Colegio Mayor San Jerónimo: un acompañamiento integral a jóvenes universitarios

«La clave de la gestión es el amor. Amar más y denunciar menos». Apoyados en ese principio, Juan José Dueñas y su esposa, Silvia Fernández, afrontan un nuevo curso al frente de este recurso diocesano.
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Situado en pleno corazón de la ciudad y con una imponente vista de la Catedral (ocupa la parte trasera de la Facultad de Teología), el Colegio Mayor San Jerónimo, un verdadero «hogar» para estudiantes, ha ampliado su número de plazas y también sus objetivos pastorales. Septiembre ha arrancado con una ocupación de 120 plazas (cuando se abrió como colegio mayor eran solo 29), con una ratio de 70 chicos/40 chicas. Un 60% de los alumnos que residieron allí el pasado curso han renovado su plaza para el presente año académico. Once de ellos proceden de la provincia (Villarcayo, Oña, Aranda de Duero, Espinosa de los Monteros y Miranda de Ebro) y el resto, de otras provincias de Castilla y León, País Vasco y La Rioja. Además, también se presta servicio de residencia y comedor en el Seminario de San José a 60 pilotos.

 

Así como los dos primeros años la labor de Juan José Dueñas y Silvia Fernández, ambos comprometidos con el Camino Neocatecumenal, se centró sobre todo en la gestión, ahora pretenden ir un paso más allá e intensificar el acompañamiento a los universitarios: «Los chicos están muy necesitados de que se les escuche, de que se les quiera», apunta Silvia, que conversa con ellos como si de sus hijos propios se tratase. 

 

Recuerdan con mucho cariño la asunción de su nueva responsabilidad. La primera noche que durmieron en el que hoy es su hogar –son matrimonio– fue el 31 de enero de 2020, fiesta de San Juan Bosco: «Fue totalmente coincidente pero providencial. Como decía él, hay que amar a los chicos, estar con ellos», sostiene Silvia recordando la oración de la mañana de aquel día mientras recitaban el Oficio de Lectura. «Mi misión aquí es ayudar a los hijos de otros a llegar al Cielo», añade. «Para mí no es trabajo, no me cuesta, lo vivo como una misión: evangelizar».

 

Acompañamiento integral

 

Cuando conoció este recurso diocesano, el arzobispo, don Mario Iceta, sintió que «faltaba un proyecto educativo», recuerda este joven matrimonio. Y en esta línea trabajan: «Buscamos que el tiempo que estén aquí los chavales, crezcan», aseguran. Además, les consta que la mayoría de los padres de los residentes buscan que se les eduque en valores.

 

Ese camino hacia la excelencia abarca todas las facetas de la persona, lo que se traduce en actividades concretas para entrenar habilidades, como oratoria, técnicas de estudio («una cosa es hacer ruido y otra hacer música», apostilla jocosamente Juanjo al respecto), curva de trabajo, resolución de conflictos o gestión de los propios fracasos. Para ello se ofrece un asesoramiento personalizado, lo que se conoce como mentoring. 

 

El acompañamiento a los universitarios no queda ahí –«también la corrección es parte de la educación», advierte Silvia– y hay «líneas rojas» que no se toleran en el colegio: el consumo de alcohol y drogas.

 

La segunda pata en el proceso formativo que proponen es «generar personas solidarias, sensibles a las necesidades de los demás, romper con el individualismo». Para aproximarse a ese objetivo, el Colegio sugiere una oferta diversa en voluntariado, por ejemplo, en el ámbito de la exclusión, la discapacidad, el trabajo con las Hijas de la Caridad, o con la iniciativa de Cáritas «Café y Calor»… (un mundo que Juanjo conoce muy bien, puesto ha sido secretario general de Cáritas Diocesana durante ocho años).

 

Y la tercera dimensión que se trabaja es el sentido trascendente de la persona. En una sociedad bastante alejada de la espiritualidad, Juan José y Silvia consideran que el Colegio Mayor brinda «una ocasión única para el primer anuncio», ya que la mayoría de los universitarios que llegan están totalmente desvinculados de la Iglesia. Cuentan para ello con el apoyo pastoral de dos de los sacerdotes más jóvenes de la archidiócesis, Quique Ybáñez y Carlos Azcona. 

 

La liturgia estos últimos años se ha reducido a causa de la pandemia, apuntan. A pesar de ello, en su deseo de intensificar la pastoral, han mejorado algunos espacios, como la capilla, en la que se ha eliminado una barrera física para facilitar el acceso de los estudiantes. Por otra parte, han introducido nuevas actividades, por ejemplo, un tiempo de meditación los lunes en torno a un hilo conductor (el último ha sido el cuadro de Rembrandt «El retorno del hijo pródigo»). También organizan semanalmente un coloquio con la pretensión de que los jóvenes «no se sientan juzgados y puedan sentir el amor de Dios, que se sientan libres de opinar» y algunos residentes, incluso, han recibido el sacramento de la confirmación.

 

En el aspecto académico, Juanjo y Silvia comentan que las nuevas formas de estudio y relación han condicionado mucho los métodos de aprendizaje, pero también la forma de relacionarse. De ahí que se hayan habilitado en el edificio zonas coworking para el estudio colaborativo dotadas con la tecnología más puntera. 

 

El ocio «sano» también forma parte de la cotidianeidad de la vida de los colegiales: conferencias, visitas culturales, coro, cine fórum, yincanas, senderismo, esquí, campeonatos deportivos y otras actividades complementan la oferta del colegio mayor.

 

Servicio de calidad

 

Además del acompañamiento personal e individualizado que se hace de los universitarios que allí residen (la relación es directa con sus padres), el Colegio Mayor San Jerónimo posee unas modernas y cuidadas instalaciones que hacen agradable la estancia. Junto de los servicios habituales de manutención (comedor, lavandería, servicio de wifi, etc.), también existe una zona de «semi autonomía», en la que los residentes viven en una especie de apartamentos con cocina y servicio propios. Junto a ello, los residentes también cuentan con un gimnasio, varias bibliotecas, un amplio comedor, sala de juegos, cafetería y capilla.

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