Odontología Solidaria del Hospital San Juan de Dios regala sonrisas a personas vulnerables

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La Clínica Odontología Solidaria Burgos, con sede en el Hospital San Juan de Dios de Burgos, en un local con entrada por Los Cubos, ha devuelto la sonrisa a más 700 personas en situación de vulnerabilidad social desde su apertura el 7 de agosto de 2019. Los voluntarios que son el motor del proyecto –nueve higienistas dentales y cuatro protésicos– atendieron en 2022 a 258 adultos y 20 menores con escasos recursos económicos –el 63 por ciento con rostro femenino– frente a los 232 y 24 de 2021 y a los 110 y 15 de 2020. Seis de cada diez –hasta 166– fueron derivados por los centros de acción social (CEAS), mientras que el resto de pacientes llegaron a iniciativa de los equipos de trabajo social de salud (83) y de entidades del tercer sector de acción social (29). Asimismo, un tercio de ellos (97) tenían más de 65 años.

 

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La Fundación Odontología Solidaria cuenta, en su clínica dental de Burgos, con 193 pacientes en lista de espera cuando, hace justo un año, no llegaba al centenar. Y es que su número no ha dejado de crecer a consecuencia de una situación socio-económica que se ha resentido considerablemente a raíz de la pandemia de coronavirus. «La demanda es altísima, solo podemos llegar a una ínfima parte», lamenta su promotor, el dentista José Manuel Díaz.

 

El Atlas de la Salud Bucodental en España, publicado en 2022, pone de relieve que somos el país de Europa con más dentistas, pero es donde menos se acude a ellos. «Aunque en las últimas tres décadas ha mejorado mucho la asistencia al odontólogo, es cierto que sigue habiendo un porcentaje importante que no nos llega y que pertenece a las comunidades más desfavorecidas, excluidas y marginadas de la sociedad», precisa en un intento por explicar cómo el buen o mal estado de la boca tiene mucho que ver con el código postal.

 

Un fiel reflejo de la salud general

 

La Clínica Odontología Solidaria de Burgos se une a las que la fundación ya tiene en Madrid, Valencia, Granollers, Zaragoza, Málaga, A Coruña, Badajoz y Albacete. La entidad, de la que Díaz fue presidente de 2002 a 2010, surgió en 1992 de la necesidad de ayudar a las personas más golpeadas por la crisis a mantener una correcta salud bucodental, clave también para prevenir otras enfermedades más graves como trastornos cardiovasculares y respiratorios.

 

«La boca es la puerta de entrada de microorganismos, virus y bacterias a nuestro cuerpo», recuerda Díaz sin dejar pasar por alto que, más allá de las patologías de las encías y los dientes, “el dentista puede detectar úlceras provocadas por infecciones como el VPH o diagnosticar un cáncer de la cavidad oral».

 

Este recurso, el primero de la Comunidad de estas características, funciona gracias al respaldo del Colegio de Odontólogos y Estomatólogos de la VIII Región. El tratamiento es preventivo, nunca estético, y tampoco incluye extracciones ni implantes. La visita tiene un precio simbólico de 15 euros.

 

En este sentido, realizan tratamientos conservadores como empastes, desvitalizaciones o endodoncias y prótesis removibles. «Hay personas que, al verse con dientes, se emocionan», señala. En el caso de los menores buena parte los cubre la Gerencia Regional de Salud (Sacyl), pero hay casos complejos en los que se precisan de ortodoncias funcionales para una masticación correcta, con casos complejos y graves. En estos momentos se está tratando una veintena de estos casos. Mediante el ejemplo de sus programas asistenciales y de prevención, que demuestran la viabilidad y sostenibilidad de sus acciones, la Fundación Odontología Solidaria insta a las administraciones públicas a satisfacer las necesidades de los colectivos más necesitados empleando los recursos de la forma más eficaz y eficiente posible.

