
Algunas de las mujeres responsables de delegaciones y secretariados de la diócesis.
Los últimos nombramientos en la diócesis dejaron una imagen muy clara: que cada vez se está dando más protagonismo a la mujer en la Iglesia de Burgos, ya que supuso un aumento de estas en puestos de responsabilidad como son las delegaciones y secretariados diocesanos. En total, son nueve las mujeres que, además de ejercer sus respectivas profesiones, están al frente de varios organismos: Manuela García (Enseñanza), Feli Pozo (Pastoral de la Salud), Laura Pérez (Familia y Vida, en este caso comparte responsabilidad con su esposo), Consuelo Rojo (Secretariado de Trata), Rosalina Vicente (Pastoral Gitana), Myriam García (Formación Sociopolítica), Lucía Ferreras (Apostolado Seglar), Hilda Vizarro (Pastoral de Migraciones) y Sagrario Villanueva (Pastoral Obrera).
Ante este nuevo panorama, Consuelo Rojo expresa que «la Iglesia es un reflejo de lo que pasa en la sociedad, y la Iglesia está llena de mujeres, no hay más que ver quiénes dan las catequesis, quién apoya a los sacerdotes, etc.». Por ello, no debería ser un problema confiar este tipo de puestos a las mujeres, ya que participan activamente y trabajan en aquello en lo que es necesario, ya sea como empleadas o como voluntarias. En la misma línea está Myriam García, quien considera que «se están dando pasos importantes, como el hecho de que haya mujeres no solo en tareas a nivel de parroquias, sino también en puestos más relevantes como los consejos arciprestales, pastorales o parroquiales, además de delegaciones y otras plataformas».
«En la Iglesia, las mujeres ganamos por goleada. Aunque no es algo de ganar o perder, sino más bien, de enorgullecernos de la tarea que se está llevando a cabo».
Lucía Ferreras también piensa que la mujer va ganando en representación en la diócesis, «sobre todo desde que está don Fidel, hemos entrado más mujeres en delegaciones y en los secretariados que se han creado, a parte de que ya hay muchas mujeres trabajando en tareas parroquiales, en movimientos y asociaciones, donde asumen responsabilidades de Iglesia». Laura Pérez se muestra igualmente positiva de cara al futuro, ya que piensa que el papel de la mujer dentro de la Iglesia «está creciendo y va a crecer más… El papa Francisco habla de que se necesita una teología de la mujer, y es que no podemos entender una Iglesia sin mujeres: aportamos creatividad, sensibilidad, capacidad de generar y regenerar vida… La Iglesia del siglo XXI necesita mujeres protagonistas, que es diferente a mujeres clericalizadas; necesita mujeres implicadas en la responsabilidad pastoral, en el acompañamiento a personas, familias y grupos y también en la reflexión teológica».
Sagrario Villanueva, la delegada de Pastoral Obrera y la última en incorporarse, también insiste en que son las mujeres en su mayoría las que atienden todos los servicios de las parroquias e incluso la mayor parte de las personas que asisten a los actos religiosos. «La Iglesia católica es mayoritariamente femenina. Pero pese a haber avanzado en los últimos tiempos en representación, el número de varones, en su mayoría sacerdotes, está muy por encima en la misma responsabilidad y servicio. La visibilidad de la Iglesia como institución sigue teniendo rostro de varón».
Por su parte, Feli Pozo considera que «el reconocimiento de la valía de la mujer poco a poco se va consiguiendo, lo que ocurre es que a la Iglesia como institución le cuesta, sea por formación, sea porque son los rescoldos que quedan de un pasado. Pero, a todas luces, la Iglesia es una institución todavía de hombres, empezando por las jerarquías. Quizá en la base, se ha reconocido más el papel de la mujer porque la fe en la familia la ha transmitido la mujer, pero aparte de barrer la iglesia y poner las flores había poca participación. El Concilio Vaticano II abrió caminos, pero no se han hecho realidad hasta que no ha habido una necesidad, es decir, hasta que no ha habido escasez de sacerdotes. Entonces es cuando la Iglesia efectivamente ha empezado a dar pasos lentamente».
«La Iglesia católica es mayoritariamente femenina. Pero pese a haber avanzado en los últimos tiempos en representación, el número el número de varones, en su mayoría sacerdotes, está muy por encima en la misma responsabilidad y servicio. La visibilidad de la Iglesia como institución sigue teniendo rostro de varón»
En opinión de la delegada de Enseñanza, Manuela García, eso de que la mujer esté representada suficientemente en la Iglesia en Burgos «es muy relativo, todavía en las reuniones no estamos al 50%, ni mucho menos. Pero hay que tener en cuenta que no se puede superar una situación de la noche a la mañana, sino que esto tendrá que ser progresivo». Hilda Vizarro, delegada de Pastoral de Migraciones considera que «es necesario garantizar la efectiva presencia de la mujer en las instancias de planificación y decisión pastoral, valorando su aporte; es fundamental la recuperación de la identidad de la mujer y de su valor en la Iglesia. La mujer es capaz de comprometerse con su realidad y de tener una voz profética ante ella».
Para Rosalina Vicente, al frente de Pastoral Gitana, «la mujer está en proceso de estar bien representada en la Iglesia burgalesa, bien porque la diócesis está más por la labor o también porque las mujeres nos vamos atreviendo a dar un paso al frente. Y es que si contamos con cualquier mujer laica que se entrega en su labor como Iglesia y con las religiosas, ganamos por goleada, aunque no es algo de ganar o perder, sino más bien, de enorgullecernos de la tarea que se está llevando a cabo». Rosalina concluye expresando que «aun siendo mayor nuestras tareas, al fin y al cabo, tal y como se observó en este último Consejo, quien sigue en la cabeza de la organización son exclusivamente hombres, cosa que no me parece nada justo». Los datos la respaldan: la diócesis cuenta con 19 delegaciones, 4 secretariados, un departamento y una escuela, lo que hace un total de 25 organismos, al frente de los cuales solo hay nueve mujeres.
De lo que sí están convencidas todas ellas es de que en ningún momento se les ha designado para sus cargos por cumplir un cupo o una cuota, sino por su propia valía y trayectoria, y de que no ejercen un papel meramente representativo y la suya es una presencia real y efectiva. Una labor que, subrayan, se ejerce desde la responsabilidad y corresponsabilidad de sus respectivos equipos.