Ofreciendo al peregrino el verdadero descanso

por administrador,

 

Los jóvenes salen a las calles de ambiente para hablar de Jesús a otros jóvenes.
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Los jóvenes salen a las calles de ambiente para hablar de Jesús a otros jóvenes.

 

Sus palabras clave son Jesucristo e iglesia. Su razón de ser, haberse encontrado con Jesús y darlo a conocer a los demás. Su modus operandi, salir a la calle y comunicar a los jóvenes la alegría de creer. Estas son, a grandes líneas, las características de los Centinelas de la Mañana, jóvenes entre 20 y 35 años que desde hace unos meses están llevando a cabo en la diócesis una iniciativa de nueva evangelización. El pasado sábado, veinte centinelas de Burgos volvieron a repetir una de sus acciones estrella: una luz en la noche, aunque esta vez con la novedad de hacerlo, no por la zona de marcha de los sábados por la noche, sino a lo largo del Camino de Santiago. Contaron, además, con la colaboración de otros cinco jóvenes centinelas venidos desde la vecina diócesis de Valladolid, donde llevan varios años llevando a cabo esta iniciativa.

 

En concreto, el lugar escogido para realizar su misión fue el tramo del Camino que discurre entre Orbaneja Río Pico y la ciudad de Burgos y los destinatarios de su evangelización fueron los peregrinos que se encaminaban hacia la tumba del apóstol. Los jóvenes centinelas se diseminaron así a lo largo del recorrido, anunciando a los peregrinos el evangelio e invitándoles a acudir por la tarde a la iglesia de San Nicolás de Burgos, donde, a partir de las ocho y cuarto de la tarde permaneció expuesto el Santísimo hasta pasadas las diez y media de la noche. Ni el calor sofocante del día ni las dificultades con el lenguaje, impidieron que estos jóvenes volvieran a salir ilusionados con esta actividad que, más allá de «convertir a los alejados», busca que los mismos centinelas descubran su vocación evangelizadora y formen a nuevos centinelas.

 

Bajo el lema «buscad y hallaréis», la actividad de estos jóvenes –que se desarrollaba también en otros puntos del Camino a su paso por las diócesis de Astorga y Lugo– no se quedó solo en estas dos acciones, ya que a lo lago del día tuvieron tiempo para realizar una serie de talleres y recibir su formación correspondiente, no sin antes tener momentos para compartir y convivir.

Todo cambia cuando Dios entra en la familia

por administrador,

 

Vicente y Patricia llevan cinco años casados y tienen dos guapísimas niñas llamadas Ariadna y María Fátima. Se conocieron en un grupo de música en el que él tocaba el bajo y ella entró para cantar. La relación fue asentándose y empezaron a salir, y por aquel entonces «no éramos ni creyentes ni nada, hacíamos la vida que se hace hoy en día, lo que está de moda».

 

Después de trece años juntos y de convivencia, en 2009 Patricia quedó embarazada de Ariadna. Durante esta etapa, personas cercanas a la pareja les insistieron en hacer un viaje a Fátima. Sin darle muchas vueltas, aceptaron realizar el viaje, «total, nos salía barato y así aprovechábamos las vacaciones antes de que naciese la niña». «Íbamos con mi madre y mi hermano –continúa–, así que pensamos que mientras ellos se dedicaban a rezar, nosotros hacíamos turismo». Pero una vez llegados al santuario, surgió la primera sorpresa: «Había gente llorando ante la Virgen, y de primeras me salía pensar que eran un poco idiotas, con perdón. No lo entendía», cuenta Patricia; sin embargo, «no lloraban de tristeza, sino por otro motivo». Entonces no sabían qué podía ser, pero empezaron a intuir que allí pasaba algo, y poco a poco empezaba a actuar sobre ellos. «Un día por la noche rezamos nuestro primer Rosario», animados por el hermano de Vicente.

Dios entra en la familia

A la vuelta del viaje, se sentían algo «tocados». Alguna vez que salían al monte a pasear a los perros, rezaban algún Rosario, «aunque rezábamos los avemarías de corrido, de una manera muy breve». Empezaron a acompañar a la abuela de Patricia a misa, en la parroquia de Fátima. Meses después, nació Ariadna y además, se casó un amigo que les pidió que fuesen a testificar a su parroquia, San José Obrero, para obtener los papeles que permitían el matrimonio. «Allí hablé por primera vez con un sacerdote que me resultó majo –cuenta Vicente– y cambió el concepto que tenía de los sacerdotes. Además, me dijo que a ver si nos casábamos». Pero casarse no entraba en sus planes, aunque sí bautizar a Ariadna, «aunque fuera por motivos tradicionales». Durante esa época y por trabajo, Vicente convivía con su hermano algunos días. Él es una persona religiosa, y Vicente le veía leer de vez en cuando un libro sobre Faustina Kowalska: «Yo le decía que dónde iba con semejante tocho y él me contestaba que era sobre una monja que hablaba con Dios. A mí me parecía ciencia ficción… me llamó tanto la atención que quise leerlo, y me entró curiosidad. Empecé a preguntarme cosas y a tener conversaciones más serias con mi hermano. Él me dijo que lo mejor que podíamos hacer era dejar entrar a Dios en la familia y que la mejor manera de hacerlo era casándonos». La pareja estuvo hablando y discutiendo este tema durante un tiempo, y al final llegaron a la conclusión de que si consideraban que era bueno para la niña el bautizo, «también sería bueno para nosotros casarnos».

