Grupo de voluntarios de diversas Cáritas diocesanas de España, participando en el proyecto por la paz en Palestina.
Caritas Jerusalén ha pedido a Caritas Española en repetidas ocasiones acompañamiento y apoyo para denunciar la situación que vive el pueblo palestino y las complicadas relaciones con su entorno y el sufrimiento generado en esta región para todas las personas que viven en ella este largo conflicto que genera violencia y odio, además de falta de esperanza. Desde hace más de diez años, la Confederación Cáritas Española ha respondido a esta llamada con distintas actuaciones para contribuir a mitigar el sufrimiento en Tierra Santa. En la actualidad, el trabajo de asistencia, promoción y desarrollo que realiza Cáritas Jerusalén se vería limitado sin una labor de incidencia y de educación para la paz. Y con la idea de participar en este proyecto de «iniciativa por la paz», dos voluntarios de Cáritas diocesana de Burgos se han unido al grupo formado por 15 personas de provincias españolas pertenecientes a diversas Cáritas diocesanas de España.
Trini Varona Miguel, que ha participado en este viaje de 9 días a Jerusalén, explica que la labor ha abordado diferentes puntos: «Por una parte, hemos estado conociendo y compartiendo vida con la comunidad cristiana y musulmana de Palestina. Conociendo su realidad social, su falta de libertad y su control absoluto por parte del poder: control del agua, internet… Yo diría que incluso de su propia identidad. Es una realidad que interpela y me duele. Pero… ¿Qué ha sido de los famosos intentos de paz? Han sido importante para nosotros los espacios en los que hemos compartido esas celebraciones tan significativas de la Semana Santa, celebrando nuestra fe con una comunidad palestina cristiana. En un idioma distinto, el árabe, pero sintiéndonos una misma Iglesia. Estamos orgullosos de haber estado con los descendientes de las primeras comunidades cristianas, que sin duda son “piedras vivas”, como ellos mismos se definían, y que transmitían mucha fuerza y fe».
Una población oprimida y controlada
Las jornadas de trabajo comenzaban para los voluntarios con un despertar temprano, ya que las infraestructuras que pueden usar los palestinos «son muy malas» y los recorridos en carretera largos. «Teníamos que conocer “sobre el terreno” nuestros proyectos: Conocer lugares, personas, testimonios, hablar con instituciones que luchan por sus derechos sociales y, a su vez, con Cáritas Jerusalén. Cada día era de gran intensidad física y emocional», explica Trini.
Vivir con estas comunidades cristianas ha ayudado a los voluntarios a ver en ellos a un pueblo palestino fuerte, «unos adolescentes y jóvenes mucho más maduros que los nuestros» y con una visión muy clara de la situación de su país y del mundo. «Una población con una realidad muy diferente a la nuestra -continúa Trini-, cargada de provocación, opresión, injusticias y miedos. Y también de muchas carencias: de derechos humanos, de libertad, de trabajo,…Y de mucho control: Control de carreteras, un muro de separación, control de la tierra y de los recursos naturales (sobre todo del agua), de internet, de las redes sociales…». Por este motivo, se está dando una creciente emigración cristiana, sobre todo a países de América del Sur, como Argentina o Brasil. Aparte, existe otro gran problema para la población y es el elevado paro que afecta a los jóvenes palestinos, que cuentan con buena formación.
Múltiples frentes abiertos
Todo ello da lugar a una situación con tantos frentes abiertos, que es complicado afrontar la instauración de la paz en la región. Sin embargo, según Trini, «es importante apostar por iniciativas de paz y seguir apoyando proyectos de cooperación que ayuden a ir reconstruyendo la dignidad humana. Hay que apoyar en la medida de lo posible proyectos existentes desde diversas Cáritas Diocesanas de España a los Programas de Cooperación al Desarrollo, en los que se aborda todo lo referente a ecología sostenible, recursos sanitarios, apoyo a pequeñas cooperativas familiares y a proyectos destinados a los jóvenes» Y por supuesto, «no dejar de crear esperanza».
Pero trabajar para la paz no es algo que se ha de hacer sólo en aquellos lugares en los que existe un conflicto de gran magnitud, sino que es una tarea que afecta a todos, educando desde diferentes escenarios: Durante la infancia, en los colegios o en el ámbito familiar. «Como profesora, creo que es de gran importancia un buen plan de convivencia; en el que se valore la diversidad, la pluralidad y que lo diferente nos enriquezca, que sea un valor. Desde la familia, es necesario sensibilizar en el respeto hacia las distintas ideologías, partidos políticos, clases sociales y las distintas maneras de ser y de vivir». Y por supuesto, la Iglesia también tiene un papel importante que desarrollar: «Que sea esta un ejemplo de respeto a las otras religiones. Que apueste por el diálogo interreligioso, con una gran capacidad de escucha y diálogo con las personas que tienen diferentes ideologías; apostando por el diálogo fe-cultura».