La educación cristiana de los hijos

por redaccion,

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

«Como nos enseña la experiencia diaria, educar en la fe hoy no es una empresa fácil. Así, tanto los padres como los profesores sienten fácilmente la tentación de abdicar de sus tareas educativas y de no comprender ya ni siquiera cuál es su papel, o mejor, la misión que les ha sido encomendada». Detrás de estas palabras, pronunciadas por el Papa Benedicto XVI en 2007, durante el Convenio de la Diócesis de Roma, deseo traer al presente un tema fundamental con respecto a la educación cristiana de los hijos: hemos de ser transmisores de los principios que fundamentan la vida en la verdad y el bien.

 

Una educación que tenga en su raíz la presencia amorosa de Dios, con un sentido auténtico de pertenencia a una familia que nos acompaña, la Iglesia, hará del encuentro con Cristo una relación que llena siempre de ánimo y esperanza. Aunque sobrevenga cualquier temporal, quien ha experimentado en algún momento de su vida el amor de Dios, no podrá borrar de su corazón a Quien le entregó su vida en la cruz.

 

En esta admirable tarea educativa de poner los principios del humanismo cristiano como base de la educación, pienso en tres pilares fundamentales: los padres y su responsabilidad primordial; la colaboración subsidiaria de la Iglesia y las administraciones y el servicio ofrecido por los colegios de titularidad diocesana o de congregaciones religiosas y entidades católicas; y la importancia de inscribir a los niños y jóvenes a la clase de Religión también en los centros de titularidad estatal. Todos ellos los considero públicos pues están abiertos a todos, sin exclusión.

 

Los padres son los primeros responsables de la educación de los hijos, en cuanto que la educación pertenece a su dimensión generativa indelegable: engendrar personas y llevarlas a su plenitud. ¿Acaso se enciende una lámpara para meterla bajo el celemín? (cf. Mt 5, 13-16). Vosotros sois la luz cotidiana que ilumina la vida de vuestros hijos. De este modo aparecen ante sus ojos y su corazón tantas obras de amor y entrega que realizáis por ellos porque solo la entrega sin medida deja la huella imborrable de quien es capaz de amar sin límite.

 

Bendecid con ellos la mesa, acompañadles a la Eucaristía, rezad a su lado, habladles de Jesús, enseñadles a compartir, contadles cómo ha cambiado vuestra vida al encontraros con Él… Vuestra palabra y ejemplo son, sin duda alguna, la mejor escuela de amor, humanización y socialización.

 

En este sentido, junto a la misión de los padres, es decisiva la colaboración subsidiaria de otras entidades, como la Iglesia y las administraciones, quienes han de ayudar con competencia y responsabilidad en esta tarea, promoviendo la libertad de los padres. Cómo no agradecer a tantos maestros y profesores su profesionalidad y entrega en el desempeño de su trabajo.

 

La tarea de los cristianos en este mundo es «abrir espacios de salvación, como células de regeneración capaces de restituir linfa a lo que parecía perdido para siempre», recordaba el Papa Francisco en la audiencia general del 4 de octubre de 2017. Desde este horizonte cargado de sentido, hago memoria del servicio ofrecido por los colegios de titularidad diocesana o de congregaciones religiosas y entidades de inspiración católica. Los colegios católicos se ofrecen para ayudar a las familias a educar en esta hoja de ruta de quienes deben sembrar el mundo de bien y esperanza.

 

Y el siguiente eslabón de esta cadena entrañable es el servicio que prestan los profesores de Religión. ¿Para qué sirve esta asignatura? Para conocer la cultura en la que está enraizado nuestro Pueblo, para aprender a amar al prójimo con respeto, cuidado y compasión, para vislumbrar el camino que lleva a la felicidad, para construir un mundo fraterno y esperanzado, para rescatar a quienes viven en pobrezas y olvidos, para vivir en el bien, la verdad y la libertad y, todo ello a partir del conocimiento profundo de Jesús, Hijo de Dios encarnado, que pasó la vida haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal (Hch. 10, 38).

 

Le pedimos a la Virgen María que acompañe, en todo momento, la educación cristiana de los hijos. ¡Qué importante es que tanto los niños como los jóvenes aprendan que el cristiano es un misionero de esperanza! No por nuestros méritos, sino siempre por la gracia y el amor de Dios.

 

Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.

