2014 05 21 miércoles: resumen de prensa

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Cultura

Un año más se celebra  la romería de la Virgen Blanca en el parque del Castillo:

 

Para facilitar la adquisición de entradas a las exposición «Eucharistia», se instalará una caseta portátil que haga las veces de Centro de Recepción de Visitantes:

 

El obispo de Ciudad Rodrigo, el arandino Raúl Berzosa, será el encargado de inaugurar el ciclo de actividades en torno a la exposición ‘Eucharistia’ organizadas por el Arciprestazgo de Aranda:

 

El escritor Javier Tabares presenta la segunda parte de la trilogía Pulchra et Decora, que se desarrolla en la catedral de Burgos y hace un recorrido por el arte gótico:

 

 

Colación de ministerios de lectorado y acolitado

por administrador,

Seminario de San José, 17 mayo 2014

1. La primera lectura que acabamos de proclamar nos ha presentado la suerte que corrió la Palabra de Dios predicada por Pablo y Bernabé en la ciudad de Antioquia de Pisidia. Muchos buenos judíos y prosélitos la acogieron y se hicieron discípulos. Más aún, se la comunicaron a sus compatriotas, los cuales también respondieron con entusiasmo. Sin embargo, otro grupo reaccionó violentamente, y provocó una situación que trajo consigo la expulsión de Pablo y Bernabé de aquella ciudad. Pero Pablo y Bernabé no se acobardaron ni dejaron de predicar. Se les cerró la puerta de los judíos, pero ellos abrieron la puerta de los paganos. El resultado final fue la constelación de comunidades cristianas que creó en torno al Mar Mediterráneo.

Es la misma suerte que tuvo la predicación del Señor y la misma que tendrá a lo largo de los siglos, según él mismo expuso en la parábola del sembrador: unos la aceptan con gusto, otros la vuelven la espalda y otros la combaten. Sin embargo, Jesús no dejó de predicar ni la Iglesia dejará de hacerlo. Los pastores responsables siguen predicando y anunciando la salvación. No se quedan en lamentos. Aunque tengan que tomar decisiones tan serias y dolorosas como la que tuvieron que tomar Pablo y Bernabé. El demonio lograría su objetivo, si ante las dificultades del ministerio de la predicación, los ministros dejáramos de anunciarla con convicción y perseverancia.

Así tenéis que hacer los que recibís el ministerio del Lectorado cuando estéis trabajando en vuestro futuro ministerio. Vosotros os encontraréis con la misma respuesta que Pablo y Bernabé: unos os aceptarán y otros rechazarán vuestro mensaje. Pero vosotros tendreís que seguir anunciando que Jesucristo ha muerto y resucitado por ellos y quiere su salvación.

Para ello, es necesario estar poseídos, ganados, por la Palabra de Dios; estar plenamente convencidos de su necesidad, de su fuerza y de su eficacia para provocar la fe y la conversión. Ese dejarse ganar no viene como llovido del cielo sino que es consecuencia de una lectura creyente y habitual de la Palabra de Dios; de dejarse interpelar continuamente por ella y de responder a sus exigencias cada vez con más docilidad.

El lectorado es una gracia del Espíritu Santo para facilitarnos esta tarea.

2. En el evangelio hemos encontrado otra clave para el ejercicio responsable del ministerio de la Palabra. Lo decía Jesús: “Las Palabras que Yo hablo no las hablo de Mí mismo”. Jesús predica un mensaje que no es suyo sino el que le ha encomendado su Padre. San Juan da testimonio de la insistencia que puso Jesús en ello. “Mis palabras no son mías sino del que me ha enviado”. Él fue fiel a esa misión, hasta entregar su vida para cumplirla.

El ministro de la Palabra tiene que hacer lo mismo. Él no puede predicar ni su doctrina ni la doctrina de otros doctores, aunque sean muy sabios. El heraldo del Evangelio predica el Evangelio de Jesucristo, tal como lo ha entendido y entiende la Iglesia. Ciertamente, dedica tiempo al estudio y a la reflexión del mensaje revelado y propuesto por la Iglesia. Pero lo hace para comprenderlo cada vez mejor, para adaptarlo con más eficacia a las necesidades de los oyentes. Pero siendo totalmente fiel a la Palabra de Dios. Si no lo fuera, la esterilidad está asegurada, porque la fe viene por la predicación.

El ministerio de Lectorado que hoy asumís, es un paso más en ese compromiso de conocer, amar y servir a la Palabra de Dios.

