Un total de 462 cofrades procedentes de medio centenar de hermandades de la capital y provincia se dieron cita ayer en la localidad de Oña para participar en el encuentro diocesano de cofradías. En un ambiente de convivencia y hermanamiento, los cofrades asistentes al acto disfrutaron de momentos de formación, otros para crear lazos de amistad y también para orar juntos.
El plato fuerte de la jornada fue una ponencia a cargo de Pilar Alonso Abad. Con el título «Devoción y arte: Las cofradías, camino de evangelización», la profesora de Historia del Arte de la Universidad de Burgos hizo un repaso de la evolución de la imaginería religiosa dede la Edad Media hasta la actualidad. Asimismo destacó cómo la Iglesia católica ha usado el arte, y en especial la imaginería de la Semana Santa, como medio catequético y cauce de evangelización.
Tras la conferencia, llegó el turno de una procesión por las calles de la localidad a la que siguió la celebración de la eucaristía, presidida por el arzobispo, don Fidel Herráez Vegas. El pastor de la diócesis agradeció a los cofrades su implicación en la tarea evangelizadora de la Iglesia y les animó a seguir desarrollando su trabajo para lograr un mundo más fraterno y solidario.
La jornada concluyó con una visita a los principales rincones de la localidad y una comida de hermandad en la que abundó el buen ambiente y los presentes trasladaron su especial felicitación al arzobispo ante su próximo aniversario de ordenación sacerdotal.
Era la primera vez que este encuentro se desarrollaba en la localidad burebana, si bien se viene repitiendo desde hace 19 años en diferentes lugares de la provincia. Los cofrades asistentes al evento agradecieron la acogida y buen trato dispensado por los onienses, algo que en palabras del párroco de la localidad, Cecilio Adrián Haro Guerrero, estaban afanados desde hace tiempo: «Teníamos mucha ilusión por acoger este encuentro, que destacó por un clima de convivencia», a la vez que agradece la buena disposición de los participantes, que hizo que «todo se desarrollara con tranquilidad». Asimismo, agradece la colaboración del ayuntamiento de la localidad y de «Embutidos Maripaz», que obsequiaron a los cofrades con una surtida bolsa de productos de la tierra. El próximo encuentro de cofradías se desarrollará en Aranda de Duero.
Francisco Martínez Mijangos nació en 1972 en Burgos y ha vivido en la capital toda su vida, vinculado a las parroquias de San Pedro y San Felices, San Martín de Porres y La Inmaculada. Casado y con dos hijos, actualmente ejerce su profesión de ingeniero. Es miembro de Promoción Solidaria, una organización que se ocupa del desarrollo de cristianos comprometidos. También pertenece al actual equipo de Apostolado Seglar. Además ha llevado a cabo actividades con jóvenes como monitor y responsable de grupo.
Cuando habla de las raíces de su fe, Francisco se remonta a las actividades del grupo Postguay que se desarrollaban en San Martín de Porres y que estaba formado por un grupo de jóvenes de 17 y 18 años en los años 80. «Creo que es el momento más importante en el fortalecimiento de mi fe, allí viví mi fe vinculada a la realidad, porque hablábamos de todos los temas del momento con libertad y con sentido crítico». Explica que además, entraron en contacto con gente del Movimiento Cultural Cristiano y fue muy enriquecedor para despertar en el compromiso y la responsabilidad de ser laico dentro de la Iglesia. «Hasta entonces mi fe era primaria, la recibida de la familia y de la parroquia, pero desde ese momento mi fe cambió también mi manera de plantear la vida».