 

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos

«Sin educación no se puede enseñar»: la norma de Andrés Manjón

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Andrés Manjón

Fotografía del periódico La Esperanza

 

«Andrés Manjón fue un pedagogo de finales del siglo XIX y principios del XX que creó una teoría pedagógica y la llevó a cabo en sus escuelas, las escuelas del Ave María, que estaban dirigidas principalmente a la escuela social, porque era un momento en el que había muchos alumnos en una situación muy desfavorecida». Estas son las palabras de María Luisa Peña Manjón, sobrina del sacerdote burgalés, natural de Sargentes de la Lora, quien ha hablado acerca de la vida y obra de su tío y de su dedicación para con los más desfavorecidos de la sociedad del momento.

 

María Luisa dice que su teoría pedagógica se basa en la interacción del maestro y el alumno para conseguir un mayor desarrollo de las facultades intelectuales y físicas, y de esta forma, educar enseñando. «Sin educación no se puede enseñar, esa era su norma». Esta teoría pedagógica, afirma ella, sigue estando en la actualidad, puesto que «si tratamos de educar al alumno tendremos que formar su voluntad y su carácter, y esto es entonces y ahora, es decir, está en pleno vigor».

 

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Respecto a la educación que están recibiendo las futuras generaciones, María Luisa cuenta que su tío estaría muy descontento y que le pondría muchos peros al actual modelo, ya que era alguien que criticaba a todo el mundo cuando las cosas no estaban bien, además, siempre tenía que mirar qué es lo que podía hacer para mejorarlas. «El maestro hace a la escuela, y quien educa a un hombre influye en todos sus descendientes, pero el que educa a un pueblo influye en todos sus destinos».

 

El ya venerable Andrés Manjón se encuentra en proceso de la canonización por haber practicado, en palabras del papa Francisco, las virtudes evangélicas en grado heroico. Sin embargo, para continuar este largo proceso son necesarios más milagros y oraciones, aunque, destaca María Luisa, para muchas personas Andrés Manjón ya es santo.

 

Su sobrina termina contando el valor que tuvo como escritor, llegando a ser candidato al Premio Nobel de Literatura. «Fue un hombre muy avanzado a su tiempo, un gran intelectual que no solo escribió libros, sino que también fue periodista y escribía en muchas revistas. En ese momento escribía afianzándose en los problemas de la sociedad y en cómo podían resolverse».

 

La próxima semana, con motivo del centenario del fallecimiento del sacerdote burgalés, se ha organizado un ciclo de conferencias que ensalzará su figura, con la participación de Antonio Almendros, presidente de la fundación Patronato de las Escuelas del Ave María; Andrés Palma, de la Universidad de Granada; Mateo Arias, director de la casa Museo del Padre Manjón y Pablo Celada, de la Universidad de Burgos.

Voluntarios que custodian el pasado

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Fue el concilio de Trento el que obligó a los párrocos de todo el orbe, a mediados del siglo XVI, a anotar y custodiar diligentemente los libros que fuesen necesarios para dejar constancia del ejercicio de su ministerio en sus respectivas parroquias, principalmente en lo referente a la administración del sacramento del bautismo, los matrimonios y las defunciones, así como el cumplimento pascual de los feligreses y otros libros de cuentas. Con todo, el concilio no hizo sino convertir en norma una práctica que ya era habitual en algunas parroquias desde hacía tiempo. En Burgos, sin ir más lejos, la parroquia de Nofuentes registró el primer bautismo datado en la diócesis, con fecha de 1494. De la zona de la Bureba, por su parte, procede el registro matrimonial más antiguo, firmado en 1502.

 

Desde entonces, las parroquias han generado un ingente material documental que la Iglesia se ha encargado de custodiar con esmero. La inmensa mayoría de esos documentos –unos 60.000 volúmenes– se almacenan ahora en el archivo diocesano, el lugar donde la historia de la Iglesia burgalesa es accesible a todo el mundo. A excepción de algunas parroquias como las de Miranda de Ebro, Covarrubias, Santo Domingo de Silos, Medina de Pomar, Puentedura, Mecerreyes o Pradoluengo, todas las demás (más del 90% del total) han depositado allí sus libros, que crecen cada día con la aportación de nuevos documentos. Los últimos en incorporarse han sido los de Lerma. Además de este fondo sacramental, el archivo cuenta con otra sección que recoge la documentación generada por la propia diócesis, y entre los que se encuentran bulas de Papas, documentos de los obispos de la Conferencia Episcopal, patrimonio cultural, documentos sobre órdenes religiosas, etc. Así, los libros de fábrica, de tazmías, de apeos, de matrícula, etc., se acumulan para dar cuenta de la vida de la Iglesia a lo largo de los siglos.

