La Unidad Pastoral de Quintanadueñas peregrina a la Catedral

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La unidad pastoral formada por Quintanadueñas, Villarmero, Sotragero, Arroyal, Villagonzalo-Arenas, Marmellar de Arriba y Páramo del Arroyo peregrinó ayer hasta la Catedral para vivir en comunidad el Año Jubilar.

 

Divididos en dos grupos, comenzaron con la visita al templo en la que recibieron una explicación catequética de las principales obras de arte. La acogida en la Puerta Santa del Perdón, haciendo oración con el libro del peregrino, fue el gesto que acompañó a la tierra que se depositó en los recipientes que recuerdan el compromiso de ser testigos de la fe que se ha sembrado en esta tierra.

 

En la eucaristía presidida por el párroco y concelebrada por miembros del Cabildo, el coro de la parroquia de Quintanadueñas animó el canto litúrgico. La oración del atardecer en la liturgia de las horas fue otro momento orante que terminó con el canto de la Salve tal como el Cabildo hace cada día.

Santa María la Mayor volvió a la calle

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La favorable evolución de la pandemia en la Región llevará a la Junta de Castilla y León, a partir de mañana martes, a flexibilizar las restricciones para evitar la propagación del virus al pasar de la «fase 1» y entrar en la denominada zona de «riesgo controlado». Ello implicará, entre otras medidas, la eliminación de las restricciones de aforo en las iglesias y otros lugares de culto, con la obligación de mantener el uso de la mascarilla y la distancia social, así como la posibilidad de realizar procesiones y romerías con normalidad.

 

A la espera de que los grandes desfiles procesionales vuelvan a las calles, el pasado sábado cerca de 220 cofrades se dieron cita en la Catedral para celebrar su XXI encuentro diocesano, suspendido desde hace un par de años a causa de la crisis sanitaria. Portando algunas cruces y estandartes de sus respectivas hermandades, atravesaron la puerta Santa del Perdón de la Seo con la imagen de Santa María la Mayor. Allí fueron recibidos por el arzobispo, don Mario Iceta Gavicagogeascoa, para celebrar acto seguido la eucaristía en la nave central en la que se convirtió en la fiesta jubilar de los cofrades de la archidiócesis. En su homilía, el arzobispo insistió a los cofrades en la necesidad de formación y en profundizar en su identidad y colaboración con las parroquias donde están asentadas sus respectivas sedes.

 

La jornada también conjugó momentos de convivencia con una comida de hermandad y la visita a la exposición ‘Lux’ de las Edades del Hombre. Para el delegado diocesano de Religiosidad Popular y Cofradías, Lucinio Ramos, la jornada ha servido para recuperar «el espíritu de familia» que ha de imperar entre los cofrades, que desde la irrupción de la pandemia han visto disminuidos sus actos públicos de piedad popular. «También hemos querido alcanzar la gracia jubilar para poder seguir testimoniando nuestra fe en la plaza pública».

La pastoral penitenciaria en el día de la Virgen de la Merced

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Queridos hermanos y hermanas:

 

El próximo viernes, 24 de septiembre, celebramos la fiesta de la Virgen de la Merced. Una advocación mariana que nace de la misericordia de Dios con sus hijos, del corazón de un Padre generoso que nos ha dejado –en la persona de la María– una Madre compasiva a la que acudir siempre que nos habite el dolor. Los orígenes de esta advocación se remontan al siglo XIII. La noche del 1 al 2 de agosto de 1218, la Virgen se aparece a Pedro Nolasco (quien se dedicaba a rescatar esclavos maltratados) y le comunica su deseo de fundar una congregación religiosa para redimir a los cautivos.

 

Así, «la que le dio la carne al Hijo de Dios» (como Ella misma le dice a Nolasco cuando él le pregunta quién es) prende de pasión el corazón del fundador de los Padres Mercedarios para que, a imagen y semejanza del Cristo Redentor, sea como el grano de trigo que, si no muere, no puede dar fruto (cf. Jn 12,24). Nuestra Señora de la Merced, la Madre de misericordia, de gracia y de perdón, es la patrona de las Instituciones Penitenciarias. Y ahí, en el alma herida de esa luz difusa y derramada que advertimos desde la ventana de la cárcel, deseo poner cada palabra de esta humilde plegaria: en el corazón de la pastoral penitenciaria.

