Padre, que todos seamos uno

por redaccion,

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

«Haz el bien; busca la justicia» (Is 1,17). De la mano del libro de Isaías celebramos, un año más, la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.

 

El profeta Isaías, quien fuera enviado para revelar al pueblo la salvación de Dios en cumplimiento de su promesa a David, nos enseñó –con su ejemplo– que Él promueve el derecho y la justicia en todo momento y en todos los ámbitos de la vida. Por eso, le envía a predicar la verdad al pueblo elegido (cf. Is 6,1-13), porque su carisma profético era más fuerte que los miedos que en aquel tiempo asediaban las vidas de quienes decían amar a Dios.

 

No es posible separar nuestra relación con Cristo de nuestro amor al prójimo, desde el más alejado hasta el más pequeño de nuestros hermanos (cf. Mt 25, 40).

 

En este sentido, aferrados a la Palabra, celebramos esta Semana de Oración: momento propicio para que los cristianos reconozcamos que «las divisiones entre nuestras iglesias y confesiones no pueden separarse de  las  divisiones  de  la  familia  humana», tal y como señalan para esta jornada desde el Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y el Consejo Mundial de Iglesias. Orar juntos por la unidad de los cristianos «nos permite reflexionar sobre lo que nos une y comprometernos a afrontar la opresión y la división que se dan en la humanidad».

 

¿Y qué sentido tiene, hoy en día, orar en comunidad y a una sola voz por la unidad de los cristianos? Tal vez, un solo versículo del primer capítulo del libro de Isaías da sentido a esta pregunta, y a esta jornada que conmemoramos: «Aprended a hacer el bien, tomad decisiones justas, restableced al oprimido, haced justicia al huérfano, defended la causa de la viuda» (Is 1, 17). De esta manera, haciendo nuestras las palabras del profeta, encontraremos la recompensa más bella de la fe, de una vida enraizada en Cristo Jesús y del Amor de Dios: «Aunque sean vuestros pecados tan rojos como la grana, blanquearán como la nieve; aunque sean como la púrpura, como lana quedarán» (Is 1, 18).

 

La oración y la unidad siempre tienen sentido. De otra forma, ¿de qué nos serviría el mandato de Dios de edificar una nueva humanidad «de toda raza, pueblo y lengua» (Ap 7, 9)? Este mandamiento «nos impele a la paz y la unidad que Dios desea para su creación», exhortan desde el propio Dicasterio. La unidad de los cristianos «debe ser signo y anticipo de la reconciliación de toda la creación». Sin embargo, reconocen que la división entre los cristianos «debilita la fuerza del signo, reforzando la división en lugar de sanar las rupturas del mundo».

 

Ciertamente, hoy en día, existen dificultades que, en vez de favorecer la deseada unidad, abren más bien las puertas al distanciamiento y ralentizan la senda de la reconciliación. En esas ocasiones, necesitamos orar y forjar y multiplicar esfuerzos en pos de un ecumenismo real que respete el derecho, practique con amor la misericordia y camine humildemente en el amor de Dios que siempre es fuente de unidad (cf. Mq 6, 9).

 

La oración es la clave en los esfuerzos enmarcados en el ecumenismo. Pero necesita del diálogo, del conocimiento mutuo, del testimonio, de la escucha y de la humildad para hacerse uno con el hermano. La oración de Cristo al Padre es modelo para todos, siempre y en todo lugar. Por tanto, orar por la unidad, como decía el Papa san Juan Pablo II, «no sólo está reservado a quien vive en un contexto de división entre los cristianos». En el diálogo íntimo y personal que cada uno de nosotros debe tener con el Señor en la oración «no puede excluirse la preocupación por la unidad».

 

Como el profeta Isaías, hagamos el bien y busquemos la justicia para caminar hacia la tan ansiada unidad. La Virgen María es puerta que nos conduce a este inmenso tesoro. Ella nos enseña a estar cerca del hermano, sin desfallecer, y a descubrir que el amor da vida a la fraternidad entre las Iglesias. A María, Madre de la Iglesia confiamos la gracia tan preciada de la comunión. Y junto a Ella ponemos en juego nuestro corazón hasta que podamos decir con verdad: Padre, que todos seamos uno contigo en el Amor (cf. Jn 17, 21).

 

Con gran afecto pido a Dios que os bendiga.

