Una víspera de Todos los Santos diferente en San José Obrero

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Mientras que en la noche del pasado viernes muchos se preparaban para celebrar «Halloween», la víspera de todos los santos tomaba un sentido más profundo en la parroquia de San José Obrero con la fiesta del “Holywins», que significa en inglés «la santidad vence”. Así, un numeroso grupo de familias provenientes de diversas parroquias de la ciudad (niños, jóvenes y mayores) celebraron esta vigilia “como Dios manda”: disfrazándose de santos, participando en una adoración eucarística y evangelizando por las calles, deseando a la gente un “feliz día de todos los Santos”.

 

 

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Los asistentes sustituyeron el truco o trato por un caramelo acompañado de un versículo de la Biblia o frases de santos. Y mientras que en las calles tenía lugar la actividad de evangelización, en el interior de la iglesia se celebraba una adoración eucarística por esta intención. La comunidad parroquial se volcó especialmente para rezar por los niños.

 

 

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Finalmente, alrededor del Santísimo Sacramento, los participantes terminaron la celebración recibiendo la bendición del Señor, imitando la liturgia de todos los santos en el cielo. Según Eduardo María Pérez, seminarista y natural de esta parroquia, «ha sido una jornada que muchos han calificado de impresionante. Una experiencia preciosa para todos los que la hemos vivido. Para ser la primera vez, hemos palpado la bendición de Dios y el deseo de las familias de propuestas de este tipo. Ya estamos pensando en el año que viene”.

 

 

Matrimonio, evangelización y renovación de la Iglesia: cinco claves del papa Francisco

por administrador,

2014 11 02 mensaje arzobispo de Burgos pdf

 

El movimiento Schoenstatt está celebrando los cien años de su fundación. Con este motivo han acudido al Vaticano unos ocho mil miembros y han mantenido un encuentro con el Papa en torno a la “Familia como propuesta de vida”. Algunos peregrinos plantearon al Papa algunas preguntas relacionadas con la nueva evangelización, la renovación de la Iglesia y el papel que juega en todo esto el matrimonio y la familia.

El papa Francisco respondió con la frescura y gracejo que le caracterizan y señaló estas cinco claves: acompañar a los novios, no ser una Iglesia de “selectos”, rezar y abandonarse en Dios, renovar el corazón de cada uno y tener a la Virgen por Madre.

En primer lugar, acompañar a los novios. Partiendo del hecho de que “la familia y el matrimonio nunca han sido tan atacados como ahora”, bien sea de modo directo o con los hechos, manifestó que un buen antídoto es una preparación seria de los novios. “La preparación al matrimonio tiene que venir de muy lejos. Acompañar, pero siempre de cuerpo a cuerpo (uno a uno). Saber qué es lo que van a hacer. Muchos no saben lo que hacen y se casan sin saber qué significa”. El papa san Juan Pablo II estaba también convencido de esta preparación, que no puede reducirse a un breve cursillo prematrimonial o a una charla para preparar el rito sino que ha de comenzar desde el noviazgo e incluso antes.

La segunda clave que aportó el papa Francisco fue la urgencia de que la Iglesia se convierta en una realidad misionera y vaya en busca de los que se han ido y de los que todavía no han entrado. Porque “una Iglesia que no sale es una Iglesia de “exquisitos” (de “selectos”) Un movimiento eclesial que no sale en misión, es un movimiento “de exquisitos”.

En tercer lugar, para el Papa es imprescindible afrontar la reforma del corazón de cada uno de nosotros. Está bien “renovar la Curia” y “el Banco del Vaticano”, como estamos haciendo, dijo. Pero todas esas “renovaciones son externas” y de ellas son de las que hablan “los diarios”. Y añadió: “Es curioso. Ninguno habla de la renovación del corazón. No entienden nada de lo que es renovar la Iglesia. La renovación de la Iglesia es la santidad. Renovar el corazón de cada uno”. Es lo que vio nuestro pueblo de antaño, cuando sentenció aquello de “los mismos perros con distintos collares”. La renovación de las estructuras es necesaria, incluso imprescindible. Pero si las personas no cambiamos, no habrá una verdadera renovación. ¡Qué bien lo entendió, por ejemplo, santa Teresa, cuyo quinto centenario hemos comenzado a celebrar!

En la nueva evangelización y renovación de la Iglesia la Virgen ocupa un papel de primer orden. “El cristiano no tiene derecho a ser huérfano. Tiene Madre. Tenemos Madre”. El papa ilustró esta verdad con una anécdota: “Un anciano predicador con mucha chispa, terminó su sermón diciendo: ‘¡Bueno, y el que no quiera a María como Madre, la va a tener como suegra!’”.

La última clave apuntada por el Papa fue mantener la alegría y la esperanza. Él, que tanto abunda en estas dos virtudes, descubrió su secreto: “Me abandono y rezo. Él (Jesucristo) nunca me falla. Él no falla”.

Ayer celebrábamos la fiesta de Todos los Santos. Su variedad es como la de un jardín botánico de flores. Todas son hermosas y todas son diferentes. Pero todas tienen un rasgo común: son flores. Todos los santos son hermosos y distintos. Pero todos han coincidido en lo que señala el Papa: renovaron su corazón, amaron intensamente a la Virgen, se fiaron de Jesucristo, hicieron apostolado y, cuando se trata de matrimonios, lo prepararon arraigando su fe en Dios, su oración y su amor. Eso explica que fueran los grandes reformadores de la Iglesia.