 

Y admiro, agradezco y aliento a tantos voluntarios, capellanes, miembros de la vida consagrada y agentes de pastoral que, durante este tiempo de pandemia, han entregado cuidado de quienes viven en las periferias existenciales. Una pastoral penitenciaria que se deja la piel durante los doce meses del año y que, como señaló el Papa Francisco en un encuentro que mantuvo en 2019 con los miembros de las fuerzas de seguridad, personal administrativo y de la justicia, supone «un apoyo a los débiles» porque cada uno de sus miembros se convierte, día tras día, en «tejedor de justicia y esperanza». Así realizáis el mandato de Jesús: “Estuve en la cárcel y vinisteis a visitarme” (Mt 35, 36), por el que seréis invitados a las bodas eternas del Señor.

 

Decía san Juan Crisóstomo que «Cristo nos pide condenar nuestros pecados y perdonar los de los demás»; y perdonar «no tan solo con la boca», sino «desde el fondo del corazón», no sea que «volvamos contra nosotros mismos el hierro con el cual creíamos horadar a los demás». Y qué importante es reconocerse necesitado de perdón, ante la pobreza de ese hermano que intenta ser rescatado de situaciones sórdidas y violentas. Porque sus propias miserias se convierten, para nosotros, en vasijas de barro donde habita, a borbotones, la misericordia infinita de Dios.

 

A través del perdón, permitimos a Dios amarnos como nunca nadie fue capaz. Y ese lenguaje lo dominan, a la perfección, cada una de las personas que conforma esta pastoral del cuidado que, ante una humanidad herida, penetra en las estructuras de la celda para abrazar la humanidad herida que vive en la prisión. Un abrazo que donan sin mirar la culpa o el delito, sino el rostro que debe ser acogido y restaurado; a veces con gozo, otras con angustia, pero siempre con amor.  No se puede amar lo que no se conoce (cf. San Agustín, Trinidad, X,II,4) y, para llegar a estas periferias de soledad, la Iglesia ha de ser, cada vez más, la posada del Buen Samaritano que es Cristo (cf. Lc 10. 34). Un refugio donde aprender a curar, como nos enseñó «la esclava del Señor», las heridas más profundas del alma.

 

Queridos capellanes, miembros de la vida consagrada y voluntarios de la pastoral penitenciaria: gracias por vuestra impagable y generosa labor con en las instituciones penitenciarias, que no abarca solamente al interno, sino que quiere consolar también a sus familiares y allegados. Una tarea que comienza a pie de calle, cuando el privado de libertad respira, tras muchos años, la senda de una vida renovada. Guardo en mi interior cada una de vuestras vidas entregadas, y las derramo en las manos de Nuestra Señora de la Merced, la Madre de la misericordia, la gracia y el perdón, para que Ella sostenga y custodie vuestra fe con el mismo amor con el que Ella sostuvo a su Hijo –que había sido condenado a muerte– a los pies de la Cruz. El día 24 visitaré por vez primera la cárcel de Burgos y tendré la ocasión de encontrarme con los internos, con los trabajadores y responsables y con vosotros. Seguid siendo consuelo y fuente de esperanza en una vida nueva; hacedlo como apóstoles de una Iglesia que, como dejó escrito san Juan Pablo II, «es la caricia del amor de Dios al mundo».

 

Con gran afecto, os envío la bendición de Dios.

 

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos

Nace un sindicato según los principios de la Doctrina Social de la Iglesia

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Intenta ser «una herramienta eficaz en manos de los trabajadores para lograr sus fines de promoción social y económica mediante la solidaridad entre compañeros y teniendo la mirada puesta en la Doctrina Social de la Iglesia». Con este objetivo nace «SOI», un Sindicato Obrero Independiente heredero de los primitivos sindicatos católicos nacidos hace más de un siglo y que ahora pretende adaptarse a los tiempos y necesidades sindicales de los trabajadores actuales.

