El Papa publica su programa pastoral

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Cope – 1 diciembre 2013

«Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por él, de intentarlo cada día sin descanso […] Este es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame, Señor, y acéptame una vez más entre tus brazos redentores». Estas palabras son la clave de lectura de un largo documento que el Papa Francisco hizo público el martes pasado, con el título «La alegría del Evangelio», en el cual traza las líneas maestras del ambicioso programa pastoral que propone llevar a cabo en su Pontificado. Programa que no es otro que una profunda renovación eclesial.

El Papa no piensa, en primer lugar, en las estructuras. Ciertamente habla de ellas y sin que le tiemble la mano, pues llega a decir que hay que renovar el mismo Pontificado, no en el sentido de cambiar la doctrina, pero sí en el modo de ejercerlo. Habla también de la renovación de las Conferencias episcopales, de las diócesis y de las parroquias. Pero está convencido de que «la propuesta cristiana no envejece»; porque «Jesucristo puede romper los esquemas aburridos en los cuales podemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad divina».

Con esta lógica, el Papa puede decir que «cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio –postulado esencial de toda reforma que merezca ese nombre, añado yo– brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual». La verdadera reforma que la Iglesia necesita, y a la cual el Papa nos convoca, es una reforma que tiene como punto de referencia a Jesucristo. Como repitió Benedicto XVI en más de una ocasión, «los santos son los grandes reformadores».

En esta línea se explica que los destinatarios de la reforma a la que Francisco nos convoca seamos todos los bautizados: desde el Papa al más humilde de los servidores del Evangelio. «Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide. Pero todos somos invitados a salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio».

En efecto, es imposible encontrarse con Jesucristo, renovarse y renovar las estructuras eclesiales sin anunciar el Evangelio con decisión y con alegría, con entusiasmo. Es vital que «hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie». Por eso, el Papa no duda en afirmar: «Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están».

El Papa pone especial énfasis en esta necesidad de dar pasos audaces y realmente renovadores. «La pastoral en clave de misión pretende abandonar el cómodo criterio pastoral del ‘siempre se ha hecho así’. Invito a todos a ser audaces y creativos en esta línea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadoras de las propias comunidades».

Se entiende que el Papa pueda abrirnos su corazón y darnos a conocer dónde lo tiene puesto: «Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en el sentido de que se vuelvan más misioneras». El horizonte no puede ser más apasionante. Hagamos del sueño una realidad.

Domingo I de Adviento

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Misa retransmitida por Radio María desde la catedral – 1 diciembre 2013

Con esta Eucaristía del primer domingo de adviento nos dispone al encuentro con Cristo. La liturgia celebra año tras año todo el ciclo del misterio de Cristo pero nuestra vida no vuelve atrás, nuestra vida es todo un caminar hacia el encuentro de Cristo. Él viene y nos encontrará si nosotros estamos dispuestos a acogerle. Él viene como don pero no será don para aquellos que no le acogerán: «vino a los suyos, nos recuerda el Evangelio de Juan, pero tantos de ellos no lo recibieron». Estamos en un ambiente que va concluyendo el año, se acortan los días, hace frío, hay dificultades, complicaciones, parece negativo, final de año.

Más pesimista es el clima que se respira en el ambiente. Todo el mundo habla de la crisis económica y tantísimos sufren en sus propias carnes sus consecuencias. Los ancianos se ven como una carga. Los niños que llaman a la puerta para nacer son fácilmente eliminados si vienen con alguna deficiencia. Eliminados antes o después de nacer. Una ola de pesimismo lo envuelve todo: las conversaciones, los medios de comunicación social, las tertulias radiofónicas y televisivas. Los mismos hechos de la excarcelación de los terroristas y delincuentes inquieta y hace sufrir especialmente a los que han sido víctimas de sus crímenes.

