Mujer y misión en el corazón de la Iglesia

por redaccion,

Queridos hermanos y hermanas:

 

«Hemos sido hechos para la plenitud que solo se alcanza en el amor» (Fratelli tutti, 68). Un amor que se hace vida estos días, aun con más fuerza, cuando comenzamos la Semana Española de Misionología (SEM), que este año celebra su 75º edición.

 

Qué importante es ponerse en estado de misión, llevar a todos los rincones el corazón de Cristo y despertar la conciencia misionera por medio del servicio, la entrega y la gratitud para volver a ser conscientes de que el Señor nos amó primero (cf. 1 Jn 4, 19).

 

La Facultad de Teología de Burgos vuelve a ser la sede de este encuentro que organizan, del 3 al 6 de julio y de manera conjunta, la propia Facultad, la Comisión Episcopal para las Misiones y la Cooperación con las Iglesias, Obras Misionales Pontificias (OMP) y la delegación de Misiones de Burgos.

 

El tema de este año desea poner sobre la mesa del altar un mensaje muy especial: Mujer y misión. Queremos, con todas nuestras fuerzas, agradecer la labor de tantas mujeres misioneras que, como Iglesia peregrina, ponen de su parte todo lo que pueden para paliar la pobreza con el Evangelio de su propia vida entre las manos.

 

Ellas, primeras testigos de la Resurrección, son la cara materna de la Iglesia: en la migración, en la acogida, en la sanidad, en la cultura, en la enseñanza, en el compromiso… Ellas, desde una caridad sin medida y un servicio impagable, son los rostros vivos que rememoran a las mujeres fuertes de la Biblia. Mujeres como María, Sara, Rut, Ester, Judit, Débora, Rebeca, Raquel… Miradas apasionadas y decididas que han marcado una historia bíblica y cristiana y han dejado un poso imborrable en la Historia de la Salvación. Por eso, seguir sus huellas e imitar su ejemplo supone edificar un mundo más compasivo, más evangelizador y más humano.

 

Ellas, consagradas a los pobres y necesitados del amor de Dios, recuerdan la necesidad de la mujer en el mundo y en la Iglesia. Misioneras que desafían incluso el paso de los años y que no se detienen a preguntarle a Dios por el dolor o la injusticia, sino que contemplan una necesidad o una miseria y lo dejan todo para cuidar esa herida o para compartir ese sufrimiento, sin importarles las piedras del camino o el peso de la cruz.

 

Desde nuestra archidiócesis, hemos celebrado también, el Día del Misionero Burgalés, que ponen su mirada en lo alto y se enfrentan, cada día, a situaciones de pobreza, fragilidad y vulnerabilidad, anunciando el amor de Dios, el evangelio de Jesucristo y no desfallecen en su preciosa tarea de sembrar vida allí donde brota la miseria y es herida la dignidad humana

 

Ellos señalan un horizonte bello por los todos los continentes, «anunciando el Evangelio desde sus más diversos carismas, aportando riqueza al mundo y a la Iglesia», tal y como destacan desde la Delegación de Misiones de Burgos.

 

Tampoco nosotros podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído (cf. Hch 4, 20). Y hemos de hacernos cargo, no solo durante esta jornada, sino todos los días del año, como lo hacen estos discípulos del Señor, aunque a veces nos visiten el cansancio, el frío y la soledad. Sigamos su estela y aprendamos de su extraordinaria labor.

 

No olvidemos que la misión, como la comunión, «es ante todo un misterio de Gracia» que «no es obra nuestra, sino de Dios». Así se lo expresó el Papa Francisco el pasado 11 de mayo a los miembros de la Conferencia de Institutos Misioneros Italianos.

 

Le pedimos a María Reina de la misión, por todos los que conforman esta gran familia misionera que, como Ella, abandonan su tierra para anunciar, con el Magníficat, el mayor canto de alabanza al Padre y el primer anuncio misionero de la historia. Que Ella nos enseñe a llevar a Jesús a todos los rincones del mundo: allí donde no le conocen porque nunca ha llegado su Palabra, para hacer discípulos de todas las naciones bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo y enseñándoles a guardar todas las cosas que nos ha mandado (cf. Mt 28, 18-20).

