Miranda de Ebro vivió en la jornada de ayer, miércoles, su fiesta patronal. La parroquia de Santa María acogió la celebración de la misa en honor de Nuestra Señora de Altamira. Numerosos fieles y devotos de la Virgen se dieron cita en un abarrotado templo, para honrar a su patrona.
Hasta allí se desplazó el arzobispo, don Fidel Herráez, que presidió la Eucaristía, concelebrada por casi una veintena de sacerdotes. También fue numerosa la presencia de autoridades civiles, entre las que destacaban la primera edil de la ciudad del Ebro, Aitana Hernando, junto con el resto de la corporación municipal, la delegada del Gobierno en Castilla y León, Virginia Barcones y el delegado de la Junta de Castilla y León, Baudilio Fernández-Mardomingo. Tampoco quisieron perderse la fiesta las cofradías de Miranda de Ebro (Nuestra Señora de Altamira, San Juan del Monte, San Antón…), Haro (Nuestra Señora de la Vega y San Felices de Bilibio) y Vitoria (la Virgen Blanca). La parte musical corrió a cargo, como es habitual, del Orfeón Mirandés.
En su homilía, el arzobispo invitó a los presentes a pedir al Señor, por intercesión de la Virgen de Altamira, la verdadera sabiduría, que nos lleve a sopesar adecuadamente las cosas de la tierra. Al mismo tiempo, reflexionó sobre la realidad que supone que nuestro Dios se haya encarnado en el seno de una virgen para hacerse uno de nosotros.
Y el mismo espíritu de fervor popular pudo sentirse en el día previo, durante la ya tradicional ofrenda a la Virgen y la posterior procesión de los faroles. Más de ochenta asociaciones, y muchos otros individuales, hicieron su ofrenda floral e incluso artística: hubo bailes, cantos y poemas para nuestra madre de Altamira. Los faroles, con los misterios del santo rosario, acompañaron a María en su recorrido por las calles de Miranda. Como broche de oro, hubo unos fuegos artificiales que hicieron las delicias de los mirandeses.
Los procesos de iniciación y madurez en la fe, la reorganización diocesana y la puesta en marcha de iniciativas concretas para avanzar hacia una Iglesia más misionera serán las prioridades pastorales para el curso 2018-2019. Las claves diocesanas que habrán de ser tenidas en cuenta para la programación de las diversas delegaciones, organismos, arciprestazgos, parroquias, movimientos y comunidades las han dado las consultas sobre la aplicación del Plan Diocesano de Pastoral 2016-2020 «Discípulos misioneros» durante sus dos primeros años de andadura, efectuadas en los últimos meses entre los responsables de las distintas acciones.
La primera prioridad será seguir cuidando los procesos de iniciación y madurez en la fe, lo que se concretará en la creación de un equipo que dinamice las acciones y experiencias de primer anuncio. Igualmente, se tratará de consolidar los grupos parroquiales de formación ya existentes y favorecer la creación de otros nuevos, y coordinar esfuerzos entre las delegaciones implicadas en este ámbito: Apostolado Seglar, Familia, Juventud, Catequesis y Enseñanza. Otro de los objetivos es impulsar la pastoral juvenil y vocacional a la luz del próximo Sínodo de Obispos.
La segunda de las prioridades gira en torno a la reorganización diocesana en función de la misión evangelizadora. En este sentido, se seguirá avanzando para la reorganización concreta en los arciprestazgos de Aranda, Roa, Santo Domingo, San Juan de Ortega, Ubierna-Úrbel, Amaya y Merindades y comenzará la reflexión y aplicación en los otros siete. La celebración del domingo en las pequeñas comunidades rurales es una de las necesidades a las que se tratará de dar respuesta, y para ello se fomentará la reagrupación de personas y la preparación de animadores de celebraciones en espera de presbítero.
Dar pasos hacia la creación de un centro diocesano de escucha es una de las propuestas más novedosas para responder a la tercera de las prioridades: caminar hacia una Iglesia más misionera, que sale al encuentro y al servicio de las personas. En esta iniciativa estarán implicados distintos organismos y delegaciones: Cáritas, COF, Pastoral de la Salud, Familia, Juventud y Migraciones, con el fin de dar respuesta a todo tipo de problemáticas.
Igualmente se dará prioridad al fomento del diálogo entre fe y cultura a partir del patrimonio artístico diocesano, concretamente a través de planes pastorales para la celebración del VIII Centenario de la Catedral y de las Edades del Hombre en Lerma.
José María Ausín Martínez nació en Burgos en 1993. Pertenece a la parroquia Sagrada Familia de la capital y ha cursado estudios de Historia y Patrimonio en la Universidad de Burgos. Actualmente realiza un master de Formación del Profesorado en Madrid. Fue catequista de Confirmación en la parroquia del Rosario, en Fuentecillas y ha sido además ha participado como monitor de campamentos con la Milicia de Santa María. Ahora su objetivo es continuar con su formación en los Cruzados de Santa María para llegar a realizar los votos.
