La «Reina de Radio María» visita Burgos

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Desde ayer lunes, y hasta el próximo domingo, la ciudad de Burgos acoge la imagen «Reina de Radio María», una talla de la Virgen realizada en madera y que, procedente de Italia, recorre desde el mes de noviembre distintas diócesis españolas. A lo largo de toda esta semana, los voluntarios de Radio María invitan a los burgaleses a rezar el Rosario ante esta imagen y a conocer más el proyecto de esta radio evangelizadora y su voluntariado.

 

La imagen, que ha llegado Burgos procedente de Palencia, permanecerá hasta el miércoles día 9 en la parroquia de Nuestra Señora de Fátima. El jueves 10 y viernes 11 se desplazará hasta la parroquia de Nuestra Señora del Rosario. Y el sábado 12 y domingo 13, recalará, finalmente, en la parroquia de San José Obrero y su capilla de la Adoración Perpetua.

 

Además de la «Velada con María» celebrada en la tarde de ayer, los voluntarios de la popular emisora radiofónica preparan para el domingo, a las 18:00 horas, un «Encuentro con María», un momento especial donde se rezará el Santo Rosario y las Vísperas y contará con testimonios y propuestas para toda la familia. El domingo, la talla viajará rumbo a León para continuar su periplo por España.

 

Según detallan desde Radio María en Burgos, la visita de esta imagen peregrina es una «ocasión especial para vivir este momento de profunda espiritualidad en comunión con la gran familia de Radio María». De ahí que inviten a los burgaleses a «no perderse este momento de gracia en el que la Virgen quiere acercarse a cada uno para tener un encuentro personal con ella».

 

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María, el faro que «alumbra nuestra esperanza»

por redaccion,

 

La pandemia no ha impedido que la tradicional vigilia de la Inmaculada haya vuelto un año más al calendario diocesano. Aunque esta vez haya sido con menos afluencia de público por las restricciones de aforo y con YouTube como aliado para hacer que la oración llegase a los hogares de los burgaleses.

 

Ante el día del Seminario –que se celebra mañana, atrasado este año a causa de la Covid-19–, han sido los propios seminaristas los encargados de preparar la vigilia, en la que han mostrado a María como faro que «alumbra nuestras esperanza» en medio de un mundo lleno del dolor que ha provocado la crisis sanitaria. En el acto se han intercalado testimonios de los seminaristas, lecturas bíblicas, el rezo de un misterio del Rosario, exposición del Santísimo y peticiones.

 

Agenda

 

El acto ha contado también con la presencia del nuevo arzobispo. Además, antes de participar en la vigilia, don Mario Iceta ha visitado y bendecido el belén que el Regimiento de Transmisiones número 22 instala cada año en el claustro bajo de la Catedral.

 

Mañana martes, día de la Inmaculada, presidirá una eucaristía a las 12:00 del mediodía en la Catedral y el miércoles visitará el centro San José de Cáritas Burgos, donde mantendrá un encuentro con familias acompañadas por la entidad y algunos voluntarios. La agenda del nuevo pastor de la diócesis contará en los próximos días, además, con visitas a la Casa Sacerdotal y celebraciones de varios retiros de oración con los sacerdotes en distintos lugares de la provincia.

Primera homilía de don Mario Iceta Gavicagogeascoa como arzobispo

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Escucha aquí la homilía

 

Muy queridos hermanos y hermanas.

 

Acabo de entrar en esta Catedral. Me he dirigido a la capilla dónde está el Santo Cristo de Burgos, tan invocado en las pandemias que han azotado Europa tantos siglos. También hoy, en esta pandemia, me he encomendado a él y he escuchado una vez más: «Mario, ¿me amas?» Y he respondido: «Señor, tú sabes que te quiero. Quisiera quererte más y mejor. Sabes que te quiero». Y he vuelto a escuchar: «Apacienta lo más hermoso y lo que yo más quiero, que son mis ovejas. Apacienta el Pueblo Santo de Dios que hoy te encomiendo». «Señor, con tu ayuda; si no, no somos nada». Y, una vez este diálogo con nuestro Señor, me he dirigido a la sacristía para comenzar esta eucaristía.

