«El compromiso evangélico con el mundo del trabajo»

por Natxo de Gamón,

«Por un trabajo que construya dignidad»

jcomp | Freepik

 

Escucha aquí el mensaje de Mons. Iceta

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

Desde pequeño he aprendido que el trabajo humano ocupa un lugar esencial no solo en la vida personal, familiar y social, sino también en el plan de Dios para la humanidad. La Iglesia, ha reflexionado constantemente sobre el significado del trabajo y las dimensiones más profundas de la dignidad laboral. Y por este motivo instituí hace unos años esta conmemoración de la Pascua del Trabajo.

 

San Juan Pablo II dedicó una de sus encíclicas más significativas, Laborem Exercens (1981), a meditar sobre el trabajo humano. Para él, el trabajo no es simplemente una actividad económica o un medio de subsistencia, sino una vocación que permite al hombre colaborar con Dios en la obra de la creación, afirmando que “el hombre se realiza a sí mismo a través del trabajo”.

 

Así mismo, insiste en que el trabajo no puede reducirse a su valor de mercado ni a su eficiencia productiva. El trabajo tiene primacía sobre el capital porque está íntimamente ligado a la persona. La dignidad del trabajador no depende del tipo de actividad que realiza, sino del hecho de ser persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios. Por eso, cualquier forma de explotación, de trato injusto o de precarización laboral atenta contra esta dignidad.

 

San Juan Pablo II destaca que el trabajo tiene una dimensión social y comunitaria. No es un acto aislado: construye la sociedad y contribuye al bien común. El trabajador tiene derechos que deben ser protegidos, como el derecho a un salario justo, a condiciones laborales seguras, al descanso y a la sindicación. La justicia en el trabajo es, para él, un imperativo ético y evangélico.

 

Para Benedicto XVI, el trabajo no puede ser entendido solo en términos contractuales o utilitaristas. El trabajador no es una “mercancía” más en el mercado. La dignidad del trabajo está en que expresa la vocación del hombre al amor, al servicio y a la comunión. El trabajo bien realizado no solo transforma el mundo exterior, sino que transforma al trabajador mismo, elevándolo moral y espiritualmente. Toda actividad laboral debe estar impregnada de principios morales, especialmente el respeto por la dignidad humana y la solidaridad. En este sentido, subraya la necesidad de promover una “economía de comunión” donde las empresas no busquen solo el beneficio, sino el desarrollo de toda la persona humana.

 

El Papa Francisco ha mostrado una preocupación constante por el trabajo como medio de inclusión social y de dignificación humana. En un mundo herido por la “cultura del descarte”, el Papa denuncia las situaciones en las que los trabajadores son tratados como piezas de un engranaje económico y no como personas. El trabajo es esencial para la integración social: da sentido, identidad y pertenencia. De ahí su firme defensa del derecho al trabajo digno para todos, especialmente para los jóvenes, los pobres y los migrantes, quienes muchas veces son los más vulnerables a la explotación. Trabajar por un trabajo digno para todos es, según Francisco, una expresión concreta de la caridad cristiana y un acto de justicia.

 

Trabajar no es simplemente producir, sino colaborar con Dios, crecer como personas, construir la sociedad y servir al prójimo. El respeto a la dignidad del trabajo es, por tanto, un pilar fundamental de la justicia social y del testimonio cristiano.

 

En este magisterio pontificio podemos percibir una llamada urgente para evangelizar el mundo del trabajo, para acompañar a los trabajadores en sus alegrías, desafíos y justas reivindicaciones, y para denunciar las estructuras de pecado que degradan la dignidad humana. Trabajar por un mundo donde cada persona pueda realizarse a través de un trabajo digno es una tarea que la Iglesia no puede eludir, sino abrazar con esperanza y compromiso evangélico.

 

Pongamos todos nuestros propósitos en las manos de María, para que Ella nos ayude a hacer este mundo más justo y fraterno unidos a Aquél que durante su vida terrena conoció la fatiga del trabajo en la alabanza al Padre y la contribución a la perfección de la humanidad y de todo lo creado.

 

Con afecto, pido a Dios que os bendiga.