Sobre su vinculación con los Cruzados de Santa María, José María explica que desde pequeño participaba en el grupo semanal de la Milicia de Santa María, en campamentos y actividades, recibiendo formación con un carisma concreto, «y en un momento posterior sentí la llamada a pertenecer al Instituto Secular de Laicos Consagrados». Ello implica seguir «un camino de consagración a Dios, pero sin abandonar las realidades temporales. El objetivo es la santificación en la profesión, en los estudios, o en cada estado de vida».
José María reconoce que el tiempo de formación para ser laico consagrado es intenso y largo, con un periodo de discriminación inicial hasta que se realizan los primeros votos temporales que se renuevan dos veces antes de los votos definitivos. El proceso puede alargarse hasta 15 años, «dependiendo de cada persona y su circunstancia», y lo que más le atrajo de todo esto es que se propone un ideal de santidad realizable, «que se puede vivir perfectamente y he encontrado modelos de personas que viven esta santidad que es para todos, no solo para los sacerdotes y religiosos, sino una santidad al alcance de cualquiera que desee seguir este camino». En este proceso, además, ha contado con el respaldo de su familia y la comunidad parroquial a la que pertenece, lo que ha facilitado dar este paso por el que ha optado y del que deja claro que le hace «feliz» vivir así.
Confiar en la acción de Dios
Por supuesto, ha habido renuncias, aunque José María aclara que no tanto «por mi vocación específica sino por la vida cristiana por la que optas. Es cierto que renuncias a muchas cosas, pero una vez que estás en esta situación, cualquier decisión supone renuncias. Pero no las vivo como tales, sino como la elección de un proyecto de vida que me ilusiona». Una vez que llegue el momento de los votos, supondrá concretar el futuro de su vida «con un compromiso más cercano a lo que fue la vida de Jesús. En definitiva, los votos son herramientas para no estar atado a otras cosas, sino vivir la consagración en plenitud. Los votos son de pobreza, castidad y obediencia, es la consagración de la vida de la persona a través de ese compromiso».
Sobre el movimiento de los Cruzados de Santa María, José María comenta que está presente en España, Italia y Perú; y que en España cuenta con un buen número de jóvenes, «aunque como esta vocación abarca toda la vida, también hay personas mayores y familias». Añade también que el Instituto de laicos consagrados fue fundado en Madrid por el jesuita venezolano Tomás Morales.Por último, José María expone que para evangelizar a los jóvenes, hay que empezar por creer «que lo que a nosotros nos llena de alegría también sirve para los demás. No pensar que los demás no son capaces de escuchar la voz del Señor en sus vidas. Tenemos que confiar mucho más en la acción de Dios que llama a cada persona y es capaz de transformar la vida de quien busca ser feliz y estar lleno de alegría por haber dado sentido a su vida».
La delegación de Pastoral de Migraciones, junto con Cáritas, Confer, Atalaya Intercultural y Casa de Acogida Hijas de la Caridad, se unieron de nuevo ayer en el Paseo de Atapuerca en el que ha sido ya el 56 Círculo de Silencio, en esta ocasión con la mirada puesta en los últimos acontecimientos ocurridos en nuestro país con la llegada a Ceuta de 115 de inmigrantes y su inmediata devolución a Marruecos y sobre las condiciones de los Centros de Internamiento de Extranjeros.
En el manifiesto al que se dio lectura para concluir el acto, titulado «Otra política migratoria es posible», las organizaciones convocantes recordaron que «el corto espacio de tiempo transcurrido entre la entrada de 115 personas a través de la valla de Melilla y su devolución deja muchas dudas sobre que pudieran observarse todas las garantías que la ley establece. Condenamos la violencia ejercida en el salto de la valla y nos solidarizamos con los agentes del orden que fueron víctimas de esta violencia. Pero esto no justifica que un Estado actúe con un dudoso respeto a la legalidad y a los derechos de las personas. Decir además que Marruecos es un país seguro y que garantiza los derechos de los migrantes no es cierto: sabemos por experiencias anteriores que a estas personas devueltas las suelen trasladar y dejar a su suerte en las fronteras con otros países o en el desierto».
Por todo ello, manifestaron su adhesión al comunicado que el 24 de agosto emitieron 50 entidades, entre ellas la Red Acoge, Cáritas Española y el Servicio Jesuita a Migrantes, que concluía así: «Exigimos una política de control de fronteras basada en el respeto a los Derechos Humanos, una profunda modificación de la ley de extranjería que garantice vías legales para la migración regular, la aprobación del reglamento de la ley de asilo que garantice el acceso al procedimiento de asilo en consulados, y que se ponga fin a los acuerdos de externalización de fronteras con terceros países que no garantizan los Derechos Humanos ni la protección de las personas en movimiento».
Los CIE, sufrimiento inútil
También los Centros de Internamiento de Extranjeros fueron, una vez más, objeto de crítica. En el manifiesto se aludió al Informe 2017 publicado por el Servicio Jesuita a Migrantes, titulado «Sufrimiento inútil». Durante el año pasado fueron internadas 8.814 personas, con una duración media de 27 días. El 62% de ellas fueron puestas en libertad por imposibilidad de expulsión. Aunque en Burgos no haya un Centro de Internamiento, los detenidos aquí por estancia irregular son llevados al CIE de Aluche, en Madrid. A falta de datos de 2017, en 2016 fueron detenidas en Burgos 133 personas extranjeras sin permiso de residencia y trasladadas a dicho CIE.