 

De este modo, este archivo se ha convertido en un servicio público que la archidiócesis presta a todos los amantes de la historia. Y no solo. Hasta allí acuden cada día numerosas personas en busca de pistas de sus ancestros y los lugares donde estos nacieron y murieron.

 

Así lo hizo durante más de 10 años Ana Núñez, quien venía desde Oviedo dos veces al año para entrelazar las hojas de su árbol genealógico. Cuando en 2014 se asentó definitivamente en Burgos tuvo noticia de que el archivo diocesano cambiaba de ubicación y se enroló como voluntaria para trasladar durante siete agotadoras semanas libros y legajos al nuevo emplazamiento en la Facultad de Teología, unas modernas instalaciones que permiten la conservación de los documentos en óptimas condiciones de humedad y temperatura y a prueba de incendios.

 

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Y es que si de algo puede presumir el archivo diocesano de Burgos es de su pequeño ejército de voluntarios que ayudan en sus trabajos a los archiveros oficiales, Fernando Arce, el director, y Miguel Ángel Sáiz, director adjunto. Junto a Ana Núñez, otros nueve voluntarios más se encargan de las tareas de este lugar, que van desde la catalogación y clasificación de documentos a su traslado a la sala de investigadores o la digitalización de los mismos, así como atender peticiones de partidas sacramentales que llegan a través del correo electrónico, cada vez más numerosas.

 

Núñez es la encargada de recepciones estas peticiones. Bucea entre las estanterías hasta encontrar –o no– las partidas solicitadas. Después las registra, las procesa y las envía a sus destinatarios. Las partidas legalizadas han de transcribirse de forma literal y necesitan un sello de la vicaría general para tener validez. Las partidas literales son, simplemente, una copia escaneada del documento original. En lo que va de año, han recibido 150 solicitudes de partidas sacramentales. La inmensa mayoría, para trazar genealogías. Otras –24 en total– como un justificante con el que los descendientes de exiliados de la guerra y la dictadura pueden obtener la nacionalidad española.

 

A veces, las peticiones quedan desiertas, pues no se pueden rastrear con exactitud. En numerosas ocasiones no se tiene conocimiento de la parroquia exacta de nacimiento y es prácticamente inviable dar con ellas en un océano con millones de documentos. Bien lo sabe Ana Díez, la última en sumarse al grupo de voluntarios y encargada, junto a Núñez, de este servicio. «Facilitamos a las personas que no pueden venir en persona los datos que nos solicitan por correo electrónico. Últimamente estamos ayudando mucho a los extranjeros que quieren solicitar la ciudadanía española porque tienen algún antepasado español y necesitan partidas legalizadas para presentarlas en sus respectivas embajadas o consulados».

 

Las dos Anas aseguran que su trabajo como voluntarias «engancha» y que, «si fuera necesario pagarían por serlo». Las dos sintieron el gusanillo por la historia indagando sobre sus orígenes y el contacto con otros voluntarios ha hecho que se sientan «como una gran familia». Dedican entre tres y cuatro días por semana a realizar diferentes trabajos –hasta visitas guiadas– y lo hacen con gusto y vistiendo una sonrisa en sus rostros. «Yo vine a Burgos a buscar a mis ancestros y es algo que engancha», sostiene Núñez. Para Díez el archivo es «su casa»: «Me gusta mucho los libros, intentar mantenerlos y conservarlos, digitalizar, sacar información»… Y así, sin quererlo o no, estos voluntarios mantienen con vida la historia de la Iglesia en Burgos.

