Rioseco: Premio a la conservación del patrimonio como factor de desarrollo económico y social

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En 2010, el colectivo Salvemos Rioseco, a través de la implicación de un grupo de voluntarios de diferentes edades y condiciones, comenzó la recuperación del monasterio de Santa María de Rioseco, incluido en la lista roja de Hispania Nostra. Tras la desamortización de Mendizábal, el cenobio cayó en declive, hasta verse sepultado por la vegetación, zarzas, arbustos y hiedras. El tesón y esfuerzo con el que cada verano decenas de voluntarios se afanan por recuperar el entorno ha sido vital para que Hispania Nostra otorgue a la fundación Monasterio de Santa María de Rioseco su galardón a la conservación del patrimonio como factor de desarrollo económico y social. El jurado reconoce de esta manera el altruismo de sus voluntarios, su deseo de conocer, querer y salvar su patrimonio y reconocer en el mismo un motor de desarrollo cultural, económico y social para los pueblos de la España rural.

 

«Es un premio que nos llena de alegría», señala Juan Miguel Gutiérrez, párroco del Valle de Manzanedo e impulsor de la recuperación del monasterio desde hace más de una década. «Son un reconocimiento al esfuerzo que los vecinos de las Merindades han hecho por cuidar y poner en valor su patrimonio, su vida y su historia» y también al voluntariado «y la capacidad que tenemos las personas de sacar sueños adelante si nos mantenemos unidos», indica.

 

«El arte y la cultura son un factor social y un medio para luchar contra la despoblación», asegura el sacerdote. Por eso, este galardón supone reconocer el trabajo llevado a cabo cada verano en la recuperación del patrimonio, donde gentes de diferentes edades, pueblos y procedencias trabajan de forma altruista por recuperar y poner en valor el monasterio. «Si nos unimos y nos cargamos de compromiso, instituciones públicas y privadas, pueblos, parroquias, jóvenes y mayores podemos llevar a cabo objetivos comunes», revela. «Rioseco es un ejemplo de constancia, de esfuerzo, de buen hacer, de un trabajo conjunto con un gran equipo técnico y, sobre todo, con un gran equipo humano que cree en lo imposible y que ha sido capaz de transformar un espacio casi olvidado y a punto de desaparecer en un lugar lleno de vida y que transmite vida».

Las Jornadas de diálogo cristiano-musulmán abordan el trabajo decente

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Mañana, día 24, y el próximo 31 de mayo tendrán lugar las XIII Jornadas de diálogo organizadas por el Grupo de conocimiento y diálogo cristiano-musulmán que se inició hace catorce años por iniciativa de la Delegación diocesana de Pastoral de Migraciones, y en el que participan varios musulmanes y varios católicos. Colaboran en esta edición cuatro comunidades musulmanas afincadas en Burgos ciudad: Attaqwa, Al Sunna, Iqraa y Mezquita Ismael, así como el movimiento Encuentro y solidaridad y la Delegación diocesana de Pastoral Obrera.

 

La cuestión que se plantea en esta ocasión es el Trabajo decente, expresión acuñada en el seno de la ONU y asumida por la Iglesia en su Iniciativa por el trabajo decente (https://www.iglesiaporeltrabajodecente.org).

 

Mañana 24, a las 19’30, en el salón de actos de la Fundación Círculo en Plaza de España, ofrecerá su testimonio el activista pakistaní Ehsan Ullah Khan, fundador del Frente de Liberación del Trabajo Forzado, musulmán, famoso por haber liberado al niño cristiano Iqbal Mashib en 1992. El título de reflexión es ‘Una vida de lucha contra la esclavitud infantil’.

 

El martes 31, también a las 7’30 de la tarde, pero en el salón de actos de Sindicatos (en C/ San Pablo 12), con el título ‘La dignidad del trabajo en nuestras tradiciones religiosas’, intervendrán otras dos personas expertas en la materia: Mohamed Chograni, secretario de la comunidad islámica Attaqwa de Burgos, y Amaya Muñoz Vicario, delegada diocesana de Pastoral Obrera de Burgos. Moderará el coloquio Luis Gutiérrez Tapia, secretario de organización de la Federación de Servicios y Consumo de UGT y Coordinador del Departamento diocesano de formación sociopolítica.