 

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos

«Trabajar ya no es suficiente»: la archidiócesis celebra el Jubileo de los Trabajadores

por Natxo de Gamón,

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Con motivo del Día Internacional de los Trabajadores y la festividad de San José Obrero, el Seminario de San José ha acogido este jueves una jornada de oración, reflexión y compromiso en defensa del trabajo decente. La celebración, convocada por las entidades que integran la Iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente (ITD), ha reunido a un numeroso grupo de participantes que han querido ganar el jubileo de los trabajadores en este templo jubilar y poner su voz al servicio de quienes viven situaciones de precariedad laboral.

La jornada ha comenzado a las 10:30h con una eucaristía en la capilla del Seminario, donde se ha recordado la figura de San José Obrero como patrono del mundo del trabajo. Posteriormente, los asistentes han compartido un diálogo en torno al manifiesto elaborado por ITD para este día, centrado este año en la realidad que afronta la juventud en el acceso al empleo. Según recoge el texto, «las personas jóvenes viven un contexto social muy distinto en comparación con las generaciones pasadas», marcado por la inestabilidad, la precariedad, la sobrecualificación sin oportunidades y la imposibilidad de emanciparse. En este sentido, se ha recordado que en la provincia de Burgos el paro juvenil continúa por encima del 20 % y la edad media de emancipación supera los 30 años.

«Trabajar ya no es garantía de independencia», denunciaba el manifiesto, recordando que según datos del Consejo de la Juventud de España, «una persona joven tendría que destinar el 102,3 % de su salario para poder alquilar una vivienda en solitario». Esta situación genera una profunda incertidumbre que, según los firmantes, «erosiona la esperanza» y convierte el acceso a un empleo digno en un «privilegio difícil de alcanzar». Por ello, desde ITD se ha reclamado a las instituciones públicas y a la sociedad «escucha para entender la precariedad laboral, la falta de acceso a la vivienda o la problemática para conseguir estabilidad vital o emocional». El lema de la jornada lo ha resumido así: «Trabajo decente, derecho, no privilegio».

A las 12:00h, quienes lo han deseado se han sumado a los actos convocados por los sindicatos en el centro de la ciudad. Una hora más tarde, a las 13:00h, se ha inaugurado en el paseo del Espolón el «Museo de Estatuas», una exposición artística organizada por Promoción Solidaria que busca visibilizar, a través de la expresión corporal, el sufrimiento y la dignidad de los trabajadores más vulnerables.

Finalizados los actos públicos, los participantes han regresado al Seminario de San José para compartir la comida y cerrar juntos una jornada que ha conjugado oración, denuncia, arte y comunidad. Todo ello desde la convicción, expresada en la Bula del Jubileo 2025, de que «la esperanza no defrauda nunca».

Unidos en torno al sacramento de la Confirmación

por Natxo de Gamón,

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El sacramento de la Confirmación ha reunido este pasado lunes, 26 de abril, a las unidades pastorales de Sarracín-Cogollos, Villagonzalo-Arcos, Villalbilla-Tardajos, Cardeña y Juarros-Arlanzón (del arciprestazgo de San Juan de Ortega), que han organizado un encuentro de jóvenes, catequistas y sacerdotes de las parroquias para fomentar la convivencia y la catequesis de confirmación. La casa de los PP. Paúles de Burgos fue el escenario de este encuentro fraterno, y es que la comunidad, que atiende Tardajos y servicios, puso la sala de reuniones a disposición de las unidades pastorales.

 

El encuentro ha estado animado por José, Ezequiel y Alfredo, que partiendo de una sencilla dinámica de presentación, han desarrollado una catequesis sobre el sacramento de la Confirmación. En el encuentro también se ha abordado la liturgia de la celebración, y su conocimiento ha ayudado a reflexionar sobre la Confirmación y su compromiso cristiano.

 

La cita, a la que acudieron 52 jóvenes –además de los sacerdotes de las unidades pastorales–, ha terminado al mediodía con un pequeño ágape festivo. Los participantes han valorado positivamente el encuentro, calificando la mañana como muy agradable e interesante para todos.