3. En Evangelio encontramos otra indicación: “El que cree en Mí hará las obras que Yo hago y aun mayores”. Como sabéis muy bien, en el Evangelio de Juan –al cual pertenece el relato que hemos proclamado- los verbos ver, conocer y creer forman una trilogía intercambiable, casi sinónima. El conocer de la fe no es la mera intelección intelectual, como la entendemos los que procedemos de la cultura griega. Para nosotros, el hombre conoce las personas y las cosas como objetos que abstrae y contempla desde fuera, a base de ideas y conceptos. En el pensamiento bíblico y semita –que refleja san Juan- conocer es ante todo tener una experiencia personal del objeto con el que se entra en relación. En el caso de Dios, a través de su Hijo Jesucristo que lo manifiesta en su Personas y en sus obras.

Cuando nos dice Jesús que si le creemos y conocemos haremos “las mismas cosas cosas y aún mayores” que él es esto: si tenemos la experiencia personal de Él y de Dios Padre por medio de Él, produciremos frutos abundantes en nuestra vida y en nuestro ministerio. ¿Dónde y cómo tener esa experiencia personal de Jesús?

El ministerio del Acolitado que recibís os da la clave. Este ministerio os vincula de un modo especial con la Eucaristía. Es ahí donde conoceréis de modo eminente a Jesús. Desde hoy seréis ministros extraordinarios de la Comunión y de la Exposición del Santísimo Sacramento. El Acolitado crea entre vosotros y la Eucaristía una relación especial. En cierto sentido, pasáis a ser responsables de ella ante el pueblo. Sed, pues, cada día más amantes de la Santa Misa, más adoradores del Señor en el Tabernáculo, mejores comulgantes del Cuerpo y Sangre de Cristo.

La Santísima Virgen fue la primera creyente de la Palabra de Dios. Fue también la gran mujer eucarística de todos los tiempos. Que Ella os alcance la gracia de ser fieles al ministerio que hoy recibís y sentir el gozo de seguir cada vez más de cerca a su Hijo y hermano nuestro, Jesucristo.

Numerosas personas acuden a la misa por la Jornada del Enfermo

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El arzobispo saluda algunos de los enfermos que acudieron a la celebración.

El arzobispo saluda algunos de los enfermos que acudieron a la celebración.

 Ayer, 19 de mayo, y con motivo de la Jornada del Enfermo, la parroquia de Nuestra Señora de Fátima acogió una eucaristía dirigida a enfermos y personas dependientes. El arzobispo de Burgos, don Francisco Gil Hellín, ofició esta celebración organizada por la delegación diocesana de pastoral de la salud. Los enfermos, ancianos y familiares que se encargan de su cuidado ocuparon un lugar especial en este evento, que llenó por completo la parroquia.

Monseñor Gil Hellín desarrolló en la homilía la parábola de Buen Samaritano: cómo la persona más inesperada (los samaritanos eran considerados enemigos de los judíos) se vuelca en ayudar a la persona más necesitada, y que ha sufrido la falta de implicación de quienes le ven sufrir.

Gil Hellín destacó que «la fe sin obras es poco creíble, ya que la fe siempre ha de levar un compromiso con el hermano». Además profundizó en en el valor redentor que Jesucristo le dio al sufrimiento y al dolor, y también realizó un acercamiento a la vida del papa santo Juan XXIII, a quien las circunstancias le castigaron especialmente al perder a varios familiares. «La enfermedad también le castigó duramente, pero nos enseñó a vivir la enfermedad y a asumirla, algo que le dignificó». El arzobispo tuvo numerosos gestos de cercanía con los asistentes, que agradecieron la organización de una eucaristía destinada a personas que, como ellos, viven una situación difícil por la falta de salud.

Reflexión del Evangelio – Domingo 5º de Pascua

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CAMINO, VERDAD Y VIDA

 “Hombres de buena familia y llenos de espíritu de sabiduría”. Son dos cualidades imprescindibles para el ministerio del servicio. Así habían de ser los elegidos para atender a las necesidades de los pobres y especialmente de las viudas. La primera lectura nos introduce así en el ambiente de la comunidad de los seguidores de Jesús que se encontraba en Jerusalén.

Aquella situación dio origen a la elección de los siete varones que identificamos habitualmente con los “diáconos” o servidores. Ese grupo permitiría a los apóstoles dedicarse a otra tarea no menos importante: la de la oración y el servicio de la palabra. Con eso quedan reflejadas las tareas propias de los enviados por Jesús.

Hay que leer esta página de los Hechos de los Apóstoles (6, 1-7) cada vez que corremos el riesgo de perder la identidad de nuestras comunidades cristianas. Anunciar la palabra del Señor, orar y atender a los pobres. Si falta uno de esos apoyos, el trípode se cae y la comunidad se convierte en una secta o en una organización no gubernamental (ONG).

LA INTERROGACIÓN

El evangelio que se proclama en este domingo quinto de Pascua nos sitúa en el escenario de la última cena de Jesús con sus discípulos (Jn 14, 1-12). En él se recoge una interrogación del apóstol Tomas que parece reflejar su perplejidad: “Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino?”.

