Una vocación en auge

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El Seminario diocesano de San José acoge desde la tarde de hoy y hasta el próximo sábado el XXXII encuentro nacional del diaconado permanente. Con el lema «El ministerio del diácono: liturgia, palabra y caridad», diversas ponencias articularán cada una de estas dimensiones del ministerio diaconal. El encuentro contará, además, con varias celebraciones litúrgicas, mesas redondas de testimonios y visita a distintos lugares de la ciudad, como la catedral o los monasterios de las Huelgas y las Salesas.

 

Cerca de sesenta diáconos de los 415 con los que cuenta España participan -algunos junto a sus esposas- en estas jornadas que, organizadas por la comisión del Clero de la Conferencia Episcopal Española, se celebran por primera vez en Burgos. El arzobispo de la diócesis, don Fidel Herráez Vegas, ha sido el encargado de inaugurar estas jornadas con un saludo de bienvenida. A su alocución han seguido otras palabras de don Francisco Cerro Chaves, obispo de Coria-Cáceres y presidente del Comité Nacional para el Diaconado Permanente.

 

La jornada de hoy ha contado con una ponencia a cargo de Luis García Gutiérrez, director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Liturgia, sobre el servicio litúrgico que desempeñan los diáconos. Mañana, las ponencias correrán a cargo de Santiago del Cura Elena, profesor en la Facultad de Teología de Burgos y uno de los grandes expertos en teología del diaconado, y de Fernando Fuentes Alcántara, director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.

 

Mañana, los diáconos participarán en la vigilia de la Inmaculada a las 22:00 horas en la parroquia de San Cosme y San Damián y el viernes asistirán a la solemne eucaristía de la Inmaculada, presidida en la catedral por el arzobispo a las 12:00 del mediodía.

 

El diaconado es el primer grado del sacramento del orden. Aparecen ya mencionados en el Nuevo Testamento y, en el transcurso de la historia, pasó a ser visto con un paso intermedio necesario para recibir la ordenación sacerdotal. El Concilio Vaticano II restauró como una vocación permanente y su número ha crecido desde entonces. En la actualidad, Burgos cuenta con dos diáconos permanentes.

 

Entre sus funciones litúrgicas, puede administrar el bautismo, presidir la celebración del matrimonio, las exequias, las exposiciones del Santísimo y repartir la comunión. También puede leer el evangelio en la misa y bendecir imágenes o el agua. Tiene muchas funciones parecidas al sacerdote pero no puede consagrar ni confesar.

 

Más: galería fotográfica del acto inaugural

«El diaconado es el ministerio de la cotidianidad, del servicio las 24 horas del día»

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DAVID JIMENEZ 1

 

David Jiménez Chaves nació en Sevilla en 1975 aunque vive desde hace 12 años en Burgos, donde llegó por motivos laborales a Orbaneja Río Pico, localidad situada a 12 kilómetros de la capital. Está casado y tiene dos hijos, niño y niña, de 4 y 6 años de edad. Es ingeniero técnico agrícola de profesión y trabaja en el Centro Especial de Empleo de Aspanias. El 27 de junio de 2015 el arzobispo de entonces Francisco Gil Hellín le admitió al diaconado permanente y es uno de los dos con que actualmente cuenta la diócesis de Burgos. Sus primeros dos años estuvo en la parroquia de San Pedro y San Felices y desde septiembre de este año desarrolla sus funciones en la parroquia Real y Antigua de Gamonal.

 

El diácono es un ministro de la Iglesia que ha recibido el grado inferior del sacramento del Orden. Se trata de un ministerio muy antiguo de la Iglesia, que ya aparece en el libro de los Hechos de los Apóstoles. En los primeros siglos tuvo una gran importancia, aunque después se quedó como un paso en el camino hacia el sacerdocio. El Concilio Vaticano II restauró el diaconado y ofreció la posibilidad de adquirirlo tanto a célibes como a casados, ya que anteriormente se había restringido y solo se aceptaba a los célibes.

