
A lo largo del tiempo pascual hemos venido acogiendo y compartiendo entre nosotros la alegría y la vida nueva del Señor Resucitado. Hoy, con la solemnidad de Pentecostés, celebramos la culminación de la obra de Jesucristo; actualizamos el cumplimiento de la promesa a los Apóstoles de que el Padre enviaría al Espíritu Santo para guiarlos en la misión evangelizadora; y nos abrimos especialmente a su acción para que llene nuestras vidas con el amor del Padre y nos empuje a comunicar allá donde estemos el Evangelio de Jesús. Esta «Pascua granada», como a nivel popular os gusta decir con gran acierto, es fundamental para la vida de los creyentes y de la misma Iglesia.
El libro de los Hechos de los Apóstoles (cf. Hch 2) narra con fuerza lo que significó Pentecostés para la Iglesia naciente y ha de significar hoy para nosotros. El Espíritu hace que los primeros creyentes salgan del cenáculo, encerrados allí por miedo, a la plaza pública y comiencen a anunciar con coraje la buena noticia de la salvación. Si Babel es el signo de la división, el enclaustramiento, la violencia…, Pentecostés significará que todas las razas y pueblos pueden experimentar las maravillas del Señor en su propia lengua y cultura. La Iglesia comenzó su camino y su misión a través de la historia guiada por la fuerza del Espíritu Santo, por lo que ha de ser considerado «el alma de la misión», «el alma de la Iglesia», pues también hoy nos guía para que salgamos a los caminos de la historia. Que el Espíritu Santo acompaña a la Iglesia, para hacernos entender en plenitud y animarnos a poner en práctica las enseñanzas de Jesús, significa que nunca caminamos solos, que llevamos un compañero de viaje que nos asiste, nos guía, nos consuela y nos alienta.
En este contexto se celebra hoy en la Iglesia el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, prestando especial atención a los bautizados laicos de parroquias, asociaciones y movimientos y subrayando que cada fiel laico, animado por la fuerza del Espíritu Santo, está llamado a descubrir, en medio del Pueblo de Dios, su vocación y misión evangelizadora. Si siempre hemos de tener esto presente, este año ha de ser con acentos especiales, pues se está preparando, como sabéis, un Congreso Nacional con el tema del laicado. Este «Congreso de Laicos 2020» se celebrará en Madrid, los días 14 al 16 de febrero. En la línea marcada por el Papa Francisco de abrir las puertas de la Iglesia para salir hacia los demás, como auténtica Iglesia misionera, (cf. EG 46), desde la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar, de la Conferencia Episcopal Española, han propuesto para este Congreso el lema: «Pueblo de Dios en salida».
Se desea así impulsar la acción misionera del laicado en el Pueblo de Dios como signo e instrumento del anuncio del Evangelio a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Y se resaltan algunos aspectos nucleares: Somos un pueblo, pues uno solo es el Señor, una sola es la fe, uno solo es el bautismo y celebramos una única Eucaristía. Somos un pueblo en salida porque el Espíritu nos empuja desde dentro y nos interpela desde fuera para que todas las personas puedan gozar de la salvación; de ahí que en el proceso se hayan de promover tres grandes actitudes: sinodalidad (caminar juntos), corresponsabilidad y comunión.
Como ya sabéis, nuestra Delegación Diocesana de Apostolado Seglar ha optado por la participación activa en todo este caminar. Os anunciaron el tema, han ofrecido los materiales de trabajo, y siguen apoyando y alentando esta etapa de pre-congreso en el ámbito diocesano. Sé, y me alegra, que en diversos grupos laicales habéis estado reflexionando y aportando vuestras propuestas. Ello ha servido para que ayer, en el encuentro diocesano de laicos, en asamblea, se pudiera discernir sobre las propuestas de acción que como diócesis enviaremos a Madrid para que este trabajo se incorpore a la etapa nacional.
Todo ello lo pondremos hoy en el Altar cuando celebremos en la catedral la Eucaristía con motivo del Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar. Pondremos la acción de gracias por tantos bautizados, laicas y laicos, que queréis seguir edificando la Iglesia en medio del mundo; y pediremos al Espíritu que nuestra diócesis burgalesa vaya armonizando el caminar juntos en comunión y misión. ¡Ven Espíritu Santo, en este nuevo Pentecostés, y derrama el amor del Resucitado en nuestras vidas, en la Iglesia y en todo el mundo. Queremos acoger tu venida como María y con María la Madre de Jesús!