«No abundamos, pero otros lo necesitan más»

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Las Clarisas de Belorado, elaborando sus afamados chocolates. Foto: Cope.es.

 

La crisis sanitaria provocada por la Covid-19 ha derivado en una grave crisis económica. Muchas familias han perdido sus puestos de trabajo o se han visto abocadas a expedientes de regulación de empleo perdiendo poder adquisitivo y haciendo difícil la supervivencia. También los monasterios de vida contemplativa de la provincia han experimentado una considerable disminución de sus ingresos al suspender la actividad económica que ayudaba al sostenimiento de muchas comunidades, la inmensa mayoría dedicadas a la repostería.

 

La madre María Sagrario, superiora de la comunidad de Clarisas de la capital, relata cómo su obrador ha estado parado durante algo más de dos meses. El pasado 1 de junio, ante la insistencia de algunos vecinos, volvieron a elaborar sus pastas de té, aunque las ventas no han sido significativas: «Hemos vendido muy poquito», asegura la religiosa mientras detalla que la venta de pastas es solo una «pequeña ayuda a la economía de la comunidad», que ha sobrevivido durante la pandemia gracias a los donativos de algunos conocidos y la pensión que cobran algunas hermanas de la Seguridad Social.

 

Esta comunidad, que ha pasado la cuarentena sin que ninguna de sus 13 monjas sufriera «ni un simple catarro», está muy agradecida a la ayuda que les han prestado amigos y conocidos: «En nuestra economía no sobra nada y es difícil llegar a fin de mes. Por fortuna, nos han hecho entrega de una enorme cantidad de alimentos durante estos meses. Estamos muy agradecidas: comida no nos ha faltado y hemos podido celebrar la eucaristía todos los días, que era lo que más deseábamos y necesitábamos». asegura.

 

Agradecidas a los sacerdotes de Belorado están también las Clarisas de esta comunidad de 14 hermanas al borde del Camino de Santiago, a las que se suman otras seis monjas en Derio, Vizcaya. Gracias a ellos han podido celebrar cada día la misa y poder seguir rezando por todo el Pueblo de Dios: «Somos el pulmón orante de la diócesis y el coronavirus no ha podido enfermar ese pulmón», narra por teléfono una de las religiosas. «Sin la eucaristía no habríamos podido sobrevivir».

 

Ellas también han visto menguados sus ingresos de elaborada repostería, aunque «gracias a Dios hemos seguido trabajando a través de la web», algunos días, con tan solo uno o dos pedidos. Pese a todo, se han sentido más que nunca «parte del pueblo», no solo porque aplaudían a los sanitarios junto a sus vecinos, sino porque han notado su ayuda y cercanía: «Mucha gente nos ha traído alimentos y donativos, vivimos de la providencia», insiste mientras asegura que han sido también muchas las llamadas y correos electrónicos recibidos implorando también sus oraciones.

 

«No abundamos, pero otros lo necesitan más»

 

Sor Amparo, secretaria de la comunidad de Clarias del Espino, en Vivar del Cid, también relata cómo el coronavirus ha supuesto un revés para su obrador, que tuvo que cerrar a mediados del mes de marzo con un importante stock de productos que donaron al Banco de Alimentos, a quienes agradecen a su vez la entrega de productos alimenticios que les ha permitido sobrevivir durante la pandemia.

 

Esta religiosa reconoce que han sido muchas las llamadas de gente interesándose por ellas y ofreciéndoles diferentes donativos que, sin embargo, han declinado: «Sería para nosotros un cargo de conciencia porque con lo que teníamos ahorrado y las pensiones de las más mayores podríamos sobrevivir, así que les pedíamos que entregaran esos donativos a Cáritas o a Ayuda a la Iglesia Necesitada. Y no es que abundemos, pero otros lo necesitan más», concluye.

7 de cada 10 alumnos cursa Religión Católica en la provincia

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Imagen tomada en el colegio diocesano San Pedro y San Felices.

 

30.656 alumnos cursan Religión Católica en las escuelas públicas y concertadas de la provincia de Burgos. La cifra representa el 69,41% del total de alumnos, siendo la escuela concertada quien agrupa el mayor número de alumnos que estudian la materia (16.195, el 96%) frente a los 14.461 (el 53%) de la escuela pública.

 

El dato se sitúa ligeramente por debajo de la media regional (en el 72,1%), según los datos ofrecidos por las delegaciones de Enseñanza de Castilla y León, elaborados en coordinación con las delegaciones provinciales de Educación y los propios centros educativos. Con todo, indica que siete de cada diez alumnos eligen cursar la materia en sus estudios, siendo las etapas de primaria y secundaria donde más se opta por la materia (57% y 54% en la escuela pública y 97% y 98%, respectivamente, en la concertada). Bachillerato, con un respaldo del 33% en la escuela pública y un 68% en la concertada es el nivel educativo donde menos se elige la asignatura. En el caso de infantil, la cifra fluctúa entre entre el 51% de respaldo en la pública y el 98% en la concertada.