 

Estas jornadas están abiertas al público interesado, y especialmente a cuantos piensan que es necesario dialogar, convivir y trabajar juntos desde las diversas creencias religiosas.

Nuevos servidores del Pan y la Palabra

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La capilla del Seminario diocesano de San José acogió ayer la celebración litúrgica con la que cuatro seminaristas fueron instituidos en los ministerios laicales de lector y acólito. Recibieron el ministerio del lectorado Guillermo Pérez Rubio y Rodrigo Camarero Abad, del Seminario San José, y Cristian Tomás Alonzo. Este último recibió, además, el acolitado junto a Aarón de Jesús Marchelli, ambos del Seminario Redemptoris Mater.

 

La eucaristía, en la que participaron numerosas personas, estuvo presidida por el arzobispo, don Mario Iceta. Haciendo referencia a las lecturas proclamadas en la liturgia, destacó la importancia del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia, que no solo hace de los cristianos «hombres buenos», sino «hombres nuevos» en Cristo. El Espíritu Santo garantiza la comunión en la Iglesia, como en el primer concilio de Jerusalén, o en la reciente Asamblea vivida en la archidiócesis. «El Espíritu Santo nos aporta una paz nueva, distinta de la que da el mundo, fundamentada en intereses humanos». A los seminaristas les recordó que, en su camino hacia el presbiterado, el lectorado les hace servidores de la Palabra, para que moldee sus propias vidas; y el acolitado, servidores del Pan, para que lo compartan con los hermanos.

 

Los ministerios laicales instituidos representan un grado de participación en las responsabilidades de la comunidad eclesial y son conferidos en un rito litúrgico aprobado oficialmente, con un compromiso formal y estable por parte de las personas idóneas que lo solicitan y son aceptadas por el obispo. Los ministerios instituidos son tres: el lectorado y acolitado, al que tras la reforma del canon 230 de Derecho canónico, en enero de 2021, pueden acceder las mujeres; y el catequista, a partir del Motu proprio «Antiquum ministerium» de mayo de 2021. Los candidatos al diaconado permanente y al presbiterado reciben el lectorado y acolitado como un paso previo a su ordenación.

Luz verde a la rehabilitación de las vidrieras del Condestable

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La petición formal que realizaron hace unas semanas varias instituciones locales ha tenido su eco. El pasado viernes, el Ministerio de Cultura y Deporte anunciaba que incluirá en su Plan Nacional de Catedrales la rehabilitación de catorce ventanales de la capilla de los Condestables de la Seo burgalesa. La actuación será acometida por el Instituto del Patrimonio Cultural de España, dependiente de la Dirección General de Patrimonio Cultural y Bellas Artes. Los técnicos de la entidad visitarán el templo en los próximos días para valorar la situación en que se encuentran los vitrales, destruidos por las tropas napoleónicas durante la invasión francesa del siglo XIX y que custodia a buen recaudo el Cabildo catedralicio.

 

Está previsto que la restauración pueda ejecutarse en 2023 y, según valoración del propio Cabildo, podría oscilar en torno al medio millón de euros. Se ha propuesto restaurar los vidrios originales y crear otros de nueva ejecución para la superficie perdida, de modo que se mantenga la narrativa iconográfica original de la capilla, de construcción octogonal y donde siempre luce el sol. De ahí la necesidad de recuperar las vidrieras, última de las grandes obras de restauración que quedan por acometer y que supondría un broche excepcional tras la celebración del VIII Centenario de la colocación de la primera piedra del templo, Patrimonio de la Humanidad.

 

El ministro de Cultura y Deporte, Miquel Iceta, en una reciente visita al hospital de la Concepción de Burgos, manifestó que existe una Dirección General de Patrimonio Cultural y Bellas Artes que está muy comprometida con la restauración del patrimonio, así como un Plan de Catedrales. Su compromiso por que el Estado preserve parte del patrimonio de la Catedral de Burgos se vio respaldado por una petición formal firmada por diez instituciones y los diputados y senadores por Burgos.