 

David destaca que «lo fundamental en un diácono es ser siervo, ser imagen del Cristo siervo, en todos los aspectos de su vida: en su trabajo, con su familia y su ministerio pastoral. El diaconado es el ministerio de la cotidianidad, del servicio las 24 horas del día. El diácono puede administrar el bautismo, presidir la celebración del matrimonio, las exequias, las exposiciones del Santísimo y repartir la comunión. También puede leer el Evangelio en la misa y bendecir imágenes o el agua. Tiene muchas funciones parecidas al sacerdote pero no puede consagrar ni confesar. En el diaconado es mucho más importante el ser que el hacer, lo que representas está por encima de lo que puedas hacer. No se nos debe ver con un prisma meramente utilitarista».

 

En Burgos no estamos muy familiarizados con esta figura, ya  que en toda la diócesis solo son dos, David y Enrique Díez. Tampoco es muy elevado el número en España, unos 415 en total, pero hay países donde es muy habitual, como Estados Unidos, donde la Iglesia cuenta con 18.000 diáconos, o en Italia donde hay 3.000. Se calcula que en el mundo son unos 45.000.

 

Una vocación exigente y compartida

 

Ser diácono es, por supuesto, una vocación, asegura David. «Una vocación ser imagen de Cristo siervo, que dedica toda su vida al Señor. Es una vocación reconocida por la Iglesia y cuando llega a cada persona, percibe que su vida cambia, se transforma para hacerse siervo con Cristo al servicio de los demás». Para él, el proceso llevó mucho tiempo: «Sentí la llamada del Señor un año antes de casarme, en Sevilla, porque allí la figura del diácono es más habitual, en casi todas las parroquias había uno, y en la mía, también. Me gustaba cómo era, lo que hacía y sentí esa llamada interior. Después hice un proceso de discernimiento nada fácil. Yo tenía novia y se lo consulté porque la vocación de diácono debe ser compartida con quienes van a vivir a nuestro lado, porque el diaconado no solo es para los célibes».

 

El apoyo de su esposa fue determinante y es que «en realidad la tarea de consagrar la vida a Dios es de todos, en la familia todos lo compartimos. Debemos hacer compatible la vida familiar con el servicio a Cristo y a los demás. El diaconado es una vocación exigente y necesitas el apoyo total de tu familia, porque no se trata de aceptarlo a regañadientes, esto no es un capricho para un día o una temporada, es una forma de vida para siempre, por eso la mujer debe estar muy predispuesta para compartir la vida con un diácono», explica.

 

Hay quien puede pensar que el diaconado podría ser una solución a la carencia de sacerdotes, pero no es así en opinión de David. «Creo que no, de ninguna manera, porque la vocación de sacerdote y la de diácono son diferentes, son carismas distintos. Los diáconos podemos ayudar en tareas diversas en una parroquia, pero el sacerdote es insustituible, en ningún caso los diáconos pretendemos ni podemos sustituirle, somos sus ayudantes, pero el sacerdote es totalmente imprescindible».

 

Otra cosa es que la presencia y participación de diáconos en la vida de la Iglesia no sea enriquecedora: «La diversidad de carismas es lo importante. Está claro que las vocaciones del diaconado suponen una gran riqueza para la Iglesia. Además, para una diócesis puede ser importante contar con un buen número de diáconos, porque su ejemplo constituye el fermento que los laicos necesitan para ampliar su compromiso y su trabajo en las parroquias».

El belén de la catedral inaugura una nueva edición

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presentacion belen

 

Esta mañana se ha inaugurado el belén de la catedral de Burgos, instalado por Regimiento de Transmisiones número 22 y que es conocido por ser uno de los belenes interiores  más grandes del mundo. Esta edición además tiene un carácter especial, ya que cumple 25 años y ha contado con la presentación del libro «El gran belén del Ejército, ejemplo de solidaridad y virtudes castrenses», escrito por Juan Carlos Llorente, uno de los responsables de la instalación junto con Enrique Menayo. Dicha obra recoge la historia de este monumental belén, que ha ido creciendo cada año y en la actualidad es toda una clase de catequesis e historia bíblica, ya que abarca la narración de la Biblia desde el Génesis hasta el Apocalipsis.

