Repensar la atención pastoral en zonas rurales de la diócesis

La despoblación del mundo rural y la disminución del número de sacerdotes, están llevando a muchos de ellos a replantearse su trabajo pastoral. Conocemos algunas iniciativas en la diócesis.
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Leoncio González Urbán es párroco in solidum, junto con Crisanto Báscones y Vicente Sancribrián, de los 72 pueblos que integran la unidad pastoral de Villadiego, en el arciprestazgo de Amaya, una de las zonas más despobladas y envejecidas de la provincia. En la práctica, se reparten la atención a las distintas parroquias por carreteras y Leoncio se hace cargo de los 17 pueblos que van desde Villadiego a la Peña Amaya. Procura que los núcleos más grandes (Sandoval de la Reina, Villavedón, Sotresgudo, Guadilla de Villamar, Cañizar de Amaya) tengan eucaristía cada domingo a pesar de que en invierno la asistencia ronda los 20 o 30 participantes. ¿Y en el resto? Leoncio, que tiene asignado otro sacerdote de apoyo los fines de semana, intenta atenderlos los sábados y, si queda algún hueco, el domingo, pero a muchos vecinos no les queda más remedio que desplazarse a los pueblos donde sí hay misa dominical. Algunos lo hacen por sus propios medios, pero si no es así, el propio Leoncio se encarga de llevarlos y traerlos. Tanto es así, que hace dos años cambió su viejo todoterreno por una furgoneta Volkswagen Urban con nueve plazas y puertas correderas, más accesible y cómoda para transportar pasajeros de cierta edad, que son los «usuarios» habituales de este peculiar servicio.

 

«Queremos que nuestras comunidades, aunque pequeñas, sean comunidades vivas, comunidades de fe, que aunque seamos pocos en cada pueblo nos sintamos Iglesia todos y sobre todo con los de los pueblos vecinos. Para ellos realizamos alguna celebración conjunta, como la Inmaculada, Vigilia Pascual, Miércoles de Ceniza», explica. «Se trata de ir mentalizándonos de que es imposible celebrar todos los domingos la eucaristía en todos los pueblos. Por ello queremos hacer celebraciones y actividades conjuntas: por falta de sacerdotes, por falta de fieles y porque es en esa dirección hacia donde ha de ir nuestra tarea pastoral con los pueblos».

 

El trabajo con los jóvenes y la catequesis se está realizando a nivel arciprestal, tal como se presentó en la última jornada diocesana de pastoral. Leoncio lleva un grupo de 11 chicos y chicas de Olmillos, Sasamón, Villahizán de Treviño y Villadiego que se preparan para la confirmación y otro de posconfirmación formado por 12 jóvenes de nueve pueblos distintos: Cañizar de Amaya, Guadilla de Villamar, Villahizán de Treviño, Castromorca, Villadiego, Olmillos de Sasamón, Villasandino, Castrojeriz y Melgar. «Nos reunimos una vez al mes, cada vez en uno de sus pueblos, porque es un poco lío hacerlo todas las semanas por las distancias y por las distintas actividades que tenemos fuera del horario escolar. Para juntarnos, contamos con los padres, los sacerdotes, o yo los recojo con la furgoneta. Los jóvenes son los que más disfrutan de montarse en ella». Es, una de tantas nuevas iniciativas de la pastoral rural en la provincia. 

 

«Queremos que nuestras comunidades, aunque pequeñas, sean comunidades vivas, comunidades de fe; que aunque seamos pocos en cada pueblo nos sintamos Iglesia todos y sobre todo con los de los pueblos vecinos», comenta Leoncio González.

 

Misas comunitarias

 

Más al norte, en el nuevo arciprestazgo de Merindades, se realizan celebraciones conjuntas de octubre a junio, cada vez en un pueblo (a veces en algunos donde no hay misa durante el año), normalmente coincidiendo con días especiales: Domund, Iglesia Diocesana, el cuarto domingo de Adviento, el Día de las Migraciones, Jornada de Manos Unidas, el quinto de Cuaresma, la Vigilia Pascual y el Corpus. Juan Velasco Gil tiene asignados 18 pueblos, aunque en cuatro de ellos se celebra una sola misa al año, y siete de los 14 restantes, en invierno «se cierran» (desde los Santos a Semana Santa). Así que durante seis meses hay eucaristía solo en siete, en dos los sábados y en cinco los domingos, y la asistencia no muy numerosa (12 o 15 personas, a veces menos, «incluso a veces te llaman y te dicen: no vengas, que somos seis», comenta el párroco).

 

«Una de las ideas por las que surgen las misas comunitarias es para no cerrar las iglesias totalmente. Lo que solemos hacer es que la misa de junio o la de septiembre, a la que más gente suele acudir, la celebramos en un pueblo donde no se suele ir, así conocen la iglesia, al final preparan unos pinchos, etc… Se va rotando incluso a pueblos donde no hay nadie. Luego hay gente que sabes que va a ir, sea donde sea, y otra que no, que dice: yo, si no es mi pueblo, no voy. Les cuesta ir al pueblo de al lado. Y hay algunos que en vez de asistir a la misa comunitaria prefieren ir a Villarcayo».