 

«Los que quieran respetar esta vida son bienvenidos»

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«Yo he tomado una decisión y eso me vale. La gente que quiera tomar parte de esta vida que yo he decidido traer al mundo, que se quede, es bienvenida. Pero la gente que ha decidido no estar, que se aparte». Son las palabras que pronuncia con aplomo Maider, para quien sacar adelante su embarazo, en medio de presiones para que abortara, ha sido complejo. Entiende que haya mujeres que se decanten por el aborto y critica que, tanto si se opta por una decisión o por otra, «una parte de la sociedad siempre se va a oponer y te va a juzgar». Ella ha optado por la vida y le duelen las presiones, las miradas y hasta los «pésames» recibidos en los últimos meses por haber traído una nueva vida a este mundo. «Pero es mi decisión y no me arrepiento», sostiene con rotundidad mientras amamanta a su bebé, nacido el pasado 28 de noviembre, de grandes ojos verdes y escondido en un simpático abrigo con forma de osito.

 

Eki –que significa Sol en euskera– vino al mundo de modo totalmente inesperado. Hace un par de años, Maider se divorció de su anterior matrimonio, con el que tuvo dos hijos. Conoció entonces a otra persona y comenzaron una relación con «tan buena puntería» que se quedó embarazada. «Yo no sabía si reír o llorar», recuerda. En un principio, su intención fue seguir adelante con el embarazo, pero las presiones del progenitor le hicieron plantearse abortar.

 

Escucha aquí su historia

 

«Me dijo que estaba haciendo una locura y que le iba a amargar la vida. Que en nuestra situación no lo podíamos tener», explica serena Maider. «Me dijo que si lo quería tenía que abortar; pero yo le dije que si él me quería a mí se tendría que quedar conmigo y sacar esto adelante; que esto era cosa de ambos». Durante el embarazo, él iba y venía, hasta que, después de dar a luz, desapareció. «Yo nunca le llamo padre, porque para ser padre hay que estar, ocuparse y preocuparse. Eki solo lleva su apellido, pero no es un padre que sea un apoyo emocional para el niño. Yo digo que mi hijo tiene, simplemente, un progenitor», lamenta.

 

El punto de inflexión llegó en el IVE, el centro de «Interrupción Voluntaria del Embarazo». La matrona le trasladó que el bebé «estaba sano» y Maider pensó que era una locura acabar con su vida. No quería revivir los difíciles momentos por los que atravesó años atrás, cuando sufrió un aborto de forma natural: «A mí aquel aborto me dejó una huella a nivel psicológico. Te acuerdas del día que lo perdiste, el día que te hiciste el test de embarazo, el día en que tenía que haber nacido… Y esto está ahí siempre, siempre te acuerdas; nunca se olvida. No quería volver a tomar pastillas y estar medicada de nuevo. Tener que pasar por eso es doloroso», revela.

 

Adelante con otros apoyos

 

Así que a sus 43 años, Maider decidió proseguir con el embarazo y ser mamá de nuevo. De esta forma, intentó poner en práctica lo que tantas veces había descubierto en casa de sus padres, en un pueblo de Guipúzcoa, de donde procede: «La vida a veces se planifica, pero otras se improvisa. Y a mí me ha tocado improvisar; no era algo planificado pero hay que seguir el camino que la vida te va marcando. Y cuando improvisas, a veces las cosas también salen bien, y ahí está».

 

Maider ha contado con el respaldo «primordial» de sus padres, que la han apoyado en todo momento, de sus «amigos de verdad» y de sus otros dos hijos, de 13 y 7 años: «Ambos están encantados. El mayor me dijo que no me preocupara, que iba a querer al bebé», mientras la pequeña se apaña en echarle una mano en el cuidado del niño.

 

Junto al respaldo emocional, Maider está recibiendo también apoyo logístico, con la entrega de pañales, cochecito, cuna, productos de higiene y ropa por parte de Redmadre, la asociación que acompañó el año pasado a 192 mujeres en Burgos con diferentes problemáticas durante la gestación y el post parto.

 

«Eki no ha sido un niño deseado ni buscado, pero sí es un niño muy querido. No me arrepiento de haberlo traído; me habría arrepentido de haber abortado», insiste Maider. «Yo le quiero por mí y por su progenitor y por todos los que no están. Y todos los que quieran respaldar esta vida son bienvenidos».