La HOAC convoca un gesto público y una vigilia de oración por el trabajo decente

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Un año más, la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica) invita a los burgaleses a unirse a los actos convocados con motivo de la celebración de la Jornada Mundial por el Trabajo Decente que se celebró el pasado 7 de octubre.

 

«Todos somos conscientes -dicen desde la organización- de la actual situación en que viven muchas familias de nuestro entorno a causa del paro de alguno de sus miembros, de los empleos precarios, de los salarios insuficientes, de las malas condiciones de trabajo, de la siniestralidad… Y los cristianos no debemos darle la espalda a estas situaciones de pobreza y precariedad».

 

 Con ese fin y al hilo de la celebración de la Jornada Mundial por el Trabajo Decente, la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica), ha organizado para esta tarde a las 20:00 horas un gesto público en la calle Santiago junto al Centro Cívico Capiscol.

 

hoac trabajo decente

 

A continuación, se celebrará una vigilia de oración, que tendrá lugar a las 20:30 horas en la parroquia del San Juan Evangelista, abierta a todos los cristianos de Burgos, en la que, sensibilizados ante la situación de tantos hermanos trabajadores, se rezará por ellos y por sus familias, y además de reafirmarse en el compromiso de solucionar sus problemas en la medida de lo posible.

 

 

«Imitemos a santa Teresa para reformar la Iglesia»

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«Pienso que santa Teresa nos diría hoy a cada uno de nosotros: «Sed imitadores míos como yo lo fui de Cristo, ahora que os toca vivir en una época de postconcilio y de ansias de renovación y reformas profundas en la Iglesia, semejante al que me tocó vivir a mí»». Con estas palabras, el arzobispo de Burgos, Francisco Gil Hellín, ha invitado a los burgaleses a llevar adelante «las grandes e inaplazables reformas que necesita la Iglesia» de hoy siguiendo las mismas huellas que marcó santa Teresa de Jesús. Lo ha dicho durante la homilía de la solemne eucaristía de clausura del quinto centenario del nacimiento de santa Teresa que ha tenido lugar esta misma tarde en la catedral.

 

Para el pastor de la diócesis, «son muchas las similitudes» entre la época en la que vivió la santa abulense y la nuestra, entre las que destaca la necesidad de cambios y reformas en la vida de la Iglesia después de dos grandes concilios, el de Trento y el Vaticano II. Ahora bien, el arzobispo ha indicado que no se trata de reformas aleatorias, sino que han de pasar, inevitablemente, por un cambio de vida en el creyente: «El camino de la verdadera reforma es el de la santidad; es el camino que han recorrido todos los grandes y verdaderos reformadores» de la Iglesia.

 

Así pues, «la vida y los escritos de Teresa nos marcan el itinerario que hemos de recorrer y los instrumentos que hemos de emplear si queremos alcanzar la meta que ella alcanzó». De ahí que haya pedido a la santa «que nos conceda a nosotros y a toda la Iglesia la gracia de entender que sin santidad de vida no habrá verdaderas reformas en la Iglesia y sin oración intensa tampoco habrá verdadera santidad».

Un año en torno a la santa

La eucaristía ha ido precedida de una procesión que, partiendo del monasterio de las Madres Carmelitas –el último fundado por la santa– ha recorrido el paseo Sierra de Atapuerca y el Espolón hasta llegar a la seo, no sin antes hacer una breve parada en la plaza Mayor. Con los actos de hoy se ha dado por finalizado un nutrido programa de actividades que ha marcado, sin duda, el calendario del último año en la diócesis y que comenzaba justo hace un año.

 

Para el padre Pedro Tomás Navajas, prior de la comunidad carmelita de Burgos y último responsable de la comisión en torno al quinto centenario de santa Teresa en Burgos, este año ha supuesto «un estímulo a seguir el ejemplo que nos dejó la santa». «Cada uno sabrá la huella que ha dejado en él la vida y el testimonio de Teresa, pero no cabe duda de que es una mujer que sigue siendo referente hoy en día».

Clausura del V centenario del nacimiento de Santa Teresa

por administrador,

 

Queridos hermanos: Nos hemos reunido para clausurar el V Centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús. Lo hacemos en el día de su fiesta, uniéndonos a la alegría y contento de los Padres y Madres Carmelitas de todo el mundo, y, en especial, a los de nuestra ciudad. Ellos tienen la gloria de ser los grandes difusores de las obras impresas de santa Teresa, de albergar en los muros de su convento a los mejores especialistas sobre la Santa y de guardar como una reliquia el último convento que ella fundó antes de su muerte en Alba de Tormes.