 

«Mejor un Padrenuestro que nada»

 

En el arciprestazgo de La Sierra, donde las comunicaciones son especialmente difíciles en invierno, la solución a la carencia de sacerdotes es otra: ya desde finales de los ochenta, se recurre a celebraciones de la Liturgia de la Palabra sin presbítero. La pionera es Concha, una religiosa de las Hermanas del Niño Jesús Pobre de la comunidad de Salas de los Infantes. Comenzó con esta labor en Jaramillo Quemado, y ser directora del colegio de su congregación en Salas le facilitó las cosas porque era muy conocida en la zona.

 

La actividad pastoral de Concha ha ido variando a lo largo de este tiempo en función de los párrocos que por allí han pasado, pero se ha hecho más estable en los últimos 15 años. Actualmente celebra los sábados en la residencia de ancianos Río Arlanza, y los domingos acude a dos y hasta tres pueblos (no siempre a los mismos) de la unidad parroquial que forman Huerta de Arriba y otros diez pueblos de la Sierra de la Demanda. Emilia, otra religiosa de su comunidad, se hace cargo de las celebraciones en la unidad de Hacinas.

 

Concha, que ahora tiene 78 años, reconoce que su labor exige no solo responsabilidad sino esfuerzo (a veces recorre en un día 70 u 80 kilómetros por carreteras complicadas, especialmente en invierno): «Pasas mucha tensión, muchas horas de pie… Pero es una experiencia bonita y buena en cuanto que el día del Señor es el día del Señor y puede parecer un planteamiento un poco simplista, pero yo siempre digo que es mejor rezar un Padrenuestro juntos en la iglesia que quedarse sin nada, que es la otra opción». «El primero que tiene que convencerse de que un Padrenuestro el domingo juntos en la iglesia es una opción eclesial perfectamente compatible con todo nuestro ser de cristianos es el sacerdote. Porque las primeras comunidades ¿qué hacían? Se juntaban en las casas. Lo importante es que nos reunamos como discípulos de Jesús y celebremos que es el día del Señor. Y lo celebramos rezando el Padrenuestro, y ya está», argumenta.

 

«Intentamos que el domingo se abra la iglesia, que se junten los vecinos y vivan un momento cristiano y un momento social. Es una experiencia bonita y buena»

 

Ahora, la hermana Concha está trabajando con el párroco, Roberto Nebreda, para «intentar que los felifreses tomen conciencia de que el domingo es importante y entonces nos reunimos aunque no haya una persona estable que esté con nosotros; o sea, intentar que el domingo se abra la iglesia, que se junten y vivan un momento cristiano y un momento social. Claro, que se necesita siempre una persona de referencia, hace falta una persona que diga: yo me comprometo. Y dentro de esto se necesita darles un poco de formación y, por otra parte, ofrecerles materiales». Por el momento, ya se han incorporado a la tarea cuatro laicos (tres mujeres y un hombre) en cuatro localidades (Monterrubio de la Demanda, Barbadillo del Pez, Huerta de Abajo y Quintanilla Urrilla), personas que residen fuera y se desplazan a su pueblo los fines de semana. «El hecho de que Concha haya estado tantos años celebrando en estos pueblos es un paso intermedio y muy necesario para que los feligreses vean que una persona distinta del sacerdote, en este caso una religiosa, una persona que no celebra la consagración, sí pueda hacer una celebración de la Palabra. Eso puede hacer plantearse a los laicos, por qué ellos no, si se les proporciona una guía. En esta misma línea queremos seguir avanzando. Si hay personas que se responsabilicen de esas celebraciones pretendemos que a partir de Semana Santa haya otros pueblos donde, de entre los lectores, puedan surgir otras personas a las que se dé una formación y quieran hacerse cargo», explica el sacerdote.

 

Existen en la diócesis otros intentos de crear comunidad de comunidades para dar respuesta a las necesidades de los núcleos rurales. Posiblemente la más antigua es la promovida por José Valdavida, párroco de Basconcillos del Tozo, que congrega a los vecinos de la comarca cada domingo en el santuario de la Virgen de la Vega para celebrar juntos la eucaristía. Allí, su iniciativa supera incluso los límites de lo físico, ya que sus celebraciones dominicales pueden seguirse incluso por video streaming.

Comentarios

Comentarios: 1

  1. M. Dolores Pérez Estébanez

    Me parece una experiencia y solución muy enriquecedora para qu la comunidad cristiana siga celebrando y alimentando su fe. Celebro esta iniciativa también desde la preocupación por un sector de la población que no debemos abandonar. Hemos recibido mucha vida de fe y humanidad de esta comunidades rurales… hoypoco mimadas


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