La Catedral completamente a oscuras, únicamente iluminada por la llama del fuego a bendecir. Así ha comenzado la Solemne Vigilia Pascual presidida por el arzobispo don Mario IcetaGavicagogeascoa. Tras la bendición de fuego y encender el cirio pascual, todos las personas que se han dado cita en la nave central de la Catedral han ido encendiendo sus velas. Poco a poco la luz iba iluminando el templo en esta noche en vela en honor del Señor.
Después de las primeras lecturas, recorriendo la historia de la Salvación a través del Antiguo Testamento, con el himno del Gloria, se terminaba de iluminar la Catedral por completo y las campanas replicaron para anunciar que Cristo ha resucitado y que vive entre nosotros. Después de las lecturas del Nuevo testamento, precedidas del aleluya, canto omitido durante la cuaresma, ha llegado el momento de la homilía del arzobispo.
En su mensaje para «la noche más importante de todo el año litúrgico», ha querido recordar a los presentes que la historia de la salvación de Cristo es el comienzo de «la historia de tu salvación». Además, Dios nos ha dado «una vocación», que para descubrirla hay que hacerse la pregunta que dice el papa Francisco: «¿Para quién soy?». «Eres para Dios, para entregarte a los demás«, ha insistido don Mario en su mensaje. «Cuando uno no responde a esta pregunta no encuentra su lugar en el mundo».
La Noche Santa ha continuado con la bendición del agua con la que los asistentes han sido rociados tras renovar las promesas del bautismo. El arzobispo también ha recordado en su homilía el momento clave de la vida de los cristianos: el bautismo. Un momento en el que «fuimos iluminados por el Señor para que desapareciera la oscuridad de nuestra vida para siempre».
Para finalizar se ha retomado el rito de la eucaristía, momento en el que el resucitado se toma como alimento y fuerza para llevar una vida nueva y ser sus testigos en medio del mundo. El pastor de la Iglesia de Burgos ha pedido para todos: «Ojalá esta Noche Santa ilumine nuestras vidas, y esta luz que nunca se apaga que es Cristo, sea siempre quien nos guie y nos llene de esperanza».
Como cada año, el Sábado Santo es el día en el que La Soledad recorre las calles de Burgos, saliendo desde la iglesia de Santa Águeda, haciendo una parada en el Convento de las Madres Salesas para recibir el cántico «Stabat Mater» y continuando hacia el Arco de Santa María.
En este último lugar tradicionalmente se realizaba el indulto a un preso, sin embargo el ministerio ha vuelto a denegar la petición solicitada por la cofradía, por lo que por séptimo año consecutivo no tendrá lugar el perdón para el reo. Esta costumbre fue creada en Burgos en 1447 por Juan II de Castilla, padre de Isabel I la Católica, y lo denominó «El perdón del Viernes Santo de la Cruz»
A pesar de este contratiempo los asistentes han podido contemplar una vez más a su señora. La actual talla, creada por Ildefonso Serra, data de principios del siglo XX y salió en procesión por la ciudad por primera vez en 1905. Esta imagen muestra a María desconsolada, con la mirada perdida en el cielo y lágrimas por el rostro mientras sostiene la corona de espinas de su hijo entre sus manos. Además, durante la procesión los cofrades no solo han portado dicha corona, sino que también los clavos que mantenían a Cristo en la cruz.
Esta procesión ha sido la segunda que ha acogido el Sábado Santo, siendo la primera un Rosario Penitencial junto a la imagen de Nuestra Señora de la Misericordia y de la Esperanza que ha recorrido las calles Nuestra Señora de Fátima, Santa Bárbara y Severo Ochoa, entre otras, terminando su itinerario de vuelta en la parroquia.
Cae la tarde. Una corneta prorrumpe un toque de oración. Cristo ha muerto y lo llevan a enterrar. El silencio se abre paso, roto solamente por el repicar de una campana. Con solemnidad, los treinta y tres hermanos de la cofradía del Santo Sepulcro han salido de la catedral. Algunos de ellos portaban a hombros la imagen del Cristo Yacente, que han depositado a los pies de la Seo en una urna de cristal.
Así ha comenzado la procesión del Santo Entierro, que como cada Viernes Santo recuerda a los burgaleses los últimos momentos de la vida de Jesús. Tras la talla, cincelada en 1913 por el escultor Francisco Font, de la Catedral de Santa María han desfilado las dieciséis cofradías que integran la Junta de la Semana Santa, acompañando dieciocho pasos que recuerdan las últimas horas de la vida de Cristo. Una tradición recuperada el año pasado –cayó en el olvido en los años 40– y que parece seguirá en vigor en las próximas ediciones, ante la multitud de burgaleses que se han agolpado en el inicio del recorrido. En la Puerta Santa, el arzobispo, don Mario Iceta, ha entregado un diploma a cada prior como agradecimiento al trabajo realizado durante esta Semana de Pasión, la primera sin restricciones después de años de pandemia.