 

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos

Comienza el curso de Ecología integral en la Facultad de Teología de Burgos

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El jueves 12 de enero comenzó el curso sobre Ecología integral, dentro del Aula de Doctrina Social de la Cátedra Francisco de Vitoria que ofrece la Facultad de Teología. Jorge Riechmann Fernández, filósofo, poeta y ecologista, profesor de Filosofía Moral en la Universidad Autónoma de Madrid, pronunció la lección inaugural titulada «Ecología, ecologismos y crisis global: ¿de dónde venimos, dónde estamos?».

 

Tras un análisis de la preocupante situación actual, con una posibilidad real de que en unos decenios las condiciones del planeta Tierra sean incompatibles con la vida humana, fue analizando los diversos negacionismos, sus causas y la forma de superarlos. Se inspiró en el famoso sermón del dominico fray Antonio de Montesinos (en 1511 en la isla «La Española»), algunas de cuyas frases aparecen reflejadas en el Museo de la Evolución Humana: «¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos?».

 

Concluyó citando cinco valores éticos cristianos, presentes en la encíclica Laudato si, que pueden servir para la reconstrucción cultural que necesitamos: la contemplación, lo comunitario, la frugalidad o ascetismo ecológico, la alegría ante lo creado y la fraternidad más allá de la especie (como San Francisco de Asís cuando hablaba de la hermana luna o el hermano lobo). En el coloquio posterior invitó a seguir trabajando desde «el pesimismo esperanzado» o «la esperanza sin optimismo».

 

El curso continúa durante los dos próximos jueves con las XXI Jornadas de divulgación de la Doctrina Social de la Iglesia, también en el Aula de la Magna de la Facultad, donde se analizará la ecología desde la espiritualidad (Roberto de la Iglesia, abad de San Pedro de Cardeña, el jueves 19) y desde la economía (Enrique Lluch Frechina, profesor de la Universidad San Pablo CEU, el jueves 26) serán los ponentes de las dos sesiones abiertas. Durante los jueves de febrero y marzo el curso estará ya restringido a los alumnos matriculados, con la doble posibilidad de hacerlo presencial u online.

 

                                                                             Más información en www.teologiaburgos.org y RRSS.

Clausura de la exposición de Cáritas ‘Museo sin Hogar. Esperanza sin cobertura’

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Más de 5.700 personas y 54 grupos han visitado la exposición “Museo sin Hogar. Esperanza sin cobertura”, una muestra que se concibió para dar voz y visibilizar la vida y el día a día de las personas que no tienen un hogar. Se inauguró el pasado 22 de noviembre y ayer, 11 de enero, cerró sus puertas en Burgos después de un acto de clausura presidido por el arzobispo de Burgos, D. Mario Iceta, y Mario Vivanco, delegado episcopal de Cáritas Diocesana de Burgos. Al acto acudieron representantes de instituciones públicas y de entidades del tercer sector, periodistas, artistas, colaboradores, voluntarios y amigos de Cáritas, que pudieron realizar la última visita guiada y hablar con los participantes, protagonistas de la exposición.

 

La sala Beato Valentín Palencia de la Catedral de Burgos fue el escenario de 21 piezas creadas a lo largo de seis meses por 50 personas sin hogar y 30 voluntarios y trabajadores de Cáritas Diocesana de Burgos, la casa de acogida San Vicente de Paúl, el Centro de Integración Social Fundación Lesmes, la casa de acogida Padre Damián de Cáritas Salamanca y el Centro de Día de Personas sin Hogar de Cáritas Valladolid.

 

La exposición se concibió como un pequeño museo de seis salas, en las que se denuncia la vulnerabilidad de las personas sin hogar, pero también sus ilusiones y esperanzas. A través de 21 piezas se recorre su realidad: las causas que les llevan a vivir en esa situación; el inicio en la calle durmiendo sobre un cartón, la llegada a un albergue, a un piso compartido; sus sentimientos, cómo se ven y cómo la sociedad los mira, los estereotipos que les estigmatizan; y su situación “fuera de cobertura”, cobertura social, económica y sanitaria. Este itinerario finaliza en el salón de un hogar, su meta.

 

A partir del lunes 23 de enero podrá visitarse en el convento de los Agustinos Filipinos de Valladolid. Posteriormente se trasladará a Salamanca, León, El Ferrol y San Sebastián.

 

«Jesús, te amo»

por redaccion,

Queridos hermanos en el episcopado. Abades de Silos y Cardeña. Queridos hermanos sacerdotes y diáconos, miembros de la vida consagrada.

 

Queridas autoridades locales, provinciales, autonómicas, nacionales, judiciales, militares, académicas, cuerpos y fuerzas de seguridad que nos honráis con vuestra presencia.

