Bautizados en la fe y enviados a evangelizar

por redaccion,

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El próximo 13 de julio nos reuniremos en Roa para celebrar la cita anual del Día del Misionero Burgalés. El lema que hemos escogido es: «Bautizados en la fe y enviados a evangelizar». Este encuentro servirá para orar por nuestros misioneros. También para dar gracias por el recorrido misionero de nuestra Diócesis que nos debe de estimular a mantener viva esta gozosa seña de identidad y a promover las vocaciones misioneras hoy.

 

En 1919 el Papa Benedicto XV publicaba su encíclica Maximum Illud. Se trata de un documento fundamental en la teología de la misión, pues buscaba promover en las iglesias particulares las vocaciones misioneras y la formación de las vocaciones nativas. En conmemoración de este aniversario, el Papa Francisco ha convocado para el próximo octubre un Mes Misionero Extraordinario. Se trata de una iniciativa que busca favorecer el encuentro personal con Jesucristo, saborear el testimonio de los misioneros y promover la formación bíblica y teológica en torno a la misión y la caridad misionera.

 

Aquel documento encontró en Burgos la tierra abonada. Previamente, en abril de 1919, el mismo Papa Benedicto XV había dirigido al entonces arzobispo de Burgos Juan Benlloch una importante carta que ha marcado la idiosincrasia de nuestra Diócesis. Ya existía en nuestra ciudad el Colegio de Ultramar, fundado por el canónigo Gerardo Villota, en el que se preparaban sacerdotes diocesanos para las misiones. Pero con aquella carta, el Papa encomendaba a mi antecesor la tarea de «procurar que dentro de los muros de Burgos se formen aptos para el caso, jóvenes escogidos del Clero que se sientan llamados por Dios a evangelizar…».

 

Este encargo, balbuciente en sus inicios, no ha dejado de dar muchos frutos. El Seminario de Misiones, fundado en Burgos como cauce misionero del clero secular español, ha acogido desde los inicios a jóvenes provenientes de toda la geografía española, para ser enviados a los cinco continentes a anunciar la Buena Noticia del Evangelio. Este Seminario, que fue el núcleo central de todo el movimiento misionero de la Diócesis, sirvió para fundar y regular las Asociaciones de la «Santa Infancia», la «Propagación de la fe» y la «Unión Misional del Clero» en todas las parroquias.

 

Este dinamismo misionero ha enriquecido mucho a nuestra Iglesia diocesana. Hoy podemos decir que contamos con 646 misioneros en 68 países presentes en todos los continentes, lo cual ha configurado nuestra diócesis con un carácter aperturista y universal. Además, a través de nuestras instituciones seguimos colaborando con la actividad misionera de la Iglesia. La Facultad de Teología lo hace admirablemente en el campo de la formación. Ella es la encargada de la organización de semanas y simposios a través de su Instituto de Misionología y ofrece becas y formación para sacerdotes nativos. La Delegación de Misiones promueve la animación misionera en la infancia y juventud de la diócesis y vincula, a través de sus correos y contactos frecuentes, a la Iglesia diocesana con sus misioneros y sus trabajos y preocupaciones. A ello contribuye, como constato en mis visitas pastorales, la existencia de algún misionero en muchos de los pueblos y parroquias, que tienen la suerte de compartir durante sus tiempos de vacaciones los relatos de la vida misionera.

 

El encuentro que vamos a tener en Roa también nos posibilitará poder rendir un pequeño homenaje a todos nuestros misioneros por haber comprendido que la puerta del bautismo por la que un día entraron en la Iglesia no suponía adquirir derechos, sino aceptar el reto de ser enviados de Dios. Junto a los misioneros presentes, estarán muchos de sus parientes y conocidos, formando esa gran familia misionera que es nuestra Diócesis.

 

Como tal familia, «bautizados en la fe y enviados a evangelizar», nos encomendamos a Santa María, la primera misionera, para que Ella nos enseñe a vivir la fe con alegría y a proclamarla con esperanza a cuantos compartan con nosotros la vida de cada día.

La vida contemplativa, corazón orante y misionero

por redaccion,

Las cinco religiosas que participan habitualmente en la difusión del «reto de amor».

Algunas religiosas de la comunidad de Dominicas de Lerma. 

 

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El domingo de la Santísima Trinidad se celebraba también en la Iglesia la Jornada de la Vida Contemplativa con el lema: «La vida contemplativa, corazón orante y misionero». Como en el mensaje dominical de aquel día no hablé de esta Jornada, quiero compartir hoy con vosotros algunas palabras sobre la vocación contemplativa, una realidad tan importante y bellamente significativa para la Iglesia universal y tan especialmente viva en nuestra diócesis de Burgos.

