Belorado acoge una exposición sobre cristianos perseguidos

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La iglesia de Santa María la Mayor de Belorado acoge desde hoy una exposición sobre cristianos perseguidos. Se trata de una muestra organizada por la asociación privada de fieles Orden de los Pobres Caballeros de Cristo – Militia Templi, que recorrerá diferentes lugares de la geografía española para dar a conocer la difícil situación de los cristianos en algunos países donde se les persigue por su fe, «concienciando así sobre una situación a menudo silenciada», tal como explican los organizadores. Sus primeras paradas se ubican en torno al Camino de Santiago, por ser lugar donde la vida de estos cristianos perseguidos puede ser conocida por los peregrinos que transitan por la ruta jacobea.

 

La muestra se compone de diversos paneles en los que se exhiben historias personales, datos concretos, mapas y fotografías facilitadas por sus propios protagonistas. Así, se pueden conocer las historias del padre Luis Montes, del Instituto Verbo Encarnado, misionero en Egipto y que ha sido testigo de la persecución a los cristianos en Siria e Irak; la del obispo cordobés Juan José Aguirre, en la diócesis de Bangassou, en República Centroafricana, o la responsable de la cooperativa de artesanos cristianos de Belen, con cuya cooperativa Militia Templi tienen firmado un acuerdo de colaboración y ayuda, y un miembro de la Militia Templi en Chile. Ankara, Bangassou, Bagdad, Ankawa, Qaraqosh, Chile o Mosul son algunos de los lugares del planeta donde pone el foco esta exposición.

 

Esta muestra sobre cristianos perseguidos cuenta con un total de 18 paneles y podrá verse durante las próximas dos semanas en horario de 8:00 a 20:00, para facilitar que los peregrinos que pasen por el lugar puedan contemplar la exposición. Después, recalará en Córdoba.

Colegio Mayor San Jerónimo: un acompañamiento integral a jóvenes universitarios

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Situado en pleno corazón de la ciudad y con una imponente vista de la Catedral (ocupa la parte trasera de la Facultad de Teología), el Colegio Mayor San Jerónimo, un verdadero «hogar» para estudiantes, ha ampliado su número de plazas y también sus objetivos pastorales. Septiembre ha arrancado con una ocupación de 120 plazas (cuando se abrió como colegio mayor eran solo 29), con una ratio de 70 chicos/40 chicas. Un 60% de los alumnos que residieron allí el pasado curso han renovado su plaza para el presente año académico. Once de ellos proceden de la provincia (Villarcayo, Oña, Aranda de Duero, Espinosa de los Monteros y Miranda de Ebro) y el resto, de otras provincias de Castilla y León, País Vasco y La Rioja. Además, también se presta servicio de residencia y comedor en el Seminario de San José a 60 pilotos.

 

Así como los dos primeros años la labor de Juan José Dueñas y Silvia Fernández, ambos comprometidos con el Camino Neocatecumenal, se centró sobre todo en la gestión, ahora pretenden ir un paso más allá e intensificar el acompañamiento a los universitarios: «Los chicos están muy necesitados de que se les escuche, de que se les quiera», apunta Silvia, que conversa con ellos como si de sus hijos propios se tratase. 

 

Recuerdan con mucho cariño la asunción de su nueva responsabilidad. La primera noche que durmieron en el que hoy es su hogar –son matrimonio– fue el 31 de enero de 2020, fiesta de San Juan Bosco: «Fue totalmente coincidente pero providencial. Como decía él, hay que amar a los chicos, estar con ellos», sostiene Silvia recordando la oración de la mañana de aquel día mientras recitaban el Oficio de Lectura. «Mi misión aquí es ayudar a los hijos de otros a llegar al Cielo», añade. «Para mí no es trabajo, no me cuesta, lo vivo como una misión: evangelizar».