Sin embargo, el clima que nos ofrece la liturgia de hoy es completamente distinto: comienza el año nuevo de la Iglesia, comienza el adviento, disponiendo nuestro corazón al encuentro con Cristo. Se acerca la Navidad y, con ella, el triunfo definitivo del bien sobre el mal. Todo nos habla, por tanto, de futuro, de horizontes optimistas, de triunfo y de victoria.

Ante este contraste, cabe preguntarnos si el mensaje de la liturgia no será un mensaje ingenuo, superficial, sin los pies en la tierra, que desconoce la realidad. Las lecturas que hemos proclamado nos dicen que no es ingenuo, que la liturgia está en lo cierto, que su optimismo no es fruto de la superficialidad o de la falta de realismo sino que brota de su fe y de sus convicciones.

La liturgia y la Iglesia parten de una gran convicción: este mundo tiene salvación, tiene remedio, el bien triunfará sobre el mal, las espadas se convertirán en arados y las lanzas en podaderas… porque no es la fatalidad y el destino quienes la rigen. El protagonista (de la historia) es Dios. Él está presente en medio de nosotros con su Palabra, con sus sacramentos, con sus santos, con sus inspiraciones, con su ayuda. La coexistencia del trigo con la cizaña puede desconcertarnos y hacer que no percibamos esta acción de Dios. Pero Dios está en medio de nosotros. Y, al final, hará que el bien se imponga al mal.

Pero él cuenta con nosotros. Nosotros no podemos desentendernos; no nos encontraremos con Cristo sin hacer nosotros nada por encontrarle. También nosotros hemos escuchado y nos desentendemos como se desentendieron los hombres del tiempo de Noé, o algunos de los primeros cristianos que no fueron fieles y se entregaron a las borracheras, desenfrenos y pasiones. Es la posibilidad de cada uno de nosotros. Al contrario hemos de estar vigilantes, en una vigilancia amorosa por la llegada de Cristo; no dormidos, dedicados a hacer triunfar el bien sobre el mal. Porque no da todo lo mismo. Al final del mundo, unos serán acogidos en la gloria del Padre y otros desechados, porque no quisieron acoger la salvación misericordiosa que se les acercaba y ofrecía acogiendo al Señor ya en la tierra.

Una pregunta pues y una llamada: ¿estamos dormidos o despiertos?, ¿estamos zambullidos en el pecado o dedicados a hacer el bien? Y la llamada: Jesús nos da una nueva oportunidad: él viene de nuevo para ser nuestro Salvador. No dudemos en abrirle la puerta de nuestro corazón de par en par.

Ahora una palabra sobre la corona de adviento que tenéis delante del altar. El color es verde, en señal de esperanza: esperamos a Cristo Salvador, que vendrá pronto en Navidad y un día, al final de los tiempos, para llevarnos con él. La forma (de esta corona): es redonda. Simboliza la eternidad. Dios, desde siempre, decidió hacernos hijos suyos en Jesucristo. Finalmente, las cuatro velas, corresponden a cada una de las semanas de adviento.

Cada semana iremos prendiendo una, manifestando que el adviento avanza. Hoy hemos prendido la morada, como señal de Penitencia, de austeridad, de dejar lo que no construye para estar disponibles al encuentro con el Señor. El Adviento nos reclama que dispongamos nuestra alma, con la conversión y la penitencia, para acoger al Mesías Redentor.

María es el mejor camino para encontrarnos con Cristo Jesús. Ha sido ella el camino que Dios ha elegido para enviarnos al Salvador. María ruega por nosotros pecadores ahora, en el tiempo de este adviento que nos prepara para el encuentro definitivo con Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. Amén.

¿Se respeta en Europa la libertad religiosa?

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Cope – 24 noviembre 2013

Hace unos días, comentaba con una persona la situación religiosa en el mundo. En un momento de la conversación dije que cada año son asesinados cien mil cristianos en el mundo. Mi interlocutor me interrumpió: «Ha dicho cien mil ¿he oído bien?» La cifra le dejó tan sorprendido como a mí, cuando la leí en una publicación reciente. La cifra es correcta, porque la ha confirmado –y nadie la ha desmentido– el observador permanente de la Santa Sede en las Naciones Unidas. Durante la 23 sesión del Consejo de Derechos Humanos, del pasado mes de mayo, Silvano Tomassi afirmó: «Una investigación reciente ha llegado a esta conclusión impactante: más de cien mil cristianos son asesinados cada año debido a su relación con la fe».

