La crisis climática y su repercusión en los países más pobres protagoniza el Círculo de Silencio
La crisis del clima y su repercusión en los países más pobres protagonizó el último Círculo de Silencio, celebrado ayer en el Paseo de Atapuerca. A diferencia de la pandemia COVID-19, que ha llegado repentinamente, afectándonos a todos a la vez, la crisis climática que empezó a partir de la Revolución Industrial se ha venido multiplicando sigilosamente hasta convertirse en uno de los principales problemas que afrontamos como humanidad, pues sus repercusiones se manifiestan, además, de manera desigual.
Aunque está afectando a todo el mundo, se constata que quienes menos han contribuido al cambio climático son los que más sufren sus consecuencias negativas, como la migración forzosa. Por ejemplo, en 2019 se produjeron casi 25 millones de desplazamientos internos en 140 países y territorios provocados por desastres naturales, según el Centro para el Monitoreo del Desplazamiento Interno, cifra que triplica el número de desplazamientos por conflicto y violencia.
Por otro lado, la degradación medioambiental conduce a una escasez de recursos que genera mayores enfrentamientos entre grupos de población, de manera que aumenta el posible estallido de conflictos armados. «En este sentido, al igual que todos somos conscientes de la crisis generada por la pandemia COVID-19 y de la necesaria respuesta mundial, del mismo modo el número cada vez mayor de personas desplazadas a causa de la crisis climática se está convirtiendo rápidamente en una gran emergencia de nuestra época, y exige también una respuesta global». rezaba el manifiesto que se leyó al concluir el Círculo.
«Convencidos de que la solución a la crisis ambiental pasa por la desmilitarización y desarme internacionales, porque hay que poner la seguridad humana en el centro, las personas que han sido expulsadas de sus hogares por causas climáticas también necesitan ser acogidas, protegidas, promovidas e integradas para que puedan tener un nuevo futuro. Como pedía el papa Francisco en Laudato si, “quienes huyen de la miseria empeorada por la degradación ambiental deben ser reconocidos como refugiados en las convenciones internacionales”. Quitemos esos escollos que bloquean el camino de los desplazados, aquello que les reprime y margina, lo que les convierte en invisibles y les niega su dignidad. Y cuidemos entre todos el planeta, seguros de que así contribuiremos a evitar las migraciones forzosas».