Aliviar y acompañar hasta el final a quien sufre

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Queridos hermanos y hermanas:

 

Hoy perpetuamos que Cristo cura, cuida y acompaña a la persona que sufre: hoy celebramos la Pascua del Enfermo. Este VI Domingo de Pascua, fecha que cierra la Campaña que comenzó el 11 de febrero con la Jornada del Enfermo, nos anima a acercarnos –con sumo cuidado– al mundo de los enfermos, de sus familias y de los profesionales sanitarios y voluntarios que se dejan el alma en cada herida por sanar.

 

Acompañar en el sufrimiento: el corazón de este tema nos urge a dejar a un lado lo superfluo para aproximarnos a aquellos que están sumergidos en el aciago horizonte del sufrimiento. Ellos, quienes están librando una batalla contra la enfermedad, siempre han estado en el centro de la vida de la Iglesia. Porque Dios, de manera constante, sale al encuentro de los que sufren; y con más fuerza, aún, y con una delicadeza especial, posa su mano sobre esos corazones desgarrados que anhelan una sola palabra Suya para sanarse.

 

Cristo encomendó a su Iglesia la misión de cuidar a los enfermos «hasta el final de sus vidas, abrazando todas las consecuencias», recordaba el Papa Francisco en el marco de la XXX Jornada Mundial del Enfermo. En este sentido, «el testigo supremo del amor misericordioso del Padre a los enfermos es su Hijo unigénito». ¿Quién, sino Él, «recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente» (Mt 4,23)?

 

La experiencia vivida durante estos dos últimos años con la pandemia de la Covid-19, tal y como rememoran los obispos de la Subcomisión de Acción Caritativa y Social de la Conferencia Episcopal Española, «nos ha mostrado nuestra vulnerabilidad» y, sobre todo, «nos ha hecho percibir la necesidad de acompañar a los que sufren cualquier tipo de enfermedad».

 

Hemos de tocar la carne sufriente de Cristo: acompañar su dolor, curarlo y ayudar a buscarle un sentido. Y el enfermo es, por encima de todo, el centro de nuestra caridad pastoral. El grito del hermano que sufre reclama nuestra presencia, nuestra mano, nuestra mirada: a veces, con la palabra; otras, con el silencio. Pero siempre con amor.

 

Incluso cuando no es posible curar, sostiene el mensaje de mis hermanos obispos, «siempre es posible cuidar, consolar y hacer sentir nuestra cercanía». Son muy convenientes la paciencia, la delicadeza, la quietud, el afecto y la misericordia. Así, prosiguiendo la huella compasiva del Padre (Lc 6, 36) y continuando la tarea que nos encomendó el apóstol Pedro, «hemos de estar dispuestos a dar razón de nuestra esperanza a todo el que nos la pida» (1 Pe 3, 15).

 

La fragilidad es una escuela de vida y de esperanza para aprender a vivir como solo Jesús vivió, y los sacramentos son la mano extendida del Padre donde encontrar el alivio que dé sentido al sufrimiento.

 

Queridos familiares, agentes sanitarios, voluntarios y miembros de los equipos de pastoral de la salud que acompañáis y cuidáis a diario de las personas que sufren: gracias por ser posada samaritana que refleja el rostro de Cristo, por dejaros tocar, por abrirle paso en vuestra propia vida al dolor del herido, por ser presencia esperanzada, cercanía constante y palabra habitada. Vuestro es el de María, al pie de la cruz.

 

Queridos enfermos: no estáis solos, tenéis un hogar abierto con vuestros nombres y aunque ahora, quizá, os cieguen el sufrimiento, la pesadumbre o la angustia, existe la esperanza verdadera y se llama Cristo. Y lo es, porque está deseando que os dejéis acoger en sus brazos para llevar, sobre Sus hombros, vuestro dolor: hasta que la pena alcance sosiego y se abra a la confianza y la paz, hasta darle el sentido del amor que –al caer de la tarde– anhela el corazón humano.

 

Hoy, en esta Pascua del Enfermo, nos acogemos a María, Salud de los enfermos y Consoladora de los afligidos. Que Ella, quien más sabe de fidelidad y de cuidado, nos enseñe a acompañar a quien sufre; para que seamos bienaventuranza en Sus manos y para que podamos mirar al Señor y escuchar cómo nos dice: «Estuve enfermo y me visitasteis» (Mt 25, 36).

 

Con gran afecto, pido al Señor que os bendiga.

 

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

arzobispo de Burgos