 

Una palabra de acción de gracias a Dios Trinidad, comunión de vida y amor, por el carisma de la vocación contemplativa con el que ha enriquecido con tan especial don a la Iglesia. Como nos recuerda la Exhortación Apostólica Vita Consecrata: «Los Institutos dedicados a la contemplación son para la Iglesia un motivo de gloria y una fuente de gracias celestiales… Formados por mujeres o por hombres que, en la soledad y el silencio, mediante la escucha de la Palabra de Dios, el ejercicio del culto divino, la ascesis personal, la oración, la mortificación y la comunión en el amor fraterno, orientan toda su vida y actividad a la contemplación de Dios; así ofrecen a la comunidad eclesial un singular testimonio del amor de la Iglesia por su Señor y contribuyen, con una misteriosa fecundidad apostólica, al crecimiento del pueblo de Dios» (nº 8).

 

Una palabra de reconocimiento: Los monasterios han sido y siguen siendo, en el corazón de la Iglesia y del mundo, un signo elocuente de comunión, un lugar acogedor para quienes buscan a Dios y las cosas del espíritu, un oasis de paz, escuelas de fe y verdaderos centros de irradiación cultural, testimonio evidente para la edificación de la vida eclesial y de la misma sociedad. Para ésta, que en muchas ocasiones «pasa de Dios» e intenta olvidar que el ser humano está también referido a Él, la entrega radical, y la presencia silenciosa y fecunda de los contemplativos, es un mensaje elocuente de que es posible y merece la pena vivir buscando los bienes de allá arriba, como dice San Pablo. Ellos, ofrecen su vida en alabanza continua a la Santa Trinidad y elevan su oración de intercesión por toda la humanidad. Tienen la indispensable misión de ser, día tras día, prolongación en la historia de una especial presencia del Señor resucitado y corazón orante para la Iglesia y el mundo. El Papa Francisco, dirigiéndose a los Religiosos y Religiosas contemplativos, subraya este reconocimiento: «¿Qué sería, les dice, de la Iglesia sin la vida contemplativa? ¿Qué sería de los miembros más débiles de la Iglesia que encuentran en vosotros un apoyo para continuar el camino? ¿Qué sería de la Iglesia y del mundo sin los faros que señalan el puerto a los que se han perdido en alta mar, sin las antorchas que iluminan la noche oscura que estamos atravesando, sin los centinelas que anuncian el nuevo día cuando todavía es de noche? Gracias, hermanas y hermanos contemplativos, porque vosotros sois todo esto para el mundo: apoyo para los débiles, faros, antorchas y centinelas» (Mensaje del santo padre Francisco con ocasión de la Jornada Pro orantibus, 21.XI.2018).

 

Una palabra de estima, valoración y estrecha comunión eclesial, referida a la vida contemplativa en nuestra diócesis. Seguramente sabéis que entre mis tareas pastorales he dedicado un gran tiempo a pasar por los distintos conventos de clausura. Ha sido para mí un muy especial regalo poder orar juntos, celebrar la Eucaristía, hablar y compartir la realidad de cada monasterio. Es verdad, y nos preocupa, el envejecimiento de las comunidades, la falta de vocaciones…, pero es mayor la esperanza y el convencimiento de que el carisma está vivo y es un don necesario que sigue enriqueciendo nuestra Iglesia Diocesana. El lema de la Jornada, «La vida contemplativa, corazón orante y misionero», tiene también un eco particular en nuestra diócesis de raíces misioneras tan profundas. Los Papas vienen insistiendo en la importancia de que los contemplativos tengan un corazón misionero, que la misión es esencial a todos los Institutos de vida consagrada, incluidos los contemplativos, y que éstos han de arraigar en todos los ámbitos misioneros. ¡Queridos religiosos contemplativos, seguid rezando por nuestra Iglesia de Burgos y por la misión de toda la Iglesia!

 

Finalmente, al recordar con admiración y gratitud a aquellas personas consagradas que, desde una entrega radical, han dado la vida por amor, pienso en especial en la religiosa burgalesa Inés Nieves Sancho, perteneciente a la congregación francesa de las Hijas de Jesús de Massac, que fue brutalmente martirizada a finales de mayo en República Centroafricana. Quiera el Señor que la sangre de su martirio sea semilla de nuevas vocaciones a la vida consagrada activa y contemplativa con un «corazón orante y misionero».