 

A la presentación han asistido autoridades civiles, eclesiásticas y militares, y ha sido el periodista Fernando González Urbanejo quién ha tomado la palabra como ponente para introducir a los asistentes en la obra escrita por Llorente, de quien ha valorado «su esfuerzo, trabajo y sacrificio, que se reflejan en estas páginas». Urbanejo ha resaltado el «deber de transmitir a las generaciones posteriores la tradición de poner un belén en el hogar» y aprovechó para lanzar la propuesta de mantener esta enorme instalación todo el año en algún recinto preparado para ello, dado el gran valor que tiene «como narración de la historia de la Salvación». Tras presentarse el cupón de la ONCE que pertenecerá a este belén y realizar una visita al mismo, el evento ha concluido con la intervención de un coro compuesto por la Hermandad de Veteranos, que ha cantado varios villancicos para celebrar la inminente llegada de la Navidad.

 

Acción Católica General celebra su asamblea diocesana

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Accion Catolica

 

El pasado 25 de noviembre se celebró la asamblea diocesana de Acción Católica General, con el mismo lema de la III Asamblea Nacional que tuvo lugar este verano en Santiago de Compostela: «Salir, caminar y sembrar siempre de nuevo».

 

La jornada comenzó con una oración y con el gesto de sembrar las semillas que recibieron los participantes en la asamblea de Santiago de Compostela. Desde allí salieron muchas semillas a cada una de las diócesis de España con la ilusión de ser sembradas en los ambientes en los que los militantes se mueven: la parroquia, diócesis, el trabajo, los amigos, la familia….

 

Tras la oración, se informó sobre lo que fue la III Asamblea Nacional, una asamblea un poco diferente a las anteriores ya que se invitó a participar en ella a todos los laicos de parroquias que quisieran sumarse a esta experiencia. Se compartieron momentos de reflexión, oración y también asamblearios en los que se debatieron y votaron los objetivos para este cuatrienio.

 

El siguiente punto tratado fue la propuesta de objetivos y medios para el curso que viene, teniendo como referencia los objetivos del cuatrienio y las líneas y prioridades del plan pastoral diocesano. En este sentido, destacan tres aspectos en los que Acción Católica General se centrará este año: el primero es el taller de formación de acompañantes, dirigido a catequistas-acompañantes y sacerdotes, en el que se profundizará  en las claves de la metodología de la ACG. El segundo aspecto es la corresponsabilidad y la comunión cristiana de bienes y el tercero es cuidar la revisión de vida como fuente de espiritualidad.

 

En la sesión de la tarde, tras una comida de hermandad, se dialogó sobre la dimensión social de la vocación de los militantes. Varias personas relacionadas con ámbito de la familia y el socioeconómico compartieron su experiencia de compromiso en estos dos campos.

 

 En la asamblea se despidió al anterior consiliario diocesano, Jesús Andrés Vicente, a quien se agradeció su labor durante los últimos cinco años, y se dio la bienvenida a quien le sustituirá a partir de ahora, Eduardo Cámara.

«No somos curas frustrados»

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Enrique y Mariasun, en la librería diocesana donde él trabaja.

Enrique y Mariasun, en la librería diocesana donde él trabaja.

 

A pesar de que el diaconado permanente es poco conocido en nuestro país, se trata de un ministerio que tuvo gran difusión en la Iglesia antigua, sobre todo en el ejercicio del servicio a los más necesitados y la administración de los bienes, y ya aparece en los Hechos de los Apóstoles, si bien hacia el siglo VIII esa figura desapareció. En el Vaticano II se instaura de nuevo el diaconado como un estado permanente que pueden recibir incluso los hombres casados.

 

Su función principal es ser signo de Cristo siervo en su día a día, en el trabajo, la familia y la pastoral. Entre sus funciones litúrgicas, quizás las más visibles están asistir al obispo y presbíteros, administrar el bautismo, ser ministro ordinario de la comunión, presidir la celebración del matrimonio, presidir exequias, dirigir la celebración de la Palabra, leer la Escritura, predicar la homilía y presidir otros oficios del culto. Hoy hay en todo el mundo en torno a 45.000, aunque en España son solo 400 y la diócesis de Burgos únicamente dos, que se ordenaron hace dos años: Enrique Díez y David Jiménez.