Sólo en agosto de 2008, en la India fueron asesinados 500 cristianos. En enero de 2012 hubo un atentado en una iglesia de Nigeria donde murieron cuarenta personas y en todo el año 2011 fueron asesinadas 550. Entre 2003 y 2012 han emigrado de Iraq seiscientos cincuenta mil cristianos y desde 2003 han sido asesinados dos mil. En Egipto, la situación de los cristianos ha empeorado con la subida al poder de los Hermanos musulmanes.

En Occidente no se dan este tipo de casos. Sin embargo, hay leyes y prácticas que limitan también la libertad religiosa. Un informe sobre Intolerancia y Discriminación presentado recientemente en Tirana (Albania), en una Conferencia de Alto Nivel de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), presentó 169 casos llamativos de intolerancia contra los cristianos en la Unión Europea durante el año 2012.

Esta intolerancia no se refiere exclusivamente a cuestiones meramente religiosas. El espectro es más amplio y se centra en estos cinco aspectos fundamentales: la libertad de conciencia, la libertad de expresión, la libertad de reunión y asociación, las políticas de igualdad y los derechos de los padres a la educación de sus hijos. Por ejemplo, la objeción al aborto o a la dispensación de anticonceptivos representa un serio problema para los profesionales de la salud que se oponen a estas prácticas en diversos países. Así mismo, encuentra un freno severo quien disiente de entender la homosexualidad como una práctica normal y sin reparos éticos. También hay poca tolerancia con las manifestaciones pacíficas pro-vida ante las clínicas abortistas.

En una obra colectiva, publicada por la universidad de Georgetown (EE.UU), un grupo de expertos defiende que la libertad religiosa es nuclear para la dignidad humana, la democracia y la paz mundial. Por eso, no sólo es un derecho humano que hay que defender, sino también una necesidad de los estados para su propia seguridad y pervivencia. Por lo que respecta al cristianismo, esto tiene una vigencia más especial. Porque, como sostiene por ejemplo Haro en su libro sobre «Cristianos y leones», esta confesión supone un freno al poder omnímodo de las dictaduras que penalizan el ejercicio del derecho a la libertad religiosa.

En este sentido, no puedo menos de recordar una anécdota del Beato Juan Pablo II al Pontificio Consejo para la Familia, donde yo trabajaba entonces. En una reunión sobre los derechos de la familia nos dijo: Hay que defender la libertad religiosa con todos los medios pacíficos a nuestro alcance, porque se trata de un derecho no sólo fundamental sino fundamentalísimo; uno de los primeros derechos. El Papa se refería, y así hay que entender ese derecho, no sólo a la libertad para ir a una iglesia y participar en los cultos religiosos que en ella se celebran, sino para orientar las diversas facetas de la vida: la profesión, la familia, las relaciones sociales, los acontecimientos deportivos, literarios, artísticos, las leyes… según las propias creencias. Evidentemente, respetando las opciones legítimas de los demás, incluidos los que no tienen ninguna creencia.

Clausura del Año de la Fe en Burgos

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Iglesia del Carmen – 23 noviembre 2013

Nos hemos congregado aquí para clausurar el Año de la fe en nuestra diócesis. No podíamos elegir otro marco mejor: la fiesta de Cristo, Rey del Universo, que recapitula el dominio de Dios sobre todas las cosas y nuestra incorporación gozosa a ese reino y la celebración de la Eucaristía para responder con un agradecimiento justo y adecuado a tantas gracias que Dios ha derramado sobre nosotros a lo largo de este camino que comenzamos hace ahora poco más de un año. Sin miedo a exagerar podemos decir ahora que Dios se ha volcado sobre nuestra diócesis. ¡Cuántas indulgencias plenarias lucradas a nivel personal y parroquial, cuántas confesiones y comuniones, cuántos obras de caridad y de servicio al prójimo, cuánto crecimiento hacia adentro, con la plegaria insistente: «Señor, yo creo, pero aumenta mi fe»! Demos, pues, gracias a Dios.