El desfile ha recorrido después Santa Águeda, Nuño Rasura, plaza del Rey San Fernando, arco y puente de Santa María, plaza de Vega, calle Miranda, calle y puente San Pablo, plaza del Mío Cid y plaza de Santo Domingo de Guzmán. Aquí, y a diferencia de años anteriores, la comitiva ha entrado en la plaza Mayor, poniendo punto y final al recorrido y regresando cada cofradía a sus respectivas sedes.
Con los ojos del buen ladrón
La procesión del Santo Entierro ha sido el broche de un Viernes Santo en que el arzobispo también ha participado en el popular acto del Desenclavo del Cristo de Burgos y ha presidido los oficios de la Pasión y Muerte del Señor en la catedral. Don Mario Iceta ha pedido en su homilía «los ojos del buen ladrón» para ser capaces de «descubrir cómo el Reino de Dios está en medio de nosotros, germinando», así como «poner nuestra vida bajo el amor misericordioso de Cristo», que muere en cruz.
La celebración de la Pasión del Señor ha tenido lugar esta tarde en la Catedral y ha estado presidida por el arzobispo don Mario Iceta. De rodillas y en silencio ha comenzado este oficio, un gesto que ha realizado en primer lugar el arzobispo y al que han seguido todos los asistentes, en señal de penitencia y oración.
Tras las lecturas, el arzobispo ha resaltado tres aspectos fundamentales de la Pasión de Cristo. Ha comenzado agradeciendo, porque «lo que hace Jesús es llevar todos nuestros juicios, soledades, injusticias, sufrimientos a la cruz». «Tus cicatrices nos han curado», y no solo sanado, si no también «los perdona». Esta es la forma que Jesús emplea para «enseñarnos a perdonar y amar de un modo nuevo», razón por la que expresar una «inmensa gratitud a Cristo». El segundo elemento ha sido «aprender a mirar» con los ojos del buen ladrón que es capaz de descubrir cuando ve a Jesús crucificado a su lado cómo el «Reino de Cristo es un reino distinto, lleno de amor y misericordia». «Ojalá se nos den los ojos del buen ladrón» para ser capaces de «descubrir cómo este reinado está en medio de nosotros, germinando», ha pedido don Mario. Para terminar su intervención, como tercera clave, ha destacado «ser acogidos en el inmenso amor del Señor». Identificando la cruz como «el inmenso abrazo de Cristo», unos brazos preparados para acoger a todas las personas porque «en su corazón cabemos todos».
Después de las palabras que el pastor de la Iglesia de Burgos ha dirigido a todos los presentes que llenaban la nave central de la Catedral, se ha orado por todos los fieles de forma más solemne y extensa que en otras ocasiones. A continuación se ha realizado la adoración a la cruz, un momento que el arzobispo ha pedido que sea «un instante de gracia, agradecimiento, perdón, y de poner nuestra vida bajo el amor misericordioso de Cristo, nuestro sumo sacerdote».
La celebración ha concluido con el momento de comulgar. Tal y como marca la tradición el Viernes Santo no se celebra la eucaristía, pero sí se comulga con el Cuerpo de Cristo que se reserva de forma solemne en la eucaristía del Jueves Santo. La Vigilia Pascual tendrá lugar mañana sábado a las 22 horas para celebrar la Resurrección de Cristo.
La ciudad de Burgos ha acogido hoy uno de los actos más sobrecogedores de la Semana Santa, la representación del descendimiento de Cristo crucificado y la presentación del cuerpo ante la Virgen de la Consolación, organizado por el Cabildo Metropolitano y la Cofradía de las Siete Palabras y del Santísimo Cristo de Burgos, con la colaboración de la Cofradía de Nuestra Señora de la Misericordia y de la Esperanza.
Los costaleros han trasladado la imagen de Cristo desde la Plaza del Rey San Fernando hasta la Plaza de Santa María, lugar donde ha sido alzada. Posteriormente se han proclamado las Siete Palabras de Cristo en la Cruz y se ha desenclavado la imagen, con el toque de la monumental carraca de la torre norte de la Catedral. Tras quitar los clavos que sujetan a Jesucristo en la cruz lo han llevado a encontrarse con su madre, quien lo ha recibido en sus brazos. «Así cómo, siendo Jesús niño, recién nacido, la Virgen María lo sostuvo en sus brazos con amor entrañable, hoy con el mismo amor lo sostiene en sus brazos una vez que ha expirado en la cruz», decía el arzobispo, don Mario Iceta.
La talla de la virgen se ha despedido de su hijo con una inclinación y posteriormente ha sido trasladada a la parroquia de Santa Águeda. La imagen de Cristo ha permanecido en la Plaza de Santa María mientras recibía los besos y las reverencias de todos los asistentes que han deseado presentarle sus respetos y oraciones.