Sembrando esperanza en el dolor del adiós

por administrador,

Noviembre es un mes que trae el recuerdo de todos los difuntos. Su primer día se celebra la solemnidad de Todos los Santos. Esta tradición católica busca rendir honor a todos los santos, conocidos o desconocidos, y compensar la falta a las fiestas de los santos por parte de los fieles durante todo el año. El segundo día de este mes nos hace recordar a todos los difuntos y numerosas familias se acercan a los cementerios para orar por sus seres queridos que allí reposan.

 

tumba

 

Pero para algunos, la realidad de la muerte está presente cada día del año, como es el caso de Ezequiel Rodríguez Miguel, uno de los capellanes de los tanatorios de la capital burgalesa, y José Pérez Ubierna, capellán del cementerio de la ciudad y que comparte tarea con Ángel Díez Vallejo.

 

Previamente a su reciente cargo como capellán de tanatorios, Ezequiel Rodríguez ha desempeñado la labor de párroco en la iglesia de San José Obrero de Miranda de Ebro y de capellán en el hospital de Santiago Apóstol durante ocho años. Por su parte, José Pérez comenta que la mayor parte de su vida la ha pasado «como cura de pueblo», servicio que durante varios años ha simultaneado con la labor de capellán sustituto.

 

Cuando la pena por la perdida de una persona querida alcanza a una familia, allí están ellos para hacer lo más llevadero posible este momento. «Familias a las que les reconforta que te preocupes de ellos, que estés cerca, el apretón de manos… y para no pocos el responso que realizas la víspera en la sala –si algún día no se puede hacer muchos lo echan en falta–; las palabras de esperanza que se les dirigir en la homilía también las agradecen mucho», comenta Ezequiel. Una labor centrada en recibir con calor humano y, afirma José, «en nombre de Dios, como profetas, recordar el amor de Cristo que por voluntad del Padre ha muerto por nosotros para que vivamos siempre con él».

La indiferencia de los vivos

Probablemente, lo más difícil de atender a quienes despiden a algún familiar es hacer caer en la cuenta de que la muerte es una llamada de atención a todos los presentes, «no solo es una despedida y “se acabó”. Para intentar conseguirlo hago las oraciones en plural y recuerdo a los difuntos de cada uno que, como creyentes que fueron, desde el cielo están intercediendo por nosotros», cuenta José.

 

Una tarea en la que surgen escollos cuando se entra a considerar que parte de la sociedad ha dejado de lado el sentido de la trascendencia. Así lo refleja Ezequiel: «No cabe duda que todo lo que rodea a la pérdida de una persona querida y la forma de afrontarlo es un termómetro de la espiritualidad. A simple vista, se nota que hay personas  que lo relacionado con lo religioso no va con ellos, cuando rezas el responso no se acercan o se salen y en el funeral se quedan detrás o en la calle. En general coincide casi siempre con las generaciones más jóvenes. También se nota en las distintas actitudes y expresiones que no reflejan la esperanza cristiana». Pero no todo va a ser negativo: «Me he sorprendido gratamente de lo bien que se participa  en la eucaristía y de la mucha gente que canta, eso refleja que aún se vive y se celebra la religión».

 

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A pesar de que la muerte es una realidad tan cotidiana como otras muchas, es evidente que la sociedad actual prefiere atenuar al máximo posible su existencia y relegarla a un plano en el que no se habla de ella más que cuando su presencia es irremediable. Y esta circunstancia es algo que tanto Ezequiel como José confirman. Según Ezequiel, «esto cada día es más patente y en el entorno de los tanatorios quizás sea más notorio. En líneas generales están relacionadas con la pérdida de valores, o al menos de los valores que hasta ahora hemos vivido en esta sociedad occidental. Se vive para las sensaciones del presente, predomina el materialismo y el consumismo, la trascendencia en su amplio significado para muchos ya no existe. El concepto de vida no se relaciona con el concepto de muerte que en definitiva van unidos. Antes el tema tabú que no se podía hablar en familia era la sexualidad, ahora el tema que no se habla es la muerte, se oculta desde que los niños son pequeños. Muchas veces me viene a la memoria San Pablo en el areópago de Atenas, cuando se puso a hablar de resurrección de los muertos y se quedó sólo. Incluso entre los que nos llamamos católicos no se habla con soltura de la resurrección de los muertos, siendo una verdad que profesamos en nuestro Credo».

 

Recordar la misericordia de Dios

«No es secreto para nadie el materialismo creciente de la sociedad en que vivimos –añade José–, que conduce a la indiferencia y, ¿por qué no decirlo?, al miedo a la muerte. Los eufemismos usados para tratar estos temas son prueba de que algunos –quizá muchos– hacen como el avestruz que mete la cabeza bajo el ala para creer que ya desapareció el peligro. Muchos creen que por no recordar la muerte no va a llegar nunca».

 

Precisamente por ello, por la indiferencia cada vez más acusada de nuestra sociedad, «los profetas del Dios bueno y redentor debemos elevar nuestra voz para que se haga presente su misericordia y nos mueva a elevar a Él nuestra fe y nuestra esperanza», comenta José. Así se lo han manifestado a los capellanes en más de una ocasión diferentes personas cuando, ante la posibilidad de evitar o reducir la presencia alentadora de un sacerdote en el velatorio, les han llegado a responder: «Por favor, padre, no lo haga; que hace mucho bien».