
El arzobispo emérito de Tánger, Santiago Agrelo Martínez, ha pasado unos días en Burgos, donde ha ofrecido su experiencia como pastor de la diócesis marroquí y ha hablado sobre inmigración. Sobre este tema, lo primero que quiso destacar Agrelo es el «propósito de silencio informativo sobre lo que pasa en las fronteras, porque por ejemplo en Ceuta y Melilla no hay periodistas para informar, con lo cual lo único que existe es una información oficial, escasamente creíble y muy poco fiable». Otro problema que señaló es el del lenguaje periodístico «que criminaliza constantemente al inmigrante, calificándoles de ilegales o irregulares, y además se les relaciona con las mafias sin hacer ningún tipo de distinción, por lo que inmigrante termina siendo equivalente a mafioso, cuando el inmigrante es una víctima de las mafias».
En Tánger, además, denuncia que la situación ha empeorado mucho: «Antes los inmigrantes podían estar por las calles pidiendo para paliar sus necesidades, ahora se les busca incluso en los pisos donde se alojan para pedirles los papeles y se les detiene. Incluso poderles ayudar está penalizado y llevarles comida y ayuda hasta los montes donde se encuentran es casi imposible, está todo muy controlado y no se atreven a salir, ni a nosotros nos dejan pasar. La situación es malísima, al inmigrante no se le deja otra salida que echarse al mar y arriesgar sus vidas, porque en su país tampoco tienen futuro. Es todo muy triste». Un problema que a los países europeos n parece afectarles, a pesar de estar directamente implicados en su causa. Para Agrelo, «cuando las noticias nos dicen que han muerto varios inmigrantes ahogados, o dan como muy positivo el que han sido rescatados, me supone una gran tristeza moral, porque nosotros les hemos obligado a ello, a ponerse en la situación de morir y eso es una grave responsabilidad para todos nosotros. Lamento que estas cosas no se digan en las iglesias, porque la moral del cristiano pasa por una vida de compromiso con los demás».
El colonialismo continúa
Y no es un problema político, sino un problema de justicia, de respeto de los derechos fundamentales de las personas: «No se trata de hacer beneficencia desde los países ricos». «A veces –señala Agrelo– proponen que se haga llegar dinero a los países africanos para que sus gentes se queden allí, pero no se trata de eso, yo creo que con África sería suficiente con que dejásemos de explotarla los que no somos africanos. Durante el siglo pasado, África ha sido una sucursal de Europa, los países africanos han sido colonias europeas, hoy las banderas han desaparecido pero el colonialismo sigue estando ahí, tanto económico como cultural y político. Nada se mueve en África sin el permiso de los países poderosos y así África no puede vivir, bastaría con dejarles explotar sus propios recursos, para que ellos fueran los máximos beneficiados y no solo nosotros. Lo que está pasando no cuadra, que el país con más recursos naturales sea el que tiene sus ciudadanos más pobres».
Agrelo no se considera con capacidad para ofrecer soluciones, pero sí considera que se deben respetar los derechos de las personas, «y un inmigrante tiene derecho a salir de su país con seguridad y volver cuando quiera, sin que tenga que arriesgar su vida en ello, esto es un derecho fundamental reconocido por todos los países, que ahora no se respeta por ninguno». «Está claro -prosigue- que la inmigración debe ser regulada, pero ello no debe suponer impedirla. Por lo tanto, el primer paso debe ser el de los respetos humanos, porque además se están violando los de las personas más necesitadas. Si no se respetan derechos de un obispo en las fronteras, -yo en muchos casos he sido también humillado en varias ocasiones-, pues no pasa nada, pero cuando hablamos de personas que no tienen ninguna protección, que llegan sin nada, los más pobres y humildes, esto es inaceptable. No entiendo cómo las sociedades pueden tragar semejantes cosas».
Sobre el papel del cristiano ante este problema, Agrelo apunta que también es víctima de una sociedad desinformada, y añade que sueña con una Iglesia que no tenga en la sociedad «ningún peso político»: «Nosotros como Iglesia y como comunidad no tenemos otro destino en este mundo que vivir nuestra fe, el evangelio, y ser testigos de Jesús, lo que supone ser una buena noticia para los pobres, y estoy convencido que si la Iglesia profundiza en ese camino con los pobres, tendrá un verdadero peso social. No es ateo quien niega a Dios, sino quien ignora el sufrimiento de los demás y de los pobres. Tenemos necesidad de meter a los pobres en la Iglesia, si no nos preocupamos de los pobres no tenemos verdadera fe en Jesús».
Nombrado por Benedicto XVI
Nació en Asados, municipio de Rianxo, provincia de A Coruña, diócesis de Santiago, en 1942. Estudió Humanidades en el Seminario franciscano de Herbón e hizo el Noviciado en el convento franciscano de San Francisco de Santiago. Estudió Filosofía y Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, en la que obtuvo el título de Licenciado. Se ordenó sacerdote en 1966. Desde 1986 hasta el 2004 desempeñó el cargo de Secretario provincial de la Provincia Franciscana de Santiago. En 1998 fue nombrado Vicedirector del Centro Cultural Juan XXIII. En julio de 2002 se incorporó al Centro de Atención Pastoral de Vega de Valcarce como párroco. Es nombrado Arzobispo de Tánger por el papa Benedicto XVI el 11 de abril de 2007.