Fiesta del Corpus. Fiesta de Cáritas

por redaccion,

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Celebramos hoy la fiesta del Corpus Christi. Es una de esas fiestas que el calendario cristiano ha puesto en letras rojas y que el Pueblo de Dios celebra con especial cariño y devoción. La fe se ha hecho cultura en tantas manifestaciones como podemos contemplar estos días en nuestra geografía burgalesa. Ante el Misterio de la Eucaristía nos podemos acercar desde diferentes perspectivas; también la fiesta y la celebración forman parte constitutiva de esta aproximación. Hoy nuestra fe se centra de modo especial en Jesucristo Eucaristía, «Cuerpo entregado y sangre derramada», memoria perenne del inmenso amor de Dios por nosotros; y tenemos la alegría no solo de celebrar este Misterio sino también de alabarlo, adorarlo y cantarlo por las calles de nuestra ciudad.

 

Todos sabemos que la Eucaristía culmina el proceso de la iniciación cristiana. Además, la riqueza que encierra no puede expresarse con un único nombre, por lo que tenemos términos diferentes en función de los aspectos que se trata de subrayar: misa, banquete, comunión, sacrificio, fracción del pan… Por eso, los cristianos reconocemos que ella es fuente y cúlmen de la vida eclesial y de «toda vida cristiana» (LG 11). Y es que, en torno al altar, la Iglesia se reúne para hacer presente el Misterio total de entrega de Jesús en la Cruz. Hoy el Señor nos sigue hablando en silencio, en el Misterio de la Eucaristía, y cada vez nos recuerda que seguirle quiere decir salir de nosotros mismos y hacer de nuestra vida no una posesión nuestra, sino un don para Él y para los demás.

 

No extraña, por tanto, que la celebración del Corpus sea también la fiesta de Cáritas. De esta manera se visibiliza la unidad intrínseca entre la Eucaristía y los pobres. Hace pocos días nos lo recordaba el Papa Francisco en una de sus homilías: «La Eucaristía y los pobres, tabernáculo fijo y tabernáculos móviles: allí se permanece en el amor y se absorbe la mentalidad del pan partido; allí se comprende el cómo del que habla Jesús: dando todo, no reteniendo nada para sí mismo».

 

En efecto, detrás de cada pobre se esconde Jesús mismo. Ellos son «tierra sagrada» que esconde el Misterio de la Encarnación. En su carne herida podemos tocar y palpar las propias llagas de Cristo que se prolongan en la historia y que Él mismo nos encomienda su cuidado. Así lo podemos escuchar en diferentes pasajes evangélicos que recordamos: «Lo que hicisteis a uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis». «Dadles vosotros de comer». «Pobres siempre tendréis con vosotros». En todas estas expresiones recibimos y acogemos el mandato de Jesús de hacernos cargo de los más pequeños y con su mismo estilo evangélico.

 

Esto es, ni más ni menos, lo que Cáritas pretende realizar. Por eso, cuando en mis Visitas Pastorales me acerco a alguna de las realidades de Cáritas no me canso de afirmar que allí se «huele a Evangelio». Allí está la mano cercana de la Iglesia entregada al mundo de la exclusión y de la pobreza. Allí se visibiliza la caridad organizada y el compromiso comunitario de una Iglesia que quiere ser pobre y para los pobres. Allí el amor no es de palabras, sino de obras.

 

Precisamente, Cáritas Diocesana ha presentado esta semana su Memoria de actividades del año pasado. En ella se nos presenta su importante y fundamental trabajo en favor de nuestra sociedad. Como se puede leer, a través de sus programas y servicios, y gracias a la labor de sus 800 voluntarios y de sus técnicos, han acompañado a más de 6.000 familias de nuestra Diócesis. Son cifras que nos hablan de una situación de exclusión social que se está enquistando en nuestra sociedad. Así nos lo acaba de decir el informe FOESSA, recientemente publicado, que nos previene de una situación donde crece la desigualdad y donde la precariedad y vulnerabilidad de muchos hermanos nuestros es lo habitual.

 

Por todo ello es fundamental animar y acompañar la actividad de Cáritas en nuestras comunidades cristianas. Contemplando el Misterio de la Eucaristía, percibimos la urgencia del amor que nos invita a salir al encuentro de los demás. Es importante que busquemos ese equilibrio necesario en nuestras comunidades que refuercen, junto a la evangelización y la celebración, la dimensión caritativa. Es fundamental que, también desde Cáritas, se profundice en el necesario equilibrio entre voluntariado y técnicos, entre comunidad y organización, entre financiación e identidad… Gracias a todos los hombres y mujeres que sois el rostro de la caridad en nuestra Diócesis de Burgos. Os invito a beber del Misterio de la Eucaristía para que vuestra entrega sea cada día más evangélica y generosa. ¡Ojalá la celebración del Corpus imprima hoy en todos nosotros la huella de que Dios nos ama y que estamos llamados a amar!

