El Sínodo de la Amazonía, un acontecimiento eclesial

por redaccion,

amazonia

 

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El 27 de octubre se clausuró solemnemente el Sínodo de la Amazonía convocado por el Papa Francisco. Deseo referirme hoy a este acontecimiento, por su misma importancia y porque la información os ha ido llegando con diversos matices a través de los medios de comunicación. Han sido tres semanas, como señalaba el Papa, de diálogo, de escucha mutua y de discernimiento comunitario para identificar los caminos que Dios señala a su Iglesia. Ha sido a la vez una ocasión para la conversión personal y comunitaria a la luz del modo que Dios tiene de actuar en la historia, incluso en condiciones contradictorias.

 

A algunos de vosotros un Sínodo sobre la Amazonía le puede resultar un acontecimiento que afecta o interesa sólo a quienes habitan en aquellas regiones, tan distantes de nuestras preocupaciones diarias. Ello sería una visión muy estrecha desde el punto de vista eclesial, cultural y social. La comunión eclesial nos debe llevar a sentir como propios los problemas y las esperanzas de todas las diócesis del mundo. De un modo especial, en el Mes Extraordinario Misionero, ese acontecimiento sinodal ponía delante de nuestros ojos una de las fronteras más significativas de la actividad misionera: la evangelización y la atención pastoral dirigida a pueblos indígenas, tan frecuentemente olvidados o marginados.

 

En esta ocasión la experiencia de comunión eclesial tiene para nosotros un acento más directamente personal y cercano, porque entre los participantes en el Sínodo se encontraba Mons. Rafael Cob, presbítero ordenado en nuestra diócesis de Burgos, que desarrolló su vocación misionera en Ecuador y actualmente es obispo del vicariato de Puyo, en la región ecuatoriana de la Amazonía. El pasado martes pronunció una conferencia en la Facultad de Teología, para comunicar su experiencia sinodal.

 

Hay otras razones que ponen de relieve la importancia y la actualidad de este Sínodo. El Papa Francisco, en una entrevista concedida al periódico italiano La Stampa unos días antes de la apertura, decía que el Sínodo es «hijo» de la encíclica Laudato Si. Quien no la haya leído, advertía, nunca entenderá plenamente su urgencia, sus motivaciones y sus objetivos. ¿Por qué?

 

La Amazonía es una amplia zona que afecta a nueve países, y lo que allí sucede repercute de modo determinante en la supervivencia del planeta: gran parte del oxígeno que respiramos procede de allí. La deforestación significa un atentado contra el planeta y contra la vida de la humanidad. El mismo Papa contaba experiencias concretas: la de unos pescadores que le dijeron: «En los últimos meses recogimos seis toneladas de plástico»; recientemente un glaciar enorme de Islandia se ha derretido; en un país del Pacífico la gente se está trasladando de lugar porque dentro de veinte años la isla en la que viven habrá desaparecido. Es preciso tomar conciencia de esta realidad.

 

El Sínodo, pues, tiene una dimensión ecológica, social y cultural, pero sobre todo pastoral, que es la que da sentido a todas las demás. El Sínodo no es una reunión de científicos o de políticos. Nace de la Iglesia y debe servir a su misión evangelizadora. Busca ante todo el modo de acercarse a los pueblos amazónicos sin actitud de superioridad o de desprecio sino respetando su historia, su cultura, su sabiduría peculiar. La lógica de la encarnación enseña que Dios, en Cristo, se vincula a los seres humanos que viven en las «culturas propias de los pueblos»; y que la Iglesia Pueblo de de Dios inserto entre los pueblos, tiene la belleza de un rostro pluriforme, porque arraiga en mucha culturas diversas (EG, 116). La verdadera preocupación de la Iglesia, en esta cultura amazónica, es encontrar los modos adecuados de evangelización y los ministerios que puedan realizarla.

 

Como decía el Papa en la Eucaristía de clausura, «hemos tenido la gracia de escuchar las voces de los pobres y de reflexionar sobre la precariedad de sus vidas, amenazadas por modelos de desarrollo depredadores»; el grito de los pobres «es el grito de la esperanza de la Iglesia». Con espíritu católico hacemos también nuestro ese grito y esa esperanza. Y ponemos este acontecimiento eclesial bajo el amparo de María, venerada con diversas advocaciones en toda la región amazónica, para que Dios lo bendiga con frutos abundantes.

«Amigos fuertes de Dios»

por redaccion,

santa teresa

 

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Siguiendo el calendario litúrgico, nos encontraremos la próxima semana con una fiesta que como tal no está señalada en rojo, pero que para nosotros es una fiesta especial. Es la fiesta de nuestra gran Santa castellana, Teresa de Jesús. Por eso, hoy quiero acercarme a ella para traerla al momento presente y compartir con vosotros, aunque sea brevemente, alguna reflexión.

 

Nació en Ávila, como sabéis, el 28 de marzo de 1515 y murió en Alba de Tormes (Salamanca) el 4 de octubre de 1582. Quiero recordar que en esta querida ciudad de Burgos realizó su última fundación (1582). Hay un texto en el libro de las Fundaciones (31,11) donde la Santa relata que estaba encomendando lo de Burgos al Señor porque siendo un sitio frío, y los fríos tan contrarios a sus enfermedades, ir allí le parecía una temeridad. Entonces le dijo el Señor estas palabras: «No hagas caso de esos fríos, que Yo soy la verdadera calor. El demonio pone todas sus fuerzas por impedir aquella fundación; ponlas tú de mi parte porque se haga, y no dejes de ir en persona, que se hará gran provecho». Y Santa Teresa vino a Burgos; y tuvimos la suerte de tener aquí uno de sus conventos, para gloria de Dios y provecho de los burgaleses como le dijo el Señor.

 

Justo es recordar a nuestra gran Santa como mujer excepcional, insigne carmelita descalza, fundadora, reformadora, escritora fecunda, madre y maestra espiritual, Doctora de la Iglesia, contemplativa en la oración y activa en el servicio del amor a los hermanos, andariega incansable por encima de todo obstáculo, para más servir a la Iglesia y mejor entregarse al Señor… A la distancia de más de cinco siglos, Teresa de Jesús sigue ofreciéndonos las huellas de su vida y misión espiritual, como verdadera maestra de vida cristiana para todos los tiempos. Así, en el IV Centenario de su muerte, San Juan Pablo II decía a un grupo de peregrinos abulenses: «Ser conciudadanos o compatriotas de Teresa de Jesús es un timbre de gloria, pero es también un compromiso de inspirarse en ella, en sus enseñanzas y ejemplo, para ser fieles a su legado universal, en un empeño de ser cada día mejores ciudadanos e hijos de la Iglesia» (Castelgandolfo, 1981).

 

Muchas son las enseñanzas de Santa Teresa, y su mensaje y testimonio siguen vigentes en nuestro tiempo, para nosotros y para las personas que están a nuestro alrededor. «Andan los tiempos recios» decía entonces la Santa, tiempos difíciles, de cambio entre épocas. También a nosotros nos toca vivir en unos «tiempos recios», de incertidumbre, de dificultad, de vivir contracorriente, tiempos que requieren firmeza, reciedumbre. En esto ella es una verdadera maestra de vida cristiana. Y nos dice que «cuando los tiempos son ‘recios’, son necesarios ‘amigos fuertes de Dios’ para sostener a los flojos» (Vida 15,5). Hoy, como entonces, el camino para llegar a serlo pasa por el encuentro con Cristo que cambia el corazón, que ofrece un horizonte nuevo, que llena de sentido la existencia.

 

Teresa de Jesús sobresale en la historia de la Iglesia por su empeño en dar a conocer al Señor, en «acercar, dice ella, las almas a Dios». Pienso que sus inquietudes y deseos continúan hoy como objetivos pastorales de plena actualidad para nuestra Iglesia diocesana, que se propone a través de la Asamblea y del Año Jubilar una verdadera conversión misionera. Ella, eminentemente contemplativa, no podía dejar de ser misionera. Su trato íntimo con Dios la iluminaba para discernir con claridad la ausencia de Dios en la sociedad; y cuando alguien está lleno de Dios se siente urgido a darlo a los demás. En la Santa, su amor a Jesucristo estaba inseparablemente unido a la Iglesia de su tiempo y el amor filial a la Iglesia se traducía en trabajo por el Evangelio alimentado y fortalecido con la oración. Su ejemplo es una llamada para nosotros, que hemos encontrado y hemos de anunciar la Buena Noticia de la Salvación. También nuestra acción misionera se apoya en la oración de nuestras queridas contemplativas, numerosas en nuestra diócesis, que van a la vanguardia de nuestra evangelización.

 

El Papa Francisco, en su mensaje del Año Jubilar Teresiano (2014), da gracias a Dios por el don de esta gran mujer y nos orienta hacia su escuela para aprender a ser peregrinos. «La imagen del camino, nos dice, puede sintetizar muy bien la lección de su vida y de su obra. Ella entendió su vida como camino de perfección por el que Dios conduce al hombre, morada tras morada, hasta Él y, al mismo tiempo, lo pone en marcha hacia los hombres. Su experiencia mística no la separó del mundo ni de las preocupaciones de la gente. Al contrario, le dio nuevo impulso y coraje para la acción».

 

El Papa evoca una expresión de la Santa: «Ya es tiempo de caminar». Y nos anima con unas palabras que también yo os digo juntamente con él: «¡Ya es tiempo de caminar, andando por los caminos de la alegría, de la oración, de la fraternidad, del tiempo vivido como gracia! Recorramos los caminos de la vida de la mano de santa Teresa. Sus huellas nos conducen siempre a Jesús».

Caminemos alegres con Jesús

por redaccion,

carta pastoral emaus

 

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Hoy quiero empezar felicitando a la Virgen, Nuestra Madre, porque es la fiesta de su nacimiento, la fiesta de la Natividad. Le repetimos con cariño y con devoción el saludo del Ángel: «Dios te salve María…», y ponemos bajo su protección maternal el curso que estamos iniciando en nuestra Iglesia en Burgos y en cada uno de vuestros hogares.

 

Precisamente hoy, en esta fiesta de la Natividad de la Virgen María, os he ofrecido una Carta Pastoral, cuyo título expresa la idea y el proyecto que deseo transmitiros: «Y se puso a caminar con ellos». Somos la Iglesia que camina con Jesús. Con este título quiero poner ante nuestros ojos la imagen de Jesús que sale al encuentro de los discípulos de Emaús para liberarlos de su tristeza, desánimo e incertidumbres. Cuando Cleofás y su compañero reconocen a Jesús Vivo y Resucitado, cambian por completo, se ponen en camino para contar su experiencia, comunicar su alegría y anunciar su mensaje con la certeza de que el Señor está caminando junto a ellos.

 

También nosotros, tanto individual como comunitariamente, necesitamos una experiencia semejante. Por eso mi Carta Pastoral pretende contribuir a que en nuestra diócesis se haga real la experiencia de Emaús: que superemos los cansancios, inercias y miedos que a veces nos atenazan y podamos recuperar un aliento renovado para avanzar unidos, en compañía del Señor que ya se ha puesto a caminar junto a nosotros.

 

Cuando se van a cumplir cuatro años de mi ministerio episcopal en Burgos, la Visita Pastoral, amplia y ya muy avanzada, me ha permitido palpar desde cerca la vida real de nuestras comunidades cristianas, con sus luces y sus sombras, con sus logros y sus deficiencias, con sus esperanzas y sus dudas. Y a la luz de esa experiencia he intentado hacer una reflexión espiritual y pastoral que deseo compartir con todos a través de mi Carta.

 

En ella os digo que para abordar esa situación me ha parecido conveniente convocar una Asamblea Diocesana, es decir, invitar a todos los católicos de Burgos a que nos reunamos en asamblea para contemplar al Señor y descubrir lo que nos está diciendo a través de su Evangelio y de los signos de nuestro tiempo. Como ya os he comentado antes del verano, esta decisión se ha ido gestando en el marco de la celebración del VIII Centenario de la Catedral, para que sea vivido como acontecimiento eclesial y como proyecto de futuro. Así recogeremos el testigo de tantas generaciones que han ido edificando el templo catedralicio llenándolo de vida de fe y de iniciativas eclesiales. Este Centenario, que ha reunido de modo transversal a la sociedad burgalesa, se hace acontecimiento eclesial de modo especial gracias a la Asamblea Diocesana y al Año Jubilar. Ambos tienen un objetivo común: hacer posible una profunda experiencia eclesial en torno a tres ejes que son hoy fundamentales: redescubrir la alegría de ser cristiano, el gozo de vivir como Iglesia, y el júbilo de ofrecer al mundo un mensaje capaz de transformar a las personas y las realidades sociales.

 

A lo largo de los próximos meses iremos comentando estos acontecimientos desde diversos puntos de vista. El Año Jubilar está convocado para julio del próximo año. Hoy queda convocada oficialmente la Asamblea Diocesana, que ya había iniciado su andadura a través de una comisión preparatoria. Deseo que la lectura y la meditación de la Carta Pastoral os anime a ser protagonistas de la revitalización y rejuvenecimiento de nuestra diócesis. El lema de la Asamblea pretende que hagamos actual , y a ello os animo, lo sucedido en Emaús: Caminemos alegres con Jesús.

 

Como os decía al comienzo, pongamos estos proyectos en los brazos de la Virgen, bajo la advocación de Santa María La Mayor, Patrona de la diócesis. Ella en su nacimiento, ya hizo brillar en la humanidad la aurora de una historia nueva, porque apuntaba a la Encarnación del Hijo de Dios. Con su cuidado maternal nos ayudará a estar también disponibles para la misión que la Iglesia nos encomienda. Y el Señor Resucitado, que camina con nosotros, nos comunicará la misma dicha que transformó a los discípulos de Emaús.

El VIII Centenario de la Catedral estrena sintonía y escultura corporativa

por redaccion,

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La Fundación VIII Centenario de la Catedral ha presentado esta mañana en la capilla del Corpus Christi de la Seo la sintonía que identificará la efeméride y la escultura corporativa que servirá de galardón para aquellas personas e instituciones que colaboren con el proyecto. Dos artistas burgaleses han sido los encargados de realizar las dos creaciones: el músico Diego Galaz y el escultor Óscar Martín.

 

La composición musical de Galaz acompañará a partir de ahora todos los actos que organice la Fundación. Por su parte, las estatuillas servirán para reconocer la labor de casi un centenar de personas que se han destacado por su apoyo y compromiso con el proyecto del VIII Centenario. Las recibirán en dos actos que tendrán lugar este sábado, fiesta de la Dedicación de la Catedral, y el próximo lunes, día 22.

 

Del ocho al infinito

 

La obra de Óscar Martín es una escultura realizada en latón y representa una una cúpula calada que consta de 8 plementos, dos de los cuales se han transformado para incluir el número 8, resaltando el VIII Centenario. Además, ha girado el número 80 grados para transformarlo en el símbolo del infinito.

 

«El padre Agustín Lázaro me explicó, durante una visita guiada a la Catedral, muchos de sus símbolos; destacando la gran relación entre el sol y la Seo de Burgos. Esta escultura también nos recuerda el astro-corazón de nuestro Sistema Solar. La Catedral de Burgos, desde su construcción, se consolidó como el motor emocional, artístico y espiritual de la ciudad de Burgos», ha resaltado el escultor.

 

Su creación está inspirada, en concreto, en la bóveda de la Capilla de los Condestables, uno de los elementos determinantes que llevaron a la Catedral a ser declarada Patrimonio de la Humanidad, ha revelado el artista, quien ha confesado también que justamente en la presentación de la Fundación VIII Centenario, al escuchar el breve recital de órgano que cerró el acto, miró hacia arriba y se le «removió algo» cuando aún no había recibido encargo alguno.

 

Majestuosidad y tradición

 

Por su parte, la obra compuesta por Diego Galaz tiene como motivo central la Rueda de Burgos, ritmo tradicional en 10/8 que es parte inseparable del legado cultural y popular de nuestra provincia y de su capital, y el uso de este motivo rítmico ha dotado a la composición de originalidad y contexto geográfico. Los sonidos épicos y de majestuosidad musical describen la inmensidad y grandeza del templo burgalés, resaltando los aspectos más históricos pero a la vez remarcando la contemporaneidad y futuro de la Catedral.

 

Ha sido realizada con instrumentos como el violín, la zanfona (presente en parte de la iconografía de la seo y de todo el Camino de Santiago), los panderos cuadrados, latas de pimentón, cítaras, mandolas, chelos, contrabajos, dulzainas, coros y muchos más elementos directamente relacionados con la historia musical de Castilla y León. La obra ha sido producida, grabada, mezclada y masterizada por el artista burgalés en los estudios “Dos Tres Cuá” de Atapuerca.

 

«La melodía comienza escuchando las campanas de la catedral, un coro catedralicio y sonido ambiente, evocando imágenes de exteriores de la seo. Las dos primeras melodías principales que siguen a esta introducción son una especie de vuelo a través del exterior de la catedral, sobre el cimborrio, entre sus torres, observando la grandeza y majestuosidad de la Catedral. El rimo de la rueda burgalesa imprime fuerza y grandiosidad a esta parte de la obra. Hay un cambio en el que podemos escuchar las dulzainas y las cajas evocando un día de fiesta tradicional en las afueras de la catedral, y dotando a la melodía del momento más popular y tradicional. Inmediatamente después, viajamos al interior. He usado la zanfona, instrumento que aparece en la iconografía de algún pórtico de la seo. Esta parte me evoca imágenes por sus capillas, por sus naves… El final es otro momento épico en el que la mezcla de imágenes de exterior e interior del templo me han inspirado el volver a las melodías principales y más potentes. En definitiva, la obra es un viaje por y a través de la seo burgalesa», ha explicado su autor.

 

El arzobispo y presidente de la Fundación VIII Centenario de la Catedral. Burgos 2021, don Fidel Herráez Vegas, ha expresado su satisfacción por que dos realidades «audibles y visibles» se unan a la «sinfonía» de la celebración de esta efeméride y se integren «en esta realidad viva que es la Catedral», así como su deseo de que «sigamos haciendo que este templo palpite» y «se le siga dando vida».

 

 

 

Escucha aquí dos versiones de la sintonía

La Iglesia en el mundo del silencio

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pastoral sordo

 

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Burgos está siendo estos días sede del Encuentro Nacional de Pastoral del Sordo y del Sordociego, organizado por la Conferencia Episcopal Española a través de la Comisión Episcopal de Pastoral. Más de cien agentes de pastoral de toda España, muchos de ellos sordos, se han acercado a nuestra ciudad para vivir unos días de encuentro, para compartir experiencias, para orar juntos, para crecer en fraternidad y reflexionar conjuntamente sobre temas fundamentales para el trabajo pastoral en favor de la comunidad de personas sordas. El tema central de este año es la Eucaristía, bajo el lema: «Haced esto en conmemoración mía».

 

Es para nosotros un auténtico gozo poder acogerles en nuestra ciudad, que siempre ha destacado por su sencilla y cálida acogida. Además, nos ayuda a retomar una tradición que viene desde antiguo. Se dice que en el Monasterio de Oña, en el s. XVI, desarrolló su actividad uno de los precursores de la lengua de signos: Fray Pedro Ponce de León. Según está documentado, en el monasterio benedictino estableció una pequeña escuela para acoger a niños sordos a los que dotó de las herramientas necesarias para que pudieran ellos mismos desenvolverse autónomamente en la vida. En aquella obra llevada a cabo por este sencillo fraile tenemos escrita una página más de las muchas acciones silenciosas que la Iglesia ha hecho a favor del desarrollo humano y social de nuestra sociedad, especialmente de los más desfavorecidos.

 

Además de los agentes de pastoral, los destinatarios de estos encuentros son, en definitiva, las personas sordas. También las personas oyentes que manifiestan sensibilidad y acogida hacia esta comunidad que se significa por el lenguaje de los signos. Pero este encuentro nacional se convierte también en una verdadera gracia para nuestra Iglesia en Burgos, porque nos ayuda a visibilizar una realidad social y eclesial con la que quizás estamos poco familiarizados. De esta manera, su presencia entre nosotros contribuye a reforzar y profundizar en la atención pastoral que necesitan las personas sordas. Precisamente el año pasado comenzábamos en nuestra Diócesis un pequeño grupo de pastoral del sordo que trata de acoger y acompañar a este colectivo, y en ello hemos de continuar con la necesaria atención personal y comunitaria.

 

La realidad de las personas sordas pertenece a ese amplio mundo de la discapacidad en el que hoy viven tantos hermanos nuestros. Ciertamente que la senda de los derechos se ha ido abriendo en este amplio colectivo, consiguiendo una mayor visibilidad y una mejor integración en la sociedad. Muchas son las personas que han contribuido a este desarrollo. Pero siempre hay mucho camino por hacer. Las condiciones de fragilidad en las que tienen que desarrollar su vida no debe de llevarles a situaciones de inferioridad o de descarte social. Al contrario, las sociedades que quieren tener una talla auténticamente humana, son aquellas que son capaces de integrar estas fragilidades y hacer todo lo posible por introducirlas en su seno y aportar así sus potencialidades al conjunto de la sociedad.

 

También Jesús, en el relato evangélico de la curación del sordomudo (Marcos 7, 31-37) se nos presenta acercándose a la realidad de las personas sordas. Ellas viven unas circunstancias peculiares que Él sabe acoger con tremenda ternura y delicadeza. De esta manera, nos da pautas a la comunidad cristiana para hacer nuestras estas actitudes y convertirnos, en medio de nuestro mundo de excelencia, en un signo profético de encuentro y de acogida de la diferencia y de la fragilidad.

 

Bien podríamos decir que la pastoral del sordo hace visible la presencia de la Iglesia en el mundo del silencio. Una circunstancia que es precisamente donde Dios se hace especialmente presente. Por eso, en este contexto social, las personas sordas se convierten en un don para la Iglesia como recordaba recientemente el Papa Francisco. Quiero terminar con sus palabras esta reflexión de hoy: «La presencia de Dios, dice, no se percibe con las orejas, sino con la fe; por tanto, os animo a reavivar vuestra fe para advertir cada vez más la cercanía de Dios, cuya voz resuena en el corazón de cada uno y que todos pueden oír. Podréis así ayudar a cuantos no “oyen” la voz de Dios a estar más atentos a ella. Esto es una significativa contribución que las personas sordas pueden dar a la vitalidad de la Iglesia».