 

Comienzo saludando al señor nuncio. Agradezco mucho que esté esta mañana con nosotros. Agradezca al Santo Padre que me haya confiado esta porción venerable y hermosa del Pueblo de Dios. Me venía a la memoria las palabras del salmo 15: «Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad». Solía decir don Fidel «os viene un regalo»; yo a veces decía: «No perdáis el tíquet por si hay que devolverlo…». A mí sí que me ha tocado un gran regalo: esta hermosa archidiócesis. Agradezca al Santo Padre este regalo y mi amor y veneración filial y mi oración por su ministerio.

 

Saludo a los señores arzobispos y obispos. Cómo no, al señor cardenal, don Ricardo: de sus manos recibí la ordenación episcopal hace doce años; comencé los balbuceos como obispo de su mano y de él aprendí tantas cosas. Don Ricardo, su memoria queda en mí muy grabada; me tiene como un hermano pequeño, el hijo emancipado que usted decía cuando me dejó en la diócesis de Bilbao. Y cómo no, querido Fidel, hermano mayor: con cuánta dedicación has cuidado de esta Iglesia, has visitado las 1.003 parroquias en cinco años; has preparado junto con el equipo del VIII Centenario este Jubileo que estamos celebrando. Cuánto tengo que aprender de ti y agradecerte.

 

Asimismo, los hermanos arzobispos y obispos que desafiando el mal tiempo y el riesgo de nieve os habéis acercado a acompañarme, ciertamente un pequeño número en virtud de las normas para prevenir el contagio. También quisiera saludar a los hermanos, arzobispos y obispos, que quisieran estar aquí pero no pueden hacerlo por este motivo: les saludo a través de los medios de comunicación.

 

Cómo no, a las queridas autoridades civiles, militares y académicas que hoy nos acompañan. Quiero hacerme uno de vosotros en Burgos, uno con todos los burgaleses para remar juntos, de modo particular en estos momentos de dificultad para trabajar por el bien común, para ayudar de modo particular a quienes en esta situación particular están sufriendo con mucho rigor la dureza de la crisis social y económica.

 

Cómo no acordarme, también, de los sacerdotes, de los diáconos, colaboradores indispensables del obispo. Sabéis que mi lema de ordenación episcopal fue «Servidor de todos». Cuando Jesús les dice a sus discípulos: «Quien quiera ser el primero sea el último; quien quiera ser el más importante sea el servidor de todos». Vosotros, queridos sacerdotes y diáconos, servís al Pueblo de Dios, y el obispo sirve al Pueblo de Dios y a vosotros. En la Iglesia, recibir un ministerio no es subir, es bajar, es ponerse a los pies. Servís al Pueblo; el obispo sirve a los sacerdotes, diáconos, al Pueblo de Dios; como el Santo Padre sirve a los obispos, sacerdotes, Pueblo de Dios… Servum servorum Dei. Gracias por ayudarme en esta tarea.

 

Cómo no, a las familias, a los parados, a las personas que están en ERTE, a las personas que están en grandes dificultades de conservar el empleo, que tienen sus comercios cerrados, que ven con angustia que llega el fin de mes y no pueden. A los trabajadores, empresarios, autónomos… Pronto el Señor quiera que salgamos de esta situación. Como hemos escuchado en la primera lectura, nos dice el Señor en Isaías: «Saldréis con alegría». Saldremos, ayudados de la mano del Señor.

 

Cómo no recordar a los fallecidos por el covid, a los enfermos, a las personas mayores, de modo particular a las que viven en residencias o solas en sus casas; a las familias, a quienes les cuidan, a tantos profesionales que nos han cuidado para que nuestra vida, aunque sea con dificultades, pueda seguir adelante.

 

Quiero también tener un recuerdo a la vida contemplativa. Yo les llamo confinados por amor, confinados en oración. Están también aquí los abades tanto de Cardeña como de Silos: un recuerdo a todos esos monasterios, 29 monasterios de clausura de la archidiócesis. Y a los misioneros. Precisamente, antes de venir, ponía a mi madre la televisión (nos está viendo desde casa) y estaba un obispo misionero que decía: «Uno no elige la misión, uno es enviado». Enviados por el Señor, yo quisiera enviarles un abrazo grande, mi recuerdo en este día.

