«Semana Santa, la entrega de Cristo por amor»

por Natxo de Gamón,

santísimo cristo de burgos domingo de ramos

 

Escucha aquí el mensaje de Mons. Iceta

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

«Bendito el que viene en nombre del Señor. ¡Hosanna en el cielo!» (Mt 21, 9). Hoy, con el Domingo de Ramos, comenzamos la Semana Santa: el momento litúrgico más importante de todo el año, cuando celebramos los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor Jesús.

 

Me gustaría recorrer estos días tan especiales junto a vosotros, caminando a vuestro lado, llevando la cruz, padeciendo los mismos sufrimientos y compartiendo las mismas alegrías del Señor, hasta el Domingo de Pascua.

 

Como preparación para esta Semana, os animo a celebrar el sacramento de la Penitencia, para morir al pecado y resucitar con Cristo, y agradecerle, así, el don de su infinita misericordia para nuestra debilidad y miseria.

 

Comenzar por la compasión es la mejor propuesta del camino cristiano, como ha destacado en multitud de ocasiones el papa Francisco: «El perdón es el oxígeno que purifica el aire contaminado por el odio, el perdón es el antídoto que cura los venenos del rencor, es el camino para calmar la rabia y sanar tantas enfermedades del corazón que contaminan la sociedad” (Ángelus, 17-IX-2023).

 

Tras resucitar a una vida nueva para mirar el futuro con esperanza, poniendo en primer lugar a Dios y ya reconciliados con Él (2 Co 5, 20), nos adentramos en esta semana en la que acompañamos a Jesús en su entrega definitiva.

 

Hoy recordamos la acogida que el pueblo de Jerusalén concedió al Señor cuando hizo su entrada triunfal en la Ciudad Santa. Al grito de «¡Hosanna!», la multitud le daba una bienvenida entre ramos de palmas y de olivos y que, días más tarde, gritaría «¡Crucifícalo!».

 

Día tras día, nos vamos adentrando en este misterio de Salvación que nos recuerda que la mejor manera de ser fiel al mandato del amor es estando junto al oprimido y al que sufre, aunque nos cueste la propia vida.

 

Jesús, mientras pide al Padre en el Huerto de los Olivos que pase de Él ese cáliz, en el duro camino hacia el Calvario donde fue expuesto al mayor de los oprobios o cuando está clavado en la Cruz, aunque se siente abandonado, no cede a la desesperación, sino que se encomienza y confía mostrándonos el camino de la vida, la esperanza y la paz.

 

Y esta ha de ser nuestra tarea durante esta Semana: hemos de plantearnos por qué el Señor muere y resucita por nosotros, y no quedarnos en el sentimiento de profunda e incomprensible desolación que, en momentos, puede habitarnos. Detalle a detalle, nos adentramos en la entrega de Cristo por amor: un amor de piedad, compasión y ternura que ve en las personas rechazadas y excluidas los iconos vivos de Cristo, desde su Pasión, pasando por su Muerte, hasta su Resurrección, que es primicia de la nuestra.

 

«La humillación y la exaltación son la clave para comprender el misterio pascual y para penetrar en la admirable economía de Dios, que se realiza en los acontecimientos de la Pascua», señaló el papa san Juan Pablo II durante la celebración del Domingo de Ramos en el año 2000. Y cuando andemos agobiados por nuestros problemas, podremos contemplar cómo Cristo, abajado hasta una muerte de cruz y exaltado en la gloria a la derecha del Padre, «se ofrece a sí mismo como única respuesta válida», nos advertía el Papa santo, porque «no existe ninguna otra respuesta tan sencilla, completa y convincente».

 

Ponemos cada momento de esta Semana Santa en la maternal intercesión de la Virgen María, la Madre del Señor, que acompañó a su Hijo Jesús hasta el final, que se transforma precisamente en el principio de la creación nueva. Y le pedimos que nos permita acompañarla, de manera especial durante estos días de Pasión y Gloria, para celebrar –junto a Él, rebosantes de alegría– la gloria de la Resurrección.

 

Con gran afecto, os deseo una Semana Santa llena de gracia y de esperanza.

