Campamentos urbanos para hacer más llevadera la pandemia
Sin duda, no es lo mismo. Aunque las actividades han sido similares a las de un campamento habitual, han echado de menos la convivencia continua, la magia de las pernoctaciones, las veladas nocturnas y el contacto con la naturaleza. Con todo, las «extraordinarias» instalaciones del Seminario de San José han servido para que, este año tan atípico, más de 130 niños pudieran disfrutar del juego, la convivencia y la diversión después de largos meses de duro confinamiento sin apenas contacto con otros chicos y chicas de su edad. Ante la clausura de casi una treintena de campamentos de los que habitualmente se desarrollan en la provincia desde instituciones eclesiales (parroquias, movimientos, scouts u otras organizaciones) Voluntared – Escuela Diocesana ha sido la encargada de ofertar a la sociedad burgalesa cuatro semanas de campamentos urbanos para que los niños tuvieran «un espacio de encuentro lúdico, donde puedan desarrollarse no solo motrizmente, sino también emocionalmente». Además, estos campamentos urbanos han servido para que muchas familias pudieran encontrar el modo de «conciliar» el trabajo de los padres con el cuidado de los niños.
Ha sido el primer año que Voluntared ponía en marcha este tipo de actividad, cuyo balance es «muy positivo», según detalla su director, Juan José Ángel Madrid. «Nos quedamos con la buena aceptación y valoración de los padres, que nos han felicitado por lo bien que se lo pasan los chavales. También consideramos positiva la respuesta de los niños, que se lo han pasado genial, tanto que algunos se han reenganchado» y han participado en la actividad durante todo el mes.
Seguridad y diversión
Un coordinador general, cuatro monitores titulados y otros cuatro en prácticas han sido los encargados de poner la magia a estos campamentos urbanos que han contado con todos los avales sanitarios propuestos por la Junta de Castilla y León, incluida una evaluación de riesgos propia y un protocolo específico para la actividad. Juan José Ángel asegura que «el miedo ha sido la tónica dominante» durante todo el mes y, aunque «el riesgo cero no existe», lo cierto es que nadie ha salido contagiado. Para poder participar en el campamento, los padres debían firmar una declaración en la que se comprometían a no llevar a sus hijos al campamento si superaban los 37,3 grados de temperatura; debían garantizar que no habían tenido contacto con ninguna persona infectada por Covid en los 14 días previos al inicio de la actividad y se comprometían a informar a Voluntared si alguno de los participantes presentaba síntomas 14 días después de concluido el campamento. Además, los niños desinfectaban sus manos al entrar al Seminario (en el que estaban de 9 a 14 horas) y después de cada actividad, portaban mascarillas y otros dos voluntarios se encargaban, exclusivamente, de desinfectar los materiales empleados en los talleres y todas las instalaciones diariamente.
A pesar de la complejidad, los niños han disfrutado de numerosas iniciativas que han compaginado deporte, expresión corporal, juegos al aire libre, talleres, películas, cocina, juegos de agua y piscina, «una actividad atrayente» en un año en que numerosos pueblos han cerrado las suyas. Todo, gracias al Seminario, a quien Juan José no deja de agradecer por ayuda brindada: «Ha sido algo bueno para el propio Seminario, para Voluntared y para la Iglesia en general. Es muy positivo que la Iglesia preste estas instalaciones al servicio de la sociedad de Burgos y las familias lo han agradecido mucho, se han llevado otra impresión del Seminario y están muy contentas», asegura.
A pesar del asfalto y las heridas que ha provocado en las rodillas de muchos chavales, de las mascarillas y de las medidas de higiene, estos campamentos urbanos han sido todo un éxito. Quién sabe si, de aquí en adelante, se convertirán en una oferta veraniega más que la Iglesia en Burgos ofrezca a los niños durante los meses de verano…