950 años del hito que cambió la historia de Burgos

por Natxo de Gamón,

iluminación catedral burgos

 

Este 1 de mayo, la archidiócesis de Burgos conmemora uno de los hitos más relevantes de su historia: el 950 aniversario del traslado oficial de la sede episcopal de Oca a la ciudad de Burgos. Así lo dejó dicho Alfonso VI, rey de Castilla, en el año 1075 en su testamento. Un momento que supuso el inicio del florecimiento religioso de Burgos y su consolidación como uno de los grandes núcleos de la Iglesia en el norte peninsular.

 

Pero la historia de la Iglesia en este territorio se remonta mucho más atrás de esos 950 años. La actual archidiócesis tiene sus raíces en la antigua diócesis de Auca, la hoy conocida Villafranca Montes de Oca. Aunque los orígenes exactos de esta comunidad cristiana son inciertos, una tradición legendaria atribuye su fundación al siglo I, a través de san Indalecio, uno de los siete varones apostólicos enviados por san Pedro y san Pablo a evangelizar Hispania.

 

La presencia cristiana organizada en Auca podría datarse ya entre los siglos II y III. Los primeros testimonios documentales de obispos aucenses aparecen en el siglo IV, aunque no se conocen nombres concretos hasta la época visigoda, cuando Asterio participa en el III Concilio de Toledo en 589. Le seguirían otros prelados como Amancio, Litorio, Stercorio o Constantino.

 

De la destrucción musulmana al renacimiento en Cardeña

La invasión musulmana del siglo VIII supuso la destrucción de Auca y la desaparición efectiva de la diócesis. Durante los siglos siguientes, y en pleno proceso de repoblación y avance cristiano, los obispos se establecieron provisionalmente en otras sedes como Amaya, Valpuesta o Sasamón. No sería hasta principios del siglo XI cuando la sede episcopal comenzó a trasladarse de forma progresiva hacia Burgos.

 

El obispo Julián, activo entre 1028 y 1041, fijó su residencia en el monasterio de San Pedro de Cardeña, a las afueras de la ciudad. Aunque siguió ostentando el título de obispo de Oca, esta decisión supuso un punto de inflexión. El rey García Sánchez III de Pamplona intentó mantener la sede en Oca nombrando a san Atón, pero el creciente protagonismo de Burgos se impuso.

 

El 1 de mayo de 1075, una fecha clave

Durante el episcopado de Jimeno II, la sede se instaló en la iglesia de Santa María la Real y Antigua de Gamonal, y fue el rey Alfonso VI quien, mediante su testamento, fechado el 1 de mayo de 1075, sancionó oficialmente el traslado de la sede episcopal a Burgos. A partir de entonces, la diócesis comenzó a adoptar progresivamente el nombre de Burgensis, en detrimento de Aucensis.

 

El proceso culminaría en 1095, cuando el papa Urbano II, mediante la bula Plurimas quondam, confirmó el traslado de la sede a Burgos y la desligó de la provincia eclesiástica de Tarragona, convirtiéndola en una diócesis directamente dependiente de la Santa Sede.

 

Del esplendor medieval al rango de arzobispado

La diócesis de Burgos alcanzó un gran esplendor en la Edad Media, especialmente con el inicio de las obras de la catedral gótica en 1221 bajo el impulso de Fernando III el Santo y el obispo Mauricio. Durante siglos, Burgos fue paso obligado en el Camino de Santiago y punto neurálgico de fe, cultura y arte. Grandes figuras como Gil de Siloé, Juan de Colonia o Diego de Siloé dejaron su huella en la ciudad.

 

En 1574, y por petición de Felipe II, el papa Gregorio XIII elevó la diócesis al rango de archidiócesis metropolitana. Su primer arzobispo fue Francisco Pacheco de Toledo. Desde entonces, la archidiócesis ha sido referente espiritual en Castilla y León, abarcando en distintas etapas otras diócesis sufragáneas como Palencia, Santander, Calahorra o Vitoria.

 

Hoy, 950 años después, la archidiócesis de Burgos celebra su larga historia no solo como un legado religioso, sino también como uno de los pilares culturales e identitarios de la ciudad. Desde Oca hasta la Catedral patrimonio de la humanidad, pasando por Cardeña y Gamonal, la memoria de esta Iglesia es también la memoria viva de Burgos y su papel clave en la historia de España.