 

Los datos recopilados también certifican que los 108 centros educativos de la provincia cumplen con su obligación de ofertar la materia, en la que trabajan un total de 392 profesores, 71 en centros públicos y 321 en colegios concertados. Cinco de esos colegios son de titularidad diocesana, siendo una de las provincias de la región con mayor número de colegios de titularidad diocesana.

 

Disparidad

 

Para Manuela García, las fluctuaciones en las cifras según los niveles educativos se debe a varios factores. Entre ellos, «la baja natalidad», que hace que en infantil haya cada vez menos alumnos y, entre sus padres, muchos optan por no inscribir a sus hijos en la material, «bien porque no saben o son contrarios». La tendencia cambia sin embargo en primaria y secundaria, donde son los propios niños «quienes piden a sus padres cursar religión».

 

Con todo, García sostiene que la materia sigue contando con el respaldo de muchas familias, que ven en la asignatura «claves de sentido de la existencia que no se ven en otras materias y que son necesarias para una educación integral». «La asignatura sigue teniendo fuerza y cuenta con muchos y muy buenos profesionales entre sus profesores», subraya.

 

La asignatura de Religión Católica (que convive ya en la provincia con la evangélica y la musulmana) puede cursarse en los niveles de infantil, primaria, secundaria y bachillerato. La carga lectiva es de una hora semanal en infantil; una hora y media de 1º a 3º de primaria; una hora de 4º a 6º de primaria; una hora en 1º, 3º y 4º de secundaria y dos horas en 2º de este mismo nivel. En bachillerato se ofrece solo en 1º y con una carga lectiva de dos horas semanales.

«Tenemos pleno acceso a la Trinidad, aunque nos desborda su plenitud»

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El monasterio de las Salesas de Burgos ha acogido hoy una eucaristía coincidiendo con la solemnidad de la Santísima Trinidad y Jornada «Pro Orantibus», en que la Iglesia reza de forma especial por todos los consagrados y consagradas de vida contemplativa, «la perla preciosa de la Iglesia». Presidida por el arzobispo, don Fidel Herráez Vegas, y concelebrada por el vicario de la vida consagrada, Amadeo Alonso, y el capellán de las religiosas, Saturnino López, la misa ha sido retransmitida en directo a través del canal de YouTube de la diócesis y ha contado con la participación de la comunidad contemplativa y de algunos fieles, cumpliendo con las medidas impuestas por el estado de alarma.

 

Para el pastor de la diócesis, «es doloroso percibir cómo el misterio de la Trinidad es algo abstracto, lejano y desconocido para muchos». Sin embargo, se trata de un misterio «maravillosamente desbordante» «al que tenemos pleno acceso aunque nos desborda su plenitud».

 

Es una realidad que, como mejor se entiende, es «acercándonos al amor», «siendo sencillos y pequeños», pues «llega más al corazón que a la razón», ha recordado siguiendo a Tomás de Kempis. Es un misterio que «nos afecta nuclearmente en nuestra vida y nuestra historia y nos desborda». La Trinidad, misterio de unidad y de amor, ha de reflejarse en nuestra propia vida: «No podemos ser de otro modo, nuestro origen ha nacido en esa comunidad de amor y solo seremos coherentes si nosotros también somos familia de amor». «Tenemos la responsabilidad de responder y ayudar a que otros respondan de este modo, tenemos que vivir y comunicar este misterio».

 

«Con María en el corazón de la Iglesia» ha sido el lema de la jornada Pro Orantibus de este año. La diócesis de Burgos cuenta con 25 comunidades contemplativas femeninas de 17 congregaciones diferentes y cuatro monasterios masculinos, siendo la diócesis con mayor presencia religiosa masculina contemplativa de toda España.

En la fiesta de la Trinidad agradecemos el carisma de la vida contemplativa

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Escucha aquí el mensaje

 

Al finalizar el periodo pascual, la liturgia de la Iglesia celebra hoy la fiesta de la Santísima Trinidad. Como cumbre del acontecimiento central de la historia de la salvación, se desvela ante nuestros ojos el verdadero protagonista de esa historia, el Dios Trinidad: el Padre, que envió a nuestro mundo al Hijo, concebido de María Virgen por obra del Espíritu Santo; Jesús, el Hijo, que realizó su obra redentora mediante la entrega de su vida hasta la muerte en cruz; el Espíritu, que acompañó la acción de Jesús hasta la resurrección y que nos fue enviado como aliento y vida de la Iglesia hasta el final de los tiempos. La fiesta de la Santísima Trinidad nos hace contemplar el misterio de Dios que incesantemente crea, redime y santifica, siempre con amor y por amor.