Sin embargo, esta lluvia de gracias que hemos recibido no puede quedar en un acontecimiento puntual y del pasado. Al contrario, tiene que lanzarnos hacia el futuro para encararle con absoluta confianza y con inmenso gozo. Por eso, más que clausurar el Año de la Fe, esta celebración inaugura un nuevo tiempo, para ser mejores evangelizadores, hoy y aquí, en íntima comunión eclesial, y a nivel personal y comunitario.

El Plan Diocesano «Seréis mis testigos» –que acabamos de aprobar–, es la hoja de ruta para este nuevo camino que comenzamos hoy. No voy a repetir ahora lo que en él está indicado. Pero sí quiero hacer algunos subrayados.

El primero y más importante es que deseo que entre todos hagamos una diócesis mucho más evangelizadora y mucho más misionera, centrada en la persona de Jesucristo. No tenemos oro ni plata para resolver todos los problemas materiales que acucian a tantos hermanos nuestros. Pero tenemos a Jesucristo. ¡Ese es nuestro tesoro y ese es el tesoro que hemos de ofrecer a los demás! Como nos ha recordado el Vaticano II, «el misterio del hombre encuentra únicamente su respuesta en el misterio del Verbo Encarnado» (GS 22).

El hombre y la mujer de hoy tienen muchas necesidades y están agobiados por múltiples problemas. Pero en el fondo, lo que el hombre y la mujer de hoy buscan por encima de todo –aunque sea de modo inconsciente– es a Dios, es a Jesucristo. Nosotros hemos tenido la inmensa suerte de conocerle y haber sido alcanzados por su amor. Tenemos la experiencia de que sólo Él colma las aspiraciones y da respuesta a las grandes preguntas del corazón. Como los Apóstoles tenemos la experiencia de que Jesús vive, que está entre nosotros, que es nuestro compañero de camino. Esta experiencia es la que hemos de comunicar a los demás.

Todos estamos, por tanto, invitados, más aún urgidos a anunciar con nuevo empuje y convicción la Persona de Cristo, muerto y resucitado. El Papa Francisco –el pasado domingo– nos ha señalado el horizonte hacia el que caminar: «Hay que salir de la propia comunidad y atreverse a llegar a las periferias existenciales que necesitan sentir la cercanía de Dios. Él no abandona a nadie y siempre muestra su ternura y su misericordia inagotables. Pues esto es lo que ha que llevar a toda la gente». ¡¡Pensad en tantas periferias existenciales que ha creado la inestabilidad en el compromiso matrimonial, el divorcio, el aborto, el abandono de los ancianos por sus hijos, la convivencia en pareja sin estar casados, el paro, la crisis económica, la inmigración, la droga y el alcohol, la tristeza de tantísimos jóvenes sin ganas de vivir!!

El Papa Francisco nos entregaba la falsilla sobre la que trazar nuestra evangelización. La tarea evangelizadora supone mucha paciencia, mucho sosiego para cuidar el trigo sin perder la paz por la cizaña, saber presentar el mensaje cristiano de forma serena y gradual, comenzando por lo más esencial y lo más necesario. Lo primero y más necesario es anunciar que Dios nos ama, que nos ha entregado a su Hijo Jesucristo, que en ese Hijo nos da la prueba más evidente de que nos quiere y desea nuestra salvación.

Sin embargo, esto no quiere decir que nuestra evangelización deba ser rutinaria o repetitiva. Todo lo contrario. Estamos en un nuevo escenario; un escenario que es muy distinto del que hemos conocido hasta ahora. Por eso, nuestra evangelización ha de tomarse al pie de la letra estas palabras del Papa: «Debe esforzarse por ser creativa en sus métodos. No podemos quedarnos encerrados en los tópicos del ‘siempre se hizo así’».