 

Estamos celebrando el tiempo de Adviento. Quiero compartir tres breves reflexiones para no cansaros. Como nos ha dicho don Fidel, «tiempo de espera y de esperanza». Y la pregunta sería: «¿Qué me cabe esperar? ¿Qué puedo esperar? ¿A quién puedo esperar?». Muchas veces digo a los adolescentes y a los jóvenes que a veces se quejan de que sus padres estén esperándoles a las cinco de la mañana cuando vienen los sábados –«¿Para qué me esperas? No hace falta que estés…»–. Yo les digo: «Da gracias de que alguien te espera». Qué triste es ir a una casa y que nadie te espere, que nadie te eche de menos. Pienso que una de las frases más tristes del evangelio es aquel paralítico de la piscina probática: 30 años esperando que se remueva el agua y cuando llega Jesús y le pregunta por qué no se mete en el agua le responde: «No tengo a nadie»… Qué hermoso que alguien te espere siempre, aunque parece que te pueda molestar. ¿A quién esperamos en este tiempo? Esperamos al Señor.

 

El tiempo de Adviento es un tiempo de preparar los caminos porque viene nuestra plenitud, viene la esperanza que nunca claudica, que está más allá de las esperanzas buenas y certeras que tenemos en el mundo: nuestras familias, los amigos, los investigadores que buscan las vacunas, los profesionales sanitarios que aprenden cómo manejar mejor la covid… Muchas esperanzas, gracias a Dios. Pero hay una esperanza muy profunda, que es la del Señor que viene. Y por eso nos ha dicho: «Mis caminos no son vuestros caminos». En el fondo, vuestros caminos son tristes; mis caminos son jubilosos y de alegría porque es una esperanza que nunca termina; «como dista el cielo de la tierra, mis planes no son vuestros planes». Y nos ha dicho: «Por eso llegará la Palabra que hará fecunda vuestras vidas, cumplirá el deseo de Dios». Me estoy acordando de San Rafael Arnáiz, con su texto «El deseo de Dios». El deseo de Dios y el encargo de Dios: lo cumplirá.

 

Y nos ha dicho una frase muy hermosa: «Entonces, saldréis con alegría». Isaías se estaba refiriendo al pueblo judío que estaba desterrado en Babilonia y les anuncia: «Saldréis con alegría de vuestra penuria, de una tierra que no conocéis, de una tierra árida, para llevaros a la tierra de los vivos». ¡Necesitamos ir a la tierra de los vivientes! Isaías o el autor nos dice: «Os llevarán seguros; montes y colinas romperán a cantar ante vosotros. Los árboles del campo aplaudirán, el vez de espinos, brezos del desierto; crecerá el ciprés que mira al cielo, ciprés que árbol con la que está hecho el árbol santo de la cruz; en vez de espinas crecerá el arrayán». San Pablo lo dirá de otro modo: «La creación entera está aguardando con dolores de parto». Porque también la pandemia nos ha revelado nuestra fragilidad, nuestra pequeñez, la de toda la creación, que solidariamente con nosotros aguarda la redención de los hijos de Dios.

 

Es la palabra que nos renueva, es la palabra de la esperanza y es lo que esperamos en este tiempo de Navidad: haya o no haya comidas de Navidad esperamos algo mucho más grande; haya o no reuniones sociales esperamos algo mucho más grande: te esperamos, Señor, a ti, Gran Esperanza, Esperanza definitiva. A ti y al Espíritu Santo. Por eso elegí el salmo «envía tu Espíritu, Señor, repuebla, renueva la faz de la tierra», todo lo que está rígido, apagado, yermo, que no es fecundo, que es triste, renuévalo con tu gracia.

