La vida en la Cartuja: Silencio, oración… y Dios

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En 1401, el rey Enrique III de Castilla construyó un palacio de recreo a las afueras de la ciudad de Burgos, un noble inmueble edificado, además, como panteón real de los padres de Isabel la Católica. A la muerte del monarca, su hijo, Juan II de Castilla, decidió donar el palacio a la orden cartujana, una forma monástica que conjuga la vida ascética del ermitaño con la dimensión comunitaria típica de otras congregaciones contemplativas. Tras un pavoroso incendio que consumió el primitivo palacio, Juan de Colonia tomó las riendas de la construcción de la nueva Cartuja, provista de una extraordinaria iglesia tardo gótica, dos claustros y veinticuatro celdas para los monjes. Hoy en día, tras el esplendor vocacional de otras épocas y haber sido germen de la fundación de hasta cuatro cartujas en el país, los muros de Santa María de Miraflores son habitados por solo catorce monjes, si bien cada año reciben una media de 70 peticiones de ingresos venidas de todos los rincones del planeta. Y es que, en un mundo transido por el ruido y el ajetreo, la paz y el silencio que se respiran en este lugar siguen cautivando a numerosas personas. Una fascinación agrandada por el misterio, los tópicos y las leyendas nacidas en torno a la orden, como bien confirma su prior en Burgos, fray Pedro María Iglesias. Aunque, para él, la vida en la Cartuja «es muy simple»: «No hacemos voto de silencio ni hablamos por señas», desmiente.

 

Los orígenes de la orden se remontan a los albores del segundo milenio. Después de pasar casi medio siglo viviendo a la sombra del Císter, san Bruno fundó en 1084 el primer monasterio llamado «la Chartreuse», en los Alpes franceses. En ella, los monjes vivían en cabañas individuales de madera mientras compartían momentos de comunidad en espacios comunes. Sin una «regla» definida, aquel estilo de vida se hizo «costumbre» hasta que el papa Inocencio II aprobó la nueva congregación en 1133. Fray Pedro María define la Cartuja como «totalidad de silencio con Dios orante», donde las normas y hasta el propio edificio «están en función del carisma contemplativo, que pretende ser lo más rígido posible». «Todo está orientado para que el cartujo esté centrado todo el día en oración. Tanto, que la primera obra de caridad de un cartujo es respetar la soledad del hermano».

 

En efecto, cada monje vive la mayor parte del día en su celda, una especie de casita que cuenta con un espacio de ingreso a modo de zaguán llamado «Avemaría» (pues el monje siempre reza esta oración cuando pasa por este lugar), en el que también come gracias al alimento que le entregan a través de una portezuela; componen también la celda una galería que hace las veces de taller, un pequeño huerto, la habitación con oratorio y el servicio. De la celda, los monjes solo salen tres veces al día, para la misa, el canto de Vísperas, Laudes y Maitines. Además, los domingos celebran todos los oficios divinos de forma conjunta en la iglesia, comen en comunidad en el refectorio y mantienen un rato de recreación, mientras que los lunes disfrutan de un paseo de unas cuatro horas de duración por la campiña.

 

«Es una vida súper regular, sin sorpresas. Las únicas sorpresas son las que descubres tú en la oración y la liturgia. El día a día es una rutina brutal, yo lo llamo “el rodillo”», revela el prior. «Es lo que más me ha costado, porque yo antes llevaba una vida a mi aire y ahora solo obedezco a una campana», comenta este moje gaditano, que ingresó en Miraflores de forma repentina y casi sin discernimiento hace cuarenta años «por un bofetón de Dios». «Si hubiera sido por mentalidad y por mi estilo de vida yo no hubiera venido; mi razón me decía que era imposible, que yo aquí no cabía… Pero sí cabía, era el único sitio en el que cabía». De hecho, asegura que la rutina y la monotonía le han «dado libertad, pues ahora no tengo que ocuparme más que de Dios. Ese ritmo te da una base de sensatez y de paz en el fondo del alma que no cambias por nada». «Aquí he descubierto que me sobran muchas cosas; aquí el Señor me ha dicho: “Vacíate de todo y quédate conmigo en el corazón y con toda la Iglesia”. Es un camino muy arduo pero vale la pena, te da una libertad tremenda», sostiene. Es más: «Si empezamos a meter cosas innecesarias en la celda, esto es tan frágil se rompe fácilmente».

 

«Aquí he descubierto que me sobran muchas cosas; aquí el Señor me ha dicho: “Vacíate de todo y quédate conmigo en el corazón y con toda la Iglesia”. Es un camino muy arduo pero vale la pena, te da una libertad tremenda».