La Asamblea Diocesana comienza su andadura

por redaccion,

El arzobispo, durante un consejo diocesano de pastoral.

El arzobispo, durante un consejo diocesano de pastoral.

 

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En mis últimos mensajes dominicales y en otras intervenciones he aludido a la Asamblea Diocesana que «como Pueblo de Dios que camina en Burgos» nos disponemos a realizar. De modo oficial será convocada después del verano y centrará la puesta en marcha del próximo curso pastoral. Pero ya desde ahora deseo informaros de este proyecto y tarea conjunta, para que os sintáis desde el principio invitados y protagonistas.

 

La decisión de esta convocatoria, que corresponde al Obispo, no ha sido producto de la improvisación ni de un deseo particular. Es la conclusión de un largo proceso de reflexión y de oración que he ido realizando a lo largo de mi Visita Pastoral y de múltiples conversaciones y diálogos, con muchos de vosotros, en ambientes y contextos diversos. Además esta reflexión personal ha ido acompañada por la consulta a los diversos organismos y consejos diocesanos: el Consejo Diocesano de Pastoral, el Consejo Presbiteral, el Colegio de Consultores, el Equipo de Gobierno. En todos ellos, aún reconociendo las dificultades, se ha manifestado una opinión muy mayoritariamente favorable a la iniciativa de convocar y llevar a cabo esta Asamblea.

 

Durante el este mes de junio se están configurando los organismos responsables de ponerla en marcha y de preparar los criterios y etapas fundamentales del proceso, a fin de que ya en septiembre esté creado el marco para la participación de cuantos lo deseen.

 

Muchos de vosotros recordaréis que hace veinticinco años nuestra diócesis celebró un Sínodo Diocesano. La Asamblea Diocesana, aunque es diferente por su duración y por su carácter canónico, vive del mismo espíritu: es ante todo una experiencia eclesial en la que todos los bautizados puedan descubrir, experimentar y profundizar lo que significa ser Iglesia, reunidos unos con otros, en un contexto social concreto y en una circunstancia histórica determinada. Participar juntamente con los otros, porque los otros poseen muchos dones que yo no tengo y que pueden enriquecernos a todos. Y aquí y ahora, en el momento presente, para no vivir nostálgicamente del pasado sino para que la memoria se transforme en profecía que nos ilumine en nuestro proyecto de futuro.

 

Estamos celebrando el octavo Centenario de la Catedral, que nos descubre el sentido y el valor de una Iglesia que va avanzando a través de las generaciones. Y celebraremos un Año Jubilar para vivir este acontecimiento como ocasión de gracia y de renovación espiritual. La Asamblea Diocesana pretende hacer visible al verdadero sujeto protagonista de todo ello: nosotros –todos nosotros– como Iglesia de Jesucristo en Burgos. Pienso que la Asamblea es un medio privilegiado del ejercicio de la corresponsabilidad pastoral; y que podrá servirnos, sin duda, para una «puesta a punto», viendo juntos cómo estamos caminando y en qué aspectos debemos seguir orientando los pasos en fidelidad al envío misionero del Señor Jesús.

 

Tendremos ocasiones y momentos concretos para seguir hablando de esta experiencia viva de diócesis. Ahora deseo simplemente subrayar un doble aspecto. En primer lugar, que en una sociedad en transformación, con un creciente pluralismo ideológico y religioso, es necesario que quienes somos seguidores de Jesús podamos decir «nosotros» con la satisfacción y el orgullo de sentirnos una familia unida en torno a la misma fe y a un aliento evangelizador renovado. En segundo lugar, que para ello hemos de reflexionar, debatir y discernir en común para compartir criterios, opciones, actitudes, decisiones y compromisos.

 

No podemos pensar ingenuamente que de este modo solucionaremos todos los problemas. Pero podemos estar seguros de que una experiencia eclesial intensa y sincera es la mejor respuesta a los desafíos del momento presente. Estamos iniciando el camino. Os pido a todos que lo acompañéis con vuestra oración y que lo encomendéis de modo especial a Santa María Madre de la Iglesia.

