la Iglesia, celebró por anticipado en Bangui, la capital de la República Centroafricana, la apertura del Año Santo de la Misericordia, convirtiéndola así en «la capital espiritual del mundo».
Nosotros como cristianos debemos sentirnos unidos a África y a los africanos. Sus aspiraciones a la justicia y a la paz deben ser apoyadas especialmente por los europeos, pues las decisiones de hoy serán la base de la relación futura entre los dos continentes. África tiene futuro porque casi la mitad de la población tiene menos de 18 años. Pero ese futuro está amenazado por guerras, hambrunas y pandemias frecuentes, aunque pocas veces aparecen en nuestros medios de comunicación. Los diez países más pobres del mundo se encuentran en África. Las nuevas generaciones tienen derecho a permanecer en su lugar de nacimiento para servir a sus países y construir un futuro mejor para todos. Para ello deben contar con nuestro apoyo.
Es de agradecer que la Unión Europea en abril ha comprometido fondos para afrontar la crisis humanitaria más urgente, pero debe dar un paso más allá. Nosotros, dentro de nuestras preocupaciones, no debemos caer en la fatiga de la solidaridad y de la generosidad, ni en la tentación de recortar la Ayuda al Desarrollo por parte de las instituciones y de la sociedad. La catolicidad de nuestra Iglesia exige de nosotros un corazón grande. El Papa Francisco, en su viaje, dijo al visitar un centro impulsado por un movimiento católico en un barrio marginal: «Este centro nos muestra que hubo quienes se detuvieron y sintieron compasión y no cedieron a la tentación de decir: «no hay nada que hacer»».
Por otra parte, la comunión eclesial, es decir, la experiencia de sentir como hermanos a los cristianos africanos, nos regala el gozo del crecimiento de esa Iglesia, rápido e incesante, que va incorporando nuevos miembros mediante procesos de evangelización y de catecumenado que pueden ser una lección y un estímulo para nosotros. Ponemos bajo la protección de la Virgen al Pueblo Africano y nos encomendamos a Ella. Nuestra Señora de África, ruega por nosotros.
Desde el primer domingo después de decretarse el estado de alarma, el culto público se clausuró en las iglesias de toda la diócesis. Aún así, la actividad pastoral no ha cesado en estos dos meses de confinamiento. En Fresno de Río Tirón, aunque sus vecinos no podían ir a misa, sin embargo, las palabras de aliento de sus sacerdotes no han dejado de resonar en esta pequeña localidad de aproximadamente 180 vecinos. Cada domingo, una grabación hacía llegar a los fresnillos el evangelio del día, un pequeño comentario al mismo y algunas canciones.
El responsable de esta curiosa iniciativa es Plácido Martínez, uno de los colaboradores más cercanos de la parroquia, que cada semana se encarga de ponerse en contacto con los sacerdotes, reunir los audios, montarlos y emitirlos desde el campanario de la iglesia, algo que después se difunde además entre los grupos de WhatsApp de la comarca «para que los fresnillos que están fuera también se puedan unir».
La idea surgió como algo espontáneo, después de varios días de aplausos a los sanitarios a las ocho de la tarde. Ante la proximidad de la Semana Santa, Martínez decidió emitir el rezo del Ángelus a mediodía y para el Viernes Santo preparó un Via Crucis en el que participaron con sus grabaciones varios vecinos del municipio. «Noté que la gente lo necesitaba» y, poco a poco, el trabajo se fue perfeccionando hasta las emisiones actuales, que se llevan a cabo cada domingo a las 13:00, hora habitual de la eucaristía. «Al principio nos costaba más, pero ahora ya tengo aleccionados a los curas», bromea el también concejal del ayuntamiento, que prepara los audios que los sacerdotes graban con su móvil con ayuda de Sergio Carcedo. La iniciativa ha sido muy bien acogida entre los vecinos, tanto que la propuesta ha servido para que la feligresía siga estando unida durante el confinamiento.
Para Ángel Santamaría, uno de los párrocos in solidum de Fresno y otros 23 pueblos del entorno, «ha sido una iniciativa interesante y, con el paso de las semanas, cada vez más y mejor elaborada». Al igual que Plácido, considera que «Fresno es uno de los pueblos más religiosos del entorno» y que ha sido una buena manera de seguir acompañando a los fieles de la localidad.
Con el paso a la «fase 1 de la desescalada» y las medidas de flexibilización para las poblaciones de menos de 10.000 habitantes desde el lunes, el de mañana será el último audio que se retransmita desde el campanario, con las miras puestas a que el próximo domingo los vecinos se puedan reunir ya en su templo de San Andrés, aunque sea solo, en este caso, a la mitad de su capacidad.