El clero diocesano reza por los obispos y sacerdotes difuntos

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Fieles a la tradición, sacerdotes del presbiterio diocesano se han desplazado esta mañana hasta la Catedral para celebrar una eucaristía en sufragio por los obispos y sacerdotes difuntos, por el clero que «forma parte de nuestra historia viviente –no desde el punto de vista biológico– pero sí viva de esta Iglesia diocesana». Una misa que se ha desarrollado en la capilla de Santa Tecla y que ha estado presidida por el arzobispo, don Fidel Herráez Vegas.

 

En su homilía, el pastor de la diócesis ha destacado que «todo pasado tiene prolongación de su historia en el presente». De ahí que la eucaristía de hoy haya sido celebrada «con profundo cariño y gratitud» por todos aquellos sacerdotes que, con su ministerio en el pasado «anunciaron la vida eterna junto a Dios», una vida de la que ellos ya «gozan» y «participan». Una nueva existencia en la que Dios «transforma nuestra vida corruptible para revestirnos de inmortalidad», pues el «deseo profundo de Jesucristo ha sido que disfrutemos de su misma vida divina».

 

En la misa, además de recordar a todos los presbíteros y obispos que «han formado parte de nuestra historia diocesana», se ha tenido un especial recuerdo a los doce sacerdotes fallecidos en el último año, en honor de los cuales se ha encendido una vela al comienzo de la celebración. Tras la misa, los celebrantes se han trasladado hasta al vecina capilla de Santa Ana, donde reposan los restos de los últimos prelados burgaleses. Allí han rezado un responso por su eterno descanso.

 

Formación permanente

 

Antes de la celebración eucarística, y en la Facultad de Teología, ha tenido lugar una de las sesiones permanentes de formación que para los sacerdotes organiza la vicaría del clero. En esta ocasión, el director del departamento de Pastoral de la Salud de la Conferencia Episcopal Española, Luis Méndez Jiménez, ha impartido la conferencia «Acompañamiento en la enfermedad».

Cerca de 40.000 personas visitaron la exposición de Venancio Blanco

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Venancio Blanco

 

La exposición «Et incarnatus est. Venancio Blanco. Obra religiosa» atrajo a 38.643 visitantes a la sala Valentín Palencia de la Catedral de Burgos. La muestra escultórica centrada en la Pasión de Cristo concluyó el pasado 27 de octubre y estuvo organizada por la Fundación VIII Centenario de la Catedral. Burgos 2021, la Fundación Venancio Blanco, la Fundación Siglo para el Turismo y las Artes de Castilla y León y la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León, dentro de los actos de conmemoración de los 800 años que la Seo burgalesa cumplirá en 2021.

 

La exposición se empezó a fraguar cuando Venancio Blanco vivía y consistió en 29 piezas «muy elegidas, de las más importantes que alberga el imaginario plástico religioso» del escultor castellano y leonés, según explicó Nuria Urbano, comisaria de la muestra. Entre ellas, destacaban Nazareno, única escultura de chapa de hierro y bronce fundido de Blanco, el grupo escultórico El Calvario, que el artista realizó para MAPFRE, y una de las versiones de la talla en madera de Cristo que vuelve a la vida.

 

Venancio Blanco es un exponente de la neofiguración contemporánea y Premio Nacional de Escultura (1959) y Premio de las Artes de Castilla y León (2001). Además, triunfó en la Exposición Nacional de Bellas Artes (1962), la V Bienal de Arte de Alejandría (1963) o la IV Bienal de Arte Sacro de Salzburgo (1964) y fue miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y director de la Academia Española de Bellas Artes en Roma.

Imagen del mes: Presentación de María en el templo

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Presentación

 

El Retablo Mayor de la capilla de Santa Ana de la Catedral de Burgos es una de las obras cumbres de la escultura tardo-gótica europea. En él su autor Gil de Siloé dejó prueba no solo de un gran dominio técnico sino también de una prodigiosa capacidad de creación de tipos y modelos de ascendencia flamenca y renana, hasta entonces casi inéditos en el mundo castellano. Mediante este trabajo, Gil de Siloé consiguió introducirse en los círculos más selectos de la competencia artística burgalesa del siglo XV. La belleza de sus obras le vinculó a reyes y nobles, lo que le permitió desarrollar, en todo su esplendor, su enorme capacidad creativa. La impresionante calidad de sus tallas quedaba resaltada por su policromador habitual, Diego de la Cruz.

