Me van faltando las fuerzas, no me abandones

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Queridos hermanos y hermanas:

 

Cuando aparece la enfermedad, particularmente si es grave o crónica, no es fácil resituar la vida para hacer frente a semejante desafío. Y afloran, muchas veces sin pretenderlo, las preguntas fundamentales de la vida: ¿cómo afecta esta situación a la vida cotidiana? ¿cómo influirá en mi familia, en las personas que me quieren, en mi trabajo, en mis relaciones sociales? ¿qué me deparará el futuro? Y aparecen así mismo, otras cuestiones de gran calado: ¿cuál es el significado de la enfermedad? ¿se puede encontrar algún sentido al sufrimiento? Y también se vive de alguna manera la experiencia de la fragilidad y finitud de la vida humana.

 

Para un cristiano, estas cuestiones nos hacen volver la mirada a Jesús. Ante todo, Él nos escucha y nos acompaña todos los días hasta el fin del mundo. A veces la relación no es fácil: el reproche, el enfado, el rechazo… Pero también caben la confianza, el descanso en su regazo, la esperanza cierta. Él es el Siervo sufriente por amor, siervo inocente que ha experimentado nuestros dolores, sufrimientos, angustias y soledades. Él nos comprende y se ofrece para ser nuestro descanso: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré» (Mt 11, 28). Con Él y en Él es posible comenzar a escrutar el sentido de la propia vida y también a percibir luces que empiecen a iluminar el sentido del sufrimiento.

 

El Papa san Juan Pablo II, cuando habla del sufrimiento en su carta apostólica Salvifici Doloris, confiesa que «es un tema universal que acompaña al hombre a lo largo y ancho de la geografía». Así, en cierto sentido, «coexiste con él en el mundo y por ello hay que volver sobre él constantemente» (SD, 2).

 

Volver al sufrimiento es entrar en un misterio que muchas veces no conseguimos comprender. Volvamos la mirada al Señor Jesús, quien termina venciendo al desconsuelo en la cruz (cf. Jn 16, 33) como signo de un Amor que es capaz de vencer el mal que, como la cizaña, crece junto a las espigas en el campo del mundo. Por tanto, descubrimos que el sentido profundo de la vida alcanza su respuesta más preciada en el encuentro con Jesús muerto y resucitado; descalzándonos ante el misterio del sufrimiento propio y del prójimo con el cuidado que merece, donde Cristo comienza a iluminar con la luz de la esperanza lo que al inicio todo parecía oscuridad.

 

La Pascua del Enfermo de este año pone el foco en las personas mayores, en quienes anhelan vivir una ancianidad lo más serena y acompañada posible, y nos invita a dejarnos cautivar por su rostro desgastado: «No me rechaces ahora en la vejez; me van faltando las fuerzas no me abandones» (Sal 71, 9).

 

Hoy pienso en aquellos que se dedican a cuidar de nuestros mayores, que ven el rostro de Cristo en los más llagados o que viven en soledad, que se dejan cautivar por su mirada y, ceñidos por una inenarrable ternura que nace en los brazos del cuidador, ejercen el amor que Cristo siempre tuvo con sus hermanos heridos, sus preferidos.

 

Nos decía el Papa Francisco que «aislar a los ancianos y abandonarlos a cargo de otros sin un adecuado y cercano acompañamiento de la familia, mutila y empobrece a la misma familia» (Fratelli tutti, 19). Así, siguiendo la estela de tantos santos que han hecho, de su vocación, un servicio a la humanidad herida, reconocemos que las personas enfermas están siempre en el corazón de la Iglesia. El Papa Francisco, consciente de que la fe, el cuidado y la misericordia transfiguran el sufrimiento, incide en que «hemos sido hechos para la plenitud que solo se alcanza en el amor» y «no es una opción posible vivir indiferentes ante el dolor» (FT, 68).

 

Configuremos nuestra vida con la de Cristo, donde adquiere sentido también nuestra propia cruz. «Yo mismo apacentaré mis ovejas y las llevaré a descansar –oráculo del Señor–. Buscaré a la oveja perdida, haré volver a la descarriada, vendaré a la herida y curaré a la enferma […]. Yo las apacentaré con justicia» (Ez 34, 15-16). Vuelvo a este pasaje de la Escritura para recordar cómo late el corazón de Jesús ante la experiencia de la enfermedad. Que esta Pascua del Enfermo nos anime a acompañar y a cuidar, a la manera del Señor y de su Madre, la Virgen María María, las heridas de todos nuestros hermanos en su fragilidad.