Un laicado activo
Y es que a Francisco le gusta el «cristianismo de acción», aunque eso no quiere decir «que no haya oración, pero el laico está por encima de todo llamado a actuar, es lo que la Iglesia nos reclama y no solo ahora, sino que lo ha hecho siempre». Una tarea que no es sencilla, pues Francisco considera que el laico no ha sido un ejemplo de acción, «hemos sido laicos de sacristía, de acompañamiento al sacerdote, pero sin atrevernos salir fuera y no hemos estado a la altura del protagonismo que la Iglesia nos ha querido dar, porque el laico tiene la responsabilidad en la organización de la economía, la política, la sociedad y es ahí donde tenemos que centrar nuestro esfuerzo y nuestra lucha por el Reino de Dios». En esta línea, Francisco explica que el perfil del laico que él conoce tiene más inclinación por los movimientos espirituales, «pero tiene auténtico pánico a la acción y también me parece que muchos sacerdotes no se han implicado en la tarea de animar al laico a la acción y sembrar la inquietud necesaria para conseguirlo. Por eso el laicado no ha avanzado nada en España en los últimos años, sino que ha sido al revés, ha ido a menos. Porque es muy fácil estar siempre bajo la tutela de los sacerdotes y no asumir nuestra responsabilidad, debemos reconocer que los culpables somos en gran medida nosotros mismos, los laicos, por no haber sabido estar a la altura». Francisco añade que «un laicado que no es activo no es tampoco testimonial, y sin testimonio de vida no atraemos a nadie a la Iglesia, eso nos está ocurriendo ahora».
Para abordar este tema, Francisco invita a todos los laicos de la diócesis a participar en el encuentro que tendrá lugar el próximo 19 de mayo en el Seminario de San José. Se tratará de una jornada convivencia en la que se podrán escuchar diversos testimonios de gente comprometida, para terminar con una vigilia de Pentecostés.
Celebramos este domingo la Pascua del Enfermo. Para la Iglesia recordar y servir a los enfermos se convierte en una actualización constante de lo que Jesús hacía con ellos. Las páginas del Evangelio están llenas de escenas en las que Jesús se acerca a personas enfermas con la idea de procurarles la salud y anunciarles el mensaje de la salvación. Son escenas llenas de ternura, de apertura al necesitado y de cercanía con el que sufre. Jesús, una vez más, nos muestra el camino para que nosotros lo recorramos. Y aunque esto ha de ser siempre así, viene bien tener una Jornada como la de hoy que nos ayude a renovar nuestro compromiso personal y diocesano. El Señor crucificado, muerto y resucitado quiere comunicar su vida plena y abundante a todos, especialmente a aquellos que, por cualquier motivo, sufren, como dice San Pablo, «lo que falta a los padecimientos de Cristo» (Col 1,24).
Esta Jornada nos invita a la reflexión y a la acción bajo el lema: «Acompañar a las familia en la enfermedad». Se trata de profundizar y tomar mayor conciencia sobre el importante papel humano y social que desempeñan las y los cuidadores de los enfermos. ¿Quién cuida a los cuidadores?, nos preguntamos a veces. Pues tomemos conciencia de que necesitan que les ofrezcamos cercanía, apoyo, acompañamiento y atención especial: unas veces, porque la enfermedad sorprende, o se agrava, o se prolonga, o es insuperable; y, otras, porque, la enfermedad de las personas que amamos se padece con mayor sufrimiento y preocupación. En todo caso, la enfermedad, sucede como una experiencia común en la vida de las familias, donde se demuestran de un modo insustituible, el amor, la solidaridad y el cuidado entre todos sus miembros.
La vocación maternal de la Iglesia hacia los enfermos se ha concretado, en su historia bimilenaria, en una rica serie de iniciativas en su favor. Como afirma el Papa Francisco, en el Mensaje del Día del Enfermo: «la memoria de la larga historia de servicio a los enfermos es motivo de alegría para la comunidad cristiana y especialmente para aquellos que realizan ese servicio en la actualidad. Por ello hace falta mirar al pasado, sobre todo para dejarse enriquecer por el mismo. De él debemos aprender: la generosidad hasta el sacrificio total de muchos fundadores de Institutos al servicio de los enfermos; la creatividad, impulsada por la caridad, de muchas iniciativas emprendidas a lo largo de los siglos; el compromiso en la investigación científica, para proporcionar a los enfermos una atención innovadora y fiable» (5). Este legado del pasado y la imagen de la Iglesia como un «hospital de campaña», que acoge a todos los heridos por la vida, son realidades que nos deben estimular.