 

Acompañamiento integral

 

Cuando conoció este recurso diocesano, el arzobispo, don Mario Iceta, sintió que «faltaba un proyecto educativo», recuerda este joven matrimonio. Y en esta línea trabajan: «Buscamos que el tiempo que estén aquí los chavales, crezcan», aseguran. Además, les consta que la mayoría de los padres de los residentes buscan que se les eduque en valores.

 

Ese camino hacia la excelencia abarca todas las facetas de la persona, lo que se traduce en actividades concretas para entrenar habilidades, como oratoria, técnicas de estudio («una cosa es hacer ruido y otra hacer música», apostilla jocosamente Juanjo al respecto), curva de trabajo, resolución de conflictos o gestión de los propios fracasos. Para ello se ofrece un asesoramiento personalizado, lo que se conoce como mentoring. 

 

El acompañamiento a los universitarios no queda ahí –«también la corrección es parte de la educación», advierte Silvia– y hay «líneas rojas» que no se toleran en el colegio: el consumo de alcohol y drogas.

 

La segunda pata en el proceso formativo que proponen es «generar personas solidarias, sensibles a las necesidades de los demás, romper con el individualismo». Para aproximarse a ese objetivo, el Colegio sugiere una oferta diversa en voluntariado, por ejemplo, en el ámbito de la exclusión, la discapacidad, el trabajo con las Hijas de la Caridad, o con la iniciativa de Cáritas «Café y Calor»… (un mundo que Juanjo conoce muy bien, puesto ha sido secretario general de Cáritas Diocesana durante ocho años).

 

Y la tercera dimensión que se trabaja es el sentido trascendente de la persona. En una sociedad bastante alejada de la espiritualidad, Juan José y Silvia consideran que el Colegio Mayor brinda «una ocasión única para el primer anuncio», ya que la mayoría de los universitarios que llegan están totalmente desvinculados de la Iglesia. Cuentan para ello con el apoyo pastoral de dos de los sacerdotes más jóvenes de la archidiócesis, Quique Ybáñez y Carlos Azcona. 

 

La liturgia estos últimos años se ha reducido a causa de la pandemia, apuntan. A pesar de ello, en su deseo de intensificar la pastoral, han mejorado algunos espacios, como la capilla, en la que se ha eliminado una barrera física para facilitar el acceso de los estudiantes. Por otra parte, han introducido nuevas actividades, por ejemplo, un tiempo de meditación los lunes en torno a un hilo conductor (el último ha sido el cuadro de Rembrandt «El retorno del hijo pródigo»). También organizan semanalmente un coloquio con la pretensión de que los jóvenes «no se sientan juzgados y puedan sentir el amor de Dios, que se sientan libres de opinar» y algunos residentes, incluso, han recibido el sacramento de la confirmación.

 

En el aspecto académico, Juanjo y Silvia comentan que las nuevas formas de estudio y relación han condicionado mucho los métodos de aprendizaje, pero también la forma de relacionarse. De ahí que se hayan habilitado en el edificio zonas coworking para el estudio colaborativo dotadas con la tecnología más puntera. 

 

El ocio «sano» también forma parte de la cotidianeidad de la vida de los colegiales: conferencias, visitas culturales, coro, cine fórum, yincanas, senderismo, esquí, campeonatos deportivos y otras actividades complementan la oferta del colegio mayor.

 

Servicio de calidad

 

Además del acompañamiento personal e individualizado que se hace de los universitarios que allí residen (la relación es directa con sus padres), el Colegio Mayor San Jerónimo posee unas modernas y cuidadas instalaciones que hacen agradable la estancia. Junto de los servicios habituales de manutención (comedor, lavandería, servicio de wifi, etc.), también existe una zona de «semi autonomía», en la que los residentes viven en una especie de apartamentos con cocina y servicio propios. Junto a ello, los residentes también cuentan con un gimnasio, varias bibliotecas, un amplio comedor, sala de juegos, cafetería y capilla.

