Cuaresma: un tiempo para rasgar el corazón
Al igual que un vehículo o un edificio tienen que pasar su inspección periódica, la Cuaresma vendría a ser una «ITA, una inspección técnica del alma», un «tiempo apasionante que nos puede hacer tantísimo bien» y que sirve para «poner a punto el corazón». Así lo señaló ayer el arzobispo en la misa de imposición de la ceniza que presidió en la Catedral y con la que se inauguraba el nuevo tiempo litúrgico.
Don Mario Iceta indicó que el primer movimiento de la Cuaresma consiste en mirar a Cristo: «No hay que esperar al Viernes Santo; ahí se muestra la piedad y la misericordia que Dios, clavado en la cruz, ha tenido para ti». Desde ahí, estos cuarenta días suponen un ejercicio para «rasgar el corazón», infectado por el pus «del orgullo, de la autosuficiencia, del mal humor y el egoísmo».
Para el pastor de la archidiócesis, la Cuaresma consiste en «renovar el corazón», algo que «solo puede hacer el Señor con su gracia», como dijo. «Cuánto necesito que este corazón que me duele y me hace sufrir sea renovado mirándote a ti, considerando cómo hasta ahora siempre has tenido tanta piedad y tanta misericordia conmigo». «Hay muchas cosas que extirpar del corazón y no nos atrevemos porque pensamos que habrá una hemorragia masiva», pero una apertura en canal será el único modo de sanar las heridas, pues, como dice un axioma médico que le gusta subrayar, «una cavidad cerrada es una cavidad infectada».
Al hilo del pasaje evangélico proclamado en la liturgia de este miércoles de ceniza, don Mario Iceta invitó a los presentes en la celebración a vivir con especial intensidad el ayuno, la oración y la limosna durante la recién estrenada Cuaresma. «Solo pensamos en nosotros, en estar bien nosotros y nos olvidarnos de pensar si puedo ayudar al otro a estar bien, con la familia, los compañeros de trabajo, universidad, estudio, a los pobres, a los enfermos, llegar así hasta Ucrania», dijo recordando la petición de oración impulsada por el papa Francisco. «Dar limosna es hacer el bien: quitar de mí para que otros vivan».
Tras la homilía, el arzobispo impuso la ceniza a los penitentes congregados en la capilla de Santa Tecla y oró principalmente por la paz en el mundo, de modo particular por Ucrania.