En este sentido, la tarea de la Iglesia hoy, en concreto en nuestra Iglesia en Burgos, es pensar y sentir la realidad de los enfermos y de sus familias como parte de la gran familia diocesana, interesarnos por ellos, saber mirarles con la misma mirada llena de ternura y compasión con que lo hizo el Señor. Por eso hemos de seguir impulsando la pastoral de la salud para que siga siendo una misión necesaria y esencial que hay que vivir con renovado empeño, tanto en las comunidades parroquiales como en los centros de atención especializada. Damos gracias a Dios por el testimonio evangélico de ternura y perseverancia con el que muchas familias acompañan a sus hijos, padres y familiares, enfermos crónicos o discapacitados graves. También hemos de agradecer su extraordinaria tarea a médicos y enfermeras, sacerdotes, consagrados y voluntarios, familiares, equipos parroquiales de visitadores, a todos aquellos que se comprometen en el cuidado de los enfermos y a la Delegación de la Salud, que impulsa este servicio para que se pueda participar, de forma diversa y complementaria, en esta misión eclesial.
La tarea de la Iglesia hoy, en concreto en nuestra Iglesia en Burgos, es pensar y sentir la realidad de los enfermos y de sus familias como parte de la gran familia diocesana, interesarnos por ellos, saber mirarles con la misma mirada llena de ternura y compasión con que lo hizo el Señor.
En la reciente Exhortación Apostólica publicada por el Papa, de la cual os hablaba el domingo pasado, al invitarnos a todos a vivir nuestra santidad en la vida cotidiana se nos decía algo tan sencillo como: «Saber llorar con los demás, eso es santidad», porque así se experimenta que «la vida tiene sentido socorriendo al otro en su dolor, comprendiendo la angustia ajena, aliviando a los demás» (EG 76). También dice el Señor: «Estuve enfermo y me visitasteis» (Mt 25,36). Si podéis visitar a algún enfermo, escuchar a una familia, interesaros por su situación, hacedlo de corazón. Os hará bien.
Al comenzar este mes de mayo dirijamos nuestra oración a María, Madre de la ternura, para confiarle a todos los enfermos y a sus familias. Que Ella los sostenga en la esperanza y que nos enseñe a los bautizados a vivir con amor la vocación al servicio de la vida y de la salud.
Esta tarde se ha desarrollado en el Seminario de San José el encuentro diocesano de catequistas, que bajo el lema «Catequistas, discípulos misioneros», ha congregado a unos 120 participantes procedentes de diversas parroquias.
El evento ha comenzado con la intervención de José Luis Lastra Palacios, vicario de pastoral, quien ha recordado que este encuentro se enmarca dentro de los objetivos diocesanos fijados hace unos años y que tienen como meta la tarea misionera para una continua conversión. Además, también ha destacado el importante papel que ejerce el «libro blanco» de orientación de iniciación cristiana publicado por la diócesis y dirigido a catequistas. En este libro se recogen sugerencias sobre la confirmación, se insiste en los equipos de vida, en el carácter integral de la catequesis y se apunta al acompañamiento de jóvenes y niños que se inician en la fe. Tras esta intervención, el arzobispo de Burgos, don Fidel Herráez, ha saludado a todos los participantes y ha agradecido su presencia, recordando a los catequistas que son «pueblo de Dios en camino, y mediadores para que esos niños, jóvenes y mayores puedan encontrarse con Él». Seguidamente, Rafael Casado, delegado diocesano de catequesis, ha animado a todos a participar en una oración conjunta con la que daba comienzo el encuentro.