Europa, comunidad de valores

por redaccion,

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El próximo domingo, día 26, hemos sido convocados para ejercer nuestra tarea ciudadana eligiendo políticos que nos representen en las instituciones municipales, autonómicas y europeas. Por ello me ha parecido oportuno dedicar hoy este mensaje dominical a la realidad europea y a las interpelaciones que como ciudadanos cristianos conlleva este marco político, social, económico y religioso; lo hago porque Europa nos queda más lejos y se toma menor conciencia de su importancia en las campañas electorales; y porque la actual encrucijada que atraviesa nuestro continente, que afecta sin duda a sus raíces cristianas, plantea evidentemente una nueva conciencia sobre el modo de presencia y de actitud cualificada de la Iglesia en Europa.

 

A la luz de la historia vemos que en la base de la idea de Europa se encuentra el cristianismo. La fe cristiana le ha dado forma y algunos de sus valores fundamentales han inspirado después «el ideal democrático y los derechos humanos» de la Europa moderna. No se puede negar que la fuerza unificadora del cristianismo ha contribuido a integrar entre sí diferentes pueblos y culturas. Y todavía en nuestros días, el alma de Europa permanece unida porque, además de su origen común, tiene idénticos valores cristianos y humanos, como son los de la dignidad de la persona humana, el profundo sentimiento de justicia y libertad, el espíritu de iniciativa, de laboriosidad, de amor a la familia, de respeto a la vida, de tolerancia y de deseo de cooperación y de paz, que son notas que la caracterizan.

 

Tendríamos que pensar y trabajar más por la comunidad europea como «comunidad de valores». Los valores que la crearon y que son los que podrán sostenerla. Valores que se encuentran hoy, a menudo, cuestionados y amenazados. Por eso hemos de ser conscientes, mirando al tiempo que vivimos, de que para que Europa recupere su verdadera identidad, hay que apoyar esos valores. Hagamos una llamada a transmitir una cultura de los valores que se oponga al relativismo postmoderno. Y soñemos con una Europa mejor, no basada solamente en los avances técnicos y científicos sino en el comportamiento ético de las personas, en favor de un horizonte común.

 

Como cristianos ¿cuál es nuestra responsabilidad, en un tiempo en el que el rostro de Europa está cada vez más marcado por una pluralidad de culturas y de religiones y para muchos el cristianismo se percibe como un elemento del pasado lejano y ajeno? El debate en torno al proyecto de la Constitución europea, iniciado en el año 2000, es prueba clara de ciertos intentos que quieren silenciar la dimensión cristiana de Europa. Conviene recordar que la Unión Europea, como germen de integración de los diversos países del continente, tuvo su origen en el esfuerzo de políticos cristianos, claramente movidos por su fe. Su objetivo era establecer unas bases sólidas para la paz y la convivencia afrontando las raíces, comerciales y económicas, que habían provocado las dos grandes guerras europeas. Este proyecto hubiera resultado inviable en aquellos años sin el aliento evangelizador de sus principales protagonistas.

 

En 1999 se celebró el segundo Sínodo de los Obispos para Europa. De ahí surgió la Exhortación Iglesia en Europa de San Juan Pablo II. El Papa describe las luces y las sombras de la situación europea; el riesgo fundamental que se menciona es el oscurecimiento del horizonte de la esperanza, que se produce cuando se difumina la verdad y cuando el progreso material y cultural no se refleja en todas las dimensiones de la persona humana. En ella podemos encontrar muchas claves para nuestro actuar evangelizador y nuestros compromisos socio-políticos desde el Evangelio. Subrayo algunas de ellas:

 

Las Iglesias y todos los creyentes han de plantearse un nuevo impulso evangelizador, una conciencia misionera que implica un testimonio de vida atrayente y una fe más personal y madura, a fin de entrar en diálogo crítico con la cultura actual y aportar lo genuinamente cristiano (cf. nº 49ss.).

 

Se ha de potenciar la tarea cotidiana de tantos laicos, hombres y mujeres, que en la vida ordinaria evangelizan los grandes campos de la política, la realidad social, la economía, la cultura, la ecología, la vida internacional, la familia, la educación, el trabajo y el sufrimiento. (cf. nº 41).

 

Hay que trabajar por un orden económico internacional más justo, desde nuevas formas de acogida y hospitalidad ante el hecho de la inmigración en Europa, pues el fenómeno mismo de la globalización reclama apertura y participación (cf. nº 100).

 

Pidamos a la Virgen María, Ntra. Señora, venerada en tantos santuarios europeos, que ayude al continente a ser cada vez más consciente de su propia vocación espiritual y contribuya a construir la solidaridad y la paz dentro de sus fronteras y en el mundo entero.