La archidiócesis llora la muerte del papa emérito Benedicto XVI

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papa benedicto xvi

 

La archidiócesis de Burgos llora la muerte de Benedicto XVI. Don Mario Iceta pide a todos los fieles elevar oraciones por el eterno descanso del papa emérito. Él encomendará el alma del papa teólogo en la misa que tenía previsto presidir mañana, solemnidad de Santa María Madre de Dios, a las 19:30 horas en la Catedral y solicita a los sacerdotes ofrecer la eucaristía en sufragio por el alma del difunto papa. Por su parte, la Catedral acogerá un funeral por el eterno descanso de Benedicto XVI el martes 3 de enero a las 18:00 horas, presidida por el arzobispo.

 

En un mensaje de agradecimiento escrito ante su fallecimiento, acontecido a las 9:34 horas de hoy en el Vaticano, el arzobispo califica como «luminosos y fecundos» la vida y el magisterio de Benedicto XVI, que «brillarán como estrellas por toda la eternidad». De él recibió su nombramiento como obispo auxiliar, primero, y titular, después, de la diócesis de Bilbao y con él dice haber compartido «muchas anécdotas». «Hoy podemos dar gracias a Dios porque ha concedido a nuestro querido Benedicto XVI una vida larga que ha sembrado de bien el camino de la Iglesia y la historia de la humanidad». «Gracias Papa Benedicto por todo el bien que hemos recibido de ti, por tu testimonio de fe, esperanza amor y servicio», concluye su escrito.

 

La archidiócesis agradece a Dios la vida y fecundo ministerio del papa emérito y se une, con toda la Iglesia, en oración por su eterno descanso.

Aunque tu vida terrenal se haya apagado, tu luz resplandecerá por toda la eternidad

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«La vida de los que en ti esperan no termina, se transforma». Con estas consoladoras palabras, el prefacio de difuntos envuelve la muerte en el manto de la esperanza. Esa fe y esperanza que en estos momentos sostienen nuestro corazón y elevan nuestros ojos al cielo. Nuestro querido Papa emérito Benedicto XVI ha emprendido su viaje definitivo a la casa del Padre. No tengo más palabras que las de profunda admiración e inmensa gratitud.

 

La vida y el Magisterio de Benedicto XVI han sido luminosos y fecundos. La altura de su pensamiento ha suscitado un apasionado diálogo con todo tipo de corrientes de pensamiento y ha sido referencia para teólogos y pensadores, creyentes y no creyentes. Una obra teológica imponente fruto de una fe apasionada vivida en la cotidianidad del amor y el servicio.

 

Su amor a Dios se ha plasmado en el cuidado delicado por la liturgia, que vivía con profundidad. Su amor y servicio a toda persona que busca y sufre en oscuridad ha quedado reflejado en sus encíclicas que abren el camino a una humanidad nueva y abrigan el alma en los momentos difíciles generando una nueva humanidad.

 

Aunque su vida terrenal se haya apagado, la luz de su vida y Magisterio resplandecerán como estrellas por toda la eternidad. Tendría muchas anécdotas que contar de los encuentros que tuve con él, que es quien me nombró obispo primero auxiliar y después titular de Bilbao. «No tenga miedo. Vaya con paz porque el Señor le envía y yo también le envío», me dijo poco después del nombramiento, sosteniendo mis manos entre las suyas, con su mirada cálida y profunda y su rostro que inspiraba paz y confianza.

 

Hoy podemos dar gracias a Dios porque ha concedido a nuestro querido Benedicto XVI una vida larga que ha sembrado de bien el camino de la Iglesia y la historia de la humanidad. Lo encomendamos al Padre en este último viaje, que ha emprendido en paz, ligero de equipaje y con el corazón lleno del amor de Dios. Gracias Papa Benedicto por todo el bien que hemos recibido de ti, por tu testimonio de fe, esperanza amor y servicio. En tu vida se han cumplido las palabras del Eclesiástico: “Dichosos los que te vieron y se durmieron en el amor”. Quedas para siempre grabado en lo más profundo de nuestro corazón. Sigue cuidando de nosotros. Gracias y hasta el cielo.

 

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos

 

Jorge Hernández, nuevo obispillo, promete defender a todos los niños burgaleses

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No se hizo esperar la comitiva de padres y de niños que acompañaban a Jorge Hernández, el pueri cantor del Colegio San Pedro y San Felices que acudió a departir con su homólogo, Mario Iceta, arzobispo de Burgos. Eran las 12.30h cuando el nuevo obispillo, ataviado con su alba, capa pluvial, mitra y báculo dirigía su primer discurso en el palacio episcopal: “Represento a los pueri cantores, que me han elegido para esta nueva misión. Hoy me toca defender los derechos de todos los niños burgaleses”. Mons. Iceta agradeció a los niños por su labor de alabar a Dios por medio del canto: “Solo quien ama es capaz de cantar. Os he oído cantar  muchas veces en la catedral y lo hacéis muy bien. Os animo a cantar y rezar al Niño Dios que ha nacido y, hoy, especialmente, por el Papa Benedicto XVI que está muy enfermo”.

 

 

Tras estas palabras, Amador Pérez, director artístico de los Pueri, animó a la escolanía a entonar un villancico para todos los presentes. La sala del trono del arzobispado se convirtió en una nube de teléfonos móviles ansiosos por captar el momento. Mons. Iceta animó a todos los niños presentes a recoger un obsequio en forma de dulce. Los Pueri también recibieron el aguinaldo ante la alegría de sus padres. Un gesto cariñoso que valora el esfuerzo de padres y familiares por conservar la Escolanía.