 

Presidente de la FAE, de la Cámara de Comercio, representantes de los ámbitos económicos, laborales, culturales y sociales.

 

Muy querido y santo Pueblo de Dios, querida Iglesia de Burgos.

 

1. “Jesus, ich liebe dich”, “Signore, ti amo”. La madrugada del 31 de diciembre, muy pocas horas antes de fallecer, el enfermero que velaba a Benedicto XVI pudo percibir estas palabras entre otras entrecortadas y a penas inteligibles: “Jesús, te amo”.

 

2. Desde que, sobre las diez de la mañana de ese último día del año, se nos comunicó el fallecimiento del querido Papa emérito, se ha desatado en los medios de comunicación un torrente de noticias, impresiones, análisis, entrevistas que intentan desentrañar las claves fundamentales de la vida y el ministerio de Benedicto XVI. Hemos intentado repasar su multitud de trabajos filosóficos y teológicos, publicaciones, libros, conferencias, encíclicas, homilías… Y nos invade una sensación de pequeñez ante una obra profunda y monumental que ponen sin duda al Papa emérito entre los grandes pensadores de la segunda mitad del siglo XX y los inicios del siglo XXI.

 

3. También hemos conocido en estos últimos días su hermoso testamento espiritual que redactó el 29 de agosto de 2006. En él agradece todos los dones recibidos de Dios, de sus padres y hermanos, y de los amigos que Dios puso a lo largo de su camino. Pide perdón de corazón a quien haya podido agraviar, nos insta a mantenernos firmes en la fe y no dejarnos confundir, nos recuerda que Jesucristo es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y la Iglesia, con todas sus insuficiencias, es verdaderamente su cuerpo y concluye pidiendo oraciones para que el Señor le reciba en su morada eterna orando también él por quienes hemos sido confiados a su cuidado de pastor. 

 

4. Pero me gustaría que nos preguntáramos cuál es el fundamento último de su vida realmente fecunda y entregada. Y pienso que la clave está precisamente en sus últimas palabras: “Jesús, te amo”. Toda su vida podría leerse desde esta perspectiva: amar a Jesús con todo el corazón, fundamentar la vida en Él, ponerlo en el centro de todo, amarle con obras concretas y el servicio diario en lo cotidiano de la vida, en el cumplimiento fiel de la vocación y la misión. Responder de esta manera a la percepción del amor infinito de Dios de quien todo procede y que todo lo llena de luz, de vida y de esperanza. Benedicto XVI ha sido un hombre de profunda fe, testigo de la verdad, servidor de la Iglesia y de la humanidad, y sembrador de esperanza.

 

5. El joven Joseph Ratzinger aprendió a conocer a Dios y a amarlo en el seno de su familia, en una situación histórica difícil y dolorosa. Como él mismo recuerda: “Doy las gracias a mis padres, que me dieron la vida en una época difícil y que, a costa de grandes sacrificios, con su amor prepararon para mí un magnífico hogar que, como una luz clara, ilumina todos mis días hasta el día de hoy. La clara fe de mi padre nos enseñó a nosotros los hijos a creer, y como señal siempre se ha mantenido firme en medio de todos mis logros científicos; la profunda devoción y la gran bondad de mi madre son un legado que nunca podré agradecerle lo suficiente” (testamento espiritual).

 

6. Los acontecimientos que jalonaron su vida como seminarista, sacerdote, profesor de Teología, teólogo del Concilio Vaticano II, arzobispo de Munich, cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe y después Sucesor de Pedro han sido vividos en clave de amistad y comunión con sus estrechos colaboradores como estilo de vida: “donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 20). Y así afirma: “De corazón doy gracias a Dios por los muchos amigos, hombres y mujeres, que siempre ha puesto a mi lado; por los colaboradores en todas las etapas de mi camino; por los profesores y alumnos que me ha dado” (testamento espiritual).