 

Para el grupo de las seis escenas que aparecen en este retablo, entre ellas la que estamos contemplando de la Presentación de la María en el Templo, debió tomar como modelos pinturas contemporáneas, sobre todo flamencas. En principio puede considerarse que es una obra deudora de la pintura.

 

Históricamente, el origen de la fiesta de la Presentación de María en el templo, que no se halla en los Evangelios canónicos, fue la dedicación de la Iglesia de Santa María la Nueva de Jerusalén, en el año 543.

 

Iconografía de la imagen

 

Este relieve de Gil de Siloé es de gran riqueza iconográfica. Ana une sus manos en oración y Joaquín señala con la mano izquierda a su hija que ya ha subido los quince peldaños y se ha encontrado con el ángel, que la esperaba con el libro de la Sagrada Escritura abierto. En el siglo XV era frecuente afirmar que María había subido con gran lentitud los escalones porque se detenía en cada uno de ellos para rezar uno de los quince Salmos graduales. María parece más una adolescente que una niña de tres años. Detrás de los padres de la Virgen se encuentran tres mujeres, que evocan a las tres vírgenes que, en el arte bizantino, serían las portadoras de los cirios, dando un sentido especial de solemnidad y sacralidad al acto. Estas vírgenes con los cirios encendidos podrían ser un recuerdo de las vírgenes prudentes. En este caso faltan los cirios.

 

En la galería que abre a la zona superior vemos cuatro mujeres, que serían también vírgenes del Templo, formando con las tres anteriores un total de siete vírgenes. Curiosamente presentan por sus ropas un carácter mundano. Una de ellas lleva al cuello una pequeña joya pintada por Diego de la Cruz. Parece un coral engastado en un metal precioso. En aquella época tanto los niños como las personas mayores solían llevar colgado un pequeño coral, creyendo poder así librarse del mal de ojo.

 

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Sin ti no hay presente, contigo hay futuro

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dia de la iglesia diocesana

 

Escucha aquí el mensaje

 

Unidos a la Iglesia en España, celebraremos el próximo domingo el Día de la Iglesia Diocesana. Con esta Jornada recordamos cada año que la pertenencia a la Iglesia universal se realiza y se concreta para nosotros en la pertenencia a nuestra Iglesia diocesana en Burgos; tomamos mayor conciencia de lo que nuestra Iglesia local es y de lo que hace; y estrechamos los lazos que nos unen sabiéndonos hijos de Dios que confesamos juntos una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre. Este año celebramos el día de la Iglesia Diocesana en un contexto privilegiado para nosotros: como sabéis, he convocado la celebración de una Asamblea Diocesana que marcará el ritmo pastoral de este curso y del siguiente. Precisamente el próximo sábado nos reuniremos durante todo el día para preparar este evento y para comenzarlo oficialmente con una Eucaristía en la Catedral, por la tarde, a la que os convoco encarecidamente. El marco en el que se sitúa esta convocatoria es, como sabéis, la conmemoración del VIII Centenario de la Catedral y el momento social y religioso que vivimos.

 

Como os he escrito en mi última Carta Pastoral, la Asamblea es un kairós del Espíritu, un tiempo de Dios que nos ayudará a abrirnos a sus designios y que nos renovará en la vocación bautismal para impulsarnos a la misión evangelizadora. La Asamblea «es una profunda experiencia de eclesialidad y de sinodalidad que hace visible y consciente la pertenencia a una Iglesia particular, profundizando en el compromiso con la misión y con la evangelización. De este modo reflejaremos el ser más íntimo y profundo de la Iglesia. Es una expresión solemne y colectiva de lo que la Iglesia es».

 

Precisamente estos son los objetivos del Día de la Iglesia Diocesana: despertar en nosotros el gozo de formar parte de un Pueblo de Dios que es enviado a comunicar la Buena Noticia de la presencia del Señor Resucitado entre nosotros. Estoy seguro que la experiencia que nos disponemos a vivir en este período de Asamblea Diocesana contribuirá, con la ayuda del Espíritu, a crecer en este empeño tan necesario para nosotros: el sentido de pertenencia. Un sentido que sin duda nos moverá a actuar, sabiéndonos hijos de Dios, para que otros, nuestros hermanos, también conozcan que lo son.