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos

«Díscipulos agradecidos en nuestra archidiócesis de Burgos»

por Natxo de Gamón,

La línea 105 XTantos llega a Burgos: apúntate para conocer la labor de la Iglesia

 

Escucha aquí el mensaje de Mons. Iceta

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

Hoy quisiera dirigirme de modo particular, con el corazón lleno de gratitud, a quienes formáis parte de la Iglesia diocesana burgalesa, por vuestra constante dedicación a la hermosa tarea de la evangelización, no sólo en vuestra vocación familiar, profesional y de implicación social para hacer presente en todos los ámbitos el Reino de Dios, sino también por vuestra participación activa y generosa que sostiene las múltiples iniciativas pastorales, educativas, culturales y caritativas que nuestra archidiócesis desarrolla.

 

Como bien sabéis, la labor de nuestra Iglesia diocesana es amplia y diversa, como podéis ver en el resumen que cada año presentamos en el portal de transparencia de la web de la archidiócesis. Contamos con 339 sacerdotes, 1.046 religiosos y 703 catequistas que atienden a nuestras 1.004 parroquias en la celebración de los sacramentos, principalmente la Eucaristía, la oración, la atención a mayores, enfermos y personas vulnerables, la predicación y la catequesis. En el ámbito educativo, gestionamos 23 centros católicos concertados que ofrecen formación a casi 19.000 alumnos, realizada por más de 1.700 profesionales, de los cuales 1.498 son docentes. La acción evangelizadora más allá de nuestras fronteras se hace presente en todos los continentes a través de 770 misioneros. Además, intentamos preservar y promover, con todos los medios de que disponemos y en colaboración con las administraciones públicas, nuestro inmenso y maravilloso patrimonio cultural, que incluye 97 bienes inmuebles de interés cultural, unos 1.700 templos y 18 festividades religiosas de relevancia regional y nacional.

 

En el área de la caridad y la justicia social, nuestra archidiócesis sostiene 59 centros dedicados a mitigar la pobreza, atendiendo a más de 9.600 personas. Promovemos instituciones que cuidan de personas mayores, enfermos crónicos y personas con discapacidad, así como centros de ayuda a emigrantes y refugiados, y programas específicos para menores y jóvenes en situación de vulnerabilidad. Estas obras se llevan a cabo gracias al esfuerzo conjunto de muchos profesionales y voluntarios, entre los que se encuentran 700 voluntarios de Cáritas presentes en todos los arciprestazgos.

 

Todo esto es posible gracias a la implicación personal corresponsable de tantas personas que, fieles al Evangelio, dedican su esfuerzo e ilusión a servir apasionadamente a la tarea de la evangelización, a hacer presente a Dios en todos los ámbitos donde se desarrolla la vida humana y a la atención a los más vulnerables, que son los preferidos del Señor.

 

La corresponsabilidad se extiende también al terreno económico, donde es preciso promover la transparencia y la autofinanciación. Con respecto a la transparencia, la archidiócesis ha implementado diversos programas, presentes en prácticamente todas sus parroquias e instituciones, que permiten dar a conocer en tiempo real de dónde procede y a qué se dedica hasta el último céntimo del presupuesto diocesano. La archidiócesis de Burgos se esfuerza por liderar este ámbito, ofreciendo información detallada y accesible sobre nuestras cuentas y actividades.

 

En el campo de la autofinaciación, aunque se van dando pasos, nos encontramos aún muy lejos de conseguirlo. Con los recursos propios, el grado de autofinaciación apenas alcanza el 32% de los recursos necesarios. Es por ello que la aportación a través de la X en la Declaración de la Renta se hace del todo indispensable para completar el presupuesto que posibilite desplegar toda la acción evangelizadora, educativa y de atención a tantas personas vulnerables dentro y fuera de nuestro territorio que realiza nuestra Archidiócesis de Burgos. Por eso me atrevo a pediros que en esta campaña de Declaración de la Renta no os olvidéis de ejercer esta corresponsabilidad marcando la casilla destinada a la Iglesia Católica. Este sencillo gesto no implica coste adicional para vosotros y representa una fuente vital de financiación para nuestras actividades, ya que, a día de hoy, la asignación tributaria es una de las principales vías de ingreso para la Iglesia diocesana burgalesa.

