El arzobispo alienta a los sacerdotes en la Misa Crismal a «ser pastores al estilo de Cristo»

Don Mario Iceta ha presidido la celebración en la Catedral, donde ha animado a los sacerdotes a que se «mantengan unidos y esperanzados» y a todos los presentes a ser discípulos misioneros
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Esta mañana, el arzobispo don Mario Iceta Gavicagogeascoa ha presidido la solemne Misa Crismal en la Catedral. Una cita importante para los sacerdotes de la archidiócesis en la que han renovado las promesas de entrega a Dios, a la Iglesia y a sus hermanos que realizaron el día de su ordenación. Además, en esta celebración se han bendecido los óleos que se utilizarán a lo largo del año en los sacramentos del bautismo y la unción de enfermos, y se ha consagrado el Santo Crisma con el que se ungirá a los nuevos bautizados, confirmados presbíteros y obispos y también será empleado para la consagración de basílicas e iglesias.

 

En su homilía, don Mario ha querido este año reflexionar en torno a las tres dimensiones que conforman esta celebración: el sentido de la Misa Crismal, el de la bendición de los óleos y la renovación de las promesas sacerdotales. «Celebrar la Misa Crismal es celebrar a Cristo», ha comenzado diciendo el pastor de la Iglesia burgalesa. «El gran don de la Pascua es el del Espíritu Santo, que hoy se nos adelanta, porque consagramos los óleos con los que nos ungimos». Ha recordado a los sacerdotes allí presentes que son «un medio para que el pueblo de Dios sea ungido y participe de la consagración de Cristo».

 

En cuanto a la bendición de los óleos, el arzobispo ha recordado que «la misión viene ya desde el bautismo», sacramento con el que los cristianos son enviados como discípulos misioneros, al igual que el Señor fue «ungido y enviado». «La vida cristiana es una carrera», y también «un gran combate interior», ha reflexionado, por ello es importante cómo «se sitúa nuestro corazón ante las circunstancias de cada hora de nuestra vida», preguntando si verdaderamente «lo hacemos como ungidos del Señor».

 

En la renovación de las promesas sacerdotales, ha pedido a los presentes que «nos ayudemos los unos a los otros». Es importante reconocer que todos «necesitamos ser ayudados» y que nadie es «un superhombre». Haciendo hincapié en la dimensión sinodal que está marcando el ritmo de la archidiócesis, ha recordado que Dios «pone en nuestro camino a nuestros hermanos para que, mutuamente, nos ayudemos», y ha invitado a hacerlo con «gestos concretos». También ha alentado a los sacerdotes a renovar sus promesas con «gracia y paz». «El Espíritu Santo es óleo de alegría y de gozo interior». Don Mario ha pedido a sus hermanos que comprendan sus «debilidades y limitaciones». y después de pedir «profunda y sinceramente perdón» ha resaltado que trata de «servir lo mejor que puedo más allá de estas limitaciones». Ha concluido pidiendo que los sacerdotes sean pastores «al estilo de Cristo» y que siempre se «mantengan unidos y esperanzados, sirviéndonos y ayudándonos los unos a los otros».

 

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