La eucaristía, fuerza para ofrecer la vida en servicio a los pobres

Don Mario Iceta ha presidido por primera vez la fiesta del «Reservado», que recuerda la primera reserva eucarística en el sagrario del Seminario de San José.
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Fue en 1898 cuando, tras la construcción de un nuevo Seminario para la formación de los sacerdotes por mandato del cardenal fray Gregorio María Aguirre, se celebró por primera vez la eucaristía en su capilla. Aquella magna celebración y la primera reserva del Santísimo Sacramento en su sagrario son recordadas desde entonces cada noviembre por los moradores del Seminario de San José y todos los sacerdotes que por allí han corrido, han rezado y se han formado en el transcurso de los últimos 123 años. Después de la última cita, limitada a causa de la pandemia, la fiesta del Reservado ha vuelto a adquirir hoy –salvando las distancias– los tonos habituales de otras ediciones, con sus alfombras de serrín, las voces afinadas de los seminaristas y el gran monumento que preparan con mimo y dedicación. Y, en esta ocasión, con un nuevo protagonista, don Mario Iceta, que ha presidido por primera vez la celebración desde que pastorea la archidiócesis burgalesa.

 

En su homilía vespertina, el arzobispo ha asegurado que Cristo «se ofrece para que nosotros podamos a su vez ofrecer su cuerpo y su Palabra y desgastemos nuestra vida al servicio de los hermanos». Una entrega que ha de hacerse especialmente patente en los pobres de este mundo, no solo en quienes «viven en la miseria o buscan qué comer en la basura», sino también a aquellos que sufren «las profundas pobrezas personales de la existencia, los que no encuentran sentido a su vida, los que viven en la amargura y la desesperanza, los que piensan que no pueden ser perdonados». En este sentido, y en el marco de la Jornada Mundial de los Pobres celebrada este domingo, ha señalado que «todos somos pobres de amor y misericordia, con una imagen deformada de hijos de Dios».

 

Por eso, ha proseguido, «el Señor se ha hecho pobre con nosotros, él adquirió la pobreza de nuestra carne pecadora» para «devolver la luz a nuestras oscuridades» y «llenar de plenitud nuestra sed de eternidad que el mundo desea apagar». «Hemos de pedir al Señor por esos pobres que no se atreven a gritar: «Quédate con nosotros porque la oscuridad se cierne sobre nuestras vidas»». «El Señor nos envía a sanar las múltiples pobrezas de nuestro mundo», ha concluido.

 

Este año, se forman en los muros del Seminario de San José cinco seminaristas menores (que estudian secundaria y bachillerato) y otros catorce seminaristas mayores (siete de Burgos, otros dos de Burundi, tres seminaristas de la diócesis de Osma-Soria más otros dos de La Rioja).

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