 

Y esta renovación –la tercera y última idea para no cansaros– se realiza en la Santa Cena. Cuántas veces tenemos que volver al cenáculo. Ojalá cada día volvamos al cenáculo, en la eucaristía. Nos ha dicho san Juan, que introducía la escena que él vivió, que «había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre». Dice «Yo soy el Camino, el Camino al Padre» y nos arrastra con él. Y «habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo». Y hace un acto realmente conmovedor: se levanta de la mesa, se quita el manto y se pone de rodillas ante los apóstoles, que no salen de su asombro. Y se pone el Maestro, el Señor, a lavarles los pies. Pedro se escandaliza: «No me lavarás los pies jamás». Aparece el orgullo…

 

No sé si habéis tenido experiencia de necesitar fuertemente de los demás. Yo recuerdo con 19 años que me rompí el fémur por siete trozos y estuve ingresado en el hospital y vi lo que era que te tengan que lavar, que te tengan que llevar al servicio, que te tenga que ayudar a comer, que te tengan que ayudar a incorporarte en la cama… Necesitamos que nos laven los pies, si no, qué solos vamos a estar si no nos dejamos lavar los pies. Dejarse lavar los pies es crecer en humildad, es ensanchar el corazón, es reconocer que nos necesitamos, que el Señor nos ha puesto unos a otros para cuidarnos. Por eso nos dirá: «Lavaos los pies unos a otros, yo a vosotros y vosotros a mí».

 

Jesús se pone de rodillas a lavar los pies y le dice a Pedro: «Si esto no lo entiendes y esto no lo haces no tienes nada que ver conmigo, no me entiendes, no entiendes que genero una humanidad nueva con el lavatorio de los pies, genero una relación nueva, una sociedad nueva que no es la del orgullo, la del poder, la autosuficiencia; como dice el papa Francisco, la autorreferencialidad. Genero una nueva humanidad que Dios siempre ha soñado de la entrega, del servicio, de la misericordia, del perdón». De ahí nace la humanidad nueva, de ahí nace el pueblo nuevo, de ahí nace la tierra de los vivientes.

 

Ponernos de rodillas a lavar los pies, que nunca se nos caigan los anillos de hacerlo porque es así como recibimos el anillo grande de ser de los del Señor. Y no nos avergoncemos de que tengan que lavarnos los pies, de que necesitamos que nos laven los pies: viviremos en la generación nueva del Señor en esta Iglesia nueva, en este templo santo de Dios. El Año Jubilar nos traía ese lema: «Sois templo de Dios». Al Señor le interesan las piedras vivas. Cómo no, estos días, servir de modo particular a los que más sufren: los enfermos, las personas mayores, los que están solos, los que viven sin esperanza, los que viven con angustia por llegar a fin de mes… Queremos serviros, queremos estar con vosotros, ser uno de vosotros, arrimar juntos el hombro, que Dios está con nosotros como fuente grande de esperanza.

 

Termino invocando a los santos de esta muy querida archidiócesis a la que me entrego con todo el corazón y con toda el alma: «Me ha tocado un lote hermosísimo» y estoy encantado de mi heredad. Hoy me encomiendo al patrono, santo Domingo de Guzmán, que celebra también su octavo centenario de fallecimiento este año; san Lesmes, patrono de la capital, a todos los santos y beatos en este Pueblo, familia santa de Dios que está en el cielo y en la tierra. Y, cómo no, me encomiendo a la Virgen Santísima. Yo me ordené sacerdote un día del Carmen del año 94; siempre me he confiado a la Virgen María, siempre me ha acompañado y he sentido su presencia cálida y amorosa y, una vez más, me encomiendo a ella bajo esta advocación de Santa María la Mayor. Que ella cuide de su Iglesia, cuide de toda la sociedad burgalesa, cuide de los que más sufren, de los hogares donde hay desesperanza. Que ella siempre sea la fuente perenne de la alegría, de la gracia y de la salvación del Señor. Que así sea.

Don Mario Iceta: «Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad»

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La Catedral de Burgos ha acogido esta mañana la toma de posesión de Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa como nuevo arzobispo metropolitano, en una ceremonia a la que, debido a la pandemia, se ha visto restringida la asistencia, y, pese a que el aforo permitía cubrir el 50% de la capacidad del templo, solo han participado 250 personas, incluidos miembros del coro y medios de comunicación.

