
Pocas veces antes un arzobispo pedía a los sacerdotes y miembros de los principales organismos consultivos de la archidiócesis nombres para ocupar el cargo de vicario general. Los resultados de aquella consulta impulsaron a don Mario Iceta a nombrar a Carlos Izquierdo Yusta (Pineda Trasmonte, 48) como su mano derecha, algo que él agradece pero que, a la vez, le da algo de vértigo: «Es una mayor exigencia para mí, pues parece que he generado expectativa».
Su nombre, de hecho, apareció pronto en muchas de las quinielas, avalado por su amplia formación intelectual y su trayectoria pastoral y docente. Es doctor en Teología y Ciencias Patrísticas por el Instituto Patrístico ‘Augutinianum’ (Roma 2009), licenciado en Filosofía por la Universidad Gregoriana (Roma 2018), y licenciado en Teología Dogmática por la Facultad de Teología de Burgos (2001), donde es profesor de Patrología, Latín y Espiritualidad Patrística. Ha sido, además, vicario parroquial de Villarcayo, director del Colegio Mayor San Jerónimo, vicario episcopal para la Cultura y, desde 2014, párroco de San Antonio Abad, a la que se añadió en 2020 la parroquia de Nuestra Señora del Pilar para conformar una nueva unidad pastoral en la que, de momento, seguirá al frente. Además de sus estudios en Roma, ha aprovechado varios veranos para formarse en Alemania, Grecia y Estados Unidos. Le gusta coleccionar sellos (la «fiebre» le viene de lejos, de sus años de seminario con don Alipio), el deporte, las plantas y la naturaleza en general, así como la música, sobre todo la ópera, y confiesa que uno de sus sueños es aprender a tocar el piano.
Desde su toma de posesión el pasado 30 de julio, han sido muchas las felicitaciones que ha recibido. Asume su nueva misión «con ilusión», fascinado por «el impulso y el entusiasmo que genera el arzobispo» y agradecido por el trabajo realizado por su antecesor en el cargo, Fernando García Cadiñanos, ahora obispo de Mondoñedo-Ferrol. «Creo que a nivel institucional hemos logrado un prestigio social y que gracias al trabajo de los últimos años somos un referente en el mundo político, económico, social, cultural, empresarial y universitario» en la provincia, sostiene. «Necesitamos sentirnos orgullosos de lo que hacemos y de la institución en la que estamos».
Generar ilusión
Según detalla el Código de Derecho Canónico, al vicario general compete la potestad ejecutiva que corresponde por derecho al obispo diocesano para realizar cualquier tipo de actos administrativos, exceptuados aquellos que el obispo se hubiera reservado o que, según el derecho, requieran mandato especial del mismo. Es su colaborador más cercano en el gobierno de la diócesis, debiendo informar al obispo sobre los asuntos más importantes en colaboración con el resto del equipo de gobierno, en el que asegura encajar «como una pieza más».
La reestructuración diocesana y la creación de unidades pastorales, la falta de vocaciones sacerdotales, la fase final de la Asamblea Diocesana o el poso que deje el VIII Centenario de la Catedral son algunos de los retos a los que deberá enfrentarse el nuevo vicario. Con todo, cree que él «no deba buscar la solución a los problemas», sino «entusiasmar a la gente para que lo haga». «La fuerza de la inercia hace que perdamos ilusión e innovación, pero hemos de generar esperanza y ser contemplativos en acción». Por eso considera que su labor deberá ser, principalmente «de escuchar, de entusiasmar, de cuidar». «Un clero contento y unas comunidades motivadas son elementos básicos por los que hay que apostar para generar ilusión».