Voluntared Escuela Diocesana ha ofertado 2 nuevos cursos de monitor/a de ocio y tiempo libre que se van a llevar a cabo en la provincia de Burgos. Esta entidad, especializada en el desarrollo de iniciativas de formación e intervención social, está guiada por los valores cristianos y tienen como propósito realizar tareas con personas y colectivos sociales comprometidos con la transformación social y el desarrollo humano.
La titulación que ofertan capacitará a los interesados para trabajar en actividades educativas, siendo capaces de dinamizar grupos de niños y jóvenes atendiendo a la diversidad desde el conocimiento de los procesos grupales y educativos. La formación está basada en la aplicación de las técnicas propias de la pedagogía del ocio y el tiempo libre, estableciendo también unas condiciones de seguridad básicas.
El primero de estos cursos se llevará a cabo del 4 al 8 y del 10 al 14 de julio, y contará con dos sesiones más vía Zoom los días 17 y 18 del mismo mes. La formación se realizará en las aulas de Voluntared, en el Centro Educativo Colegio Círculo Católico (C. de Ramón y Cajal, nº6) y tendrá un coste total de 245€.
Por otra parte, el segundo curso tendrá lugar del 1 al 8 de septiembre, contando con otras dos clases vía Zoom los días 11 y 12 de septiembre. Se realizará en la localidad de Celadilla de Sotobrin y tendrá un coste de 395€.
Para solicitar más información o preguntar cualquier duda se podrá llamar a los teléfonos 947 257 707 o 657 815 016, o bien, enviar un correo electrónico a [email protected].
Pasada la Pascua las cofradías y hermandades de la archidiócesis han vuelto a salir a la calle, aunque en este caso de forma festiva y conjunta: más de 350 cofrades de toda la provincia se han reunido este sábado 3 de junio en Roa para celebrar el tradicional Encuentro Diocesano de Hermandades y Cofradías. Procedentes de lugares tan distintos como Villarcayo, Gumiel de Izán o el barrio burgalés de Gamonal, entre otros muchos puntos de la provincia burgalesa, en el encuentro se han dado cita representantes de más de 50 colectivos, tanto cofradías penitenciales como de gloria. La jornada tuvo momentos de formación, convivencia y celebración, así como de presencia pública en las calles del centro de la villa raudense cuyas cofradías han tenido especial protagonismo a lo largo de la jornada.
Tras los saludos iniciales y la bienvenida, la jornada comenzaba con una conferencia del historiador local Juan Antonio Casín, que se ha detenido en la importancia de las cofradías raudenses a lo largo de la historia, acompañándose de fotografías antiguas de la villa y sus colectivos religiosos.
A continuación estandartes, insignias, medallas, varas y escapularios han dado testimonio en las calles del centro de Roa de la devoción que aglutinan las distintas hermandades con la procesión de los cofrades entre la iglesia de San Esteban y la iglesia parroquial de Santa María. Los cofrades anfitriones han sacado en andas las imágenes de los dos patrones de Roa: San Roque y la Virgen de la Vega, que iba abriendo la procesión. La cerraban priores y hermanos mayores de cada cofradía, portando cada uno la vara que los identifica. La procesión ha estado animada por el delegado diocesano de religiosidad popular, Lucinio Ramos, quien ha recordado los tres fines de las cofradías y hermandades: dar el mejor culto y gloria a Dios, formar a sus miembros, y alentar la ayuda mutua entre ellos y hacia los más desfavorecidos de la sociedad.
