Cáritas, «preparada ante el enorme reto social» provocado por la pandemia

La entidad ha aumentado su acción un 8% respecto al mismo periodo del año anterior. El 12% de sus participantes son nuevos y otros muchos son «recurrentes» que han tenido que volver a solicitar ayuda.
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«En los momentos de crisis y dificultad se demuestra la calidad, la valía y la fuerza de una institución, así como de las personas que la conforman». Y en los tres últimos meses, donde España ha vivido un excepcional «estado de alarma», «Cáritas ha estado preparada», «reinventándose para hacer frente y poder seguir acogiendo a los más necesitados». De este modo, «la Iglesia –porque Cáritas no es una ONG– ha estado muy activa y muy viva en el mundo de la exclusión y de la vulnerabilidad». Así lo ha expresado el arzobispo, don Fidel Herráez Vegas, en la rueda de prensa en la que la institución caritativa ha dado a conocer la actividad llevada a cabo en los tres últimos meses, en la que han atendido a 4.426 personas de 2.604 familias a través de un total de 21.490 intervenciones, un incremento de su acción del 8% de media respecto al mismo periodo del año anterior y realizada con «mayor intensidad» (hay programas cuya actividad se ha incrementado hasta en un 30%). Entre las personas atendidas, se encuentran muchos «recurrentes» que acudieron a la entidad hace años y han tenido que volver a solicitar ayuda y en torno a un 12% de nuevos participantes.

 

Desde que comenzó el confinamiento, Cáritas ha sabido adaptar programas, recursos económicos y personales para poder atender a los más afectados por la crisis social generada por la pandemia. El albergue para personas sin hogar fue trasladado al Seminario de San José, los economatos han establecido turnos para la entrega de alimentos y los servicios de acogida y otras ayudas del programa de infancia se han realizado a través del teléfono o sistemas de videoconferencia, sin olvidar un incremento de actividad en el mundo rural.

 

«Por fortuna, hemos superado el reto de mantener abiertos todos nuestros programas», ha relatado José Ignacio Ruiz, secretario general de Cáritas Burgos, quien ha manifestado al mismo tiempo su agradecimiento a «toda la sociedad burgalesa» (a las administraciones públicas y al tejido empresarial y asociativo) por su «gran sensibilidad social acompañando a Cáritas a la hora de proteger a los más vulnerables»; a los que han colaborado con la institución a través de aportaciones económicas, que han aumentando un 62%; a los sacerdotes que han donado parte de su sueldo y, «cómo no», a sus más de 700 voluntarios, «que no son una parte accesoria, sino la esencia misma de nuestra identidad», y que ha sumado en los últimos meses 50 nuevas incorporaciones, especialmente jóvenes.

 

Preocupaciones

 

Todo este entramado ha permitido que Cáritas acompañe a quienes sufren «la brecha de la desigualdad en nuestro país». Una brecha que Cáritas venía denunciando desde años atrás y que la crisis del coronavirus ha dejado patente, como subraya María Gutiérrez, coordinadora de acción social de la entidad: «La pandemia ha puesto en evidencia que la protección social en España era insuficiente, aunque en momentos de normalidad esa realidad quedase escondida, pero es evidente que nuestra sociedad está fuertemente desvinculada» y donde la «incertidumbre» por el empleo, la salud, la soledad o la educación es la nota predominante.

 

En efecto, Cáritas detecta un endeudamiento creciente de las familias que no pueden hacer frente al pago de alquileres y suministros, pues muchos los están dilatando en el tiempo. Igualmente, constatan cómo la brecha digital y la falta de recursos tecnológicos siguen creando desigualdad entre muchas familias y niños y adolescentes, que quedan «alejados de la comunidad digital», sin olvidar cómo las medidas de teletrabajo han imposibilitado la conciliación familiar dificultando, especialmente, a las familias «monomarentales» y las mujeres migrantes.

 

Otra de las grandes preocupaciones de Cáritas es cómo la precariedad en el empleo está favoreciendo la exclusión social. El empleo precario será el primero en destruirse, otros muchos trabajan en economía sumergida y los que viven de la venta ambulante ven invisibilizadas sus reclamaciones. Además, muchos carecen de contrato de vivienda. Igualmente, han detectado muchos casos de soledad y abandono, sobre todo de personas mayores, que no es sino «una forma más de exclusión social».

 

Ante este situación «de enorme reto social», el arzobispo ha instado a «salir juntos adelante de esta situación», solicitando «liderazgos políticos y sociales que generen consenso y que no sean manipulados ni ideologizados por ningún bloque», impidiendo «que nadie se quede atrás»: «No podemos dejar a nadie abandonado a su suerte», ha subrayado.

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