Benedicto XVI, un «precioso regalo de Dios para la Iglesia y la humanidad»

Antes de viajar a Roma a participar en el funeral del papa emérito, el arzobispo, don Mario Iceta, ha presidido en la catedral una eucaristía por su eterno descanso.
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«Hemos vivido una aventura juntos». Aquellas palabras que salieron de los labios de Benedicto XVI en la JMJ de Madrid resuenan hoy con especial fuerza en Estefanía Mena, una joven que resistió a la tormenta que invadió aquella vigilia de oración. «Aguantó con nosotros, no le importó mojarse y hoy quiero agradecer su cercanía de un modo especial». Ella, junto a numerosos burgaleses y autoridades civiles, académicas y militares, se ha acercado hasta la Catedral para participar en el funeral que el arzobispo, don Mario Iceta, ha presidido por el eterno descanso del papa emérito.

 

También Claire Marie Stubemann ha querido acudir a rezar por Benedicto XVI. Esta teóloga destaca el legado de Ratzinger, al que califica como «el gran teólogo». Al igual que muchos de sus compatriotas alemanes, ella también tuvo «muchos prejuicios» y compartió aquella imagen de teólogo exigente. Con el paso de los años descubrió cómo el papa «se escondía siempre detrás de Jesucristo» y «se ha puesto al servicio de la evangelización y de la Iglesia». Tanto que, tras su renuncia en 2013, le escribió una carta pidiéndole perdón. «Es un santo, me encomiendo a él y creo que entra en la Historia como doctor de la Iglesia», explica.

 

Similar opinión es la que manifiesta José Luis Cabria, quien fue decano de la Facultad de Teología durante el pontificado de Benedicto. Para él, «su legado teológico es inmenso» y sus escritos reflejan «su deseo de transmitir la fe de modo profundo y cercano» y «su amor a Jesús de Nazaret». Enrique Ybáñez, por su parte, recuerda sus años de estudio en Roma junto al papa alemán: «Para mí ha sido un gran modelo de sacerdote y un modelo de vida en la humildad y sencillez y la enseñanza de la teología desde la profundidad espiritual. Recuerdo su sonrisa y la profundidad de sus palabras, que llegaban al fondo y que han ilusionado mis estudios. Me ayudó a lanzarme a la santidad en el ministerio sacerdotal», expresa.

 

«Testigo de la verdad y servidor de la Iglesia»

 

Todos los que han acudido a la Catedral tenían algún motivo para dar gracias por la vida y el legado del papa emérito, que falleció en Roma el pasado sábado a los 95 años de edad tras haber renunciado a la sede de Pedro hace casi una década. «Y es que el amor verdadero no se apega a las cosas ni a los cargos ni depende de la opinión pública. El amor, como la verdad, nos hacen realmente libres», ha detallado don Mario Iceta en su homilía, desglosando los cargos, trabajos y encíclicas que el pontífice ha dejado a la Iglesia. «Un humilde trabajador de la viña del Señor» –como él mismo se definió y la recordado el arzobispo– que ha sabido servir a la Iglesia en la acción, el silencio y la «poderosa herramienta de la oración».

 

Como reflejaron sus últimas palabras –«Jesús, te amo»–, «el suyo es un corazón entregado al amor de Dios» y que se reflejaba «en su rostro sereno y su acogida cálida y amable». Un hombre, en definitiva, «de profunda fe, testigo de la verdad, servidor de la Iglesia y la humanidad y sembrador de esperanza». «Descansa en la paz de Cristo, amado Benedicto XVI. Nos has querido con toda el alma y también nosotros te queremos. Te encomendamos al Padre que te entregó a la Iglesia y la humanidad como un precioso regalo. Intercede por nosotros», ha concluido su alocución.

 

Don Mario Iceta partirá mañana a Roma para participar en el funeral de Benedicto XVI el próximo jueves. «Representaré a la Iglesia de Burgos ante el papa Francisco, que presidirá la celebración, y ante el papa Benedicto para que desde el Cielo pueda proteger y cuidar de nosotros».

 

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