 

Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.

 

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos

Promover el encuentro con Jesús en una Iglesia sinodal y evangelizadora

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«Promover el encuentro con Jesús en una Iglesia sinodal y evangelizadora». Es el gran objetivo que pretende conseguir el próximo plan diocesano de pastoral, que marcará las líneas de acción en la archidiócesis durante los próximos cuatro años. La nueva hoja de ruta para la Iglesia local quiere implementar las 165 propuestas acordadas en la última Asamblea Diocesana, inspirando el quehacer de todas y cada una de las parroquias, unidades pastorales, arciprestazgos, grupos y comunidades.

 

El Consejo Diocesano de Pastoral, el organismo consultivo encargado de velar por la marcha de la Asamblea, ha trabajado en su última sesión las líneas maestras del próximo plan de acción. Tras los trabajos de su última reunión ordinaria, y haber recibido varias propuestas de mejora, los miembros del consejo han debatido hoy sobre la redacción y puesta en marcha del nuevo plan, que tendrá como eje transversal los tres grandes bloques temáticos abordados en la Asamblea: Renovar el encuentro con Jesús, hacer misioneras las comunidades y hacer presente el Reino de Dios en medio del mundo. Se espera que pueda aplicarse el próximo mes de septiembre.

 

El nuevo plan tendrá, además, varias prioridades a trabajar cada año. Así, durante el próximo año se hará hincapié en potenciar el primer anuncio; el acompañamiento será la línea de fuerza para el curso 2024-2025; la formación para el año 2025-2026 y la presencia pública de la Iglesia de 2026 a 2027. El plan también prevé un seguimiento y evaluación continua, a través de unos indicadores que determinen su impacto evangelizador.

 

Los miembros del consejo también han reflexionado sobre la reestructuración de las delegaciones y organismos diocesanos y la coordinación entre los mismos. Igualmente, se ha informado sobre el encuentro sinodal diocesano de Pentecostés que se celebrará el 27 de mayo y la eucaristía por los frutos del Sínodo de obispos que tendrá lugar el 31 de mayo.

La Virgen María, aurora de Cristo

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Era sábado. A pesar de no tener que trabajar, el madrugón y el frío, miles de personas han secundado un año más la llamada de la Virgen de Fátima y han acudido fieles a la cita con el Rosario de la Aurora. Puntual, a las 6:30 de la mañana ha comenzado la procesión con la imagen de la Virgen que, entonando hoy los misterios gozosos del Rosario, ha seguido un recorrido más breve que en otras ocasiones, esta vez por las calles de La Paloma, Laín Calvo, Cardenal Segura, Plaza Mayor, plaza de Mío Cid y paseo del Espolón hasta llegar al punto de partida.

 

Al finalizar la procesión, la catedral ha acogido la celebración de una eucaristía. En su homilía, el arzobispo ha señalado que María es como «el centinela que anuncia la salida del sol», que es Jesús. Para don Mario Iceta, el Rosario de la Aurora es como una metáfora con la que el Pueblo de Dios espera el banquete de la eucaristía. «María, estrella de la mañana, guía al pueblo a Cristo, el sol de santidad». «Nuestra vida es una peregrinación y aguardamos de la mano de María al sol que ilumina nuestras vidas».

 

El pastor de la archidiócesis también ha recordado que el mensaje de Fátima es una llamada a la conversión: «El mundo no conoce el rostro amoroso de Cristo; la mundanidad se construye al margen de Dios e, incluso, contra Dios». Muestra de ello, ha señalado, son «las legislaciones que no respetan a Dios ni la vida naciente ni el fin de la vida; un mundo que no tiene futuro, porque solo Dios es la fuente de la vida. Por eso el mensaje de Fátima nos pide hacer penitencia y convertir nuestras vidas».

 

«Es un día para agradecer la maternidad de María y poner en su regazo lo que nos inquieta, ocupa y preocupa y pedirle que acompañe nuestro caminar llenándolo de luz y esperanza», ha concluido.

