Los «otros» cofrades: Devoción y tradición más allá de la Semana Santa

por redaccion,

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A cualquier ciudadano, si se le menciona una cofradía, es probable que lo primero que le venga a la cabeza sean las procesiones de Semana Santa. Sin embargo, las cofradías abarcan mucho más que esas fechas del año. Y quien mejor lo puede explicar es Lucinio Ramos, delegado de Religiosidad Popular y Cofradías: «Debemos distinguir varios tipos en función de la actividad que realicen. Por un lado están las de ánimas, que dan culto a los difuntos y cuyos miembros se asociaban para que quienes no tienen dinero pudieran ser enterrados con dignidad y contar con una misa en su memoria. También están las cofradías sacramentales, de culto centrado en la eucaristía. Las cofradías penitenciales, por su parte, realizan su actividad de penitencia en Semana Santa y de forma pública; y finalmente hablamos de las cofradías de gloria o de caridad para referirnos a aquellas dedicadas a una advocación de la Virgen o los santos». Lucinio señala que es difícil de saber cuántas cofradías hay en la diócesis, pero hace una estimación de 300.

 

Centrando la atención en las cofradías de gloria o caridad, tres cofrades ofrecen su testimonio como miembros de estas hermandades, no tan «vistosas» como las penitenciales, pero tan activas, valiosas y necesarias como ellas. Una de estas cofradías es la de la Virgen de Lourdes, ubicada en la iglesia de San Gil de la que forma parte María Rosario Tobar. Charo, que es así como la llaman, está implicada en esta cofradía cuando se reinició en 1996 (tras disolverse en 1970), pero su vocación por pertenecer a esta hermandad viene de mucho antes. «Cuando era pequeña, ya tenía claro que quería formar parte de ella, pero a mi madre no le parecía bien porque era una niña». Con el tiempo vio la oportunidad de retomar este deseo y acabó siendo cofrade tras ser invitada por el sacerdote de su parroquia. Charo reconoce que el número de miembros ha decaído, pues de 112 que han llegado a ser, ahora están 50. Sin embargo, eso no afecta a su actividad, que consiste en «orar, procurar rezar el Rosario y organizar novenas, además de ayudar a gente en las necesidades que nos indiquen y acompañar a enfermos. Nuestro lema lo dice todo: oración y ayuda al enfermo».

 

María Inmaculada Crespo también se vio movida desde pequeña a formar parte de una cofradía, en su caso, la de San Roque, ubicada en Roa. En su caso, además, el arraigo familiar estaba muy presente, pues sus bisabuelos fueron fundadores de la cofradía en 1885 con la intención de arreglar la ermita del pueblo. Inmaculada, que actualmente ostenta el cargo de mayordomo de la cofradía, cuenta que el momento de mayor actividad es en verano, cuando celebran las fiestas del patrón. «Se sube la imagen del santo desde la ermita hasta la población, y va portando unas uvas, ya que este es un pueblo vinícola y le pedimos ayuda para proteger la cosecha». Inmaculada comenta que han querido poner énfasis en la parte de devoción, y que la actividad se extienda más allá de las celebraciones patronales. Los donativos que obtienen van destinados a los arreglos de la ermita y también «para gente que tiene alguna necesidad». La cofradía cuenta actualmente con 175 miembros, y procuran «mantener viva la religiosidad popular y el vínculo religioso», concluye.

 

Antonio Martínez es otro cofrade que leva muchos años implicado como tal, concretamente desde 1965. Pertenece a la cofradía del Santo Ángel de la Guarda, ubicada en la iglesia de la Asunción de Nuestra Señora, en el Hospital del Rey. «Una mayoría de vecinos del barrio eran cofrades y como entonces se celebraban 400 años de la fundación de la cofradía, decidí dar el paso», explica. Y es que el «arraigo y la tradición» es lo que mueve a muchos, «para que no se pierda esta comunidad que cuenta con tantos siglos de historia». La actividad central es la caridad, concretamente la visita y atención a enfermos, y también se ofrecen misas por los fallecidos. Además, Antonio destaca que cuando cuentan con algo de dinero, lo destinan «a Cáritas o al Banco de Alimentos».

Tu gracia vale más que la vida

por redaccion,

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

Se cumple un año de esta pandemia que alteró profundamente nuestros esquemas y deshizo nuestros planes. A nivel sanitario, social y económico, las consecuencias del coronavirus son, del todo, adversas. Ante un escenario así, tantos se preguntan: ¿es posible la esperanza? Y la respuesta es afirmativa porque hay espacio para la generosidad, la entrega y el servicio a pesar del fragor del oleaje.

 

Mañana, la festividad de san Juan de Dios nos recuerda que la última palabra no la tiene la desesperanza, la desconfianza, ni el temor. La última palabra la tiene el amor. Quienes le conocieron, relatan que este santo falleció con solo 55 años, consumido por entregarse hasta el último aliento y extenuado a causa de sus penitencias extremas. Se fue lentamente, tras enfermar a causa de una fuerte pulmonía que contrajo días después de rescatar a un chico de la calle que se estaba ahogando. Una vida dedicada a los enfermos y a los más pobres de entre los pobres.

 

Hoy, con la vacuna de la covid-19 tocando las puertas de algunos hogares, y entrando de lleno en otros muchos, me acuerdo de manera especial de apóstoles de la caridad, hombres y mujeres como san Damián de Molokai, santa Teresa de Calcuta, san Luis Gonzaga, san Vicente Paúl… Estos, pusieron la vida de los demás por delante de la suya, sin importarles ser los primeros en cuidar a los moribundos y los últimos en la fila del pan de los pobres aun a riesgo de sus vidas.

 

Ciertamente, no puedo dejar de nombrar al Padre Damián; quien, con 33 años, se ofrece voluntario para vivir en una colonia de leprosos, que estaban confinados en una pequeña península de la isla de Molokai. Allí, donde los enfermos morían a diario y eran sustituidos por otros con la misma enfermedad, el sacerdote se agota por aliviar el dolor de aquellos hermanos, para que al menos pudieran morir con esperanza. En una de sus cartas, llegó a escribir que no sabía dónde administrarles la Unción de los enfermos, pues «los pies y las manos eran una pura llaga».

 

Tras once años con aquellos a quienes –como él mismo decía– «les olía hasta el alma», se contagia de lepra. Y así pasa cuatro años más, declarándose «el misionero más feliz del mundo». Porque hay más alegría en dar que en recibir (cfr. Hech 20, 35). Y hasta que muere, con 49 años, continuó celebrando la Eucaristía con la única parte de todo su cuerpo que, al contrario de lo que siempre ocurre en estos enfermos, no le había afectado aquella terrible enfermedad, las manos para consagrar el pan vivo, el que da la verdadera vida: la del amor y la fortaleza en esta vida y la eternidad tras la muerte. Y así distribuir la vida y sembrar la esperanza en aquél lugar de muerte.

 

Este santo, como otros en incontable número, nos enseña a hacernos últimos con los últimos y a servirlos con amor. En el fondo, se trata de cogerse de la mano del Señor para no tener mayor amor que el de dar la vida por el amigo (cfr. Jn 15, 13). Y ojalá nosotros, en estos momentos de inquietud en que están entrando nuevos rayos de luz con las vacunas para hacer frente al coronavirus, no tengamos miedo de esperar pacientemente o de ponernos los últimos en la fila para que la reciban antes aquellos que lo necesitan más que nosotros. Os confieso que no tengo ningún temor en hacerlo. Porque, al final, como bien reza el salmo (Sal 63, 4), «tu gracia vale más que la vida», es decir, acoger, experimentar y vivir en tu amor y entregarlo a los demás constituye una vida infinitamente mayor. Con gran afecto pido al Señor que os bendiga.

 

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos

Gamonal, un arciprestazgo que «comparte» en tiempos de pandemia

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Se llama Daniela. Nació en Venezuela y el año pasado, justo antes de comenzar el confinamiento a causa del coronavirus, llegó a Burgos. Recuerda cómo sus primeros días en la ciudad fueron muy complicados, ya que la crisis sanitaria obstaculizó mucho estabilizar su situación. Tuvo que «sufrir muchas dificultades, sobre todo en lo referente a vivienda, trabajo y alimentación». Sin embargo, ahora comienza a abrirse ante sus ojos «un camino de esperanza gracias a instituciones como Cáritas y la parroquia donde me han acogido, donde me siento una más de la comunidad».