 

7. “Jesús, te amo”. Esta exclamación revela el modo en que el amor de Dios va cambiando los corazones llenándolos de mansedumbre y humildad. Cuando el trabajo teológico no es puramente especulativo, sino profundamente existencial, Jesús va impregnando el corazón de sus sentimientos y plasma su forma de ser en quien lo busca con amor. El encuentro personal con Benedicto XVI permitía percibir esta humildad, con un rostro sereno, sencillez de trato y acogida cálida y amable. Siendo ya Papa, no resultaba fácil conciliar estos aspectos con encuentros multitudinarios que muchas veces exige el pontificado. Pero aquí también se revelaba su gran bondad, su mansedumbre y la magnanimidad de su corazón. Los grandes acontecimientos no le desviaron del cuidado concreto a los pobres, los enfermos, los migrantes sembrando en ellos la esperanza como bien queda reflejado en su encíclica Spe Salvi. Dedicó un gran esfuerzo al cuidado de las familias y de los jóvenes, de modo particular en su magisterio y en los encuentros mundiales, mostrando el camino del amor capaz de iluminar toda oscuridad, encender el corazón y restañar las heridas como aparece en su encíclica Deus caritas est. Se preocupó por los problemas sociales, económicos, políticos y ambientales que acucian al mundo actual, a las pobrezas, injusticias, aspectos que han quedado reflejados en su encíclica Caritas in veritate.

 

8. El amor a la liturgia se revela desde sus inicios como seminarista, se muestra en la delicadeza en la celebración siendo plenamente consciente de penetrar en el misterio del amor de Dios que nos envuelve y nos santifica: ser introducidos en el amor de Dios, en su obra salvadora que plenifica nuestra humanidad. Su exhortación apostólica Sacramentum caritatis es un magnífico exponente del amor y veneración por el sacramento del amor, la Eucaristía que sostiene la Iglesia, la humanidad y el Universo.

 

9. La humildad es la puerta de la Sabiduría. Sus cualidades morales, humildad, fortaleza, constancia, mansedumbre unidas su capacidad intelectual puestas al servicio del ministerio que se le confiaba como sacerdote y teólogo ha resultado en una obra teológica inmensa y fascinante, que lo acreditan como referente indispensable para comprender el pensamiento y la teología de los siglos XX y XXI. Sus encíclicas, homilías y escritos, con un lenguaje pedagógico a la vez que profundo, responden de modo concreto y con propuestas claras a las perplejidades, angustias y desafíos del hombre contemporáneo y de la compleja situación mundial actual. Es memorable su discurso de Ratisbona donde rehabilita la capacidad de la razón para conocer la realidad, poniéndola en estrecha relación con la fe y la revelación.

 

10. “Jesús, te amo” ha sido el motor profundo de todo su ministerio, también en las responsabilidades más delicadas y complejas, a veces incomprendidas y criticadas, como la desempeñada durante su servicio al Dicasterio para la Doctrina de la fe. No dudó en afrontar con valentía los dolorosos problemas de la Iglesia en relación a la secularización interna, los problemas financieros en la Santa Sede y los abusos sexuales a menores promulgando una normativa contundente, que el Papa Francisco ha seguido profundizando y desarrollando.

 

11. Visitó España en tres ocasiones mostrando gran afecto por nosotros: el encuentro mundial de las familias de Valencia, el encuentro mundial de los jóvenes de Madrid y el año santo compostelano en el que tras la visita al sepulcro del apóstol dedicó el altar y el templo de la Sagrada Familia de Barcelona.

 

12. Y llegó el día 28 de febrero de 2013 en el que presentó su renuncia tras ocho años de pontificado. Y es que el amor verdadero no se apega a las cosas, ni a los cargos, ni depende de la opinión pública. El amor, como la verdad, nos hace libres. Cuando Benedicto XVI toma conciencia de que ya no cuenta con las fuerzas necesarias para llevar adelante el ministerio como sucesor de Pedro, con la misma actitud con la que comenzó su ministerio: “sólo soy un humilde trabajador en la viña del Señor”, presenta su renuncia ante el colegio de cardenales y se retira a una vida monástica de oración y silencio, adquiriendo otra forma fecunda de trabajar en la viña como humilde trabajador, sosteniendo la labor evangelizadora de la Iglesia con la herramienta poderosa de la oración.

 

13. Su vida terrena se apagó en la madrugada del 31 de diciembre con las palabras salidas de un corazón que se entrega definitivamente al amor de Dios: “Jesús te amo”. Como afirmé en el día de su fallecimiento, hizo suyas las palabras del Eclesiástico (Ecclo 48, 11) que dicen: “Dichosos los que te vieron y se durmieron en el amor”. Así, entregado para siempre al amor, se cumple lo anunciado en el libro de Daniel (Dn 12, 3): “los sabios brillarán con esplendor de cielo, y los que enseñan la justicia a las multitudes serán como estrellas por toda la eternidad”.