 

Patricia y Vicente

 

Se casaron días antes del bautizo de Ariadna, y ese momento «dejamos a Dios entrar en nuestra vidas». Comentan que, desde su punto de vista, «conocemos el contraste porque hemos vivido la diferencia que hay entre vivir como pareja sin Dios, como familia sin Dios y como familia con Él». Un cambio que se ve en situaciones como aceptar las propias carencias, en aprender a no exigir al otro, a pedir perdón… una enseñanza que se nos transmitió es que jamás hay que irse a dormir sin pedirnos perdón. Eso sin Dios es muy difícil, y logras que la soberbia no se adueñe de la situación».

El valor de la comunidad

Recordando esos años, Vicente dejó la puerta abierta para que Dios entrase. Su madre y su hermano le invitaron a ir a un retiro y él, «en parte para que me dejasen en paz», se apuntó. Allí tuvo lugar una adoración nocturna y experimentó su primer encuentro con el Señor, «me cambió la vida». Al volver, «estaba feliz» y tanto sus amigos como Patricia le decían que parase de hablar de Dios, «que era un pesado». A partir de ahí, empezó a dar catequesis, y ambos entraron en el grupo de oración. «Allí descubrimos el valor de la comunidad. El Señor también se vive a través de los hermanos, no sólo es una relación personal».

 

El cambio ha sido tal que no hay punto de comparación. Su vida en la Iglesia es de compromiso y fidelidad; frecuentan los sacramentos de la eucaristía y la penitencia y de ellos han sabido sacar fuerzas para pedir perdón y tener paciencia en el día a día. Además, acuden a un grupo de oración con la Renovación Carismática y a la dirección espiritual. Ambos tienen palabras de agradecimiento hacia el sacerdote de San José Obrero que tanto les ayudó, Carlos Alonso.

Bautismo de niños y adultos en nuestra diócesis

por administrador,

2015 08 30 mensaje arzobispo de Burgos pdf

 

Cuando observamos la vida de un niño de pocos meses, sentimos un cierto desconcierto, al comprobar la inferioridad en que se encuentra respecto a un animalito o a un ave de la misma edad. Sin embargo, el desconcierto da paso a la admiración por el modo con el que Dios procede en ambos supuestos. En el caso de los animales y las aves, desde el primer momento necesitan valerse por sí mismos, mientras que en el caso de las personas humanas ha previsto que se encargue de ello la familia. Ahí crece y se desarrolla durante años y se abre a la vida en todas sus dimensiones: física, intelectual, sentimental, espiritual, religiosa, social.

Todos los padres lo saben y actúan en consecuencia. De hecho, preparan para su bebé los alimentos adecuados, le cambian la ropa, le enseñan el idioma en que tendrá que hablar cuando sea mayor, le llevan a la guardería y, si enferma, al médico. A veces se ven obligados a imponerle algo en contra de su voluntad, como que tome una medicina o un alimento que necesita pero que él rechaza. Cuando actúan así, no tienen ningún complejo de haber violado su libertad. Se orientan con la lógica del sentido común.

Con esa misma lógica los padres cristianos ayudan a sus hijos a despertar en el campo religioso, les enseñan a rezar, les hablan del amor a Dios y prójimo y –al poco de nacer- les llevan a bautizar. Últimamente, las presiones familiares y ambientales les llevan a inquietarse, pues les insisten en que esperen a que los hijos sean mayores y sean ellos los que pidan el bautismo y aprendan a rezar. No tienen por qué inquietarse. Como tampoco se inquietan cuando les enseñan un idioma que, quizás, no querrán hablar cuando sean mayores.

Ahora bien, los padres cristianos han de ser conscientes de la responsabilidad que contraen cuando piden el bautismo para sus hijos. Desde ese momento, ellos se comprometen a cuidar la tierna planta de la fe, de modo que no se hiele ni agoste con los rigores del frío o del calor del ambiente. Hoy tiene especial actualidad, porque el ambiente en que nace y crecerá esa criatura es muy adverso para la fe cristiana. Si hace unas décadas el ambiente ayudaba a ser mejores, el ambiente actual suele ser un serio adversario del bien y un poderoso aliado para el mal.