 

El nuevo pastor de la diócesis, acompañado por el nuncio apostólico en España, en España, Bernardito Auza, ha sido recibido por el administrador apostólico y arzobispo emérito de Burgos, don Fidel Herráez Vegas, para acceder al templo por la Puerta Santa del Perdón y, una vez presentado al Cabildo y al Colegio de Consultores, acudir a orar a la Capilla del Santo Cristo, lugar de peregrinación de los burgaleses en tiempos de epidemias, donde ha permanecido unos minutos en oración al son de los cantos, en euskera, de la escolanía de los Pueri Cantores.

 

Antes de iniciarse la eucaristía, se ha dado lectura a las «Letras Apostólicas» del Santo Padre con el nombramiento del nuevo pastor de la diócesis, tras lo cual, el nuevo titular se ha sentado en la cátedra y el nuncio le ha hecho entrega del báculo. Dos sacerdotes, dos religiosos y una familia en representación del pueblo, han manifestado obediencia y afecto al nuevo prelado.

 

En su primera homilía, don Mario ha aseverado que «en la Iglesia recibir un ministerio no es subir, es abajarse al servicio», y ha recordado «a las familias, los parados, los que están en ERTE, los que tienen sus negocios cerrados y ven que no llegan a fin de mes, a los empresarios, autónomos… Dios quiera que pronto salgamos de esta situación. Saldremos con alegría». También se ha referido a los religiosos de vida contemplativa, «los confinados por amor», y a los misioneros.

 

«La pandemia nos ha revelado nuestra fragilidad, la de la humanidad entera, que aguarda la esperanza que nos trae el hijo de Dios», ha manifestado. «Necesitamos que nos laven los pies, si no, qué solos vamos a estar. Dios nos ha puesto en esta tierra para cuidarnos los unos de los otros». Jesús «creó una sociedad nueva, una humanidad de la entrega, del servicio, de la misericordia, del perdón. De ahí nace el pueblo nuevo, la tierra de los vivientes. Ponernos de rodillas a lavar los pies. Que nunca se nos caigan los anillos por servir, ni nos avergoncemos de que nos laven los pies. Necesitamos que nos laven los pies», ha insistido, en alusión al Evangelio.

 

Junto a ello, ha agradecido al Santo Padre su nueva misión de servicio a la Iglesia en Burgos. «Don Fidel decía que yo era un regalo para esta diócesis; pero no tiréis el tíquet por si hay que devolverlo», ha bromeado. «Para mí sí es un regalo esta Iglesia; me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad». Por su parte, el ya arzobispo emérito le deja como herencia una Iglesia con un futuro «muy esperanzador» que sabrá acoger a su nuevo pastor con «seriedad, sinceridad y fidelidad», «acogida de la que yo he sido testigo y he podido disfrutar», tal como le ha trasladado.

 

Representación limitada

 

Pese a las limitaciones sanitarias por la pandemia del COVID-19, varias autoridades han acompañado a Mario Iceta durante su toma de posesión, entre ellos, el consejero de la Presidencia de la Junta, Ángel Ibáñez, el alcalde de Burgos, Daniel de la Rosa, el subdelegado del Gobierno, Pedro Luis de la Fuente, el delegado territorial de la Junta, Roberto Saiz, y el presidente de la Diputación, César Rico.

 

Entre las autoridades eclesiásticas, además del arzobispo emérito de Burgos, Fidel Herráez, y el nuncio apostólico de España, Bernardito Auza, han asistido a la toma de posesión el obispo emérito de Jaén, Ramón del Hoyo, el abad de San Pedro de Cardeña, Roberto de la Iglesia, el abad de Santo Domingo de Silos, Lorenzo Maté, y casi una veintena de obispos. Entre ellos, quien fue su obispo en Bilbao, el cardenal Ricardo Blázquez, y su auxiliar los últimos años en Bilbao, Joseba Segura.

Así es la bula de nombramiento del nuevo arzobispo

por redaccion,

Las «letras apostólicas» con el nombramiento del nuevo arzobispo.
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Las «letras apostólicas» con el nombramiento del nuevo arzobispo.