 

El lema que se ha escogido para la Jornada del presente año es: «Sin ti no hay presente. Contigo hay futuro». En nuestra Iglesia local, cuando nos sentimos orgullosos de la fe transmitida desde siglos y heredada de quienes nos precedieron, siempre hemos dicho que importa mucho saber conjugar pasado, presente y futuro. Algo de eso es lo que está en juego durante la celebración de la Asamblea Diocesana: agradecidos por el pasado, queremos revisar responsablemente el presente para construir el futuro. Porque el presente lo hacemos los que estamos implicados en él. Y el futuro lo tenemos que prever y construir también aquí y ahora, si no queremos que sean otros los que nos lo marquen, sin nuestro asentimiento y compromiso.

 

Este Día de la Iglesia Diocesana es una invitación a que tú también te unas a esta corriente de humanización que surge del quehacer de esta Iglesia en Burgos.

 

Todos sabemos que la Iglesia realiza una importante tarea al servicio de las personas y de la sociedad. Y lo hace gracias al trabajo comprometido de muchos hombres y mujeres concretos que entregan su vida, su tiempo, sus cualidades, sus aportaciones… para el sostenimiento de las diferentes actividades que se realizan. Somos conscientes de ello y entre todos hemos de responsabilizarnos para que nuestra Iglesia diocesana contribuya a crear una sociedad mejor. Este Día de la Iglesia Diocesana es una invitación a que tú también te unas a esta corriente de humanización que surge del quehacer de esta Iglesia en Burgos. Se trata de hacer juntos una comunidad diocesana viva, comprometida, apasionada por Jesucristo y entregada a los demás. Porque ser bautizado es irradiar el dinamismo de esa vida que surge en el Bautismo en favor de todos: es importante tomar consciencia de esa vitalidad que, unida a la de otros, construye Iglesia y construye sociedad.

 

Quiero recordaros también la importancia de colaborar económicamente con este quehacer de la Iglesia. Sin vuestra aportación generosa no es posible llevar a cabo iniciativas que dan respuesta a muchas necesidades; y no se podría realizar la ingente labor que todos valoramos y deseamos. La comunión de bienes ha sido desde el principio un distintivo de las comunidades cristianas. Y ayudar a la Iglesia es igualmente un modo de reconocer y agradecer todo lo que recibimos de ella.

 

Por último, al llegar el Día de la Iglesia Diocesana os animo a todos a participar en esta experiencia única y singular de la Asamblea; a descubrir la riqueza de expresiones de nuestra Iglesia en Burgos; y a gozar, participar y continuar esa vitalidad de manera corresponsable. Que Santa María la Mayor nos ampare y acompañe en el caminar de la Asamblea para mayor gloria de Dios y bien de nuestra sociedad, desde nuestra Iglesia diocesana.

«Cambiar el mundo exige primero nuestra transformación interior»

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JAVIER BENITO

 

Javier Benito Silvestre nació en Burgos en 1991. Estudió en León un curso de la carrera de Derecho, que finalizó posteriormente en la Universidad de Burgos. También posee estudios de Grado en Educación Social. Pertenece a la parroquia de Santo Domingo y tiene un hermano con el que vive junto con sus padres. Desde hace 14 años pertenece a la Juventud Obrera Cristiana (JOC), un movimiento del que es responsable diocesano desde hace poco más de un año. Sus señas de identidad son el componente cristiano y obrero, a la luz del Evangelio, para transformar la sociedad y hacerla más justa y solidaria.

 

Su vinculación a la JOC surgió a través de un sacerdote amigo de su madre, muy vinculada al movimiento juvenil de Acción Católica, que le animó a que asistiera a unos campamentos en Laguna de Duero, en Valladolid, organizados por este movimiento. «Asistí y me gustó mucho la experiencia, porque había estado antes en otros campamentos y estos eran muy especiales, ya que los jóvenes éramos protagonistas de las actividades, no meros espectadores. Además había un ambiente de cercanía y confianza, hablábamos de muchos temas que nos interesaban, de la realidad, de nuestros problemas y de cómo el Evangelio tiene las respuestas para cambiar la sociedad. Así empezó todo», recuerda.

 

Hoy aún se realizan estos campamentos a nivel regional y este año han participado 35 jóvenes. «No buscamos un número elevado, sino que los campamentos sean activos y los jóvenes protagonistas, para ello es conveniente no estar masificados», advierte.