 

A lo largo de todo un año, han tenido lugar incontables acontecimientos religiosos y culturales. Desde las Edades del hombre hasta el Congreso Internacional sobre la mística y escritora castellana, pasando por las rutas teresianas, las publicaciones de todo tipo sobre ella y, especialmente, el Año Teresiano que ha traído a Ávila a los jóvenes de toda Europa, a incontables fieles y sacerdotes y a la Conferencia Episcopal, que estuvo presente en el día de inauguración y lo está en el de la Clausura.

 

¿Cómo no dar a Dios las más rendidas y sentidas gracias por tantísimos beneficios como él ha derramado sobre la Iglesia que camina en España y sobre la que peregrina en las diócesis de Castilla. Si la santa era capaz de agradecer hasta una simple sardina, ¡cómo agradecería tantas y tantas gracias que Dios ha derramado durante este año, a través de su intercesión! Cuando más tarde digamos el Prefacio, tendremos especiales motivos para proclamar que “es justo y necesario, es nuestro deber y salvación”, dar gracias  a Dios siempre y en todo lugar, pero sobre todo aquí y ahora.

 

No creo tergiversar el sentido de esta celebración si preguntamos a la santa qué legado quiere dejarnos al finalizar este V Centenario de su nacimiento, dado que no queremos cerrarlo herméticamente, sino proyectarlo sobre nuestro inmediato y no tan inmediato futuro. Pienso la Santa nos lo resumiría en estas palabras de S. Pablo: “Sed imitadores míos, como yo lo fui de Cristo”, ahora que os toca vivir en una época de postconcilio y de ansias de renovación y reformas profundas en la Iglesia, semejante al que me tocó vivir a mí.

 

Efectivamente, santa Teresa vivió una época muy similar a la nuestra en no pocos aspectos. Ella nació en los albores de la Reforma Protestante y vivió durante la celebración del largo y accidentado concilio de Trento y en el tiempo siguiente a ese gran concilio reformista, que fue Trento. Trento, en efecto, no sólo fue un concilio que sancionó de modo definitivo tantas doctrinas sobre la justificación, el pecado original y todos los sacramentos, sino que fue un concilio de grandes reformas. Baste pensar que él fue el instaurador de la gran institución de los seminarios y el que impuso obligatoriamente la residencia a los obispos.

 

¿Qué hizo ella? Ofrecer un camino de verdadera reforma, un camino con el que la Iglesia respondiese a aquellos tiempos que Teresa calificó de “recios”, es decir, muy difíciles. El mismo que han hecho todos los grandes y verdaderos reformadores: el camino de la santidad.

 

Durante muchos años tuvo el corazón dividido entre Dios y las criaturas, compaginando las exigencias de la vida religiosa con otras más o menos mundanas. Hasta que un día Dios le cambió su corazón, viendo una imagen de un Cristo muy llagado. Desde entonces, Teresa no tiene otra ilusión ni otro norte de vida que hacerse “Teresa de Jesús” y proponer a quien quiera seguirla hacerse también “de Jesús”, entregarse del todo a Jesús. A esto dedicará todas sus energías, dentro del convento de san José y en los caminos de Castilla y Andalucía, que ella recorre para ir fundando uno tras otro muchos “palomarcicos”.

 

Para llevar a cabo el proyecto de reforma del Carmelo, Dios le metió por caminos de oración. Primero, le hizo sacar agua del pozo a fuerza de esfuerzo, pero más tarde anegándola en el mar transformante de su intimidad divina, hasta realizar con ella los desposorios más íntimos que podría haberse imaginado.

 

Fue en ese trato cada vez más íntimo con Dios donde ella gustó y saboreó la necesidad absoluta de estar a solas muchas veces con Dios, “tratando de amistad con quien sabemos que nos ama”. Esta intimidad que no sólo la buscaba y encontraba en los largos e intensos ratos de oración en la capilla, sino también “entre los pucheros” de la vida de cada día. Basta asomarse a cualquiera de sus fundaciones para advertir que ella mantenía un diálogo amoroso con su Jesús en todas las peripecias que iba encontrando y resolviendo.

 

La contemplación e imitación de la Santísima Humanidad de Cristo fue la falsilla sobre la que escribió su vida de entrega total. Esa amistad con Jesús le lleva hasta la más alta mística y le hará testigo de un modo de vivir nuevo, en el que no sólo hay relación, imitación y seguimiento sino compenetración de dos vidas. Sus famosos versos: “Para vos nací, ¿qué queréis hacer de mí?” son una buena muestra de ese vivir nuevo, de ese “vivir sin vivir en mí”.

 

Muchos de nosotros hemos sido testigos del concilio Vaticano II y todos vivimos en el momento en que hay que llevar a la práctica sus enseñanzas. A nosotros, como a Teresa, Dios nos pide que nos comprometamos en las grandes e inaplazables reformas que necesita la Iglesia. Y, a través de la vida y escritos de Teresa, nos marca el itinerario que hemos de recorrer y los instrumentos que hemos de emplear si queremos alcanzar la meta que ella alcanzó.