 

Agradeciendo vuestra generosidad y compromiso, os deseo una vivencia profunda del Misterio de la muerte y resurrección del Señor, que constituye el don del amor de Dios para toda la humanidad, de la mano de la Virgen María.

 

Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos

«La mirada del perdón desde el corazón de Cristo»

por Natxo de Gamón,

 

Mons. Mario Iceta: «La mirada del perdón desde el corazón de Cristo»

Foto: jcomp | Freepik.

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Queridos hermanos y hermanas:

 

Entrados ya en el tiempo litúrgico de Cuaresma como camino de conversión y reconciliación, nos seguimos preparando para la gran fiesta de la Pascua. Pero, para llegar a la tan esperada resurrección, hemos de recorrer la vía de la conversión, de la mano de la fe, la esperanza y la caridad. Este propósito supone arrepentirnos de nuestros pecados y volver a la fuente del amor para vivir más cerca del Sagrado Corazón de Cristo.

 

El color morado que dibuja nuestras celebraciones nos invita a cambiar de vida, a poner el perdón en el centro de nuestra existencia para reconciliarnos con Dios, con nuestros hermanos y con nosotros mismos. Nos llama a la esperanza de una vida resucitada tras el paso por la penitencia y la austeridad. «Podemos caminar en una vida nueva» (Rm 6, 4), escribe el apóstol de los gentiles a los primeros cristianos; esa vida que nos hace para siempre hijos de Dios.

 

Hoy deseo invitaros a abrir vuestro corazón al sacramento de la Reconciliación, recordándoos que aquellos que se acercan a este misterio de curación «obtienen de la misericordia de Dios el perdón de la ofensa hecha a Él» y, al mismo tiempo, «se reconcilian con la Iglesia, a la que hirieron pecando, y que colabora a su conversión con la caridad, con el ejemplo y las oraciones» (Lumen gentium, 11).

 

Todos necesitamos de la misericordia de Dios, que perdone nuestras ofensas (cf. Mt 6, 12) y nos reconcilie con lo pobre de nuestro ser, con Dios y con los hermanos, que es donde se manifiesta la incalculable riqueza de Cristo.

 

El Señor nos enseña continuamente que Dios siempre está a la espera, que nunca se cansa de perdonarnos: «¡Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón!», afirmó el papa Francisco en una homilía pronunciada durante la celebración de la penitencia en la parroquia romana de San Pío V, en marzo de 2024.

 

Él espera un pequeño paso nuestro para salir a nuestro encuentro, para celebrar la misericordia, para recibirnos en su Casa. A Él le gusta un corazón sincero donde inculcar sabiduría, para rociarnos con el hisopo que lava y limpia hasta dejarnos más blancos que la nieve (cf. Sal 50).

 

Este Salmo de la reconciliación es el comienzo de la transformación, donde quiere hacerlo todo nuevo. «Misericordia, Dios mío por tu bondad; por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado» (Sal 50, 3-4), rezan los primeros versos para concluir con la paz que serena y consuela el alma: «Los sacrificios no te satisfacen; si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado: un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias» (Sal 50, 18-19).

 

El Padre desea devolvernos la alegría de la salvación, renovarnos por dentro, crear en nosotros un corazón puro, sanar nuestros huesos quebrantados y abrir nuestros labios para que podamos proclamar sin miedo su alabanza. Y, para ello, nos espera en el sacramento de la reconciliación para entrar en su inmenso corazón lleno de misericordia. ¿No sería esta Cuaresma el momento de entrar?

 

Si nos asaltan las dudas y los miedos y nos cuesta dar el paso, acudimos a la ayuda materna, delicada y poderosa de la Virgen María. Ella, que sabe tanto de clemencia en medio de la adversidad, que acompañó y consoló a su Hijo al pie de la Cruz y abrazó con el perdón a quienes le crucificaron, nos ayudará a entrar en el sacramento de la reconciliación.

 

Dejémonos renovar por Cristo, acojamos el abrazo de su perdón con fe y, a partir de ese día, como la hemorroísa, nos bastará simplemente tocar su manto para que Él ampare el corazón al escuchar de sus labios: «Tu fe te ha curado. Vete en paz» (Mc 5, 34).