Si somos sinceros, hemos de reconocer que a veces también nosotros nos encontramos en la misma situación. En primer lugar, porque no comprendemos la identidad y la misión de Jesús. Y despues, porque son muchos los que tratan de orientarnos hacia sendas que no conducen a ninguna parte.

 El Señor se había presentado como “la puerta del redil”. Ahora nos revela el sendero que nos conduce a la plenitud de nuestra vida: es decir, a la vida de nuestro Pedre: “Solamente por mí se puede llegar al Padre. Si me conocéis, también conoceréis a mi Padre; y desde ahora ya le conocéis y le estáis viendo”.

  

Y LA REVELACIÓN

Es inolvidable esa presentación de la identidad y la misión de Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Si no aceptamos esta revelación no culpemos a los demás. Examinemos nuestra propia conciencia:

  • “Yo soy el camino”.  Desconocemos esta palabra de Jesús cuando nos empeñamos en decidir por nosotros mismos los valores morales que puede hacernos felices. Esos valores y virtudes que  nos impiden desviarnos de la senda del bien.
  • “Yo soy la verdad”.  Ignoramos esta palabra de Jesús cuando intentamos explicar su mensaje con las ideas que están de actualidad. Ideas sobre la salvación, sobre la responsabilidad  personal o sobre la gracia divina.
  • “Yo soy la vida”. Despreciamos esta palabra de Jesús cuando tratamos de ajustar sus enseñanzas a nuestros intereses personales.  O a las propuestas que nos vienen ofrecidas por la voz de la mayoría o por la tiranía de las modas.
  • Señor Jesús, Queremos seguir fielmente tu camino, proclamar tu verdad y hacer partícipes de tu vida a todos nuestros hermanos. Amén.

José-Román Flecha Andrés

No tengas miedo

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El evangelio nos recuerda lo que “en aquel tiempo” vivieron los discípulos con Jesús, y revela también lo que en nuestra celebración eucarística vivimos nosotros con el Señor: Oímos lo que ellos oyeron, preguntamos como ellos preguntaron, creemos lo que entonces a ellos les fue revelado.

Les dijo Jesús: “No perdáis la calma”. Se lo dijo a ellos porque los alcanzaba la noche, la hora de Jesús, su despedida, la zozobra de la comunidad, la dispersión de los suyos. Nos los dice a nosotros, que nos acercamos al final de la Pascua y que, en la escuela de la fe, aprendemos a amar al Señor sin verlo.

“No perdáis la calma”: Se lo dice a los suyos el pastor que va a ser herido y sabe que su rebaño se dispersará. Nos lo dice el que conoce nuestro nombre y nuestra voz, nuestro paso y nuestro corazón, nuestros miedos y nuestras esperanzas.

“No perdáis la calma”: Lo dice el que se ha hecho uno de nosotros para hacer con nosotros el camino de la vida. Lo dice el amigo que nos precede, la voz que nos sosiega, la mano que nos sostiene. Lo dicEl evangelio nos recuerda lo que “en aquel tiempo” vivieron los discípulos con Jesús, y revela también lo que en nuestra celebración eucarística vivimos nosotros con el Señor: Oímos e quien va a ser apresado a quienes van a ser liberados, quien va a ser herido a quienes van a ser curados, quien va a morir a quienes van a resucitar.

El tiempo se ha hecho de oscuridad espesa por la violencia que sufren los débiles, los pequeños, los empobrecidos, los justos. Con Jesús, con sus discípulos de ayer, con los creyentes de hoy, no sólo experimentamos nuestra debilidad frente al mal, sino que nos escandaliza la debilidad de Dios, la impotencia de Dios, la ausencia de Dios, el abandono de Dios. “Satanás ha reclamado a los hijos de Dios para cribarlos como trigo”. Vivimos tiempos de prueba para la fe.

Por eso, el mismo que nos dice: “no perdáis la calma”, añade: “Creed en Dios”. Que es como decir: Sabed que Dios se ocupa de vosotros. “Mirad los pájaros del cielo: no siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta… Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón en todo su fasto estaba vestido como uno de ellos”. Si crees, no temes, pues sabes que Dios cuida de ti.

Y añadió: “Y creed también en mí”, pues para vosotros he venido, por vosotros he entregado mi vida, y por vosotros vuelvo al que me ha enviado, pues “me voy a prepararos sitio… para que donde estoy yo estéis también vosotros”.

Y tú, comunidad creyente y probada en tu fe, vives hoy en la Eucaristía el misterio que se te ha revelado en la Encarnación: recibes al Señor que viene a ti, abrazas al que se entrega por ti, y entras por la fe en el “sitio” que Cristo te ha preparado, entras en quien será para ti, para siempre, tu casa del cielo.
No tengas miedo.

Feliz domingo.