Las parroquias de San Antonio Abad y Nuestra Señora del Pilar reciben la visita del arzobispo

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Del 2 al 7 de mayo, el arzobispo D. Mario Iceta llevó a cabo la visita pastoral a las parroquias de San Antonio Abad y Nuestra Señora del Pilar, las cuales forman una unidad pastoral. Aprovechando la visita también se realizaron numerosas visitas que permitieron al prelado conocer los diversos grupos, colectivos y realidades tanto eclesiales como sociales presentes en el oeste de la ciudad, y por último, reunirse con los dos sacerdotes de las parroquias, Raúl Abajo y Jesús María Álvarez, y saludar personalmente a los Salesianos y Amigonianos que colaboran habitualmente con la parroquia.

 

Don Mario también sostuvo encuentros con las comunidades de vida religiosa y contemplativa, como las Misioneras Hijas del Calvario y las monjas del Monasterio de Santa María la Real de las Huelgas, entre otras. Además, visitó el colegio Niño Jesús, donde saludó a estudiantes y profesores, así como el colegio del Padre Aramburu, donde acompañado por el director, recorrió las instalaciones y saludó a varios grupos de alumnos.

 

Destacó la visita a la universidad, en la cual estuvo acompañado por el delegado de la pastoral universitaria y cultura y el vicario territorial. Durante la reunión con el rector y los vicerrectores, así como en el encuentro con alumnos de Educación Infantil que cursan la asignatura «El mensaje cristiano y su didáctica», y la reunión con un grupo de profesores cristianos, se promovió el diálogo y se expresó el compromiso de seguir fortaleciendo la colaboración entre ambas instituciones.

 

En cuanto a los colectivos con personas vulnerables, el pastor de la archidiócesis visitó la residencia gerontológica para personas mayores y el Centro INTRAS, que acoge a personas con enfermedades mentales.

 

Por otra parte, en relación con las celebraciones litúrgicas, la visita concluyó el domingo con la misa estacional en la Parroquia de Nuestra Señora del Pilar, donde administró el sacramento de la confirmación a un grupo de 13 adolescentes, así como una eucaristía y procesión en la ermita de San Amaro con motivo de la festividad de este santo peregrino.

Familias gitanas de Burgos se unen por la preservación del idioma romaní

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El pasado jueves 11 de mayo tuvo lugar un animado encuentro festivo en el que diferentes familias de la comunidad gitana de Burgos se reunieron para celebrar el día del Pueblo Gitano y promover la preservación y transmisión de su lengua, el romaní. El evento estuvo dirigido por el especialista en romaní don Carlos Muñoz y tuvo lugar en el salón de actos de la Casa de la Iglesia.

 

La jornada contó con la participación de multitud de jóvenes que demostraron sus conocimientos del idioma romaní a través de divertidos juegos como el pasapalabra y su famoso «rosco». Los concursantes tuvieron la oportunidad de poner a prueba sus habilidades lingüísticas y optar a premios especiales. Además, al finalizar las actividades los asistentes pudieron «naquelar» un poco (hablar, en idioma caló).

 

Aurora Cerdá, teresiana y miembro del equipo de coordinación de Pastoral Gitana de Burgos, destacó la importancia de esta actividad para motivar a la comunidad gitana y fomentar el uso de este idioma.

 

Por su parte, Carlos Muñoz, un miembro de la comunidad gitana que ha dedicado más de 20 años al estudio, la enseñanza y la preservación del romaní, expresó su satisfacción por la experiencia vivida con el colectivo gitano de Burgos. «Me ha sorprendido gratamente porque no esperaba que gente joven tuviese los conocimientos que han demostrado tener», cuenta Muñoz. Sin embargo, también señaló que aún queda mucho por hacer para revitalizar el idioma y llamó a las entidades gitanas y a las ONG a comprometerse en este esfuerzo.

 

Desde el mundo gitano, se hacen demandas a las administraciones y gobiernos para que se reconozca y valore la lengua gitana como un idioma más del Estado español. Solicitando que se destinen los recursos necesarios para su recuperación, considerando esta tarea como una «deuda histórica por la represión ejercida por el Estado contra el pueblo gitano en España a lo largo de los siglos».