San Francisco y el cántico de las criaturas

por redaccion,

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

«Hemos sido llamados para curar las heridas, para unir lo que se ha venido abajo y para llevar a casa a los que han perdido su camino». Estas palabras de san Francisco de Asís resuenan, de manera especial, en mi corazón esta semana, cuando celebramos la fiesta del fundador de la orden franciscana: un horizonte de pobreza y sencillez, escondido a los sabios y entendidos, y revelado a los pequeños (cf. Mt 11,25).

 

San Francisco lo abandonó todo y se desvistió de cualquier tipo de riqueza para abrazar, de una vez y para siempre, la vida de Cristo. Si Él, siendo rico, se hizo necesitado para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Co 8,9), el santo de Asís renunció a todos los bienes paternos para cuidar a los más pobres; hasta tal punto de pedir limosna con la intención de que a ninguno de ellos les faltase un trozo de pan.

 

El Papa Francisco, en una homilía pronunciada en Asís en octubre de 2013, preguntaba dónde comienza el camino de este santo italiano hacia Cristo; y confesaba que emprende «con la mirada de Jesús en la cruz». Una invitación –la del Santo Padre– a mirarnos por dentro para, así, sintiéndonos frágiles y pequeños, dejarnos mirar por Él.

 

El fundador de la Orden de los Frailes Menores experimentó ese amor en la iglesia de San Damián, orando delante de un crucifijo donde la sangre «desciende de las heridas de las manos, los pies y el costado», pero esa sangre «expresa vida», manifestaba el Santo Padre. Jesús tiene los ojos abiertos, de par en par: «Una mirada que habla al corazón». El que se deja mirar por Jesús crucificado «es re-creado, llega a ser una nueva criatura». Y esta experiencia de la Gracia que transforma, recuerda el Papa, es «el ser amados sin méritos, aun siendo pecadores».

 

La vida del pobre de Asís es el reflejo de un alma entregada enteramente a Cristo crucificado. Amando a la medida de Dios (cf. Jn 13,34; 15,12), con mansedumbre y humildad de corazón, sin descuidar la paz que Jesús resucitado puso en el corazón de los discípulos (cf. Jn 20,19.20) como preludio de la fe que hoy celebramos.

 

«De nada sirve caminar a cualquier parte para evangelizar al menos que nuestro camino sea nuestro evangelio», dejó escrito este santo, amante de los pobres e imitador incansable de Cristo. Una frase que nos anima a salir, a encontrarnos con los otros, a recorrer los caminos con la Palabra entre las manos, a ser testimonios vivos y a romper con el «siempre se ha hecho así». El mismo Jesús, estando un día san Francisco rezando en la capilla de San Damián, le dijo: «Ve y repara mi Iglesia». Aquella llamada sigue vigente hoy, pues Dios cuenta con cada uno de nosotros para reparar y fortalecer espiritualmente las grietas de la Iglesia de Jesucristo.

 

Con esta fiesta, terminamos también el mes de la Creación: un momento sumamente especial en el que todos los cristianos hemos podido aunar nuestras voces por el cuidado de nuestra Casa común. El cántico de las criaturas, siempre antiguo y, cada vez, más nuevo, nos alienta a percibir la mano bondadosa de Dios en todo lo creado.

 

Decía san Francisco que «toda la oscuridad en el mundo no puede apagar la luz de una sola vela». Y esa vela, nacida del corazón de Cristo, somos cada uno de nosotros, cada vez que velamos el corazón entristecido de un hermano; cada vez que curamos las llagas de un pobre; cada vez que consolamos un llanto, un tormento o un dolor.

 

Acojamos este amor asido a la Virgen María, a quien Francisco amaba «con indecible afecto» (Leyenda Mayor de San Buenaventura 9, 3), y hagamos –de esta preciosa herencia– un cielo nuevo en la tierra colmado de alegría y humildad. Y si tropezamos o nos perdemos por el camino, sigamos los pasos de san Francisco: comencemos haciendo «lo necesario» para, luego, hacer «lo posible» hasta que, de repente, estemos haciendo «lo imposible».

 

Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.

 

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos