El arzobispo retoma su visita pastoral conociendo las parroquias de Gamonal

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Con el inicio del nuevo curso pastoral, el arzobispo, don Mario Iceta, ha retomado la visita pastoral a las parroquias de la archidiócesis. Si el año pasado lo dedicó a conocer las comunidades del arciprestazgo del Vega, este último trimestre del año hará lo propio con las del arciperstazgo de Gamonal.

 

El pasado 22 de octubre, coincidiendo con la fiesta de su santo titular, el arzobispo presidió la eucaristía en la parroquia de San Juan Pablo II, la última erigida en la archidiócesis, y con la que culminó su visita a la unidad pastoral que conforma esta parroquia junto con la de Villímar y Villayerno Morquillas. Concluían así una serie de encuentros y reuniones que permitieron al pastoral diocesano conocer las realidades eclesiales de estos barrios.

 

En efecto, don Mario pudo encontrarse con las Hermanas Franciscanas de María en su comunidad de San Esteban de los Olmos y también conoció la residencia de la tercera edad «Lazarillo de Tormes». La visita se completó con un encuentro con los feligreses de Villayerno Morquillas, un diálogo con el «Equipo Misión» con que cuenta esta unidad pastoral y el preceptivo encuentro con el párroco, Julián Palencia.

 

Según indica el Código de Derecho Canónico, «el obispo tiene la obligación de visitar la diócesis cada año total o parcialmente de modo que al menos cada cinco años visite la diócesis entera, personalmente o, si se encuentra legítimamente impedido, por medio del obispo coadjutor, o del auxiliar, o del vicario general o episcopal, o de otro presbítero». Durante los próximos meses mantendrá encuentros en las parroquias, colegios y comunidades religiosas del popular barrio de Gamonal para conocer las necesidades pastorales de sus comunidades cristianas.

125 años formando sacerdotes

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En 1897, el cardenal Fray Gregorio María Aguirre –entonces arzobispo de Burgos– y el hoy beato Manuel Domingo y Sol fundaron el Seminario Menor de San José. El 22 de abril de aquel año se colocó la primera piedra. Una vez concluidas las obras, en noviembre de 1898, el centro formativo comenzó su actividad académica con matrícula completa encargando el cuidado y la formación de los jóvenes a la hermandad de sacerdotes Operarios Diocesanos. El curso se inauguró con la celebración de la misa y la posterior reserva del Santísimo Sacramento en el sagrario de su capilla. Desde entonces, y año tras año, el segundo domingo de noviembre, el Seminario recuerda con alegría aquella primera reserva eucarística con su entrañable fiesta del Reservado, a la que asisten no solo los seminaristas y sus familias, sino también numerosos sacerdotes que se han formado entre los viejos muros del edificio del paseo del Empecinado.

 

José Antonio Cuesta fue rector de 1978 a 1993 y recuerda cómo aquel día esa casa se llenaba de alegría y de numerosas familias. Por entonces, eran 270 los alumnos que copaban las listas de la institución, de los cuales, los más mayores (los de 3º BUP y COU) vivían en el Seminario de San Jerónimo. Aquella matrícula tan elevada hablaba por entonces de «un ambiente religioso y de familia cristiana que, no obstante, empezaba a decrecer», reconoce Cuesta. Después de Justino Losa y Procopio Rodríguez, fue el tercer rector diocesano tras la marcha de los Operarios y trabajó por lograr que aquella fuera una casa «alegre y gozosa», un lugar donde los jóvenes «se sintieran a gusto y queridos, creciendo en un ambiente de valores y con una formación humana y cristiana de calidad».

 

En los catorce años en que José Antonio fue rector, los ingresos disminuyeron considerablemente, hasta alcanzar los 125. Un dato doloroso ya por entonces, después de que solo unos años antes, en la década de los 60, se levantara una tercera planta para acoger nuevos alumnos. Se veía un bajón vocacional y la consiguiente preocupación: «Si disminuyen las matrículas no habría tantos sacerdotes», pensaba el rector en una época en la que los jóvenes que acababan abrazando el ministerio suponían, por entonces, en torno al 12% del alumnado, que llegaba de todos los rincones de la provincia. «Dado que muchos de ellos no iban a acabar siendo sacerdotes, queríamos que se afianzase firmemente en ellos la vida cristiana», reconoce Cuesta, quien junto a otros nueve sacerdotes organizaba el proyecto educativo en base a la «disciplina y una formación programada en valores» junto al «compañerismo, el juego y la fiesta».