Al finalizar el recorrido los participantes han recibido el homenaje de la villa anfitriona con los bailes de las niñas del grupo de jotas y danzas Rauda antes de entrar en la iglesia parroquial para la celebración de la Eucaristía, presidida por el vicario de Pastoral, José Luis Lastra, acompañado por el párroco de Roa, Antonio Mosso, y sacerdotes del arciprestazgo de Santo Domingo de Guzmán. Lastra ha subrayado el papel la Virgen María como intercesora tras la lectura del pasaje de las bodas de Caná en el evangelio. «Ella no resuelve las cosas, pero ayuda a resolverlas» ha explicado. «Por eso rezamos a Jesús y lo hacemos por medio de María». La homilía finalizaba con una mención a la Asamblea Diocesana en el aniversario de su conclusión. El vicario de pastoral recordó que la Asamblea subrayó el papel de las cofradías como medios válidos para la evangelización y realidades que inculturan y expresan la fe, las nombró «patrimonio inmaterial» y pidió a sus miembros que no olviden su dimensión caritativa como uno de los motivos de su origen en la vida de la Iglesia.
La comida de hermandad con la que concluyó la jornada sirvió para reforzar la fraternidad entre las diversas cofradías y hermandades de la archidiócesis burgalesa.
Hoy, 4 de junio, se celebra el día de la solemnidad de la Santísima Trinidad, un misterio que solo puede llegar a comprenderse estando en una estrecha relación e intimidad con Dios. Por esa razón, la Iglesia invita este domingo, en la Jornada Pro Orantibus, a fomentar el conocimiento y la oración por todos aquellos religiosos dedicados a la vida consagrada contemplativa, es decir, por todas aquellas personas que interceden por la Iglesia y por el mundo cada día del año con su oración y con su trabajo dentro del silencio del claustro.
La labor y constancia de estas personas es lo que provoca que se pueda «generar esperanza», como reza el lema de la jornada de este año, en una sociedad cansada y entristecida. Por ello, la misión de los religiosos de vida contemplativa es fundamental, puesto que alientan la esperanza de todos aquellos que lo necesitan aun estando dentro de los muros de un monasterio. Sor María del Rocío del Espíritu Santo y sor María Bernarda de la Cruz son dos monjas cistercienses que viven en el monasterio de Santa María la Real de Villamayor de los Montes que, según cuentan, esta esperanza «la pueden retransmitir en fe».
«Nuestra vida contemplativa es una vida de oración, y en la oración el hilo conductor es la palabra de Dios, y cuando tú vives en sintonía con ella y desahogas en Él, no solo lo que te afecta a ti, sino también lo que le afecta a tus hermanos, lo único que recibes es consuelo», cuenta sor María del Rocío. En la realidad actual del mundo «no es difícil encontrar motivos para la tristeza y la desazón» cuentan los obispos de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada, y es por eso por lo que vida contemplativa es vital para la Iglesia y para la sociedad, porque en ella residen la sencillez y la humildad de Dios.
Las hermanas trasladan que reciben visitas en el monasterio de mucha gente que, a pesar de ser agnósticos o no creyentes, son capaces de ver que en ese monasterio hay algo distinto: «Enseguida captan que no podemos estar aquí si no hay una motivación que es sobrenatural», cuentan. Sor Rocío bromea diciendo que la tienda del monasterio a veces parece «un confesionario», porque las personas les abren el corazón y les hablan de sus sufrimientos, de su búsqueda de la paz y de la necesidad de buscar un sentido a sus vidas, «sin hablar de Dios se te ponen a hablar de esa dimensión trascendente que también llevan ellos».
Por otra parte, sor María Bernarda de la Cruz cuenta que estando en su país natal, en Venezuela, sintió la necesidad de servir al Señor más de cerca y de «buscarlo en medio del silencio, de la soledad», por lo que decidió obedecer a sus catequistas y venir al monasterio de Burgos para comprobar si esa era su verdadera vocación. Esta experiencia provocó que en su corazón sintiese el verdadero amor de Dios, «cuando le veía en la cruz el Señor me decía: por ti estoy aquí, por ti he dado la vida», comenta la hermana; «ese deseo de ser santa todos los días, eso es lo que realmente me ha inspirado a seguir al Señor aquí».