 

Enrique no supo lo que era el diaconado permanente hasta 2009. Tanto él como su esposa, Mariasun, con la que lleva casado 23 años, siempre han estado muy comprometidos con la Iglesia, «desde chavales». «Sentía que Dios me pedía más y no sabía el qué hasta que descubrí esto, leyendo en internet», cuenta Enrique. «Lo que tenía claro es que no estaba llamado para el sacerdocio, aunque me lo propusieron varias veces. Me gustaban mucho las mujeres», comenta entre risas el diácono, que se confiesa «firme partidario del celibato sacerdotal». «No somos curas frustrados. Son dos vocaciones diferentes y complementarias. No estoy llamado al sacerdocio y lo sé. Incluso en el caso de que me quedase viudo (los diáconos permanentes casados no pueden volver a contraer matrimonio), nunca me ordenaría presbítero. Hay cosas para las que no me siento capacitado, por ejemplo confesar. Un sacerdote tiene que estar preparado para tratar a una persona igual después de haber escuchado su confesión, y yo creo que no sería capaz de mirarla de la misma manera después de saber algunas cosas».

 

Implicación de la familia

 

Para Mariasun la opción de su marido no resultó ninguna sorpresa, porque fueron descubriendo juntos qué era eso de ser diácono permanente. «Yo tampoco lo conocía. Lo tomé con naturalidad y con ilusión por él, aunque me daba un poco de respeto. El ser el primero en Burgos…» Lo que sí sabían es que asumir el compromiso del diaconado suponía un esfuerzo (tienen tres hijos, de 19, 18, y 15 años) y que conciliar su servicio a la Iglesia con la vida profesional y familiar no siempre es sencillo. La etapa más difícil en ese proceso que duró tres años, y en ello coinciden ambos, fue la de sus estudios en Ciencias Religiosas, compatibilizar el trabajo, la asistencia a clase y las horas de estudio con la dedicación a sus hijos adolescentes.

 

Lo cierto es que sin el apoyo de Mariasun, Enrique no podría haber dado jamás el paso. «Tuve que firmar dos veces, una antes de la admisión y otra antes de ordenarse», explica. La esposa siempre tiene que estar de acuerdo y ratificar por escrito que acepta la vocación de su marido, porque su ministerio puede restar tiempo a la familia. No obstante, el matrimonio y la familia siguen siendo la primera vocación del diácono casado. Ella cuenta cómo el que era arzobispo cuando Enrique vivió su proceso, don Francisco Gil Hellín, le insistió en que ser diácono implica servicio (la palabra diácono significa «el que sirve») y donde primero hay que ejercerlo es en la familia, como padre y esposo.

 

La vida cotidiana de Enrique se mueve entre su trabajo en la librería diocesana (anteriormente trabajó como director administrativo en el sector de la construcción), la atención a la familia y el servicio en la parroquia de La Inmaculada (los lunes por la tarde, la única que tiene libre en el trabajo) y los domingos por la mañana. Imparte catequesis, visita enfermos, desempeña tareas económicas, está implicado en Cáritas y en pastoral obrera… lo que su escaso tiempo le permite. En algunas diócesis, sobre todo del norte, como en el País Vasco, sí existen diáconos liberados que pueden prestar más apoyo a los presbíteros, pero, como explica Enrique, liberarlos supondría una gran carga económica para la Iglesia, hay que tener en cuenta que muchos de ellos tienen que sostener a una familia. No obstante, insiste, «es un peligro querer ver a los diáconos como solución a la falta de vocaciones sacerdotales; nosotros somos una ayuda para los presbíteros, estamos para apoyar, pero no podemos sustituirlos».

 

Precisamente, desde mañana hasta el 9 de diciembre, Burgos acogerá el Encuentro Nacional del Diaconado Permanente, que organiza la Comisión del Clero de la Conferencia Episcopal. Con el lema «El ministerio del diácono: liturgia, palabra y caridad». En él participarán alrededor de 80 personas entre diáconos, esposas y responsables de diaconado permanente.