 

Javier reconoce que en el ámbito local la JOC ha vivido «momentos mejores y peores, en los que hemos sido más y menos protagonistas en la diócesis. En estos momentos diría que nos sentimos acogidos y valorados». Recientemente han celebrado un acto de campaña en Burgos a nivel nacional, sobre las relaciones entre las personas, los roles de género y el papel de las redes sociales y asegura que han tenido «todo el respaldo de la diócesis, tanto a nivel institucional, como del resto de movimientos que han querido participar con nosotros. Creo que estamos en un buen momento».

 

En la JOC tenemos un pie dentro de la parroquia y otro fuera, porque debemos llegar a los jóvenes que no conocen el mensaje del Evangelio

 

Su reflexión ante el importante déficit de jóvenes en la Iglesia es que «quizá necesitamos encontrar la manera de acercarnos a ellos de forma atractiva y con las manos abiertas. Tenemos militantes en la JOC que no terminan de encontrar su sitio en las parroquias, aunque en otros casos, como el mío, eso no sucede y vemos en la parroquia un lugar de acogida para profundizar y vivir el Evangelio. Debemos hacer un esfuerzo por entender y comprender a los jóvenes».

 

«Tenemos dos realidades: los jóvenes que conocen a Jesús y la Iglesia y los que están totalmente alejados. En la JOC tenemos un pie dentro de la parroquia y otro fuera, porque debemos llegar a los jóvenes que no conocen el mensaje del Evangelio. Intentamos llegar al ambiente de esos jóvenes, a través de sus actividades laborales, en el trabajo o en el estudio, y hacemos un esfuerzo de adaptación y comprensión en cada caso. Hay jóvenes que lo están pasando muy mal, no tienen trabajo, viven en familias desestructuradas, sin apoyo, algunos no terminan los estudios, tienen una inestabilidad vital que les condiciona su comportamiento y en esas condiciones es muy complicado que acudan a la parroquia o entiendan que hay una Iglesia que está dispuesta a acogerles».

 

Lo importante, continúa, es «que sientan nuestra presencia, que nos tienen ahí con ellos, como amigos que quieren ayudarles y compartir lo que están viviendo. No buscamos hacer proselitismo, que se hagan militantes de la JOC, no es ese el objetivo. Nuestra misión es provocar un despertar en esos jóvenes y tratar de llevarles un mensaje de esperanza, porque el problema no es solo suyo, es también colectivo y debemos resolverlo entre todos. Y el Evangelio es un instrumento eficaz, porque transmite esperanza y nos ayuda a enfocar los problemas desde la solidaridad, el amor y sobre todo la alegría que es importante que sepamos transmitir. El valor fundamental que buscamos es lo que denominamos “hacer-hacer”, que el joven no sea pasivo, que tenga una puesta en acción y transmitirle que Dios le ama y desea para él una vida digna, basada en el amor y la solidaridad con los demás».

 

La tarea es complicada, admite, porque existen muchos prejuicios. «Muchos jóvenes vinculan la Iglesia con la inquisición, las imposiciones, la pederastia… y ello es un freno para la evangelización. Tenemos que hacer todos un esfuerzo. La experiencia de llevar el Evangelio a otras personas es muy bonita y lo intentamos hacer con naturalidad, con el testimonio de vida, que es lo importante. Además, la semilla del Evangelio lleva consigo la esperanza de que otro mundo es posible».

 

Como indica el propio nombre del movimiento, uno de los ámbitos principales donde se afanan en cambiar el mundo «es el del trabajo, que repercute directamente en la dignidad de las personas y que afecta a la vida diaria. Las condiciones laborales son uno de los ejes principales para transformar, porque para los jóvenes supone la base de nuestro proyecto de vida, debemos buscar la dignidad en nuestro medio de trabajo en salarios, horarios y tiempo de ocio y unas relaciones sociales y laborales en las que la persona debe situarse en primer lugar, dejando espacio a la participación y el desarrollo personal. De todo ello se derivan otros temas como el acceso a la vivienda, la participación política…etc.», explica.

 

«El cambio material en las estructuras es necesario, pero es imprescindible una transformación interior de cada uno de nosotros», matiza. «Porque los cambios deben comenzar por desprendernos de nuestro propio ego para pensar en los demás y valorar a los otros, para compartir lo que tenemos. El cambio debe comenzar por nosotros mismos».