 

La Confederación Local de los Sindicatos profesionales católicos «Gremios Obreros» de Burgos nació a principios del siglo XX como una obra complementaria del Círculo Católico, teniendo su domicilio social en la calle de la Concepción y compartiendo el mismo consiliario. Tras la Guerra Civil de 1936, los sindicatos son absorbidos en una Central Sindical Unitaria y dejaron de funcionar en 1977, año en que se aprueba la Ley 19 de Asociación Sindical y se crea la Federación de Sindicatos Obreros Católicos de Burgos. Ahora, con el mismo ideario, pero adaptado a las actuales circunstancias socio laborables, nace este nuevo sindicato, integrado en esta última federación, y cuyas instalaciones, ubicadas en la calle Federico Olmeda, fueron bendecidas ayer por el arzobispo, don Mario Iceta Gavicagogeascoa, que no dudó en respaldar esta iniciativa social nacida a la sombra del Círculo Católico.

 

Por ahora, el sindicato –que presume de su independencia política– tiene sus propias secciones en varias empresas locales, como Campofrío, Lear Ardasa o Ubisa Burgos y ofrece varios servicios a sus socios, como charlas formativas, asesoría laboral, consulta y asistencia jurídico-laboral. Además, oferta la posibilidad de solicitar viviendas en régimen de alquiler, actividades culturales, deportivas y recreativas, servicios sociales y de guardería y acceso a colegios de primaria, secundaria y formación profesional.

Caminar en este suelo como Iglesia sinodal: el sueño de la diócesis de Burgos

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Sinodalidad es una de las palabras más en boga en el actual léxico eclesiástico. Si en Burgos la Asamblea Diocesana estaba empujando a los cristianos a remar en esta dirección, el próximo sínodo de los obispos sobre «comunión, participación y misión» dará un nuevo impulso a esta tarea. Estos dos acontecimientos eclesiales y la presentación de diversas experiencias de comunión puestas en marcha en la archidiócesis han dado cuerpo a la VI jornada diocesana de formación [ver aquí en vídeo], celebrada esta tarde en el salón de actos del colegio de los Salesianos. El arzobispo, don Mario Iceta, ha invitado a los presentes a vivir el nuevo curso con ilusión y renovada entrega.

 

El encuentro ha servido para conocer «el suelo que pisamos», un vistazo a la sociedad burgalesa en que la archidiócesis cumple su misión. Respaldado por la reciente encuesta realizada por la consultora Ikerfel, el vicario de Pastoral, José Luis Lastra, ha expuesto la percepción social hacia la Iglesia católica en la provincia, en la que un 67% de los burgaleses se declara católico (practicantes un 46%) y cuya labor es respaldada por un 59% de la población, sobre todo en lo referente a su acción social, mientras que un 33% aún reclama mayor cercanía, modernidad, transparencia e información.

 

Con los datos de este barómetro independiente en la mano, la Asamblea Diocesana entra ahora en su fase intermedia. «La Iglesia en la que caminamos» y la situación actual del proceso sinodal han marcado la segunda parte del encuentro. Roberto Calvo y Julián Palencia, miembros de la comisión teológica y la secretaria de la Asamblea, han dado a conocer la marcha de los grupos, su situación tras la pandemia y algunas de las propuestas presentadas hasta la fecha, que habrán de ser discernidas para ser debatidas en la fase final, que espera desarrollarse a partir del mes de febrero.

 

La jornada ha concluido con una reflexión acerca de la «Iglesia que Dios sueña», a cargo de Eloy Bueno. El teólogo, llamado a participar de forma directa en el próximo sínodo de los obispos, ha explicado la metodología que seguirá este proceso sinodal mundial, en el que la archidiócesis de Burgos también participará. Junto a su reflexión, se han presentado diversas formas de trabajo en comunión en distintas zonas de la provincia y experiencias eclesiales, como el trabajo común de las parroquias de Capiscol, La Ventilla y Castañares; en la delegación diocesana de Juventud, el grupo de Asamblea de Marmellar de Arriba o la participación de los burgaleses en el último congreso nacional de laicos.