 

Se trata de un gran pergamino, rotulado como siglos atrás, a pluma y con caligrafía tipo monacal, de voluminoso tamaño y escrito en un clásico latín de cuidadas formas. Al final del documento, la firma del papa Francisco sancionando el contenido del documento. Así es la bula papal que el Santo Padre firmaba el pasado 6 de octubre y con la que nombraba a don Mario Iceta Gavicagogeascoa arzobispo de Burgos.

 

Esta mañana, en la toma de posesión del nuevo arzobispo, el documento ha tenido también su momento de protagonismo en la liturgia. Ha sido el canciller secretario del Arzobispado, Ildefonso Asenjo, el encargado de mostrar y leer la bula pontificia en la que el Papa pide al nuevo arzobispo pastorear «con prudencia» a la Iglesia que peregrina en Burgos. A la orden de mons. Bernardito Auza, nuncio apostólico, Asenjo ha enseñado el documento al colegio de consultores, la única institución diocesana que no cesa de sus funciones con el cambio de obispo. Los sacerdotes que forman parte de este colegio –Fernando García Cadiñanos, Amadeo Alonso, Andrés Picón, Vicente Rebollo, Juan Carlos Argüeso, Eloy Bueno, José Luis Cabria, Santiago del Cura, Francisco Javier García, Pablo González, Emérito Puente y Jesús Yusta– han asentido a la exposición y el canciller ha procedido –con la solemnidad que marcaba la liturgia– a la lectura del documento.

 

En la bula, el papa Francisco señala «los méritos» que don Mario ha acumulado en la diócesis de Bilbao, que resume como su «celo pastoral en la proclamación de la verdad salvadora y experiencia en el modo de administrar los asuntos», razones suficientes para ser «considerado idóneo para desempeñar este cargo con prudencia». Reproducimos a continuación la traducción del nombramiento pontificio.

 


 

Francisco obispo, siervo de los siervos de Dios,
al venerable hermano Mario Iceta Gavicagogeascoa, hasta ahora obispo de Bilbao, designado arzobispo metropolitano de Burgos: Salud y bendición apostólica.

 

Llenos de gozo al contemplar los pies del mensajero que anuncia la paz sobre los montes (Cf. Is. 52,7), no desdeñamos esfuerzo alguno para que el Reino del Señor, rico en misericordia,  pueda incrementarse por todo el mundo.

 

Confirmados, pues, en esta máxima, ahora nuestra solicitud se dirige de modo especial a las necesidades pastorales de la querida grey de Burgos, a la que, tras la renuncia del Venerable Hermano Fidel Herráez Vegas, nos apresuramos a otorgar un nuevo Administrador de las cosas sagradas.

 

Tú, venerable hermano, que en la diócesis de Bilbao has acumulado muchos méritos, manifestando celo pastoral en la proclamación de la verdad salvadora y experiencia en el modo de administrar los asuntos, nos pareces idóneo para desempeñar este cargo con prudencia.

 

Oído, pues, el consejo de la Congregación para los Obispos, haciendo uso de nuestra Autoridad Apostólica, a ti, desligado del vínculo que te unía a la Iglesia anterior, te nombramos Arzobispo Metropolitano de Burgos, con los debidos derechos concedidos y con las obligaciones impuestas correspondientes.

 

Queremos que des a conocer este nuestro decreto al clero y al pueblo de esa comunidad eclesial a los que exhortamos a acogerte como padre a quien  amar, como maestro a quien escuchar, como custodio a quien respetar.

 

Finalmente, a ti,  amado hijo, te animamos a que, contando con la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, trabajes incansablemente en la divulgación del Evangelio, con humildad y mansedumbre manteniéndote solícito en guardar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz (Ef. 4,1-3), a fin de que pueda aumentar la gloria de Dios y el número de los cristianos.

 

Dado en Roma, en Letrán, a 6 días del mes de octubre, año del Señor 2020, octavo de nuestro pontificado.

 

Francisco

[Franco Piva, Protonotario Apostólico]