 

Cambio de época

 

Y es que el Seminario es, principalmente, un lugar donde discernir la vocación que los jóvenes sienten por el sacerdocio. Al reto de la formación de los adolescentes se sumó, en 2002, la de los candidatos al sacerdocio en sentido estricto. Tras el cierre del Seminario Mayor de San Jerónimo (inaugurado por Francisco Franco en 1961), el edificio del paseo del Empecinado asumió esta tarea. El responsable del traslado de la documentación y los seminaristas fue Jesús Ibáñez, quien dirigió la institución de 1993 a 2003. Vivió aquellos momentos «con tristeza por tener que unificar y cerrar el Seminario Mayor», pero a la vez «con la alegría e ilusión de emprender un proyecto nuevo, de crear un único seminario».

 

El traslado no fue fácil, el edificio tuvo que sufrir numerosas obras de habilitación y creación de nuevas habitaciones. Además, las aulas se trasladaron durante tres años a las instalaciones de la actual Casa de la Iglesia y los niños iban y venían de San José al palacio arzobispal dos veces al día. «Los alumnos, las familias y los profesores respondieron muy bien», recuerda Ibáñez. «Estuvimos al pie del cañón los formadores y los chicos integraron el cambio con total normalidad. Todos sentíamos la necesidad de unificar los dos seminarios y todos pusimos lo que estaba en nuestras manos, incluido el arzobispo», por entonces, Santiago Martínez Acebes, quien siempre manifestó «ánimo y respaldo».

 

La unificación de los dos centros formativos en uno, no obstante, parecía ser un simple espejismo y las vocaciones siguieron menguando. Ibáñez –que también fue formador con su predecesor– también reconoce que «la cosa iba cada vez a menos» y legó a su sucesor, Jesús Andrés Vicente, un Seminario Mayor con apenas doce jóvenes. Para él –que fue rector de 2003 a 2008– aquellos fueron los «mejores años de su vida» sacerdotal: «Siempre me tiró el tema de la formación, de el trato con jóvenes que se plantean un ideal de vida, a los que puedes aportar y que ellos te aporten. A mí siempre me admiró mucho la gente que estaba en el Seminario», reconoce.

 

La situación eclesial, social y vocacional emprendía un nuevo camino, comenzando a abandonar una Iglesia de cristiandad y ahora «duda» de que, quizás, le faltó en aquella época formar a los jóvenes en mejorar actitudes relacionales y en tantas dimensiones de acompañamiento que hoy se ven necesarias en la nueva evangelización.

 

Con todo, y ante el cambio de paradigma epocal, su mayor preocupación fue descubrir que «hubiera vocación» en los jóvenes que deseaban ser sacerdotes, «lo cual no es un dato matemático, se va comprobando a medida que se camina. Y cuando se va caminando del brazo de la vocación todas las demás facetas de la vida toman ese color, las facetas humanas, la amistad, el trato con la gente, los puntos de vista, las perspectivas… todo se va coloreando con el color del ministerio» que muchos de sus jóvenes acabaron abrazando: «Salieron (sacerdotes) casi todos y todos diferentes unos de otros, no están cortados con el mismo patrón; y quien diga eso es que no los conoce», sentencia.

 

La escasez progresiva de vocaciones no sólo se vivía en Burgos, sino también en otras diócesis vecinas. Fernando Arce heredó la dirección del Seminario en 2008 y vivió la integración en el centro de seminaristas de otros lugares no sólo de España, como Osma-Soria y La Rioja, sino de otros países, como Burundi. Además, buscó la manera de colaborar con el rector del recién inaugurado Seminario Misionero Redemptoris Mater, realizando algunas acciones conjuntas. «Realizamos proyectos bonitos», recuerda, como el intento de aunar también en un seminario interdiocesano los seminarios menores de algunas provincias cercanas, algo que, a pesar de las buenas intenciones, no llegó a fraguar.

 

En sus últimos años como rector, fue testigo de los cambios que la Santa Sede quería implementar en la formación de los candidatos al sacerdocio y la puesta en marcha de nuevos proyectos formativos, una nueva «ratio» educativa que tuvo que poner en marcha su sucesor, Javier Valdivieso, que dirigió la institución de 2016 a 2022.

 

Últimas reformas

 

La nueva normativa pedía la implantación de un año propedéutico –una suerte de etapa de adaptación– y una formación sacerdotal que atestigue claramente la vocación. Además, Valdivieso fue testigo de cómo las vocaciones no aumentaban y el reducido número de seminaristas propició un «ambiente de familia» que se reforzó con la pandemia y la unificación de todas las habitaciones en una única parte del edificio, destinando la otra a residencia de la escuela de pilotos de aviación. Durante la su época de rector, también se optó por que los adolescentes del Seminario Menor asistieran a las clases en el colegio diocesano San Pedro y San Felices, poniendo así punto y final a la docencia escolar que se impartía en el edificio.

 

Actualmente, el rector de la casa es Javier Pérez. Tomó posesión el año pasado y vive con «ilusión y temor» la formación de los jóvenes. «Es mucha responsabilidad», sostiene, a la vez que califica a los actuales seminaristas como «ilusionados», «jóvenes de su tiempo que vienen de la cultura actual y conocerán cómo acercar el evangelio a las nuevas circunstancias».

Llamados, como los santos, a la perfección del amor

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santos

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

El Señor nos eligió a cada uno de nosotros «para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor» (Ef 1,4). Esta semana celebramos la festividad de Todos los Santos: aquellos que «ya han llegado a la presencia de Dios» y que mantienen con nosotros «lazos de amor y comunión», tal y como escribe el Papa Francisco en la exhortación apostólica Gaudate et exultate, donde hace una llamada a la santidad en el mundo actual.

 

Con la intención de prepararnos para este gran día que celebra la Iglesia, ponemos la mirada en las bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-12) con la intención de señalar el camino que el Señor propone para sus discípulos. En este sentido, el Papa destaca que en ellas «se dibuja el rostro del Maestro», que estamos llamados a transparentar «en lo cotidiano de nuestras vidas».

 

Qué importante es encarnar la santidad en el contexto actual; ya sea en nuestras familias, en nuestros trabajos o en nuestros ambientes. El Señor nos llama a caminar en su presencia y a ser santos (cf. Gn 17, 1). Lo que quiere es que crezcamos en santidad a su lado y gastemos hasta el último aliento en ser amados y amar como Él nos ha amado. Su lenguaje es la misericordia, la entrega y el perdón; y su medida es el amor con el que nos ha amado desde toda la eternidad: «Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré» (Jr 1,5).

 

El Papa, en dicha exhortación, habla de «los santos de la puerta de al lado»; personas, como tú y como yo, que participan de la santidad del Pueblo de Dios. Una Iglesia peregrina que está inmersa en el mundo y que «viven cerca de nosotros» y «son un reflejo de la presencia de Dios».

 

Y recuerdo a «los santos del lunes» –que decía Chesterton–, aquellos que «todos los lunes se levantan temprano para coger el tren e ir al trabajo», que «vuelven a su casa todas las tardes tras haberse ganado el sustento de su familia» y «que vuelven a hacer lo mismo el resto de los días de la semana». Porque la santidad es una llamada universal, estemos donde estemos y sirvamos donde sirvamos. No hay nadie que no entre en este plan de amor entre Dios y la humanidad: «Todos los cristianos, de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del amor» recuerda el Concilio Vaticano II (LG 42).

 

Decía san Francisco de Sales en su Tratado del amor a Dios que «hay inspiraciones que tienden solamente a una extraordinaria perfección de los ejercicios ordinarios de la vida» (VIII, 11). Se trata de convertir lo corriente en extraordinario, de recomponer lo que está roto hasta convertir cada herida en don, de encontrar una forma más bella y grande de vivir lo que ya hacemos.

 

La festividad de Todos los Santos es un día de alegría, de gozo y de celebración. Y así hemos de preparar nuestro corazón para festejar el triunfo definitivo de la vida sobre la muerte, como lo han experimentado tantos hermanos nuestros que ya han llegado a la casa del Padre.

 

San Pablo, en la Primera Carta a los Corintios, anuncia esa conquista inevitable de la bondad: «Anunciamos lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni criatura alguna puede pensar, lo que Dios preparó para los que le aman». (1 Cor 2, 9). Esto nos recuerda que ser santo se traduce en estar y vivir unido a Jesucristo. Para siempre y en todo lugar y circunstancia.

 

Le pedimos al Señor (el Santo sobre todos los santos) y a su madre María que aprendamos a ser dóciles a los designios de Dios, afrontando con alegría y esperanza los caminos que Él disponga para nosotros. Hagámoslo prendidos de la mano de los santos, los del Cielo y los de la Tierra, aquellos que han perseverado en su entrega y sus nombres permanecen escritos a fuego en el libro de la Vida (cf. Ap 20, 12).

 

Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.

 

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos

La Facultad de Teología inaugura el curso 2023-2024 con nuevo decano y nuevas especialidades

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Este viernes, 27 de octubre, ha tenido lugar la ceremonia de apertura del nuevo curso académico en la Facultad de Teología del Norte de España, sede de Burgos, haciendo coincidir dicho evento con la toma de posesión del nuevo decano, recién nombrado por el Dicasterio para la Cultura y la Educación de la Santa Sede. Los actos han dado comienzo con la solemne celebración de la Eucaristía presidida por monseñor Mario Iceta, gran canciller de la Facultad, concelebrada por un buen número de sacerdotes y acompañada por muchos alumnos, amigos, bienhechores y otras personalidades relacionadas con la Facultad; entre ellos hay que destacar la presencia del decano de la sede hermana de Vitoria, José Antonio Badiola Saenz de Ugarte, y de los directores de otros centros afiliados, como José Manuel García Matos, director del Instituto Superior de Teología de Tenerife, y David Álvarez Cineira, director del Estudio Teológico Agustiniano de Valladolid. En la homilía, el arzobispo puso en valor la tarea formativa que desempeña la Facultad al servicio de la archidiócesis e hizo un llamamiento a poner la teología al servicio de las necesidades pastorales de nuestro tiempo presente, porque razón y fe van de la mano para dar respuestas al hombre de hoy.