 

Su testimonio fue uno de los que pudo escucharse el pasado miércoles en la parroquia de San Pablo en el segundo encuentro arciprestal de Gamonal organizado para este curso y que sigue los verbos «cuirar, cuidar y compartir» que vertebran la programación diocesana de este año marcado por la pandemia. En esta ocasión, tocó el turno al «compartir» en un encuentro que se desarrolló en un clima de oración. Además de la experiencia de Daniela, los presentes en el acto conocieron el testimonio de Carlos, que lideró durante la primera ola de la epidemia un movimiento solidario con algunos vecinos del barrio para acompañar a ancianos y personas que viven solas.

 

Para el arcipreste de Gamonal, Marcos Pérez Illera, estos encuentros suponen una oportunidad para «compartir vida y fe» entre los agentes evangelizadores del popular barrio. Según indica, estos testimonios «pueden ayudarnos a descubrir nuestro compromiso en el mundo como discípulos misioneros de Jesús».

 

El último de estos tres encuentros arciprestales, que girará en torno al verbo «curar», tendrá lugar, también en la parroquia de San Pablo, el próximo 29 de abril.

El Consejo Diocesano de Acción Católica visita al arzobispo

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consejo diocesano de accion catolica

 

Ayer miércoles 3 de marzo, miembros del Consejo de Acción Católica fueron recibidos en la Casa de la Iglesia por el arzobispo, don Mario Iceta Gavicagogeascoa. Fue una primera toma de contacto para presentarse ante el nuevo pastor de la archidiócesis, darle a conocer su realidad e ir dando pasos en común para seguir trabajando por la Iglesia en Burgos.

 

También en Gamonal

 

Además, el arzobispo también se reunió ayer miércoles con los sacerdotes del arciprestazgo de Gamonal. Como hace cada semana, se interesó por conocer la vida de las parroquias del popular barrio y pensar medios de acción para una más y mejor acción evangelizadora.

Continúa el trabajo para poner «en salida» al Pueblo de Dios

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El pasado viernes, el grupo de burgaleses que participó en febrero del año pasado en el Congreso de Laicos «Pueblo de Dios en salida» se reunió en la parroquia del Hermano San Rafael para establecer el método para estudiar la «guía de trabajo para el postcongreso de laicos», elaborada desde la comisión episcopal para los Laicos, Familia y Vida. En el encuentro, que conjugó la doble modalidad presencial y online, también participaron miembros del equipo de la delegación diocesana de Apostolado Seglar.

 

A través de esta guía y de las experiencias vividas en el congreso de laicos, el camino a seguir estará se centrará en reflexionar las actitudes a convertir, qué procesos activar y qué proyectos proponer. Proyectos que se incorporarán progresivamente a la dinámica diocesana para ptenciar el laicado en todos sus ámbitos, a través de los cuatro itinerarios: primer anuncio, acompañamiento, formación y presencia en la vida pública.

 

Este trabajo postcongreso partirá también de la síntesis diocesana elaborada en el encuentro de laicos diocesano en 2019, fase precongresual, donde distintos movimientos, asociaciones y laicos de parroquia desarrollaron un importante trabajo de análisis de la realidad diocesana laical mediante la metodología «reconocer, interpretar y elegir». Así también el material elaborado desde el nivel nacional con las distintas aportaciones diocesanas al precongreso, serán la base para este trabajo que se desarrollará en cuatro fases, una por cada itinerario.

 

El grupo de congresistas está formado por las delegaciones de Familia y vida, Pastoral Obrera, Apostolado Seglar,  jóvenes de Pastoral Universitaria, arciprestazgos de la ciudad y zona rural, además de otras realidades diocesanas. Acompañadas por el vicario de Pastoral, que también participó en el Congreso de laicos. La guía de trabajo se puede adquirir en la librería diocesana.