 

Me resulta muy doloroso cuando percibo cómo la Trinidad, que es la base primera y más radical de todo y de todos, es para muchos cristianos una mera doctrina abstracta, lejana o desconocida. Esto de ningún modo debería ser así. El abrir nuestra vida a la Trinidad nos sitúa ante el Dios que por Amor ha actuado en nuestro mundo y que nos ha revelado su misterio más profundo: que Dios Padre, Hijo y Espíritu, es comunión de Personas en el Amor. Los cristianos reflejamos y participamos de ese Amor cuando lo celebramos en la liturgia, cuando lo testimoniamos en el ejercicio de la caridad y del compromiso, cuando lo anunciamos como fuerza renovadora de cada ser humano y de la sociedad entera, cuando vivimos con sinceridad y generosidad la comunión eclesial. Nuestra oración en este día debe ser ante todo un acto de alabanza y de acción de gracias, de admiración y de adoración ante esa realidad que nos desborda y que acogemos como origen y fundamento de nuestra vida cristiana. Así surgirá también nuestra plegaria de petición pura y sincera para que ese amor nos ayude a no desfallecer ante las dificultades, nos impulse a mirar el futuro con esperanza, y nos empuje a ofrecerlo generosamente a quienes ven flaquear su fe, su esperanza o su capacidad de amar.

 

Hoy recordamos de un modo especial a los hombres y mujeres que han recibido el carisma de la Vida Contemplativa. Oramos en esta Jornada por quienes oran continuamente por nosotros. En la clausura de sus monasterios ellos son testigos privilegiados de que el Dios Trinidad puede satisfacer las aspiraciones humanas de plenitud y de felicidad. El amor trinitario, un amor que el mundo no puede dar, se hace experiencia real en sus vidas sencillas y retiradas. Y la oblación de su ser entero, en el amor al Señor, en el silencio y en la oración constante, es el aliento que permite respirar a toda la Iglesia.

 

Estos meses pasados con sus dolorosas circunstancias, nos han permitido valorar a quienes, en sus actividades profesionales, y con su acción humanitaria voluntaria y generosa –muchos de ellos seguramente animados por su fe–, se han entregado de modo admirable al servicio de los demás. Pensemos también que junto a estas acciones imprescindibles, en los monasterios contemplativos ardía perennemente otra llama que mantenía viva la esperanza y la súplica, con la oblación de sus vidas y la fuerza de la oración. En esta ocasión y siempre estas vidas ocultas son especialmente fecundas para la Iglesia y para la humanidad.

 

A la luz de la fiesta de la Trinidad, que hoy celebramos, podemos comprender que ellos, los contemplativos, como santa Teresa del Niño Jesús en el Carmelo de Lisieux, encontraron en el amor la clave de su vocación y de su vida: «Comprendí, escribía ella, que la Iglesia tenía un corazón, y que ese corazón estaba ardiendo de amor. Comprendí que sólo el amor podía hacer actuar a los miembros de la Iglesia; que si el amor llegaba a apagarse, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio y los mártires se negarían a derramar su sangre… Entonces, al borde de mi alegría delirante, exclamé: ¡Jesús, al fin he encontrado mi vocación! ¡Mi vocación es el amor!».

 

Para la Vida Contemplativa, tan significativa en nuestra diócesis (soy testigo muy directo de ello), solo tengo palabras de muy especial valoración, estima, afecto y estrecha comunión eclesial. Doy hondas gracias a Dios porque este carisma sigue vivo y continúa enriqueciendo nuestra Iglesia diocesana.

 

El lema de la Jornada para este año es: «Con María en el corazón de la Iglesia». La Vida Contemplativa con María nos guía a la realidad central de la fe que es Jesucristo, alienta la esperanza de la Iglesia que es la misericordia del Padre, e irradia la alegría de vivir el Evangelio, según la gracia del Espíritu. Que Ella, nuestra Señora, criatura perfecta de la Trinidad, nos ayude a hacer de nuestra vida un himno de alabanza a Dios, que es la Familia Trinitaria del Amor.

Los sacerdotes entregan a Cáritas Burgos más de 75.000 euros

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Desde que los sacerdotes de la diócesis decidieran renunciar a parte de su suelo y entregarlo a Cáritas para paliar las consecuencias económicas de la pandemia, se han recaudado, a fecha 31 de mayo, un total de 75.736 euros. El dinero procede de los donativos que los presbíteros han entregado de forma voluntaria a la entidad caritativa para que pueda implementar sus ayudas, ya que los problemas económicos empiezan a agudizar la situación de las familias más vulnerables ante la crisis del coronavirus.

 

El gesto del presbiterio, coordinado desde al vicaría diocesana del Clero, nació a propuesta de varios sacerdotes y ha sido respaldada por una amplia mayoría de ellos. Se trata de una colecta conjunta del clero diocesano «para estar muy cercanos de los que en esta pandemia se van a quedar en las cunetas sociales y económicas», tal como detalló en su momento Jesús Castilla, vicario para el Clero.

 

Según Castilla, se trata de «una expresión de entrega y cercanía a los más necesitados», una muestra de «estar al lado de quienes sufren tanto dolor». Una acción que se deriva de «nuestro ser sacerdotes y diáconos» y que responde a la acción de Dios, que «nos quiere tomar como instrumentos para llegar cada vez más cerca de su pueblo amado».