Respecto a la vida monástica, las religiosas narran cómo desde por la mañana ya van entablando una intimidad con Dios por medio de la oración: «Nos levantamos de vigilia y a las 05:30 nos ponemos a rezar, somos como unos centinelas rezando». Tanto los trabajos que hacen en el obrador como en la hospedería del monasterio los realizan desde la oración y desde el silencio, tratando de meditar y tener una reflexión con Dios, así como ofreciéndolo por todas aquellas personas que no tienen trabajo. «A la hospedería vienen personas sedientas de Dios sin darse cuenta que necesitan ser escuchados».
Por último, en relación al futuro de la vida consagrada las monjas han contado que su labor es valiosa, pero que no se puede medir con parámetros o con efectividad, sino que son «levadura en la masa». Sor María del Rocío habla que su futuro es dar señales de humanidad cuando fuera se vayan evaporando, «volver a recuperar lo que es normal, como el cuidado a los mayores, el respeto de unos hacia otros, la dignidad de las personas».
«La esperanza que brota de la fe en la realidad última de Dios se hace carne cotidiana en cada convento y monasterio, allí donde se cultivan la oración y la celebración, la fraternidad y la reconciliación, la hospitalidad y la caridad, el trabajo y el descanso». Con estas palabras, los obispos de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada desean adentrarnos en la Jornada Pro Orantibus, que celebramos hoy, solemnidad de la Santísima Trinidad, bajo el amparo de un lema que anhela dar respuesta a la sed de un mundo escéptico, quebrado y cansado: Generar esperanza.
La vida monástica construye, sustenta y edifica –desde lo más íntimo del claustro– el corazón de la Iglesia. En el rincón más escondido resuena su voz, como lámpara siempre encendida que custodia al mismo Dios, dejándose forjar por el Señor, en el silencio que lo empapa e inunda todo.
San Benito de Nursia, fundador del monacato occidental, insistía en su Regla que la oración es, en primer lugar, un acto de escucha (cf. RB Pról. 9-11) que, más tarde, debe traducirse en acción concreta: «El Señor espera que respondamos diariamente con obras a sus santos consejos» (35). Así, ofrecía una simbiosis fecunda entre acción y contemplación, las cuales deben caminar de la mano «para que en todo sea Dios glorificado» (57, 9).
La vida contemplativa genera y hace aflorar esperanza allí donde haya un sufrimiento que no se sienta escuchado, sostenido o amado; haciendo las veces de Cristo, amparando la sequía del corazón humano merced al agua viva, inagotable e inextinguible del Amor.
«Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en ti» (I 1, 1), expresa san Agustín en sus Confesiones, dejando entrever la presencia misteriosa de Dios en el interior del hombre, en un lugar preciado y, a la vez, esperado. Si es Dios quien busca primero a la persona, ¿cómo no devolverle la mirada, con un corazón orante que descanse todos sus silencios, anhelos e incertidumbres en Él?
Así lo viven quienes habitan en la luz de la vida monástica, a quienes ahora quiero dirigirme de una manera especial como guardianes y testigos privilegiados de un Amor silente que no tiene fin. Vosotros, a pesar de las tormentas, los tiempos de aridez y los desiertos, experimentáis –en vuestra propia carne– que por encima de todo está la fidelidad de Dios. Y esa esperanza, incomprensible tantas veces para nuestras mentes finitas y limitadas, nunca camina sola y no defrauda jamás (cf. 2 Tim 2, 13). ¿Acaso alguna vez se han agotado las bondades del Señor? Vuestro ejemplo, en la búsqueda incansable del Dios vivo, alimenta el deseo y ensancha el corazón de quien os mira, os busca, os piensa, os aguarda y os sueña. Así vivís, con el alma ensanchada en la luz serena y habitada del monasterio, en cada alegría y en cada deseo; como personas libres de ataduras que dedican todo su corazón, toda su alma y todas sus fuerzas a Dios para el bien de los hermanos (cf. Dt 6, 5). Vosotros sois un don precioso, la esperanza que el mundo y la Iglesia necesitan, el testimonio fehaciente de la riqueza que nace de la pobreza y de la belleza que brota de una vida totalmente dedicada a contemplar y dejarse penetrar por el amor de Dios. La profecía de vuestras vidas –entregadas en lo escondido– ilumina la noche oscura de aquellos que se refugian, al caer de la tarde, en vuestra oración entregada.