 

Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.

 

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos

«Encuentro Matrimonial me ha permitido conocerme y entregarme»

por redaccion,

encuentro matrimonial

 

Matías Javier Pérez Mata nació en Burgos en 1960. Cursó estudios de Formación Profesional, rama de Electrónica Industrial en el colegio San José Artesano de la capital burgalesa. Está casado y pertenece a la parroquia Espíritu Santo. Ha sido miembro del Movimiento Familiar Cristiano durante cinco años y desde 1985 está integrado en los grupos de Oración Teresiana. Además desde  hace medio año se ha integrado, junto con su mujer con quien lleva casado 27 años, en Encuentro Matrimonial, un grupo de seguimiento de matrimonios, abierto a personas creyentes o no y también de vida consagrada, cuyo objetivo es facilitar la convivencia y la intercomunicación de las parejas.

 

Este movimiento católico surgió en los años 60 impulsado por el Concilio Vaticano II y está gestionado por matrimonios. Su historia comienza una serie de conferencias para parejas casadas que llevó a cabo el sacerdote diocesano Gabriel Calvo junto con un matrimonio. A través de estas charlas pretendían facilitar y profundizar el diálogo entre los cónyuges para que aprendiesen a vivir una relación sacramental al servicio de los demás.

 

Matías llegó a este grupo a través de unos amigos que ya lo habían vivido y se lo presentaron como «algo muy positivo para la vida en pareja, una experiencia para profundizar en el matrimonio y conocerse mejor», por lo que tanto él como su esposa decidieron ir a un retiro durante un fin de semana.

 

Encuentro Matrimonial comienza con este retiro de un fin de semana al que acuden los matrimonios que lo deseen, sean católicos o no, e incluso aquellos que no han contraído matrimonio pero son parejas de hecho, y también religiosos consagrados y sacerdotes. A partir de ese fin de semana la pareja puede dar continuidad o no a lo que ha vivido, a través de un seguimiento, y un encuentro mensual con la pareja que ha servido de guía en el fin de semana del retiro. Existe además un temario que la pareja puede comprometerse a seguir «para conocerse mejor y profundizar en la relación y el entendimiento mutuo».

 

Matías ha visto cómo Encuentro Matrimonial le ha ayudado no solo en su matrimonio, sino también a nivel personal. «Me ha permitido conocerme mejor para estar a disposición de la otra persona. El autoconocimiento me hace ser más humilde y sentirme vulnerable y más cercano con quien vivo el día a día y eso es muy importante para crecer interiormente». Además, según cuenta, el matrimonio o las parejas son «algo que se van forjando a diario y no se terminan de conocer nunca […], estoy muy contento de haber descubierto lo que supone estar casado e ir descubriendo a la otra persona en la medida en que voy sabiendo más de su propio interior y de mi mismo, es una bonita aventura».

 

El principal objetivo de este movimiento es hacer crecer el amor entre dos personas, por ello, trabajan en los dos ingredientes que lo conforman, la humildad y la honestidad. «Debemos entender que cada miembro del matrimonio necesita enriquecerse y progresar en el amor para entregárselo al otro», cuenta. Y que, además, se debe aprender que «el amor es incondicional, no acepta condiciones, amar a otra persona es quererla y aceptarla como es, con sus defectos y sus virtudes, como persona en toda su dimensión».

 

Cabe destacar que Encuentro Matrimonial no es «una mediación para solucionar discusiones internas», sino que es «un elemento de diálogo y profundización en la vida cotidiana de pareja, para conocerse mejor uno mismo y a la otra persona». Por último, Matías cuenta que el principal enemigo al que se enfrentan los matrimonios y las parejas es «la falta de comunicación que puede surgir en un momento dado y que dinamita el verdadero amor y la confianza mutua», y que son en esos momentos donde se debe buscar a Dios, puesto que «Dios es amor».