Los primeros convocados a la acción evangelizadora de nuestra iglesia diocesana son las familias. La familia es la iglesia doméstica y los padres son los primeros trasmisores de la fe a sus hijos. Como ha recordado con insistencia el Magisterio de los últimos Papas y confirma la experiencia de todos los tiempos, la educación religiosa que se realiza en la familia es insustituible. De tal modo, que si ella falta, la suplencia que realizan las otras dos instancias educativas: la parroquia y el colegio, nunca colma del todo ese vacío.

Son los padres quienes han de despertar la fe de sus hijos. Son los padres los que han de rezar con los hijos, participar en la misa del domingo con ellos, darles los criterios cristianos básicos, ayudarles a descubrir la vocación a la que Dios les llama y ayudarles y secundarla. En una palabra: la familia es la primera y gran educadora de la fe. Así ha sido durante siglos. Pero esa cadena se ha roto en muchísimos casos. Dios nos llama a pedir luces, a tener imaginación, a renovar esfuerzos para ir creando familias que sean las células de nuevas comunidades cristianas.

Evidentemente, soy yo –como obispo– y vosotros presbíteros –como indispensables colaboradores– los primeros impulsores de esta nueva etapa evangelizadora a la que Dios nos convoca. Somos nosotros los que primero tienen que ayudar a las familias en su tarea de trasmitir la fe; y a los seglares, en general, para que sean fermento en medio del mundo en el que viven: la propia familia, el trabajo, la cultura, el deporte, la política, etc. Hemos de pedir al Señor que nos enseñe a caminar más cerca de la gente, a enardecer su corazón, a entrar en diálogo con sus ilusiones y sus temores. En esta tarea apasionante, no podemos regatear esfuerzos, atenciones y acompañamiento.

Y junto al Obispo y los presbíteros los catequistas que hacen –como lluvia mansa y fecunda– que el misterio de Cristo anide en los corazones desde muy temprana edad.

Los consagrados y consagradas tenéis también una tarea preciosa que desarrollar. El Papa Francisco decía también el domingo pasado refiriéndose a vosotros: «Pido a los consagrados y consagradas que sean fieles al carisma recibido, que en su servicio a la Santa Madre Iglesia jerárquica no desdibujen esa gracia que el Espíritu Santo dio a sus fundadores y que deben trasmitir en toda su integridad. Es esa la gran profecía de los consagrados. Seguid adelante –concluía el Papa– en esa fidelidad creativa al carisma recibido para servir a la Iglesia».

La diversidad de carismas no es un problema sino una riqueza. La pluralidad de carismas sirve para presentar de modo más completo y más nítido el rostro de la Esposa del Espíritu Santo. Por eso, no sólo no hay que tenerles miedo o recelo sino acogerlos y potenciarlos con amor. ¡Abracemos todos con amor la gran variedad de carismas religiosos que hay en nuestra diócesis!

Queridos hermanos: un inmenso y apasionante panorama evangelizador se abre ante nosotros. Dios nos convoca a revitalizar la Iglesia y a salir a todas las encrucijadas del mundo a anunciarles la gran noticia de que Dios les ama y que Jesucristo ha muerto por todos. El martes será publicada la exhortación postsinodal «Evangelii gaudium», «El gozo del evangelio». Estemos muy atentos, porque el Papa Francisco no nos defraudará con sus propuestas.

¡Virgen del Carmen: a tu sombra clausuramos este Año de gracia, que ha sido el Año de la fe. Míranos con especial ternura; haznos conocer más y mejor a Jesucristo; enséñanos a hacer lo que él nos diga; aumenta nuestro celo; danos la audacia que necesitamos para emprender caminos nuevos; y, sobre todo, haz que sintamos tu amor de Madre. Señora nuestra, estrella de la evangelización: en tus manos ponemos la nueva evangelización de nuestra diócesis y la de toda la Iglesia!