 

El cartujo se acuesta en torno a las 20:00 horas para levantarse a las 23:30 y acudir a la iglesia a las 00:15 para rezar Laudes y Maitines, una oración que puede prolongarse hasta las 03:00. De vuelta a la celda, hace una breve oración a la Virgen en su oratorio y se acuesta de nuevo para levantarse a las 6:30 y dedicarse a la oración. A las 8:00 se reúne la comunidad en la iglesia para la misa, que siempre es cantada. La mañana transcurre en la celda dedicada al estudio, la lectura meditada de la Sagrada Escritura y el trabajo manual. La comida es a las 11:30 y la tarde solo se interrumpe para rezar las Vísperas.

 

Tener vocación

 

Este ritmo de vida tan austero quizás ha sido el causante de la «idealización» de la vocación cartujana, un estilo de vida que parece difícil de alcanzar para quien vive fuera del monasterio. «Esto no es una carrera de obstáculos», afirma el prior. «Lo que hacemos aquí parece de libro Guinness, pero no. Esto lo aguanta solo quien tienen vocación…». De hecho, afirma que en Miraflores no hay un prototipo de cartujo ni que quien allí recala es «porque es raro y le gusta aislarse». «Aquí ocurre como en cualquier otra vocación, hay cartujos muy abiertos y otros más taciturnos», subraya, «pero en todos debe existir un equilibrio entre lo afectivo y lo personal». «Es más, quien viene aquí huyendo del mundo, no cuaja», indica.

 

De hecho, el prior sostiene que un cartujo «lleva a toda la Iglesia en el corazón». «Siempre estoy rezando por la humanidad, por todo el mundo… Cuando conocemos alguna noticia me doy cuenta de que justo en ese momento estaba unido a la humanidad, siempre estamos pidiendo; no puedo no orar por vosotros. Aquí dentro, el sentimiento de Iglesia es total, estamos unidos a toda la humanidad», insiste. Contrariamente a lo que pudiera imaginarse, existe una «gran sintonía» entre los problemas del mundo y las preocupaciones del cartujo y lo que parecen diferencias insalvables se convierten en importantes nexos de unión: «No he conocido a nadie con quien no haya conectado desde mi perspectiva cartujana; sintonizo del miedo con el mundo», comenta. «La Cartuja te da una visión distinta del mundo, con más perspectiva, y te das cuenta de que tiene valores fundamentales; lo malo siempre se ve más, pero lo de ahí fuera tiene posibilidades tremendas. Está a puntito de Dios». Además, asegura que los anhelos e intuiciones del mundo también le ayudan y estimulan, «como a Jesús le sorprendía la fe de la cananea o del centurión romano».

 

«No he conocido a nadie con quien no haya conectado desde mi perspectiva cartujana; sintonizo del miedo con el mundo».

 

Con ese mundo y sus preocupaciones la Cartuja también está fuertemente vinculada a través no solo de los cientos de burgaleses que suben hasta allí para rezar e implorar bendiciones, sino también por las obras de caridad que lleva a cabo. El estilo de vida austero de sus moradores hace que los ingresos que reciben de las visitas, de la venta de sus Rosarios y legados les basten y los excedentes puedan dedicarlos a los más pobres. «La Cartuja ha sido siempre muy limosnera y lo sigue siendo». Muchos, de hecho, recuerdan aún la imagen de los frailes repartiendo el caldo de una olla a la puerta de Miraflores mientras decenas de pobres esperaban su mendrugo de pan. Hoy, sin embargo, la caridad se reparte con abundantes donativos a Cáritas, el Seminario, las misiones, e incluso, «por qué no, a oenegés no cristianas», revela el prior.

 

Pobres con Jesús

 

El aura de plenitud que parecen irradiar los cartujos, sin embargo, contrasta con los inevitables momentos de dificultad que han de atravesar en su camino vocacional. «Si has venido aquí huyendo del dolor de la vida, tranquilo que aquí lo vas a encontrar. Y, además, entre cuatro paredes, que es una caja de resonancia; multiplicado por diez». Amoldarse a ese estilo de vida solitario y ascético es un camino arduo, donde las crisis –«como las que hay ahí afuera»– son también compañeras de camino o «desfases de amor», como los llama el prior: «Dios siempre te abre más campos, siempre se puede amar más, más puro y más profundo… Dios no prueba, el mismo amor hace madurar a las personas. El amor tiene desfases y Dios quiere atraerte con lazos nuevos, y eso cuesta. Y cuesta de por vida. Pero si vas pobre con Jesús, tienes que vivir la pobreza de Jesús»…

Hasta que la Palabra se haga carne

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Queridos hermanos y hermanas:

 

«Mantened firme la Palabra de la vida» (Flp 2, 16). Con este lema, tomado de la Carta de San Pablo a los Filipenses, celebramos hoy el Domingo de la Palabra de Dios.