 

A continuación, después de la tradicional foto del claustro de profesores, ha dado inicio el acto académico en el Aula Magna, presidido también por el gran canciller. El momento más efusivo ha llegado tras la lectura del nombramiento de Roberto Calvo Pérez como nuevo decano de la Facultad de Teología del Norte de España, sede de Burgos, para el trienio 2023-2026. Después, en sus primeras palabras ya como decano, destacaba el gran aprecio que siempre ha tenido por esta Facultad desde que estudió en ella y sus deseos de seguir trabajando en unidad y con ilusión de cara al futuro, especialmente para consolidar las nuevas especialidades de estudio iniciadas recientemente. El nuevo decano ha reconocido, además, que este camino que ahora emprende estará marcado por dificultades y limitaciones, pero que espera poder estar a la altura y entregarse con generosidad en la tarea encomendada.

 

Después ha tomado la palabra Ana Antón Delgado para hacer, en nombre de la Secretaría, la lectura de la memoria académica del curso pasado, que como en ocasiones anteriores sigue poniendo de manifiesto el notable alcance y repercusión que tiene la Facultad de Teología a nivel nacional e internacional, tanto por el número de alumnos que dependen de ella como por la variada oferta de estudio que ofrece en sus distintos niveles y modalidades.

 

La guinda del acto académico la ha puesto el doctor Fernando Susaeta Montoya, profesor de la Facultad de Teología, que ha presentado la lección inaugural titulada En las entrañas del pensamiento español del siglo XXI. ¿Una filosofía primera entre la tragedia y la nostalgia?, en la que propone hacer un análisis de la crisis cultural, política y epistémica que padece la sociedad actual en comparación con el acontecimiento del incendio de la Catedral de Notre Dame. También ha señalado qué tipos de nuevos paradigmas están emergiendo y cómo el logos es quien puede poner la esperanza en medio de la tragedia y la nostalgia.

 

El acto académico ha contado con la presencia de varias autoridades civiles, como José Luis Concepción Rodríguez; presidente del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León; el general de División Juan Carlos González Díez, general jefe de la División San Marcial; Fernando Martínez-Acitores Puig, vicealcalde de la ciudad de Burgos; y Pedro L. de la Fuente Fernández, subdelegado del Gobierno en Burgos. También participó en el acto el rector de la Universidad Isabel I, Alberto Gómez Barahona; la directora general de la Fundación Círculo, Laura Sebastián Vega; y el cronista de la ciudad de Burgos, José Manuel López Gómez.

 

Finalmente, el gran canciller de la Facultad de Teología ha concluido la apertura oficial del curso deseando a todos los alumnos y profesores un feliz año académico de estudio y dedicación al servicio de la teología.

Fallece el sacerdote Antonio Moral Nebreda

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Antonio Moral Nebreda

 

Esta mañana ha fallecido, a los 70 años de edad, el sacerdote diocesano Antonio Moral Nebreda. Nacido el 3 de septiembre de 1953, fue ordenado sacerdote el 16 de julio de 1977.

 

Su primer destino pastoral fue en Humada, San Martín de Humada, Fuencaliente de Puerta, Talamillo del Tozo y Fuenteodra. Al año siguiente se el encomendaron, además, las parroquias de Villamartín de Villadiego y Rebolleda Traspeña.

 

En 1979, el arzobispo le envió como formador educador al colegio del Pilar, sirviendo también en las parroquias del valle de Zamanzas. De ahí, se trasladó a la capital, donde ejerció como vicario parroquial, primero en San Pedro y San Felices (1985) y más tarde en San José Obrero (1994).

 

En 1998, el arzobispo lo nombró párroco de Trespaderne, Tartalés de Cilla, Arroyuelo, Santotís, Virues, Cillaperlata y Palazuelos de Cuesta Urria, trabajando como arcipreste en la zona.

 

En 2003 fue nombrado párroco de Santo Domingo de Aranda de Duero, donde también ejerció como arcipreste en dos trienios (2005 y 2017).

 

El funeral por el eterno descanso de Antonio Moral Nebreda tendrá lugar mañana domingo, 29 de octubre, a las 16:00 horas, en la iglesia parroquial de San Pedro y San Felices de Burgos. Descanse en paz.