Importantes acontecimientos diocesanos

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Cope – 17 noviembre 2013

Celebramos hoy en toda España el «Día de la Iglesia Diocesana», bajo el lema «La Iglesia con todos, al servicio de todos». Como es lógico, los cristianos de Burgos también nos unimos a esta efeméride con nuestra oración, con nuestra aportación para hacer frente a tantas necesidades que la crisis económica ha agrandado y agudizado y con nuestro compromiso de vivir y difundir el Evangelio de Jesucristo en nuestros ambientes familiares, profesionales y sociales. En última instancia, se trata de un «Día» especial para tomar conciencia de que nuestra fe no la vivimos de modo aislado e independiente sino en comunión con los demás hermanos y con los pastores legítimos.

Pero ese «Día» no agota nuestra toma de conciencia y nuestra vivencia de que somos Iglesia. Es, más bien, un momento fuerte para impulsarla y vivirla a lo largo de todo el año. Un modo concreto es conocer los acontecimientos que en ella van teniendo lugar, pues lo que no se conoce, no se ama. Por eso, me parece muy oportuno hablar hoy de algunos acontecimientos que tendrán lugar estos días en nuestra diócesis. Concretamente, el «Encuentro Diocesano de Catequistas», la Clausura del Año de la Fe, el nuevo Plan Diocesano de Pastoral y la encuesta sobre la familia que nos ha enviado la Secretaría del Sínodo.

El Encuentro de Catequistas tendrá lugar el sábado próximo, 23, por la mañana, en el Seminario. Comienza a las 10,30 y concluye después de la comida. Los actos principales son: una conferencia de don Jesús Higueras, Párroco en Madrid, unos talleres de estudio-reflexión y una puesta en común. Es una buena oportunidad para iniciar a los nuevos catequistas y mejorar la formación de los ya veteranos en toda la diócesis. La catequesis, que fue siempre una tarea prioritaria de la Iglesia, hoy tiene una importancia excepcional, dada la ignorancia religiosa de amplios sectores y la necesidad de conocer nuestra fe para poder vivirla y comunicarla. Sería muy deseable que participaran no sólo los que ya son catequistas sino quienes desean serlo o, cuando menos, no descartan esta posibilidad.

La Clausura del Año de la fe tiene lugar a continuación, pero en la iglesia del Carmen. A las 4,30 nos concentraremos en el Paseo del Empecinado y seguidamente entraremos en la iglesia para celebrar una solemnísima Eucaristía en la que participarán sacerdotes y fieles de toda la diócesis. Los responsables la han preparado con mucho detalle y esperan que sea un acto profundamente religioso y apostólico.

El nuevo Plan Diocesano de Pastoral acaba de editarse y se irá presentando en arciprestazgos y parroquias. Se titula «Seréis mis testigos» y se llevará a cabo en el trienio 2013-2016. Su «Objetivo General» es «impulsar la nueva evangelización en nuestra diócesis». Para realizarlo se contemplan diversas líneas de actuación en un doble proceso: desde la vida a la fe y desde la fe a la vida. Algunas líneas tienen especial importancia, como «anunciar la Buena Noticia en tiempos de crisis» (1ª), el primer anuncio (2ª), la pastoral de adolescentes y jóvenes (5ª) y parroquias evangelizadoras (6ª). Puede adquirirse en la Librería de la Casa de la Iglesia.

Por último, el Secretario General del Sínodo de Obispos ha remitido a todas las diócesis una encuesta sobre la familia, para que se estudie y se envíen propuestas de acción sobre los desafíos pastorales que tiene planteados la familia. Ya la han recibido los párrocos.

Mañana, lunes, comienza la Sesión Plenaria de la Conferencia Episcopal. Entre los asuntos del día figura la presentación y estudio de una Instrucción que acompañará al Catecismo «Testigos del Señor», que aparecerá en breve. En el capítulo de elecciones, la más importante es la del Secretario General, que hasta ahora era monseñor Martínez Camino. Os agradezco que nos acompañéis con vuestra oración y con vuestro afecto.