 

Como recuerda el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, esta jornada desea «reavivar la responsabilidad de los creyentes en el conocimiento de la Sagrada Escritura», así como «mantenerla viva» mediante un trabajo permanente de transmisión y comprensión, «capaz de dar sentido a la vida de la Iglesia en las diversas condiciones en que se encuentra».

 

Y hoy, con Pablo en el corazón de esa carta que, según algunas referencias, escribe desde el cautiverio, redescubrimos la necesidad de que la comunidad cristiana crezca en el conocimiento de la Palabra de Dios. Una tarea, sin lugar a dudas, apasionante. Porque dejarse bañar por la Sagrada Escritura es revestirse de una vida nueva; desprenderse de uno mismo para llenarse de un amor infinitamente bueno; mudar nuestra piel muerta, inacabada y de barro en un torrente inacabable de ternura.

 

El Santo Padre, hace justamente un año, nos alentaba a «hacer espacio» dentro de nosotros a la Palabra de Dios. Porque «necesitamos escuchar», decía el Papa Francisco, «en medio de las miles de palabras de todos los días, esa Palabra que no nos habla de cosas, sino que nos habla de vida».

 

Una vida en torno a una llamada que se renueva en cada amanecer, y que encuentra en cada rincón del Evangelio un diálogo con ese Dios que habla y escucha, que se hace hogar, que se viste de consuelo y resguarda hasta el último hálito de nuestras dificultades.

 

El cristianismo, como decía san Bernardo, es la «religión de la Palabra de Dios», no de «una palabra escrita y muda, sino del Verbo encarnado y vivo». Y qué importante es descubrir, siguiendo la estela que marcó el Papa Benedicto XVI en su exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini, que «solo Dios responde a la sed que hay en el corazón de todo ser humano». Máxime ahora, en estos tiempos de pandemia, ante tanta sed de luz y tanta hambre de afectos; ahora que hemos de ser cauces de misericordia para que Dios, cuando nos vea con el Evangelio en las manos y los ojos afianzados en Su presencia, acoja nuestras pobres palabras de alabanza en silencio.

 

«Hago todo esto por el Evangelio», revelaba san Pablo en su Primera Carta a los Corintios (1 Co 9,23). Asimismo, en su Carta a los Romanos (1,16), confesaba que no se avergonzaba del Evangelio, porque «es fuerza de salvación para todo el que cree». Y aunque apenas quede tiempo en nuestro acontecer diario, ahí debe germinar nuestra fe: en el leve parpadeo de la Palabra de aquel que «vio y creyó» (Jn 20, 8), para que Él nos ayude a reclinar nuestra cabeza sobre la Sagrada Escritura. La Palabra de Dios se expresa en palabra humana merced al amor de una Madre, de la Santísima Virgen María. En Ella, la Palabra se hace carne, para habitar eternamente entre nosotros.

 

Queridos hermanos: hagamos sitio a la Palabra reservándole el mejor puesto de nuestro corazón y de nuestra de la casa. Esta Palabra será lámpara en el camino y luz en el sendero del amor y del servicio. Con gran afecto, recibid mi bendición.

 

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos

Cáritas presta acogida a menores con padres enfermos por Covid

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menores

 

La consejería de Familia e igualdad de oportunidades de la Junta de Castilla y León ha puesto en marcha un protocolo, ya esbozado en abril de 2020, por el que los menores cuyos padres estén ingresados a causa de la Covid-19 podrán ser alojados temporalmente en diversos espacios.

 

En el caso de Burgos, ha contado con el Centro San José de Cáritas diocesana. Así, en el caso de que un menor no pueda ser acogido por familiares u otros responsables, desde este recurso se le proporcionará alojamiento, alimentación y recursos educativos y sanitarios, como aseguran desde la entidad. Esta medida está contemplada únicamente para casos excepcionales. Además, en el caso de que la familia afectada resida en Soria también serán trasladados a Burgos. La incidencia de este tipo de casos ha sido muy escasa, porque lo habitual es que la propia red familiar pueda atender a estas necesidades.

 

Solidaridad

 

La entidad diocesana ha recibido los últimos días varias aportaciones económicas para poder llevar a cabo sus acciones sociales. En concreto, ha recibido 746 euros que revertirá en otros tantos kilos de comida para familias vulnerables en el entorno de Villarcayo. De hecho, el dinero entregado procede de la última carrera San Silvestre solidaria realizada en esta localidad, este año llevada a cabo de forma virtual.

 

Junto a ello, el economato del arciprestazgo de Miranda ha recibido por parte del Banco de Alimentos de Burgos una tarjeta de compra por valor de 4.234 euros, que servirá para adquirir productos con los que abastecer Mercarmir. Este recurso está a disposición de las familias más vulnerables, a las que se acompaña desde el programa de acogida.