 

Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos

«El don de toda vida humana»

por Natxo de Gamón,

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Escucha aquí el mensaje de Mons. Iceta

 

Queridos hermanos y hermanas:

El 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación del Señor, cuando conmemoramos que el Hijo eterno del Padre asume nuestra humanidad en el seno de María para cumplir la promesa de la eterna salvación, celebramos la Jornada por la Vida.
Traemos al recuerdo el gran acontecimiento que cambió para siempre la historia de la humanidad: el arcángel Gabriel, enviado por Dios, anunciaba a una humilde doncella de Nazaret el plan salvífico del Padre, invitándole a ser la Madre del Hijo unigénito de Dios, el Señor Jesús.
Por eso, recordando este acontecimiento admirable, celebramos la jornada de la vida, porque es la fiesta de la Encarnación del Verbo de Dios. Que el Hijo del eterno Padre partícipe de la naturaleza humana, es la prueba por excelencia del inmenso amor de Dios por todos y cada uno de quienes formamos parte de la humanidad a lo largo de todos los tiempos.
Los obispos de la Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida afirman que «sólo en Jesucristo encontramos la verdadera respuesta a los anhelos más hondos». En este sentido, a la luz de la revelación y acorde al lema elegido – abrazando la vida, construimos esperanza–, reconocen que «descubrimos con asombro y agradecimiento que cada persona ha sido creada por amor y para amar».
Toda vida humana es un don que proviene del amor de Dios, una buena noticia que conlleva la responsabilidad de cuidar esta gracia que se nos concede desde el su inicio en el seno materno hasta su fin natural; y cómo ha de ser cuidada desde su concepción hasta su paso definitivo a la casa del Padre. Dios bendice en abundancia a la mujer encinta y pone en su seno un latido de amor eterno. Ante esta realidad, las madres «son una luz de esperanza para el matrimonio cristiano y para quienes siguen creyendo en el amor que sobrepasa la comodidad inmediata, donde los hijos son una esperanza para el futuro», revelan los obispos en su carta.
No puedo evitar pensar en esas madres coraje que, durante un embarazo en situaciones complejas, a pesar de atravesar momentos de dificultad o penurias diversas, deciden seguir adelante con el don que el Padre les ha confiado. Su fortaleza y esperanza en la debilidad testimonian su pertenencia al grupo de mujeres fuertes de Dios, las mujeres del Evangelio que Él elige y ama en Cristo (cf. Ef 1, 1-5) y gracias a las cuales se continúa construyendo la civilización del amor.
En esta Jornada por la Vida, instituida por el Papa san Juan Pablo II para «manifestar el gozo por una vida que nace y el respeto y la defensa de toda existencia humana, el cuidado del que sufre o está necesitado, la cercanía al anciano o al moribundo, la participación del dolor de quien está de luto, la esperanza y el deseo de inmortalidad» (Evangelium vitae, 84), reconocemos en cada niño que nace la imagen viva de la gloria de Dios; gloria que celebramos «en cada persona, signo del Dios vivo, icono de Jesucristo» (EV, 84 ss).
El fin fundamental de esta jornada, escribía el san Juan Pablo II en su encíclica Evangelium vitae cuyo XXX aniversario celebramos este día, es «suscitar en las conciencias, en las familias, en la Iglesia y en la sociedad civil, el reconocimiento del sentido y del valor de la vida humana en todos sus momentos y condiciones, centrando particularmente la atención sobre la gravedad del aborto y de la eutanasia», sin olvidar tampoco «los demás momentos y aspectos de la vida, que merecen ser objeto de atenta consideración, según sugiera la evolución de la situación histórica» (EV, 85).
La maternidad conlleva una «comunión especial» con el misterio de la vida, que «madura en el seno de la mujer» (Mulieris dignitatem, 18). Fieles a este designio, ponemos esta Jornada en las manos de la Virgen María, para que Ella –Santuario de la vida– nos recuerde cada día que la herencia preciosa del Señor son el don de los hijos, testimonio perenne del amor de Dios (cf. Sal 127 [126]).
Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos

Alejandro Sánchez y Óscar Olivares: «Somos felices en el Seminario»

por Natxo de Gamón,

Alejandro Sánchez y Óscar Olivares: «Somos felices en el Seminario»

Óscar Olivares y Alejandro Sánchez, en su visita a los estudios de COPE Burgos. | Archidiócesis de Burgos.