 

14. Descansa en la paz de Cristo, amado Benedicto XVI. Nos has querido con toda el alma. También nosotros te queremos. Te encomendamos al Padre que te creó, te revistió de tantos dones y entregó a la Iglesia y a la humanidad como un precioso regalo. Intercede por nosotros. Gracias por todo el bien que nos has hecho. Te encomendamos al cuidado amoroso de la Virgen María a la que siempre has amado con un corazón grande, con las palabras que le dirigiste al concluir tu encíclica sobre la esperanza: María, “la alegría de la resurrección ha conmovido tu corazón y te ha unido de modo nuevo a los discípulos,… Por eso tú permaneces con los discípulos como madre suya, como Madre de la esperanza. Santa María, Madre de Dios, Madre nuestra, enséñanos a creer, esperar y amar contigo. Indícanos el camino hacia su reino. Estrella del mar, brilla sobre nosotros y guíanos en nuestro camino”. AMEN.

Bautizados e hijos amados de Dios

por redaccion,

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

«El Bautismo es más que un baño o una purificación. Es más que la entrada en una comunidad. Es un nuevo nacimiento. Un nuevo inicio de la vida», dejó escrito el Papa emérito Benedicto XVI, en una homilía pronunciada en abril de 2007, al referirse al Bautismo del Señor que la Iglesia celebra hoy.

 

Con esta fiesta tan importante concluye el tiempo de Navidad. En Jesús, el amado del Padre que hoy se presenta en el Jordán para ser bautizado por Juan Bautista, se cumple la salvación de Dios: «Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu Santo bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo que decía: “Este es mi hijo, el amado, mi predilecto” (Mt 3, 13-17).

 

Con la celebración del Bautismo somos constituidos hijos amados de Dios. Por ello, Cristo, quien viene a revelar el misterio del amor de Dios Padre, Hijo y Espíritu, desea manifestarnos la importancia del Bautismo como puerta de la fe. Con el Bautismo del Señor la Iglesia nos invita a mirar la humildad de Jesús, que se convierte en una manifestación de la Santísima Trinidad. «También el Espíritu da testimonio de la divinidad, acudiendo en favor de quien es su semejante; y la voz desciende del cielo, pues del cielo procede precisamente Aquel de quien se daba testimonio», pronunció san Gregorio Nacianceno en uno de sus sermones.

 

El Bautismo, principio de toda la vida cristiana, es «la puerta que permite al Señor hacer su morada en nosotros e introducirnos en su Misterio», recordaba el Papa Francisco durante su catequesis semanal del pasado año en un día como el que celebramos hoy. Por ello, es «el mayor regalo que hemos recibido».

 

Si la venida de Cristo sobre nuestra fragilidad manifiesta el incondicional interés de Dios por cada uno de nosotros, no podemos dejar de reconocer el Bautismo como un regalo de amor para llegar a un encuentro y no a un fin. Por eso es puerta de fe, porque cuando se abre, le permite al Señor entrar y forjar su morada en esa casa.

 

Por el Bautismo somos hechos hijos de Dios y entramos a formar parte de la gran familia, que es la Iglesia. Un proyecto de salvación que es un día a día, y que supone aprender a dar luz a los ciegos, a aliviar a los quebrantados de corazón, a abrir las celdas de los cautivos, a sanar los corazones enfermos y a acompañar la soledad de los tristes.

 

Y en el corazón de este sacramento no podemos olvidar a los padres, quienes tienen la preciosa misión de ser los primeros catequistas de sus hijos. La dimensión educativa del Bautismo pone a los padres en el centro de esta tarea que supone dar lo mejor a sus hijos, también la fe. E igual que en el Bautismo Dios toma posesión de nuestras vidas y nos incorpora a la vida de Jesús, lo mismo deben hacer los padres con sus hijos, para que sean otros Cristos en la tierra.

 

El cristiano se sabe injertado en Cristo por el Bautismo, y así como el Verbo se hizo carne y vino a la tierra por amor (cf. 1 Tm 2, 4), el Señor manifiesta el amor del Padre por nosotros y su deseo de comenzar en cada uno de nosotros una nueva historia de salvación.

 

Dios, con el agua de su infinita misericordia, nos lava y nos hace criaturas nuevas. Y lo hace de la mano de la Virgen María. Ella, a cada instante, nos recuerda que –con el Bautismo– cada uno de nosotros somos hijos predilectos de Dios. Vivamos a imagen y semejanza suya, para que el Padre también pueda decir de nosotros: «Este es mi hijo, el amado, mi predilecto» (Mt 3, 17).

 

Con gran afecto pido a Dios que os bendiga. Feliz domingo del Bautismo del Señor.

 

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos