Esta vez sí: el Santísimo Cristo de Burgos recorre las calles en vertical

Tras el intento fallido de hace tres años, la talla que se venera en la iglesia de San Gil ha sido portada en un trono por las calles del centro de la ciudad, cosechando vivas y aplausos.
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Los nervios se palpaban en el ambiente. Las numerosas personas congregadas para presenciar el acto contenían la respiración mientras los costaleros de la Real Hermandad de la Sangre del Cristo de Burgos y Nuestra Señora de los Dolores izaban con delicadeza y temblor la venerada imagen. «Despacio, despacio». Eran las únicas palabras que se escuchaban a los pies de la escalinata de acceso a la iglesia de San Gil. Nadie quería que volviera a ocurrir como hace tres años. Y finalmente, la talla –después de un trabajo de rehabilitación– ha sido elevada según lo previsto sobre el trono modificado de Saturnino Calvo y el público, aliviado, ha prorrumpido en un gran aplauso. «¡Viva el Santísimo Cristo de Burgos!», ha resonado con devoción antes de que se entonara una saeta y comenzara la procesión.

 

El de hoy ha sido, por tanto, un Domingo de Ramos especial en Burgos, en el que por primera vez el Santo Cristo de las Gotas –como también se conoce popularmente a esta talla– ha salido en procesión en vertical después del intento fallido de 2019. Quizás, uno más de los numerosos milagros que se atribuyen a esta histórica imagen. Representantes de otras cofradías y hermandades y miles de burgaleses lo han acompañado con recogimiento a lo largo del itinerario, que ha recorrido con aplomo las estrechas calles de San Lorenzo, San Carlos, Almirante Bonifaz y Avellanos gracias a la maestría de sus costaleros, a los que el público ha respondido con aplausos y vivas.

 

La imagen del Santísimo Cristo, de autor desconocido, está vinculada a san Juan de Mata, fundador de la Orden de los Trinitarios, que da color al hábito y al emblema de la cofradía, y al convento de la orden que fundó en 1207 en un solar contiguo al arco de San Gil. Según la tradición, en 1366, en plena guerra de sucesión entre Pedro I y Enrique II, el convento se vino abajo, golpeando la cabeza del Cristo, de la que manaron gotas de sangre que se recogieron en un sudario conservado en un relicario. Tras la desamortización de Mendizábal, la imagen y la reliquia se veneran desde 1836 en la parroquia de San Gil.

 

La talla original (la que procesiona es una copia) destaca por la cantidad de heridas que presenta. Todo el cuerpo está salpicado de laceraciones de las que manan abundantes gotas de sangre, especialmente de los clavos y el costado. Cuenta con corona de espinas y paño de pureza. La cruz es un madero tosco y pesado sin adornos.

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