Aquel campamento en que nos enamoramos

Mónica y Javier, junto a su hija Teresa.
Los campamentos siempre han sido una constante para Mónica Gómez y Javier Alonso. Desde bien pequeños han disfrutado de ellos, sobre todo en los meses de verano, por lo que, una vez llegados a la edad adulta, obtener el título de monitor fue algo «natural». El gusanillo por el tiempo libre fue a más en la vida de Mónica, hasta que con 21 años se alzó con el título de coordinador de este tipo de actividades. Fue como directora en uno de los campamentos de su parroquia donde los caminos de ambos se cruzaron: «El sacerdote me comentó que un amigo suyo de la infancia vendría a hacer las prácticas de coordinador con nosotros», recuerda Mónica.
«Trabajar juntos fue divertido, aunque debo de admitir que al principio no nos caímos especialmente bien… Javier es más de improvisar, de algarabía; yo soy más metódica y planificada, pero creo que precisamente por eso encontramos el equilibrio perfecto en su día en los campamentos y a día de hoy en nuestra familia». Y es que sí, aquel verano fue el comienzo de una relación que dos años y medio después culminó en boda y que ha configurado hoy una familia. Su hija Teresa tiene apenas tres años, aunque con once meses ya acompañó a su madre a unos campamentos «con mucho miedo, no te voy a mentir», recuerda Mónica.
Este verano ha vuelto a hacerlo por tercera vez, mientras espera el nacimiento de su próximo hermanito. Porque sí, Mónica ha acudido a unos campamentos embarazada: «Entiendo que la gente pueda pensar que estamos locos… Pero precisamente para nosotros los campamentos significan familia», revela. «Para Teresa es toda una experiencia que lo disfruta como la que más y para nosotros es ese plus del verano que no nos puede faltar. Somos conscientes de que en algún momento tendremos que dejarlo… ¡O no! Al final, el Señor hizo que nuestros caminos se juntaran en un campamento y estoy segura de que él nos dirá cuándo dejarlo».
Mónica, que ha trabajado en distintas empresas y entidades de ocio y tiempo libre, traslada «con seguridad» que lo que se encuentra en un campamento parroquial no existe en otros ámbitos: «Para nosotros, los campamentos son sinónimo de familia. Muchos de nuestros mejores amigos los hemos conocido en campamentos», al igual que muchos sacerdotes que los han acompañado. Además, «en los últimos años se da la curiosidad de que muchos de los niños que empezamos a llevar de campamentos hace años ahora comienzan a venir como monitores. Es por esto que no concebimos un verano sin campamentos», especialmente los de las parroquias. Y es que para Mónica y Javier, la vivencia de Dios que en ellos se transmite es especial y una garantía en su matrimonio: «La fe ha sido la columna vertebral desde el minuto uno en esta relación».