El presidente de las Cortes reafirma su compromiso con el VIII Centenario de la muerte de santo Domingo

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El presidente de las Cortes de Castilla y León, Luis Fuentes Rodríguez, ha reafirmado esta semana su compromiso con la conmemoración del VIII Centenario del fallecimiento de Santo Domingo de Guzmán, que probablemente sea nuestro castellano y leonés más universal, en una reunión mantenida en la sede de la Fundación VIII Centenario de la Catedral. Burgos 2021, entidad que promueve los actos en torno a esta efeméride para recordar el legado del fundador de la orden de padres dominicos y patrón de la provincia de Burgos.

 

José Ignacio Delgado Palacios. Por parte de la entidad anfitriona, la Fundación VIII Centenario de la Catedral. Burgos 2021, participaron su presidente, don Mario Iceta Gavicagogeascoa, y su vicepresidente, Antonio Miguel Méndez Pozo, quienes pudieron detallar una batería de iniciativas y proyectos que desarrollará la Fundación y que tendrán alcance autonómico.

 

También con VOX

 

Además, el pasado jueves, el presidente y vicepresidente de la Fundación VIII Centenario se reunieron en la sede de la fundación con los representantes de Vox en las instituciones burgalesas, los concejales del Ayuntamiento de Burgos Ángel Luis Martín Rivas y Fernando Martínez-Acitores Puig, y el diputado provincial Nicasio Gómez Ruiz.

 

Este encuentro se suma a otros que los dirigentes de la Fundación vienen realizando en las últimas semanas con diversos partidos políticos para informarles de las principales iniciativas previstas para este año, con la intención de que tengan una repercusión directa y palpable en el sector turístico, hostelero y comercial de la ciudad y de la provincia, de modo que el VIII Centenario de la Catedral de Burgos contribuya de manera efectiva a la recuperación de los sectores más afectados por la pandemia.

La Fundación VIII Centenario recupera las obras musicales más destacadas del Archivo de la Catedral

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La Fundación VIII Centenario de la Catedral. Burgos 2021 y el Cabildo Metropolitano de Burgos han firmado esta mañana en la capilla de Santa Tecla de la Catedral un convenio de colaboración para diversos trabajos relacionados con documentos musicales, cantorales y publicaciones custodiados en el Archivo de la Seo.

 

Gracias a este acuerdo se recuperarán las obras musicales más destacadas entre las más de dos mil composiciones depositadas en el Archivo catedralicio desde el siglo XVI, a través de una labor que incluirá su revisión, transcripción, determinación de los aspectos interpretativos y su posterior interpretación. De este modo, se irá completando de manera fehaciente el patrimonio material del templo con el inmaterial. El presupuesto para este trabajo es de 27.000 euros, a lo que se sumarán cuatro conciertos a lo largo de 2021 en los que se darán a conocer estas piezas. La formación ‘Burgos Baroque Ensemble’ será quien interprete estas obras, compuestas por los maestros de capilla de la Catedral, en recitales que coincidirán con tiempos litúrgicos concretos: Cuaresma, el día de la Asunción de la Virgen en agosto, el tiempo ordinario y la Navidad. Asimismo, el convenio recoge que todos los derechos que se deriven de estas actuaciones quedarán en poder del Cabildo para que repercutan en beneficio de la Catedral.

 

Fruto del acuerdo rubricado hoy por el deán de la Catedral, Pablo González Cámara, el archivero del templo, Matías Vicario, y el vicepresidente de la Fundación VIII Centenario de la Catedral. Burgos 2021, Antonio Miguel Méndez Pozo, los cantorales más interesantes custodiados en el Archivo se expondrán en la propia Catedral, en una ubicación aún por determinar. Actualmente, el Archivo del templo conserva 82 volúmenes, la mayoría de canto gregoriano, de los que algunos contienen miniaturas, y que utilizaban los canónigos en el coro. Para ello la Fundación destinará hasta 30.000 euros.

 

La Fundación también asumirá el coste de la edición del libro ‘Juan de Colonia y la Catedral de Burgos’, de Nicolás Menéndez González, investigador gallego de la Universidad Heinrich Heine de Düsseldorf, que ha permanecido durante varios meses documentándose en el Archivo de la Catedral. Esta publicación se comercializará en la tienda de la Seo.

 

Cambio en el horario vespertino de la exposición ‘Sementera de esperanza’

 

Con motivo del adelanto del toque de queda, la exposición ‘Sementera de esperanza’, que se puede ver en el Seminario de San José hasta el 14 de marzo, modifica sus horarios. Así, por las tardes se podrá visitar de lunes a viernes de 17.15 a 19.00 horas y los domingos de 17.30 a 18.30 horas. Las visitas guiadas de los martes y jueves también se adelantan a las 17.30 horas.

 

Los horarios matinales se mantienen sin cambios. Es decir, de lunes a viernes de 12 a 14 horas, con visitas guiadas los lunes y los miércoles a las 12 horas.