No se trata de hacerse miedoso o suspicaz. Menos todavía de pensar que en ese medio ambiente es imposible ser cristiano. Se trata simplemente de ser conscientes de que hoy es preciso tomarse mucho más en serio la educación religiosa de los hijos en la propia familia. Si un niño nunca oye hablar de Dios a sus padres, si nunca les ve rezar cuando se ponen a la mesa, si nunca les ve ir a Misa los domingos, si nunca les ve dar una limosna, si sólo escucha en ellos críticas contra la Iglesia y la legítima autoridad, o juicios negativos contra todos y contra todo, será muy difícil que la fe plantada en el bautismo se desarrolle y produzca los frutos que cabe esperar.

Para ayudar a los padres en su tarea educativa, desde hace algunos años las parroquias de nuestra diócesis les ofrecen algunas charlas de preparación al bautismo y, más tarde, caminan a su lado para ayudarles en el despertar religioso de sus hijos. Es una gran ayuda que los padres valoran muy positivamente y que yo bendigo con especial cariño y animo a proseguir ahora que vamos a iniciar un nuevo curso.

De todos modos, en nuestra diócesis no solo se bautizan niños recién nacidos. Desde hace varios años existe un servicio especial para los adultos mayores de 16 años y para los niños-adolescentes entre 6 y 14 años que quieran bautizarse. El pasado domingo, sin ir más lejos, bauticé a una persona de casi treinta años. Quienes deseen información pueden pedirla en su parroquia o en el obispado. También bendigo esta iniciativa y animo a todos a cumplir el mandato del Señor: “Haced discípulos míos, bautizándoles en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

Centinelas de la mañana que evangelizan en el Camino de Santiago

por administrador,

 

una luz en la noche

 

El próximo sábado 29 de agosto, los Centinelas de la Mañana de Burgos –jóvenes que han descubierto su misión evangelizadora en la Iglesia– realizarán una nueva edición de Una Luz en la Noche; aunque esta vez, se trata de un evento especial, ya que no tendrá lugar por la noche ni por las calles del centro de la ciudad, como hacen habitualmente. En esta ocasión, la zona de misión será el tramo del Camino de Santiago que discurre entre Orbaneja Río Pico y la ciudad de Burgos y los destinatarios de su evangelización serán los peregrinos que se encaminan hacia la tumba del apóstol.

 

El evento –que se desarrollará también en otros puntos del Camino a su paso por las diócesis de Astorga y Lugo– está organizado por jóvenes entre 20 y 35 años que han descubierto la alegría de creer en Jesús y quieren comunicarla a los demás. Los jóvenes centinelas se diseminarán a las 8:00 de la mañana por el Camino de Santiago, anunciando a los peregrinos el evangelio e invitándoles a acudir por la tarde a la iglesia de San Nicolás de Burgos, donde, a partir de las 20:00 horas permanecerá expuesto el Santísimo hasta las 22:15 horas.

 

Si tienes entre 20 y 35 años y quieres participar en esta experiencia, puedes apuntarte hasta esta misma noche a través del siguiente enlace.

Jóvenes burgaleses participan en una experiencia misionera en Perú

por administrador,

 

milicia santa maria peru

Jóvenes participantes en la experiencia misionera, junto con el sacerdote y consagrados que los acogieron durante esos días en Perú.

 

El pasado sábado 22 de agosto volvían de Perú un grupo de universitarios pertenecientes a la Milicia de Santa María. Han pasado allí el último mes realizando una experiencia misionera, entre labores de apostolado y distintos trabajos en el ámbito de los medios de comunicación de la zona.

 

La idea era «vivir esta experiencia misionera que nos sirviera para seguir creciendo como jóvenes y como cristianos que somos», comenta José María Ausín, uno de los que han integrado el equipo de esta misión. Gracias a la propuesta de la Cruzada de Santa María, que coordina la actividad -existen hogares allí en Perú desde hace años- estos jóvenes burgaleses saltaron el charco el pasado 21 de julio para vivir esta experiencia que se ha dividido en varias etapas.

 

La primera de ellas, en las que ha permanecido todo el grupo unido, se ha desarrollado en Lima, la capital, conociendo la zona y participando en las diferentes labores de apostolado que allí desempeñan los militantes de Santa María. En la segunda etapa, los jóvenes se dividieron en dos grupos. El primero de ellos se desplazó hasta la localidad de San Ramón a trabajar con el padre Alfonso Tapia, un sacerdote misionero burgalés. El resto de jóvenes marchó a Arequipa, donde participaron en diferentes labores de misión universitaria, en medios de comunicación… siempre «abiertos a las necesidades que fueron surgiendo y a cualquier cosa en la que pudiéramos ayudar», comenta Ausín.

 

Tras un par de días de turismo por la zona, los jóvenes concluyeron esta experiencia con unos días de ejercicios espirituales para «redondear y poner el broche a todo lo vivido».