 

El camino y los instrumentos teresianos son la oración contemplativa y la acción que de ella brota. Es decir, la santidad de vida. Ese fue el primer objetivo que se marcó el Vaticano II: la renovación interna de la Iglesia, mediante el seguimiento del camino evangélico. La experiencia de varios lustros nos confirma que si no nos metemos por caminos de oración contemplativa y acción consecuente, las reformas se quedan en mera utopía y en un sueño de primavera. Tengamos esta certeza: llevarán a cabo la reforma actual de la Iglesia los santos, no los estrategas de la pastoral. Es preciso contemplar e imitar a Jesucristo; querer lo que él quiere y no querer lo que él no quiere. Brevemente: vivir su misma vida.

 

Terminemos el V Centenario teresiano dando gracias a Dios por tantos beneficios que nos ha dispensado a lo largo de estos meses. Y pidiéndole que nos conceda a nosotros y a toda la Iglesia la gracia de entender que sin santidad de vida no habrá verdaderas reformas en la Iglesia y sin oración intensa tampoco habrá verdadera santidad.

Burgos dona más de 200 mil euros a la labor misionera de la Iglesia en el mundo

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La delegación diocesana de misiones ha hecho públicos esta mañana en rueda de prensa los datos estadísticos referentes a la labor misionera de la Iglesia burgalesa y las cifras económicas con las que los burgaleses ayudan al trabajo que los misioneros realizan en los cinco continentes.

 

A este respecto, el delegado diocesano de misiones, José Manuel Madruga, ha destacado que Burgos cuenta con un total de 730 misioneros (86 en África, 540 en América Latina, 26 en Asia, 1 en Oceanía y 92 en Europa), «aumentando en los últimos años el número de laicos y familias enteras que deciden salir a la misión, también en nuestro propio continente». De ellos, 60 son sacerdotes diocesanos y, del cómputo global, se señala que la misión es una vocación en la que predominan las mujeres, que suponen el 55% del total. Aunque la cifra ha bajado respecto a años anteriores «debido a la jubilación de muchos de ellos» y a que «bastantes prefieren acabar su vida en su tierra», Burgos sigue siendo una de las diócesis españolas con más misioneros, solo por detrás de Madrid y Pamplona. «Muchos de los misioneros que regresan –ha añadido Madruga– colaboran intensamente con la diócesis, impulsando el dinamismo misionero en el que tanto insiste el papa Francisco en nuestra provincia».

 

La rueda de prensa ha servido también para dar a conocer a la opinión pública «en un ejercicio de transparencia» los datos económicos de la delegación diocesana de misiones. Aunque no tienen necesidad, las cuentas están auditadas y presentadas cada año en el Registro Mercantil. En la colecta del Domund del pasado año, los burgaleses aportaron a la misión un total de 201.717 euros, siendo la segunda diócesis de Castilla y León más generosa, solo por detrás de Valladolid. En España, la cifra total recaudada en el último Domund ascendió a  11.815.564 euros.

Embajadores extraordinarios

En cuanto a la labor misionera, Madruga ha destacado la manera en que los misioneros llevan la misericordia al mundo frente a una «sociedad que aparta la mirada del sufrimiento». «Son los embajadores extraordinarios de la marca España y contribuyen a que haya una buena imagen del país. Conocen muy bien la realidad sociopolítica del país en el que trabajan y por eso son testigos de primera mano de la actualidad internacional, con la diferencia de ellos se quedan allí donde hay problemas, incluso cuando los focos de los medios se apagan».

 

La presentación de estos datos se enmarca dentro de la campaña del Domund que celebra la Iglesia este domingo bajo el lema «Misioneros de la Misericordia». Por ello, en la rueda de prensa también han intervenido dos misioneros burgaleses, Gerarda Hernando y José Antonio Arroyo.

 

Hernando, Franciscana Misionera de María, ha trabajado en Mauritania, Senegal y Nicaragua. En su intervención ha recordado el complicado trabajo desarrollado en Mauritania, un país islámico que sólo admite la presencia de misioneros si es para llevar a cabo trabajos de repercusión social. También ha destacado su trabajo en Cáritas de este país por la alfabetización de las mujeres, la sanidad y la formación y apoyo de agentes de la salud. Por su parte, Arroyo, sacerdote diocesano, ha trabajado como misionero en Togo. En su intervención ha hecho hincapié en la labor de acompañamiento y formación de las personas para que ellas mismas sean protagonistas del cambio que sus localidades y países necesitan: «Se trata de animar a los animadores, de mover la esperanza. Hemos experimentado la misericordia de Dios y queremos que esta llegue a todos a través de estas personas».