La vida contemplativa como respuesta a la búsqueda de paz y esperanza
Hoy, 4 de junio, se celebra el día de la solemnidad de la Santísima Trinidad, un misterio que solo puede llegar a comprenderse estando en una estrecha relación e intimidad con Dios. Por esa razón, la Iglesia invita este domingo, en la Jornada Pro Orantibus, a fomentar el conocimiento y la oración por todos aquellos religiosos dedicados a la vida consagrada contemplativa, es decir, por todas aquellas personas que interceden por la Iglesia y por el mundo cada día del año con su oración y con su trabajo dentro del silencio del claustro.
La labor y constancia de estas personas es lo que provoca que se pueda «generar esperanza», como reza el lema de la jornada de este año, en una sociedad cansada y entristecida. Por ello, la misión de los religiosos de vida contemplativa es fundamental, puesto que alientan la esperanza de todos aquellos que lo necesitan aun estando dentro de los muros de un monasterio. Sor María del Rocío del Espíritu Santo y sor María Bernarda de la Cruz son dos monjas cistercienses que viven en el monasterio de Santa María la Real de Villamayor de los Montes que, según cuentan, esta esperanza «la pueden retransmitir en fe».
«Nuestra vida contemplativa es una vida de oración, y en la oración el hilo conductor es la palabra de Dios, y cuando tú vives en sintonía con ella y desahogas en Él, no solo lo que te afecta a ti, sino también lo que le afecta a tus hermanos, lo único que recibes es consuelo», cuenta sor María del Rocío. En la realidad actual del mundo «no es difícil encontrar motivos para la tristeza y la desazón» cuentan los obispos de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada, y es por eso por lo que vida contemplativa es vital para la Iglesia y para la sociedad, porque en ella residen la sencillez y la humildad de Dios.
Las hermanas trasladan que reciben visitas en el monasterio de mucha gente que, a pesar de ser agnósticos o no creyentes, son capaces de ver que en ese monasterio hay algo distinto: «Enseguida captan que no podemos estar aquí si no hay una motivación que es sobrenatural», cuentan. Sor Rocío bromea diciendo que la tienda del monasterio a veces parece «un confesionario», porque las personas les abren el corazón y les hablan de sus sufrimientos, de su búsqueda de la paz y de la necesidad de buscar un sentido a sus vidas, «sin hablar de Dios se te ponen a hablar de esa dimensión trascendente que también llevan ellos».
Por otra parte, sor María Bernarda de la Cruz cuenta que estando en su país natal, en Venezuela, sintió la necesidad de servir al Señor más de cerca y de «buscarlo en medio del silencio, de la soledad», por lo que decidió obedecer a sus catequistas y venir al monasterio de Burgos para comprobar si esa era su verdadera vocación. Esta experiencia provocó que en su corazón sintiese el verdadero amor de Dios, «cuando le veía en la cruz el Señor me decía: por ti estoy aquí, por ti he dado la vida», comenta la hermana; «ese deseo de ser santa todos los días, eso es lo que realmente me ha inspirado a seguir al Señor aquí».
Respecto a la vida monástica, las religiosas narran cómo desde por la mañana ya van entablando una intimidad con Dios por medio de la oración: «Nos levantamos de vigilia y a las 05:30 nos ponemos a rezar, somos como unos centinelas rezando». Tanto los trabajos que hacen en el obrador como en la hospedería del monasterio los realizan desde la oración y desde el silencio, tratando de meditar y tener una reflexión con Dios, así como ofreciéndolo por todas aquellas personas que no tienen trabajo. «A la hospedería vienen personas sedientas de Dios sin darse cuenta que necesitan ser escuchados».
Por último, en relación al futuro de la vida consagrada las monjas han contado que su labor es valiosa, pero que no se puede medir con parámetros o con efectividad, sino que son «levadura en la masa». Sor María del Rocío habla que su futuro es dar señales de humanidad cuando fuera se vayan evaporando, «volver a recuperar lo que es normal, como el cuidado a los mayores, el respeto de unos hacia otros, la dignidad de las personas».