Qué aporta la fe hoy
A continuación ha tenido lugar la ponencia de Juan Luis Martín Barrios, director del Secretariado de Catequesis de la Conferencia Episcopal [puedes escuchar el audio más abajo]. Su intervención ha arrancado preguntando qué aporta la fe a los hombre y mujeres de este siglo, lo cual detalló claramente en tres puntos: «Creer en Jesucristo hoy ayuda a vivir unificado, a poseer una armonía interna frente a tanta gente que vive dispersa, que piensa una cosa, siente otra y hace otra diferente; también ayuda a vivir en hondura todo lo que acontece, le relación con el cónyuge, con los hijos, la educación integral…frente a tanta gente que vive en al superficialidad. Y además, ayuda a vivir desviviéndose, que es contrario al egocentrismo que reina». Añadió que en todo ser humano está la impronta de Dios, «que se refleja en la palabra, la sexualidad, que nos da la capacidad de amar, y el trabajo, que da la capacidad de transformar. Y resulta que estas tres realidades tan hermosas están siendo masacradas».
La ponencia continuó desgranando las dificultades de ser discípulo misionero en el mundo actual, tales como el materialismo, que crea un mundo de «comodidad, autoglorificación y solitariedad», frente a los cuales se ha de contraponer la llamada a la renuncia, la humildad y la solidaridad; y otras dificultades como el relativismo y el egoísmo, que llevan a una sociedad secularizada, autosuficiente, utilitarista y hedonista. Ante todo ello, Martín Barrios ha hecho un llamamiento a la alegría, «un bien escaso que consta de cuatro principios: saber para qué vivimos, tener esperanza en el futuro, querer de verdad a la gente y ser queridos por ella. En el caso de los creyentes, los componentes de la alegría están en saber que Dios nos ama, contar con la fuerza para amar, tener la dicha de ser amado y saber que la vida no es una pasión inútil, sino que en su origen y su final está Dios».
Para concluir con su ponencia, Martín Barrios ha resaltado también los rasgos de espiritualidad de los catequistas como discípulos misioneros: «Esta ha de ser una espiritualidad de confianza, no de optimismo, una confianza que brota de la esperanza. También ha de ser una espiritualidad de fidelidad, no que busca el éxito, y que aprende y enseña a orar».
Experiencias a través de las parroquias
Posteriormente los catequistas han podido participar en talleres y grupos de trabajo variados en los que se han abordado diferentes temas, vividos según experiencias de los catequistas y su parroquia de procedencia. Así, los catequistas de la parroquia de San Juan de Ortega han dado a conocer la importancia de que estos participen en otros ámbitos aparte del grupo de catequistas en el que ejercen su labor, para que su vida cristiana pueda crecer; mientras que la parroquia de San Pedro y San Felices ha expuesto la preocupación por que las familias queden al margen de la catequesis que se imparte en las parroquias. El grupo de la parroquia de Cardeñadijo ha destacado lo necesario que es ofrecer continuidad para después de la confirmación y así continuar fortaleciendo la fe de quienes están en proceso de iniciación cristiana, y por su parte, la parroquia de Nuestra Señora del Rosario ha dirigido su taller a los monitores y animadores de despertar religioso, «una etapa que aunque no es propiamente catequesis, sí es de educación cristiana, y en la que tiene mucha importancia el primer anuncio». La implicación de toda la comunidad parroquial en la formación cristiana es un tema que ha sido abordado por la parroquia de San Fernando , que ha señalado que esta tarea, la de formar, no puede caer únicamente en los catequistas, mientras el resto de la comunidad se desentiende. Además, la parroquia de San Juan Bautista ha tratado el tema de las misas con niños o las misas de familias, ya la del Buen Pastor de Miranda de Ebro ha expuesto la atención que los grupos de catequistas procuran a los propios catequistas, abordando dimensiones de su ser e identidad.
Tras los talleres, todos los presentes han asistido a una oración compartida que ha tenido lugar en la capilla del centro de estudios. Durante la misma se han expuesto ideas y conclusiones que se han tratado en los anteriores talleres.
Audio de la ponencia de Juan Luis Martín Barrios [descargar]