 

A la salida del arzobispado estaba esperando la yegua blanca que llevaría a Jorge por las calles de la ciudad hasta el ayuntamiento. Allí fue recibido por el regidor, Daniel de la Rosa, y la responsable del Instituto Municipal de Cultura y Turismo, Rosario Pérez Pérez.

 

La humildad se hace Belleza en Navidad

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Queridos hermanos y hermanas:

 

Hoy, con gran alegría y gozo, el sol despeja las tinieblas durante el alba porque, en la ciudad de David, ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor (cf. Lc 2, 10-11). Hoy celebramos el triunfo de la vida, el renacer de un nuevo sueño por cumplir, la venida del Amor. ¡Hoy ha nacido Jesús!

 

Con el anuncio del Ángel, revivimos que Nuestro Señor Jesucristo, la esperanza que renueva cualquier corazón herido, viene al mundo para traernos la salvación. Y lo hace en la intemperie de un pesebre con la preciosa misión de adentrarnos, desde el alma de su imperecedera luz (cf. Jn 8, 12), en el sacramento de la Belleza que se hace vida en Navidad. Dios hecho Niño, desde una posada construida en pobreza y humildad, desea acomodar el pesebre de nuestro corazón para que oigamos la voz del Amor.

 

Es tiempo de deseo y esperanza, de acogida y gratitud, de confianza y consuelo. Jesús fue llamado por los profetas el deseado y el esperado de todas las naciones y aviva en nosotros el deseo de recibirle y, de este modo, colmar nuestra esperanza.

 

En Navidad, «Él se nos muestra como niño, pequeño, indefenso, completamente necesitado de su madre y de todo lo que el amor de una madre puede dar». Estas palabras de la Madre Teresa de Calcuta nos recuerdan que solo la humildad de la Virgen María «la hizo capaz de servir». Por tanto, si queremos que Dios habite los rincones de nuestra fragilidad, hemos de vaciarnos del todo por medio de la humildad para que Dios anide y repare cada una de las grietas de nuestra vida.

 

La humildad es el camino, ese misterio traspasado de eternidad que debe poblar el templo de nuestra carne. Y, junto a ella, espera la pobreza: virtud que brota del amor ofrendado de un pesebre, esperanza desnuda de lujos que nace en el silencio de dos miradas que se aman: en María y en José.

 

San Juan de la Cruz dejó escrito que «el Padre dijo una Palabra, que fue su Hijo, y esta Palabra siempre la dice en silencio eterno, y en silencio debe ser escuchada por nuestras almas». Si hasta el mismo Dios se abajó, haciendo a su hijo Jesucristo pobre por nosotros, ¿cómo no vamos a forjar, con los pobres, el mandamiento principal de nuestras vidas? Y si la propia naturaleza «nos engendra pobres», como podemos leer en uno de los escritos de san Antonio de Padua, ¿cómo no vamos a desprendernos de todo lo que nos ata para que Dios pueda acomodarse en nuestra casa?

 

Jesús, el Verbo Encarnado de Dios, sueña con edificar sobre nuestra nada. Y por eso vuelve a nacer entre nosotros (cf. Jn 1, 14) en un sencillo pesebre, para que su pequeñez nos aliente a ser mansos de corazón y a recostarnos sin miedo en la humilde morada del Niño de Belén.

 

El Papa Francisco, en su mensaje Urbi et orbi pronunciado el pasado año en el balcón central de la Basílica Vaticana, recordaba que «corremos el riesgo de no escuchar los gritos de dolor y desesperación de muchos de nuestros hermanos». Ante todas las dificultades de nuestro tiempo, grita con mucha más fuerza la esperanza de que «un niño nos ha nacido» (Is 9, 5) para habitarnos el alma, el aliento y la mirada. Si Él llegó pobre, vivió y murió en pobreza, no hay pesebre más admirable que un corazón austero, que se abre a un Dios que se encarna necesitado para asumir nuestra humanidad hasta el extremo.

 

Hoy, de la mano de la Virgen María y de san José, miramos al pesebre y esperamos, con el corazón abierto, que el Niño Dios nos ayude a hacerle sitio en nuestras vidas. Y con una inmensa alegría, fijamos la mirada en el portal de Belén y cantamos al Amor que se ha quedado eternamente a nuestro lado.

 

¡Os deseo una Feliz y Santa Navidad!

 

Con gran afecto, recibid mi bendición y un fuerte abrazo en Cristo.

 

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos

El arzobispo de Burgos felicita la Navidad a todos los burgaleses, especialmente a los más vulnerables.

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Galería fotográfica completa

 

Ayer viernes tuvo lugar la tradicional felicitación navideña del Arzobispo de Burgos. Tras un breve retiro para la curia diocesana y la foto oficial, la felicitación tuvo lugar en la Facultad de Teología. El Arzobispo hizo un breve recorrido por alguno de los eventos más significativos del presente año que concluye. Animó a los fieles burgaleses a caminar en sinodalidad y, sobre todo, a entender el sentido profundo de estos días. La Navidad no se improvisa, se contempla, se acoge. Las prisas y los preparativos externos pueden convertir estos días en un hacer sin desear ni esperar nada. Quien necesita algo, desea y espera. Es momento de hacernos recordar a qué deseamos y a quién esperamos. Para los cristianos éste es el sentido de la Navidad. El Señor que llega y se aloja en quien le desea y espera.

 

Tras la bendición para toda la diócesis y la oración por las personas más comprometidas por mejorar este mundo, dirigió su atención hacia los más vulnerables, los enfermos y necesitados de cariño. El nutrido grupo de fieles entonó Adeste Fideles y disfrutó de un vino español en el claustro de la Facultad de Teología.