 

Escucha aquí la entrevista completa con motivo del Día del Seminario en ‘El Espejo’ de COPE Burgos

 

Este domingo, 16 de marzo, la Iglesia en España celebra el Día del Seminario bajo el lema Sembradores de esperanza, en sintonía con el año jubilar Peregrinos de Esperanza que está celebrando la Iglesia universal. Con este motivo, los seminaristas Alejandro Sánchez y Óscar Olivares han compartido su testimonio en el programa ‘El Espejo’ de COPE Burgos, donde han hablado de su vocación, su experiencia en el Seminario y la alegría de responder a la llamada de Dios.

Ellos son dos de los dieciocho seminaristas que se forman en el Seminario Diocesano de San José, uno de los dos centros de formación para los aspirantes al sacerdocio que tiene la archidiócesis, junto al Seminario Misionero Redemptoris Mater, en el que se forman 10 candidatos al sacerdocio.

Alejandro Sánchez, en su primer año de licenciatura en Teología, ha recordado cómo su vocación surgió de su implicación parroquial desde muy joven: «Siempre he sido de misa, de recibir catequesis y luego de darla». Con el tiempo, su deseo de profundizar en la fe lo llevó a discernir su vocación sacerdotal. El descubrimiento de su vocación ha estado ligado a san José: «Conocer su historia y sus virtudes me hizo desear ser como él: dedicarme a los demás, transmitir la buena noticia que hemos recibido los cristianos, celebrar la Eucaristía, los sacramentos y dar testimonio de esa verdad que es Jesucristo». Ahora, además de formarse académicamente, está en la etapa pastoral y colabora activamente en la parroquia de San Pedro y San Felices, donde acompaña a jóvenes y participa en la organización de actividades parroquiales.

 

Por su parte, Óscar Olivares ha relatado una experiencia diferente pero igualmente significativa. Aunque siempre ha sido católico, no era practicante hasta que un día sintió la necesidad de confesarse y empezar a participar en grupos juveniles en la archidiócesis: «Iba a Hakuna, luego hice Effetá y también hice unos ejercicios espirituales. Ahí es donde sentí la llamada del Señor y, después de un acompañamiento, el deseo de entrar en el seminario. Un acompañamiento que ha continuado hasta llevarle a las puertas del seminario, donde ahora afronta su segundo curso.

 

Ambos seminaristas han destacado el apoyo que han recibido de sus familias y amigos en este camino. Olivares ha contado entre risas que su madre reaccionó con naturalidad cuando le comunicó su decisión: «Bien, sí, yo ya lo sabía», demostrando que en muchas ocasiones, los seres queridos perciben la vocación antes que uno mismo. En el caso de Sánchez, la sorpresa fue menor, ya que desde pequeño su entorno le hacía bromas sobre su posible vocación al sacerdocio. «Siempre decían que acabaría en el Seminario», ha comentado con una sonrisa.

 

«En el Seminario de Burgos venimos de varias diócesis y eso es muy enriquecedor»

En cuanto a la vida en el Seminario, han explicado que los días comienzan con la celebración eucarística y la oración, seguida de clases en la Facultad de Teología, momentos de estudio y convivencia con los demás seminaristas. Pero la jornada no se reduce solo a la formación académica: el deporte, la vida comunitaria y la formación espiritual también desempeñan un papel fundamental. Aprenden a vivir en comunidad, algo que es «muy enriquecedor, porque en el Seminario de Burgos venimos de varias diócesis y de varios países también, entonces yo creo que todo eso cuenta y suma», ha comentado Sánchez. «Pasa de todo, desde que te ganen el turno para lavar la ropa hasta que les puedas contar una cuestión personal que te tiene preocupado», ha añadido Olivares con humor.

 

Finalmente, ambos han definido su vocación en una frase que resume su compromiso con Dios y la Iglesia. Sánchez la ha expresado como «servir a los demás», mientras que Olivares la ha descrito como «entregarme al Señor». Un testimonio que, en pleno Día del Seminario, pone rostro y voz a quienes han respondido a la llamada de Dios al sacerdocio con pasión, esperanza y un corazón dispuesto a servir.