«La oración contemplativa es mirada de fe, fijada en Jesús. “Yo le miro y él me mira”, decía a su santo cura un campesino de Ars que oraba ante el Sagrario. […] La luz de la mirada de Jesús ilumina los ojos de nuestro corazón; nos enseña a ver todo a la luz de su verdad y de su compasión por todos los hombres» (Catecismo de la Iglesia Católica, 2715). Este modo de amar del Santo Cura de Ars nos enseña que en el camino de la penitencia y del seguimiento del Maestro, solo cuesta el primer paso.
Le pedimos a María, la Madre del silencio y el modelo más preciado de contemplación, que transforme nuestro corazón inquieto en un corazón orante que solo sepa mirar desde el Amor. Y nunca olvidemos que las horas de gracia que la vida contemplativa ofrece, deben forjar cada latido de nuestra vida en el servicio a Dios y a los hermanos.
Hasta hace algún tiempo, «la religión y todos estos temas» eran algo «rutinario» para Camilo Barrios. Sin embargo, en los últimos años ha sentido un «redescubrimiento de Dios». El ejemplo de su mujer, el interés que le ha suscitado la historia de las religiones y el deseo de conocer y profundizar en cuestiones de fe le han hecho –insiste– «redescubrir a Dios». «Primero es curiosidad, pero después lo vas conociendo más y sientes que te falta», explica. Y, en ese proceso, ha descubierto que «Dios es una ayuda».
Él es una de las 52 personas que esta tarde han recibido en la catedral el sacramento de la confirmación. En su adolescencia y juventud no vieron la necesidad de acceder al sacramento y, ahora, el deseo de contraer matrimonio o ser padrinos de bautismo les han empujado –entre otros motivos– a culminar su iniciación cristiana (una de ellas, incluso, ha celebrado también su primera comunión). En el caso de Camilo, «no es tanto una confirmación, sino un redescubrimiento de Dios» y el deseo de que el Espíritu Santo –al que dice encomendarse mucho últimamente– le dé «fuerzas para conseguir» sus propósitos, que pasan por «ser un faro para su familia» y superar «la lucha de la rutina» diaria.
Para todos estos mayores de edad, la vicaría de pastoral ha coordinado distintas catequesis de formación y preparación que hoy han culminado con la recepción del sacramento de manos del arzobispo, como también ha ocurrido días atrás en Aranda y Miranda. Muchos de ellos, además, eran miembros del ejército y han recibido acompañamiento y formación de la mano del capellán castrense.
En su homilía, don Mario Iceta ha dicho a los confirmados que el Espíritu Santo les ayudará a «caminar por el sendero de la vida» y a «vivir en plenitud» y no simplemente a «sobrevivir con el agua al cuello». «El Señor da sentido a nuestra vida, ilumina nuestra existencia y nos da elementos para poder caminar». «El Señor nos da luz para resolver nuestros problemas familiares, en el trabajo, ante los que nos hacen daño, ante un fin de mes al que no sé cómo llegar, ante una enfermedad que me han diagnosticado, ante el fallecimiento de mis padres… El Señor pone luz, nos indica por dónde caminar». Y además, el Espíritu Santo «nos da una capacidad nueva para amar, y amar con el corazón grande».
Los recién confirmados han mantenido un encuentro con el pastor del archidiócesis antes de la ceremonia litúrgica. En la colecta de la misa, han realizado un donativo que irá destinado a la Casa de Acogida San Vicente de Paúl y al proyecto de madres solteras «Raquel», de la parroquia de San Cosme y San Damián.